Antonio Maestre y el periodismo mercenario

La base filosófica del marxismo es la dialéctica, que analiza los fenómenos en su desarrollo dinámico, observando sus mutaciones y su interacción con su entorno. El contrario de la dialéctica es lo que en el lenguaje filosófico se denomina metafísica, que encasilla los fenómenos bajo etiquetas abstractas, separándolos de su contexto y tratándolos en aislamiento. A pesar de presentarse insistentemente como marxista, el pensamiento del periodista Antonio Maestre es profundamente metafísico, destacándose por una abstracción que conduce a conclusiones seriamente distorsionadas. Curiosamente, estas conclusiones siempre coinciden con las posturas de la clase dominante, aunque aquí quedan recubiertas con una retórica izquierdizante.

La sintonía entre Maestre y la burguesía ha quedado de nuevo patente en un reciente artículo para El País sobre las guerras en Palestina y Ucrania, El antiimperialismo trasnochado.

Comparar lo incomparable

En su editorial, Maestre equipara la agresión israelí contra el pueblo palestino a la invasión de Ucrania por Rusia. “Israel y Rusia son ejemplos de la misma realidad”, nos dice. “Ucrania y Palestina son dos pueblos defendiéndose de un Estado invasor con las armas que la hipocresía occidental les permite”. La conclusión lógica de esta equiparación es que la izquierda española debe defender tanto la causa palestina como la ucraniana. Declararse solidarios con Palestina, pero no con Ucrania, reprocha Maestre, supone adoptar un “antiimperialismo de idiotas”, “trasnochado”, que abandona la “abrumadora potencia intelectual” del marxismo, para abrazar un “romanticismo extemporáneo”. Maestre critica a la izquierda por haber transformado el “análisis concreto de la situación concreta” en una “consigna vacía”. Compartimos esta preocupación por la concreción con nuestro periodista de izquierdas, y asumimos su desafío. Analicemos concretamente la situación concreta; comparemos, en términos concretos, y no abstractos, las guerras en Palestina y en Ucrania.

Un “análisis concreto de la situación concreta” muestra que los casos de Ucrania y Palestina son incomparables / Friends123, Wikimedia Commons

El pueblo Palestino lleva casi 80 años siendo ocupado por Israel, una situación que se ha ido agravando sucesivamente con el paso del tiempo. A día de hoy, los palestinos de Cisjordania viven privados de derechos, expulsados de sus casas, acorralados en territorios cada vez más estrechos y fragmentados por muros y controles del ejército de ocupación, atenazados por colonatos cada vez más numerosos y agresivos, respaldados por los soldados israelíes. La mal llamada Autoridad Palestina es poco más que una policía indígena, sometida a los designios sionistas. Cabe recordar que el ejército israelí es uno de los más poderosos sobre la faz de la tierra, contando con armas nucleares, y que goza del apoyo directo de Estados Unidos. En Gaza, la situación es aún peor: dos millones y medio de personas viven asediadas en una prisión a cielo abierto, machacada por la aviación israelí en operaciones militares recurrentes. Los gazatíes no tienen a donde ir, asfixiados no sólo por el bloqueo israelí sino también por el egipcio. Los palestinos, a decir verdad, están totalmente solos. Sus putativos aliados históricos, las diferentes satrapías árabes, se han dedicado a firmar acuerdos con Netanyahu alentados por Washington. Los palestinos son un pueblo oprimido, ocupado y privado de derechos, resistiendo con armas extremadamente rudimentarias a un Estado con una superioridad militar aplastante. Piedras contra tanques. La actual guerra, como reconocen diferentes ministros del gobierno de Netanyahu, supone un esfuerzo genocida por arrinconar aún más e incluso expulsar a los palestinos de sus tierras.

