¿Cuál fue la verdadera posición de Lenin sobre la cuestión nacional de Ucrania?
El presidente ruso Vladimir Putin, en un discurso a la nación rusa ayer afirmó que «Ucrania fue creada por Lenin». La verdad es que la Revolución de Octubre tuvo el gran mérito de liberar a las nacionalidades que habían sido oprimidas por la Rusia zarista, a la que Lenin llamó «prisión de las naciones», y que negaba todos los derechos a las minorías étnicas. Presentamos esta carta de Lenin, escrita en 1919, que desarrolla en pocas páginas la posición del marxismo sobre la cuestión de las nacionalidades. ¡Que hable Lenin!
Fue el programa de los bolcheviques, que incluía el derecho de las naciones a la autodeterminación, el que permitió la victoria de la Revolución de Octubre, y más tarde el nacimiento de la Unión Soviética, que en la época de Lenin era una asociación libre de nacionalidades, liberada del yugo de los zares.
En su discurso, Putin reiteró que sus piedras de toque son el imperio zarista, el gran nacionalismo ruso y la opresión de los pueblos. Las nuestras, las de la Corriente Marxista Internacional, son Lenin y el bolchevismo, con su incesante lucha por el internacionalismo proletario y la unidad de la clase obrera. Además de la carta de Lenin, también recomendamos estas notas sobre la cuestión nacional ucraniana, que ponen la actitud de Lenin y los bolcheviques en contraste con la de los estalinistas y la de Putin, al tiempo que explican por qué el nacionalismo reaccionario del régimen de Kiev, respaldado por el imperialismo, no ofrece ninguna solución a los trabajadores de la región.
CARTA A LOS OBREROS Y CAMPESINOS DE UCRANIA CON MOTIVO DE LAS VICTORIAS SOBRE DENIKIN
Camaradas, hace cuatro meses a fines de agosto de 1919, tuve oportunidad de dirigir una carta a los obreros y campesinos con motivo de la victoria sobre Kolchak
Ahora haré volver a imprimir esa carta íntegramente para los obreros y campesinos de Ucrania, con motivo de las victorias sobre Denikin.
Las tropas han ocupado Kiev, Poltava y Járkov, y avanzan victoriosamente hacia Rostov. En Ucrania fermenta la insurrección contra Denikin. Es preciso reunir todas las fuerzas para la derrota definitiva del ejército de Denikin, que trató de restablecer el poder de los terratenientes y capitalistas. Tenemos que destruir a Denikin para ponernos a salvo de la más mínima posibilidad de una nueva invasión.
Los obreros y campesinos de Ucrania deben conocer las enseñanzas que todos los obreros y campesinos rusos han extraído de la conquista de Siberia por Kolchak y de su liberación por las tropas rojas, después de largos meses de tiranía terrateniente y capitalista.
La dominación de Denikin en Ucrania fue una prueba tan dura como la dominación de Kolchak en Siberia. No cabe duda de que las lecciones de esta dura prueba harán comprender con claridad a los obreros y campesinos de Ucrania -como sucedió con los obreros y campesinos de los Urales y Siberia- las tareas del poder soviético, y los inducirán a defenderlo con mayor firmeza.
En la Gran Rusia ha quedado totalmente abolida la propiedad terrateniente. Lo mismo hay que hacer en Ucrania; y el poder soviético de los obreros y campesinos ucranianos debe liquidar totalmente la propiedad terrateniente, liberar por completo a los obreros y campesinos ucranianos de la opresión de los propios terratenientes.
Pero además de esta tarea y de otras que se les plantearon y aún se les plantean, tanto a las masas trabajadoras de la Gran Rusia como a las de Ucrania, el poder soviético en Ucrania tiene sus propias tareas específicas. Una de estas tareas específicas merece, en la actualidad, la mayor atención. Es el problema nacional, o en otras palabras el problema de si Ucrania será una República Socialista Soviética Ucrania separada e independiente, ligada por una alianza (federación) a la República Socialista Federativa Soviética Rusa (RSFSR), o si Ucrania se fusionará con Rusia formando una República Soviética única. Todos los bolcheviques, todos los obreros y campesinos políticamente conscientes deben analizar atentamente este problema.
