Argentina: a 40 años del golpe, unidad contra el imperialismo y el gobierno de los empresarios
Este 24 de marzo se cumplen 40 años de la última y más sangrienta dictadura militar que sufrimos los trabajadores y el pueblo pobre en la Argentina. Mediante la aniquilación de la resistencia popular y con la imposición del terrorismo de Estado, los militares establecieron un nuevo esquema económico basado en el endeudamiento, la concentración de la riqueza, la extranjerización, la desigualdad, el desempleo, la precariedad, bajos salarios y sumisión al imperialismo que aumentaría en forma astronómica las ganancias del empresariado.
De esta manera, la clase dominante logró liquidar el alza revolucionaria del movimiento obrero y popular iniciado a fines de los ‘60, que teniendo la lucha, la movilización y la democracia de base o democracia obrera como método, había conseguido los mejores convenios colectivos de la historia sindical y la participación más alta en el reparto de la riqueza por parte de los trabajadores y que se perfilaba hacia el Socialismo.
Hoy los mismos sectores que impulsaron, planearon y financiaron a la dictadura se encuentran gobernando de la mano de Mauricio Macri e intentando imponer el mismo esquema económico.
Despidos, inflación, recorte del salario real, devaluación, fortalecimiento del aparato represivo, tarifazos, desmantelamiento de planes sociales, configuran un escenario totalmente desfavorable para los trabajadores.
Más de 100.000 despidos, entre trabajadores públicos y privados, una inflación en alimentos que roza el 60%, son las consecuencias de una ofensiva capitalista que ya ha disparado los números de indigencia y pobreza hacia arriba.
Por su parte, el acuerdo con los fondos buitres vuelve a poner al país de rodillas frente al capital extorsivo, pagando con el hambre del pueblo.
La visita del presidente imperialista Obama, violador sistemático de los derechos humanos, se muestra como una provocación y alcanza límites de hipocresía intolerables.
¿Cómo llegamos hasta acá?
Consideramos que resulta indispensable realizar un balance crítico y autocrítico para establecer las causas y los motivos que nos llevaron a estar atravesando este período político.
Para comenzar, es necesario realizar un análisis vinculado a la situación internacional, cualquier balance que no tome en consideración el contexto del mundo y la región no nos hará avanzar un sólo paso, y nos llevará a extraer conclusiones erróneas y por lo tanto, no seremos capaces de trazar las perspectivas correctas de las cuales se desprendan las tareas que la militancia debe llevar adelante para revertir la situación y poder avanzar.
La crisis capitalista mundial, se muestra como una crisis orgánica, sistémica, secular que viene produciendo toda una serie de crisis políticas y sociales en un país tras otro.
La caída del comercio mundial junto a la caída del precio del petróleo y las materias primas son un síntoma de la profundidad que está alcanzando la crisis; la más grave desde 1930.
La desaceleración de la economía china amenaza al mundo entero. China importaba grandes cantidades de productos de países como Brasil o Argentina. Ahora la economía brasileña se contrae un 4,5%. Muchos otros de los llamados BRICS están en una posición similar.
La economía Argentina se encuentra en estos momentos en un proceso que va hacia el estancamiento con altos niveles de inflación.
En la región esta crisis económica se expresa como una crisis del reformismo.
La derrota del kirchnerismo a manos de CAMBIEMOS, la derrota del gobierno bolivariano en las elecciones legislativas de 2015, la derrota electoral de Evo Morales para allanar el camino a la reelección, la crisis política en Brasil, son producto justamente de esta crisis.
El reformismo tuvo un papel que cumplir, con relativo éxito, en tanto y en cuanto las condiciones económicas internacionales se daban de manera favorable. De esta manera, al disponer de una economía en crecimiento los reformistas tenían un margen de maniobra amplio que les permitía amortiguar la lucha entra el capital y el trabajo.