Imaginamos que Maestre coincide con esta definición de la opresión de los palestinos. Veamos ahora la situación de Ucrania. Desde 1991, Ucrania es un Estado independiente. Ahora bien, su identidad nacional es compleja: la mayoría de la población es ortodoxa, una parte importante de su población habla ruso y tiene relaciones históricas muy estrechas con Rusia. Desde los acontecimientos de 2014, cuando Viktor Yanukovich fue derrocado en una revuelta apoyada por Estados Unidos, el país es dirigido por gobiernos prooccidentales, alineados con Estados Unidos, que durante ocho años libraron una campaña militar contra separatistas apoyados por Rusia que se opusieron al cambio de régimen. Amplios sectores de la opinión pública discordantes con la nueva situación creada en 2014 han sido silenciados y reprimidos, como han denunciado organizaciones como Amnistía Internacional. ¡Los propios Estados Unidos se han opuesto a la adhesión ucraniana a la OTAN porque el país no es suficientemente democrático! Ucrania ha contado desde 2014 con el apoyo militar y financiero de Occidente. La invasión rusa no cayó del cielo: se enmarca en este acercamiento de Kiev a Occidente y fue fruto de las crecientes tensiones entre Moscú y Washington, en pugna desde hace años por delimitar sus esferas de influencia en Europa Oriental.

Desde la invasión rusa en febrero de 2022, el apoyo militar se ha multiplicado. Ucrania cuenta con un ejército moderno poderoso, financiado y armado hasta los dientes por Occidente con tanques, aviones, misiles y tecnologías punteras. No sólo eso, Kiev también ha contado con el apoyo logístico de Occidente. Sólo así se entiende su capacidad de resistir ante la maquinaria militar rusa, una de las más potentes del mundo. Los rusos han sido repelidos por un ejército de habla ucraniana pero armado, financiado, entrenado y sostenido por la OTAN. A su vez, los refugiados ucranianos han sido acogidos calurosamente por los diferentes Estados europeos, que les han dado toda clase de facilidades para asentarse en sus países de acogida. Las “ayudas” de Occidente, a su vez, han tenido como contrapartida el aumento de la injerencia de Washington y sus aliados sobre los asuntos internos del país (como ha señalado la propia prensa ucraniana), virtualmente transformando a Ucrania en una semicolonia. Quien paga manda.

¿Qué buscan Washington y sus aliados europeos con estas ingentes ayudas a Ucrania? Ciertamente, no les interesa la “soberanía” ni la “libertad” de los ucranianos, consideraciones que no les importaron lo más mínimo en el caso de los armenios de Nagorno Karabaj o de los palestinos. Buscan debilitar a Moscú lo máximo posible usando el ejército ucraniano, como ellos mismos han reconocido. ¿Qué busca Putin? Revertir este acercamiento y aumentar su influencia en la región. Este es un clásico conflicto interimperialista. Rusia es una potencia imperialista, pero cabe señalar que sus ambiciones son mucho más modestas que las de Estados Unidos. El primero es un imperialismo regional, el segundo una potencia mundial.

Claramente, un “análisis concreto de la situación concreta” muestra que estos dos casos son incomparables. Los palestinos son un pueblo oprimido, sin Estado, aislado, víctima de una guerra de exterminación. Ucrania es un Estado independiente con un ejército poderoso armado por la OTAN. Es utilizado como un peón en una guerra “proxy” entre Moscú y Washington (un término que ha llegado a ser usado por políticos estadounidenses para definir el conflicto).

El enemigo está en casa

Sigamos abordando esta problemática, como nos exhorta Maestre, en términos marxistas, desde el análisis concreto de la situación concreta. Hemos visto que las dos guerras tienen un carácter bastante diferente. Pero la relación del Estado español con ambas también es bastante diferente, lo que tiene repercusiones para la izquierda española. El Estado capitalista español pertenece a la OTAN y a la UE. Tras la invasión rusa, el gobierno de Pedro Sánchez adoptó la línea general marcada por Bruselas y Washington. Se sumó a las duras sanciones contra Rusia y ha contribuido de forma sostenida al envío de ayuda militar a Ucrania. En recientes declaraciones Sánchez ha afirmado que la ayuda se mantendrá “mientras sea necesario”. Tan sólo en los primeros seis meses de la guerra, se enviaron 238 millones de euros en ayuda militar. El Ministerio de Defensa no pública los datos de los envíos de armas a Ucrania, pero sabemos que se ha enviado artillería, municiones diversas, sistemas antidrón, carros de combate, lanzamisiles, además de uniformes, generadores y ambulancias blindadas. Esto no incluye la llamada “ayuda humanitaria” del Estado español a Kiev, que en el primer año de la guerra ascendía 387 millones de euros. Zelenski ha sido recibido en España como un héroe. ¿Cuál ha sido la reacción del Estado español ante la guerra en Palestina? Ha reiterado el “derecho israelí a defenderse” contra Hamás, que la Unión Europea considera una organización terrorista. El Estado español tiene relaciones diplomáticas, económicas y militares estrechas con Israel. A finales de noviembre, trascendió que España había cerrado un contrato para comprar misiles israelíes con un valor de 287 millones de euros.