La independencia de Ucrania ha sido reconocida tanto por el Comité Ejecutivo Central de la RSFSR como por el Partido Comunista de los bolcheviques de Rusia. Es, por lo tanto, evidente y por todos reconocidos que sólo los propios obreros y campesinos de Ucrania pueden decidir y decidirán en su Congreso de Soviets de Ucrania, si Ucrania se fusionará con Rusia o si será una república separada e independiente, y en este último caso, qué vínculos federativos habrán de establecerse entre esa república y Rusia.
¿Cómo debe resolverse este problema en lo que atañe a los intereses de los trabajadores y del éxito de su lucha por la total emancipación del trabajo del yugo del capital?
En primer lugar, los intereses del trabajo exigen la confianza más absoluta y la unión más estrecha entre los trabajadores de los diferentes países y diferentes naciones. Los partidarios de los terratenientes y capitalistas, de la burguesía, se esfuerzan por dividir a los obreros, por avivar discordias y antagonismos nacionales, con el fin de debilitar a los obreros y fortalecer el poder del capital.
El capital es una fuerza internacional. Para vencerla hace falta una unión internacional de obreros, una fraternidad internacional de obreros.
Nosotros somos enemigos de los antagonismos y las discordias nacionales, del aislamiento nacional. Somos internacionalistas. Estamos por la unión estrecha y la fusión completa de los obreros y campesinos de todas las naciones del mundo en una República Soviética mundial única.
En segundo lugar, los trabajadores no deben olvidar que el capitalismo ha dividido a las naciones en un pequeño número de grandes potencias opresoras (imperialistas), naciones libres y soberanas, y una inmensa mayoría de naciones oprimidas, dependientes y semidependientes , no soberanas La arhicriminal y archireaccionaria guerra de 1914-1918 acentuó esta división, enconando con ello los odios y rencores. Durante siglos se fue acumulando la indignación y la desconfianza de las naciones no soberanas y dependientes hacia las naciones dominantes y opresoras, tal como Ucrania hacia naciones como la Gran Rusia.
Queremos una unión voluntaria de naciones -una unión que excluya toda coerción de una nación sobre otra-, una unión que se base en la más plena confianza, en un claro reconocimiento de unidad fraternal, en un consentimiento absolutamente voluntario. Una unión así no puede realizarse de golpe; para llegar a ella debemos actuar con suma paciencia y el mayor cuidado, para no malograr las cosas y no despertar desconfianza, y para que la desconfianza dejada por siglos de opresión terrateniente y capitalista, de propiedad privada y los antagonismos provocados por su distribución y redistribución puedan desaparecer.
Debemos, por lo tanto, empeñarnos firmemente en lograr la unidad de las naciones y oponernos implacablemente a todo lo que tienda a dividirlas, y al hacerlo, debemos ser muy prudentes y pacientes, y hacer concesiones a las supervivencias de la desconfianza nacional. Debemos ser firmes e inexorables ante todo lo que afecte a los intereses fundamentales del trabajo en su lucha por sacudirse el yugo del capital. El problema de la demarcación de fronteras, ahora, por el momento -pues nosotros aspiramos a la completa abolición de las fronteras- no es un problema fundamental, importante, sino secundario. Con respecto a este asunto podemos esperar, y debemos esperar, pues la desconfianza nacional suele ser muy tenaz en las amplias masas de campesinos y pequeños propietarios, y toda precipitación puede acentuarla, en otras palabras, comprometer la causa de la unidad total y definitiva.