Pero el proceso abierto en 2008, año de inicio de la crisis mundial, cambió por completo el escenario. Hoy todas las economías de la región se muestran en retroceso, con algunos casos bastante graves como Brasil o Venezuela. Por lo cual, al verse reducido los ingresos estatales el reformismo entra en crisis, negando los avances logrados, planteando contrarreformas y desnudando más crudamente la verdad: No se pueden conciliar intereses antagónicos e irreconciliables como lo son los intereses de los trabajadores y el empresariado.
Todos los intentos de recrear una burguesía nacional progresista han fracasado miserablemente, todos los intentos de “convencer” a la burguesía para que vele por los intereses nacionales han resultado utópicos, por un lado, debido a que los intereses nacionales de la burguesía son sus intereses económicos y, por otro, porque la burguesía se ha criado desde sus dientes de leche, como buenos parásitos. Tan parásitos, y sometidos al imperialismo, como rentistas, niegan el proceso de poner en pie un poderoso complejo industrial, un poderoso polo de fábricas de fábricas. Su proyecto es una Argentina que sea el “supermercado” del mundo.
El kirchnerismo es un movimiento político nacionalista con una base obrera y popular pero con una dirección no proletaria que intentó aplicar, desde el Estado, un programa reformista al que denomino “capitalismo en serio”. En rigor, lo que se pretendía es desarrollar la acción de gobierno dentro de los marcos del sistema capitalista y regularlo, sostener su base de funcionamiento que es la propiedad privada de los grandes medios de producción en manos de los capitalistas. Es esto lo que ha fracasado y nos ha llevado a la situación actual.
No se puede controlar lo que no se posee, y en el capitalismo los dueños reales de la economía son los dueños de los medios de producción, empresarios, banqueros y terratenientes.
Como decíamos, a medida que la crisis económica se profundiza, a su vez, se profundiza la crisis del reformismo que no tiene una alternativa que oponer. El escenario en América Latina es claro, o los procesos abiertos se radicalizan y profundizan avanzando contra los intereses, ganancias y privilegios de los capitalistas o el reformismo producirá una derrota tras otra.
¿Qué hacer?
Los sectores más avanzados de la militancia deben sacar conclusiones y poner en debate estas cuestiones como una manera de avanzar y fortalecerse.
Debemos impulsar y sostener la unidad de acción del campo popular como única manera efectiva de enfrentar al presidente empresario Macri.
No podemos darnos el lujo de marchar separados, debemos defender la unidad en las calles por la defensa las libertades democráticas, para quebrar el protocolo macrista. Y encontrarnos en esta unidad para debatir el programa que necesitamos los trabajadores.
La necesidad política de los trabajadores para avanzar no pasa por volver al reformismo, sino por organizarnos en las ideas de la nacionalización de las palancas fundamentales de la economía bajo control obrero, discutir la necesidad de la propiedad común de la tierra, los bancos, y las principales industrias. Plantear que un plan de producción común es la única manera de movilizar el colosal potencial de la industria, la agricultura, la ciencia y la técnica en beneficio de la mayoría aplastante de la población y no para el enriquecimiento obsceno de una minoría de empresarios, banqueros y terratenientes como ocurre hasta ahora. Estas son las tareas, y el debate de fondo que demos impulsar, sumado a no ceder y defender las negociaciones paritarias anuales. Impugnar y actuar contra las presiones de los organismos internacionales de usura. Repudiar y organizar la defensa de cualquier organización política o sectores populares que sean atacados. Organizarnos por la continuidad y resolución definitiva en una mega causa de los juicios de lesa humanidad contra los represores civiles y militares.
Como hemos advertido una y otra vez el reformismo se ha mostrado impotente y nos ha llevado a la derrota, es hora de plantear abiertamente la necesidad de romper con el capitalismo, ya que este es el único camino posible para no ser arrastrados por un sistema que se encuentra en su fase de declive y sólo puede ofrecer ajustes, miseria, barbarie y brutalidad.
El Socialismo es el camino.
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