Imagen: Flickr Moncloa

España pertenece al bloque imperialista occidental y es un aliado cercano de Estados Unidos, la mayor potencia imperialista del mundo / La Moncloa, Flickr

Queda claro que la postura del Estado español ante ambos conflictos es radicalmente diferente. Nuestro país se ha sumado al bloqueo a Rusia, se han volcado recursos para armar a Ucrania y se ha exaltado su derecho a “defenderse” ante la “agresión rusa”. En el caso palestino, se ha reiterado el derecho de Israel de “defenderse” ante un enemigo infinitamente más débil y totalmente aislado internacionalmente, al que España tacha de “terrorista”. El Estado español tiene relaciones estrechas con Israel en todos los ámbitos, incluyendo el militar. En definitiva, la postura española ante ambos conflictos es diametralmente opuesta. Así las cosas, analizando concretamente la situación concreta, no parece en absoluto “trasnochado” que la izquierda española se haya mostrado más sensible ante la guerra en Palestina que ante Ucrania.

Cabe añadir algo más. España pertenece al bloque imperialista occidental y es un aliado cercano de Estados Unidos, la mayor potencia imperialista del mundo. El deber de los antiimperialistas españoles debería ser en primer lugar oponernos a “nuestros” imperialistas. Como decía Karl Liebknecht, “el enemigo está en casa”. La lucha contra Putin debe ser protagonizada por la izquierda rusa, no por la española, que sólo conseguiría alinearse con los intereses depredadores de “sus” imperialistas y proteger el flanco izquierdo del imperialismo occidental.

¿Qué busca Maestre?

El análisis concreto de la situación concreta más rudimentario nos lleva a las conclusiones opuestas a las que busca el periodista: que las dos guerras no son en absoluto equiparables, como tampoco lo debe ser la postura de la izquierda ante ambas. La diferencia drástica entre los dos conflictos, el uno una guerra “proxy” librada por un Estado armado hasta los dientes por la OTAN, incluyendo por España, contra un contrincante regional del imperialismo estadounidense; el otro una guerra de exterminación librada por la mayor maquinaria militar de Oriente Medio, aliada de España y de Occidente, contra un pueblo oprimido, aislado y acorralado, no pasaría desapercibida ni para un niño de cinco años. Si Maestre ignora esta diferencia, abordando las dos guerras desde una perspectiva totalmente metafísica que nada en común tiene con el marxismo, es porque le mueven determinados intereses políticos. Él mismo admite, aunque de forma poco coherente, su deseo de que la izquierda española se ubique “ante las nuevas realidades surgidas tras la caída del muro de Berlín”. El antimperialismo trasnochado “surge de una expresión cultural anclada en el antiotanismo de los años ochenta que hoy en día solo muestra una lectura sesgada de la nueva realidad geopolítica”, zanja.

Maestre nos dice que “el pasado” (¡el pasado!) de la OTAN “está repleto de actuaciones que no se sustentan en el respeto a los derechos humanos”. “La crítica”, dice, “es legítima”, pero, matiza, “no puede colocarse por delante de la decisión soberana de los países de Europa del Este de unirse a la organización militar buscando una supervivencia amenazada por Rusia”. “En un mundo en conflicto el relato de la paz sin concreción no es más que una manera de aplacar la conciencia.” Es decir, la OTAN debe ser vista como un “mal menor”. Maestre explica, en relación con Ucrania, que una paz impuesta por Rusia sería “una paz sin libertad”, insinuando que una paz bajo el paraguas de la OTAN sí sería libre. De todo esto deducimos que lo que busca el periodista es que la izquierda española revise su antiotanismo, una postura que Maestre ya ha defendido en el pasado.