La experiencia de la revolución obrera y campesina de Rusia, la Revolución de Octubre-Noviembre 1917 y de los dos años de lucha victoriosa contra la agresión de los capitalistas internacionales y rusos, ha demostrado con claridad meridiana que los capitalistas lograron, por un tiempo, explotar la desconfianza nacional de los campesinos y pequeños propietarios polacos, letones, estonios y finlandeses hacia los gran rusos; que lograron, por un tiempo, sembrar discordia entre ellos y nosotros apoyándose en esa desconfianza. La experiencia demostró que esa desconfianza se desvanece y desaparece muy lentamente, y que cuanto más cuidado y paciencia tengan los gran rusos, que durante tanto tiempo fueron una nación opresora, con tanta mayor seguridad se disipará esa desconfianza. Fue precisamente por haber reconocido la independencia de los Estados polaco, letón, lituano, estonio y finlandés, que nos estamos ganando, lenta pero firmemente, la confianza de las masas trabajadoras de los pequeños Estados vecinos, más atrasadas y más engañadas y oprimidas por los capitalistas. Este es el camino más seguro para arrancarlas de la influencia de “sus” capitalistas nacionales y conducirlas con plena confianza hacia la futura República Soviética internacional unida.
Mientras Ucrania no se libere completamente de Denikin y no se reúna el Congreso de Soviets de toda Ucrania, su gobierno es el Comité Militar Revolucionario de Ucrania. Además de los comunistas bolcheviques ucranianos, están los comunistas borotbistas ucranianos, que trabajan en ese Comité Revolucionario como miembros del gobierno. Los borotbistas se distinguen de los bolcheviques, entre otras cosas, porque defienden la independencia incondicional de Ucrania. Los bolcheviques no harán de esto un objeto de divergencia y desunión, no consideran que esto sea obstáculo para un trabajo proletario armónico. Debe haber unidad en la lucha contra el yugo del capital y por la dictadura del proletariado, y no debe haber rompimiento entre comunistas por el problema de las fronteras nacionales o de si los vínculos entre los Estados deben ser federativos u otros. Entre los bolcheviques hay partidarios de la independencia total de Ucrania, partidarios de una unión federativa más o menos estrecha y partidarios de la fusión total de Ucrania con Rusia.
No debe haber divergencias por estos problemas. El Congreso de Soviets de Ucrania los resolverá.
Si un comunista gran ruso insiste en la fusión de Ucrania con Rusia, los ucranianos pueden muy bien sospechar que defiende esa política, no por tener en cuenta la unidad de los proletarios en la lucha contra el capital, sino por los prejuicios del viejo nacionalismo gran ruso, imperialistas. Esa desconfianza es natural y hasta cierto punto inevitable y legítima, ya que los gran rusos, bajo el yugo de los terratenientes y capitalistas, infundieron durante siglos el infame y odioso prejuicio del chovinismo gran ruso.
Si un comunista ucraniano insiste en la independencia nacional incondicional de Ucrania, se presta a que se sospeche que él defiende esa política, no en función de los intereses temporales de los obreros y campesinos ucranianos en su lucha contra el yugo del capital, sino a causa de los prejuicios nacionales pequeñoburgueses del pequeño propietario. La experiencia ha suministrado centenares de ejemplos de “socialistas” pequeñoburgueses de diferentes países -todos los diversos seudosocialistas polacos, letones y lituanos, los mencheviques georgianos, los eseristas, etc.- que se disfrazaban de partidarios del proletariado con el único fin de promover en forma fraudulenta una política de conciliación con “su” burguesía nacional en contra de los obreros revolucionarios. Hemos visto esto en el caso del gobierno de Kerenski en Rusia, en febrero-octubre de 1917; lo hemos visto y lo seguimos viendo en todos los demás países.
Así, pues, es muy fácil que surja la desconfianza mutua entre los comunistas gran rusos y ucranianos. ¿Cómo combatir esa desconfianza? ¿Cómo vencerla y establecer una confianza mutua?
El mejor modo de lograrlo es trabajando en común para defender la dictadura del proletariado y el poder soviético en la lucha en la lucha contra los terratenientes y capitalistas de todos los países y contra sus intentos de restablecer su dominación. Esa lucha común demostrará claramente en la práctica que cualquiera que sea la solución que se dé al problema de la independencia nacional o de las fronteras, debe existir una estrecha alianza militar y económica entre los obreros gran rusos y ucranianos, pues de otro modo los capitalistas de la “Entente”, es decir, la “alianza” de los países capitalistas más ricos: Inglaterra, Francia, Norteamerica, Japón e Italia, nos aplastará y estrangulará por separado. Nuestra lucha contra Kolchak y Denikin, a quienes estos capitalistas proporcionan dinero y armas, es un claro ejemplo de este peligro.
