Crecimiento económico y lucha de clases: Los casos de Cádiz y Cartagena
El Estado español capeó con éxito relativo el vendaval de crisis e inflación que siguió a la pandemia de Covid de 2020-2021. Las direcciones sindicales cumplieron su parte, manteniendo baja la conflictividad laboral pese a la intensa subida de precios, el auge del precio de la vivienda y la pérdida de poder adquisitivo de los salarios. Esta menor capacidad adquisitiva quedó camuflada con la intensa creación de empleo, precario y mal pagado, que permitía a las familias, al menos, sostener el consumo al haber más miembros del núcleo familiar trabajando.
El gobierno de Pedro Sánchez se felicita por el hecho de que la economía española es la que más crece en la UE y la que más empleo ha creado, a un ritmo de 500.000 empleos netos cada año. Pero estos cohetes artificiales están fuera de lugar, ya que este crecimiento tiene bases muy débiles, basado en el tirón turístico, el comercio, los servicios y, hasta cierto punto, las exportaciones. Baste decir que el turismo aporta el 12,3% del PIB y el 13% del empleo.
Desde luego, todo este panorama puede cambiar drásticamente. Las perspectivas económicas son más sombrías para la segunda mitad del año y el año que viene, los aranceles de EEUU impactarán en la economía española en sectores como el automóvil, los servicios y la agricultura.
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Impacto en las condiciones de vida… y en las luchas
Más allá de las cifras económicas, lo relevante para nosotros es el impacto que tienen estas cifras en las condiciones de vida de la clase obrera y en su conciencia. La realidad es que su impacto tiene un mayor alcance en la juventud. Rescatamos algunas estadísticas llamativas. Según el último informe del Consejo de la Juventud de España para 2024, el 70% de los jóvenes trabajadores menores de 30 años vive con sus padres. Del 30% restante, el 26% comparte vivienda y solo el 4% puede permitirse vivir en solitario. Estos datos no habrán hecho más que agravarse. Según Fotocasa, hasta el mes de julio, el precio de los alquileres aumentó un 14% en tasa interanual. Hoy, el salario de un joven de 30 años es un 20% menor en términos reales al que cobraban sus padres a la misma edad. Actualmente, la jubilación media supera el salario medio de los trabajadores menores de 35 años. El salario actual de los jóvenes menores de 25 años solo ha aumentado 8 euros ¡desde 2008! (El País, 27/01/25) pese a que la inflación acumulada escaló al 30%.
La precariedad va más allá del tema salarial. En el primer trimestre de 2025, el 53,7% de los contratos indefinidos fueron de fijos-discontinuos y a tiempo parcial, lo que sumado a los contratos temporales, hace que más del 70% de las contrataciones tuviera algún carácter de precariedad (RRHH Digital, 17/07/25). Esto caracteriza muy bien el tipo de empleo que se está creando: intensivo en mano de obra, baja productividad, temporalidad y bajos salarios. Y esto no afecta solo a la hostelería, la construcción o el comercio. En la función pública los contratos temporales o interinos alcanzan al 30% de la fuerza de trabajo, y en las empresas subcontratistas de la industria es lo usual. Tenemos, por tanto, una franja de trabajadores, de entre 18 y 35 años, una parte sustancial de la clase obrera, que padece una enorme tensión y ansiedad, a la que se niega un futuro estable de emancipación individual.

Fuente: CJE
Esto empieza a tener un efecto en la movilización social, y no solo en las manifestaciones masivas contra el turismo y la escasez de vivienda asequible, sino también en el movimiento obrero, como hemos comprobado en las luchas intensas y combativas en el sector del metal de Cantabria, Cádiz y Navantia-Cartagena, que pueden marcar la pauta de las luchas venideras. En este sector proliferan todo tipo de pequeñas y medianas empresas afectadas por las características de empleo y salarios que antes describimos. Todas estas luchas, desatadas al comienzo del verano, se caracterizaron por su radicalidad, con enfrentamientos con la policía, barricadas y detenciones. La contundencia del inicio de la huelga del metal en Cantabria bastó para que la patronal se sentara a negociar al día siguiente, y se alcanzara un acuerdo. Pero, sin duda, las luchas más relevantes fueron las de Cádiz y Cartagena.