Maestre, que hace alarde de su “marxismo”, parte de una postura radicalmente contraria al marxismo. Nuestro análisis de la OTAN no depende de que sus actuaciones “se sustenten en el derecho humanitario”. La OTAN es una organización militar del imperialismo occidental. El imperialismo no es una categoría moral, sino económica: es la evolución del capitalismo en su fase de máximo desarrollo, en el que busca superar las barreras del Estado nacional a la expansión de las fuerzas productivas exportando capitales al extranjero y dominando otros mercados. Esto genera choques entre las burguesías de las principales potencias por el control de diferentes esferas de influencia. A veces, estos conflictos son “pacíficos”, a través de la competencia; otras veces se vuelven violentos, con guerras y choques, en los que el Estado imperialista entra en liza. Si la OTAN “no se sustenta en el derecho humanitario” no es por tal o cual error, accidente o exceso; es porque por su misma naturaleza está llamada a defender los intereses depredadores del capitalismo, una tarea nada “humanitaria” y, en realidad, incompatible con la paz.

Personajes como Maestre se vuelven importantes para proteger el flanco izquierdo del imperialismo español / Instituto 25M, Wikimedia Commons

La OTAN es una palanca de la burguesía estadounidense y sus aliados por afianzar su control sobre el planeta. Nació inicialmente como un ariete contra la URSS, pero en las últimas décadas ha sido redirigido contra el imperialismo ascendente chino y el imperialismo regional ruso. Los pequeños y débiles países capitalistas de Europa del Este, al igual que otros territorios disputados, como Taiwán, que tanto preocupan a Maestre, son meros peones en estas pugnas. Como muestra el caso de Armenia, sacrificada por Occidente a cambio del gas azerbaiyano, estos países son utilizados como moneda de cambio en sus transacciones cínicas. Podemos mencionar también el caso de los kurdos, traicionados por la OTAN para aplacar a Erdogan. Cualquier antimperialista que se precie debe oponerse a la OTAN. En el Estado español, los comunistas de la Corriente Marxista Internacional nos declaramos enemigos irreconciliables de la OTAN y del imperialismo español y sus titiriteros en Washington. El derrocamiento del régimen capitalista reaccionario de Putin le compete a la clase obrera rusa, no al imperialismo occidental, que sólo ha traído guerra, miseria y división a los pueblos del antiguo bloque soviético. Defendemos la paz, pero entendemos que una paz genuina y “libre” sólo es posible con el derrocamiento revolucionario del capitalismo, y decimos con Lenin:

En la actualidad, una propaganda de la paz que no vaya acompañada del llamamiento a la acción revolucionaria de las masas sólo puede sembrar ilusiones, corromper al proletariado, infundiéndole confianza en el humanismo de la burguesía, y hacer de él un juguete en manos de la diplomacia secreta de los países beligerantes. Es profundamente errónea, en particular, la idea sobre la posibilidad de la llamada paz democrática sin una serie de revoluciones.

El periodismo “progre”

No creemos que las afirmaciones grotescas de Maestre, que trata de comparar casos incomparables, partan de la estupidez. Parten de intereses materiales concretos. La prensa capitalista se puede permitir fomentar una cierta diversidad de sensibilidades ideológicas, siempre y cuando se respeten ciertas líneas rojas ante cuestiones importantes para el sistema. Antonio Maestre juega un papel importante en este sentido para los medios de comunicación burgueses. Es exhibido como un analista de izquierdas, incluso marxista, y se puede permitir ciertos excesos retóricos sobre temas secundarios. Pero ante las cuestiones realmente importantes para el régimen, como la guerra en Ucrania o, añadimos, el separatismo catalán, se exige unanimidad. Personajes como Maestre se vuelven importantes para proteger el flanco izquierdo del imperialismo español, usando sus credenciales “marxistas” para engatusar a la opinión pública de izquierdas. A esto se refiere Maestre cuando habla de una izquierda “útil”: útil para el sistema, que confunda y embauque a la clase trabajadora. Maestre se presta a este juego sucio, pues de él dependen su prestigio, su fama y las invitaciones para contribuir a órganos capitalistas “de renombre” como El País. Actúa, al fin y al cabo, como un mercenario. Su insolencia, agresividad y soberbia en realidad son un esfuerzo por aplacar su mala fe como contrabandista de las ideas de la clase dominante. La izquierda no puede depender de analistas de esta calaña, a sueldo de los grandes monopolios capitalistas. Debemos construir nuestra propia prensa: anticapitalista, antiimperialista, comunista.

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