Quien socava la unidad y la alianza más estrecha entre los obreros y campesinos gran rusos y ucranianos, ayuda a los Kolchak, a los Denikin, a los bandidos capitalistas de todos los países.
Por ello, nosotros, los comunistas gran rusos, debemos reprimir rigurosamente la menor manifestación de nacionalismo gran ruso que surja entre nosotros, pues esas manifestaciones, que son en general una traición al comunismo, causan un daño enorme, al separarnos de los camaradas ucranianos, y con ello hacen el juego a Denikin y a su régimen.
Por ello, nosotros, los comunistas gran rusos, debemos hacer concesiones cuando existen diferencias con los comunistas bolcheviques y borotbistas ucranianos, y cuando esas diferencias se refieren a la independencia nacional de Ucrania, a las formas de su alianza con Rusia y, en general, al problema nacional. Pero, todos nosotros, los comunistas gran rusos, los comunistas ucraniano y los comunistas de cualquier otra nación, debemos ser inflexibles e intransigentes en las cuestiones básicas y fundamentales, que son las mismas para todas las naciones, en las cuestiones de la lucha del proletariado, de la dictadura del proletariado; no podemos admitir compromisos con la burguesía ni la menor división de las fuerzas que nos defienden contra Denikin.
Denikin tiene que ser vencido, aniquilado y debe impedirse la repetición de invasiones como las suyas. Ese es el interés fundamental tanto de los obreros y campesinos gran rusos como de los ucranianos. La lucha será larga y difícil, pues los capitalistas del mundo entero ayudan a Denikin y ayudarán a los Denikin de todo género.
En esta lucha larga y difícil, nosotros los obreros gran rusos y ucranianos, debemos marchar estrechamente unidos pues separados no podremos ciertamente hacer frente a nuestra tarea. Sean cuales fueren las fronteras de Ucrania y Rusia, sean cuales fueren las formas de sus relaciones estatales mutuas, ello no es tan importante; es un problema en el que se puede y se debe hacer concesiones, en el que se puede ensayar esto, aquello y lo otro; la causa de los obreros y campesinos, de la victoria sobre el capitalismo, no sucumbirá por culpa de ello.
Pero si no sabemos marchar estrechamente unidos, unidos contra Denikin, unidos contra los capitalistas y los kulaks de nuestros países y de todos los países, la causa del trabajo sucumbirá ciertamente, por largos años, en el sentido de que los capitalistas podrán aplastar y estrangular tanto a la Ucrania soviética como a la Rusia soviética.
Y lo que la burguesía de todos los países, y toda suerte de partidos pequeñoburgueses -es decir, partidos “conciliadores” que se alían con la burguesía contra los obreros- más de han esforzado en conseguir, es la división de los obreros de las diferentes nacionalidades, suscitar la desconfianza y desbaratar la estrecha unión internacional y la fraternidad internacional de los obreros. Si la burguesía llega a conseguirlo, la causa de los obreros está perdida. Los comunistas de Rusia y Ucrania, por lo tanto, deben, mediante un esfuerzo colectivo, paciente, perseverante y tenaz, frustrar las maquinaciones nacionalistas de la burguesía y vencer los prejuicios nacionalistas de toda índole, y dar a los trabajadores del mundo entero un ejemplo de alianza verdaderamente firme entre los obreros y campesinos de diferentes naciones en la lucha por el poder soviético, por el derrocamiento del yugo de los terratenientes y capitalistas y por la República Soviética Federativa mundial.
V. Lenin
28.XII.1919
Publicado el 4 de enero de 1920, en Pravda, núm. 3 y en Izvestia del CEC en toda Rusia, núm. 3
Se publica de acuerdo con el texto de Pravda, cotejado con el manuscrito.
V. Lenin, Obras Completas, Editorial Cartago, 2ª edición, Buenos Aires, 1971, Tomo XXXII Págs. 280 -288
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