La lucha del metal de Cádiz
La lucha de Cádiz estuvo animada por la renovación del convenio provincial del metal, y afectaba a 26.000 trabajadores. Lamentablemente, las direcciones mayoritarias de UGT y CCOO dejaron fuera de la lucha por el convenio a los batallones obreros de las grandes fábricas: Navantia de Puerto Real y San Fernando, Dragados, Airbus y Acerinox. La excusa era que no estaban afectados por un convenio territorial que recoge menos derechos que sus convenios de empresa. Así, la lucha por el convenio provincial del metal recayó exclusivamente sobre los hombros de los trabajadores más precarizados y de empresas más pequeñas, las llamadas empresas auxiliares, y cuyos obreros trabajan, hombro con hombro, con los obreros de las empresas matrices. Vemos aquí cómo los convenios de empresa sirven para dividir a la clase trabajadora, claro está que con la complicidad activa de las direcciones sindicales. Aun así, se podía incorporar a estos trabajadores a la lucha incluyendo reivindicaciones propias, al margen del convenio, y como una muestra de solidaridad activa con el resto de trabajadores.
Las reivindicaciones principales coincidían con las propias de trabajadores muy precarizados. De hecho, el incremento salarial no era el aspecto principal. Las principales demandas eran rechazar la doble escala salarial (de un 75% para los menores de 25 años en su primer contrato de trabajo), garantías laborales para los fijos discontinuos, restablecimiento del plus por trabajo tóxico (que la patronal quería aplazar para 2032), mejorar las bajas por enfermedad, eliminación de listas negras de obreros destacados por luchar, entre otras.
Tras dos días de paro a mediados de junio, UGT se presentó ante las asambleas de trabajadores con un acuerdo firmado con la patronal ¡por 8 años!, que no recogía las principales reivindicaciones que motivaron la lucha y que fue rechazado ampliamente en las asambleas de trabajadores. Los dirigentes de CCOO, que participaban del engaño aunque no firmaron el acuerdo, llamaron a volver al trabajo sin plantear ninguna alternativa de lucha. De esta manera dejaron a cerca de 20.000 obreros completamente solos. Dos sindicatos pequeños en el sector, CGT y CTM, mantuvieron la convocatoria de huelga indefinida, dando cauce a la indignación de miles de trabajadores. Sin embargo, al quedar aislados, la huelga no se presentaba fácil. Aun así, los huelguistas resistieron 13 días, cuando los últimos remanentes en la Bahía de Cádiz, decidieron volver al trabajo. Aquí hubo 24 obreros detenidos, varios de ellos con cargos por desórdenes públicos y atentado a la autoridad.
La lucha de Cartagena tuvo características muy interesantes. Aquí el conflicto se presentaba de una manera más simple, en una sola factoría, el astillero de Navantia-Cartagena. Como en Cádiz, la lucha solo abarcaba a los trabajadores de la industria auxiliar. Como en Cádiz, el principal sindicato, CCOO, traicionó la lucha desde el principio. La reivindicación principal era la recuperación del plus de peligrosidad del astillero, eliminado en 2011, que suponían varios cientos de euros al mes.
A diferencia de Cádiz, los trabajadores habían organizado por adelantado estructuras paralelas a los aparatos sindicales que coordinaban a unos 2.000 obreros agrupados en las empresas auxiliares de Navantia-Cartagena, del total de 3.000 que trabajan en todo el astillero (1.000 en la empresa matriz Navantia-Cartagena). Trotski explica en el Programa de Transición que no debe hacerse un fetiche de los sindicatos cuando hay una traición abierta y que, en esos casos, se deben promover estructuras flexibles temporales, como comités de lucha que abarquen a todos los obreros implicados, para superar el obstáculo de los aparatos burocráticos. Y esto fue, siguiendo su instinto y su experiencia, lo que hicieron los obreros de las empresas auxiliares de Navantia-Cartagena. De esta manera, los trabajadores pudieron desplegar sin trabas su combatividad aguantando 31 días de huelga indefinida. Al final, la lucha terminó en un empate, con un acuerdo precario temporal, aplazándose el conflicto para este mes de septiembre, si no se alcanza un acuerdo definitivo.
Extender la desobediencia sindical
De aquí a finales de año caducan toda una serie de convenios territoriales, como el del metal de Galicia, que pondrán a prueba el estado de ánimo en amplias capas de la clase obrera que hemos descrito.
Hoy por hoy, las direcciones sindicales son un factor objetivo en la contención del ambiente de malestar e ira, pero los casos de Cádiz y Cartagena muestran un aspecto nuevo que es el intento de superar este obstáculo a través de la desobediencia sindical, que podría encontrar una audiencia más amplia a partir de ahora y crear fisuras en los grandes aparatos sindicales.
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