El asalto a Rafah: la chispa que podría incendiar Oriente Medio
Netanyahu está llevando su guerra a otro nivel. Está en un camino del que sabe que no puede retroceder si quiere seguir en el cargo. Y, sin embargo, sus acciones amenazan con desestabilizar todo Oriente Medio, con el riesgo cada vez más real de una guerra generalizada. La revolución también acecha a todos los regímenes de la región a medida que la ira de las masas alcanza cotas cada vez más altas. El próximo acto trágico, el bombardeo masivo y la invasión terrestre de Rafah, podría ser el punto de inflexión.
Netanyahu ha declarado: «Vamos a hacerlo», mientras se preparan las operaciones militares. Y ha añadido que: «Los que dicen que bajo ninguna circunstancia debemos entrar en Rafah, básicamente están diciendo ‘perdamos la guerra, mantengamos a Hamás allí'». Desde el punto de vista de sus propios intereses, no puede permitirse que le vean perdiendo en Gaza.
El momento de esta invasión planificada es significativo. Las negociaciones para algún tipo de alto el fuego supuestamente han estado avanzando, con delegados de Hamás de camino a El Cairo hoy para reunirse con mediadores egipcios y qataríes. Con la vida política de Netanyahu en juego (junto con su libertad, dados los numerosos casos de corrupción que pesan sobre él), le interesa echar por tierra cualquier resolución pacífica. Para que luego digan las acusaciones sionistas que Hamás es el único responsable de alargar innecesariamente la guerra al «negarse a rendirse».
Rafah es una ciudad que normalmente alberga a unas 250.000 personas pero ahora, 1,5 millones de palestinos se hacinan allí, viviendo en condiciones intolerables. Un gran número de ellos duermen en tiendas de campaña, bajo la amenaza constante de enfrentarse a otro ataque brutal. Mucha de esta pobre gente había huido, primero de la ciudad de Gaza, luego de Jan Yunis, y ahora están con la espalda contra el muro de la frontera egipcia.
Las masas apiñadas en Rafah no tienen literalmente ningún lugar seguro al que acudir. Netanyahu, revelando su total falta de humanidad, cinismo y odio absoluto hacia los palestinos, ha sugerido que pueden volver al norte: «Hay muchas zonas allí». Sí, muchas zonas bombardeadas, muchos escombros. Se enfrentan a dos opciones posibles: huir a las playas o intentar volver al norte.
Como informó el martes el Financial Times sobre una familia, la de Thaer Mohamed, que ya se había desplazado anteriormente, junto con su familia de Jan Yunis: «Intentamos escapar de la muerte, pero está a nuestro alrededor». Sarah Nayef expresó el dilema al que se enfrenta su familia: «No nos han dejado ningún lugar por donde escapar. La noche que rescataron a los rehenes llovieron misiles y pensé que nos matarían». Ahora se preparan para trasladarse a una tienda de campaña en la zona costera.
Ambos destinos implican el peligro de ser tiroteados por las fuerzas israelíes. En el momento de publicar este artículo, las Fuerzas de Defensa Israelí evacuaron por la fuerza a cientos de palestinos del Hospital Nasser de Jan Yunis, con al menos tres muertos por disparos y 10 heridos por francotiradores israelíes. Cualquiera que consiga desplazarse hacia el norte tendrá que atravesar zonas de guerra activas para encontrarse con edificios destruidos, sin infraestructuras, sin agua ni electricidad, y con la amenaza diaria de morir a causa de bombas y minas sin explotar.
Se trata de una pesadilla humanitaria de proporciones sin precedentes. El Comisario General de la UNRWA, Philippe Lazzarini, declaró el domingo: «Una ofensiva militar en medio de estas personas completamente expuestas y vulnerables es una receta para el desastre. Me estoy quedando casi sin palabras».
Cuando aún no ha comenzado el avance principal, al menos 67 personas murieron en Rafah durante los bombardeos israelíes a primera hora del lunes. Mientras escribo, las últimas cifras son que al menos 28.473 palestinos han muerto desde el 7 de octubre, y 68.146 han resultado heridos. Ahora se habla de la posibilidad de que decenas de miles más mueran si las FDI entran en Rafah.
Las FDI se jactan ahora de haber rescatado a dos rehenes, lo que Netanyahu utilizará para convencer a la población israelí de que su estrategia está funcionando. Podemos estar seguros de que no hará demasiado ruido sobre el hecho de que muchos más rehenes han muerto en la campaña de bombardeos.
Durante la operación de rescate, se utilizó una inmensa potencia de fuego contra Rafah. Hubo escenas horrendas de civiles corriendo por sus vidas, buscando desesperadamente refugio de las bombas. Ahora viven con el temor constante de que esto se repita pronto a gran escala en toda la ciudad.
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Nerviosismo imperialista
La perspectiva de que millones de trabajadores de Oriente Próximo, por no hablar de los miles de millones que hay en todo el mundo, presencien más escenas horribles, a un nivel aún más alto, está crispando los nervios de los imperialistas occidentales.
Sin embargo, esto no se debe a ninguna preocupación humanitaria. Se han mantenido al margen y han permitido que cerca de 30.000 palestinos murieran a manos del ejército israelí en los últimos cuatro meses, negándose incluso a pedir un alto el fuego, mientras que en realidad proporcionaban armas y suministros al gobierno israelí.
Estas mismas damas y caballeros también se mantuvieron al margen mientras cerca de 400.000 personas morían en la reciente guerra de Yemen, con más de 150.000 muertos en los bombardeos, y otros 227.000 muertos estimados como resultado de la hambruna y la falta de instalaciones sanitarias. Esa devastación fue infligida al pueblo yemení por Arabia Saudí, armada y respaldada por el imperialismo occidental, al igual que Israel.
No, lo que les preocupa no es la vida de los palestinos. Lo que les preocupa es una mayor desestabilización de la región, incluida la amenaza real del colapso de algunos regímenes vecinos.
Esto puede explicar por qué emisoras occidentales como la BBC se han dado cuenta del terrible sufrimiento infligido a la población de Gaza. Ahora han publicado un documental sobre el primer mes de guerra, en el que se describen escenas como las ambulancias atacadas por las FDI cuando se dirigían a rescatar heridos.
Por supuesto, en el noticiero de la BBC, emitido el martes, añadieron un comentario oficial de las FDI en el sentido de que ¡no atacan al personal médico! Siempre deben conceder al gobierno israelí y a las FDI el derecho a expresar sus opiniones y «corregir» cualquier noticia que pueda dañar su imagen.
No se conceden tales derechos a los palestinos, ni a nadie que haga campaña en solidaridad con ellos. Por el contrario, cada vez que se informa del número de muertes diarias, los medios de comunicación se sienten obligados a añadir «según el Ministerio de Sanidad dirigido por Hamás», como dando a entender que podrían estar exagerando las cifras. Sin duda, se trata de apaciguar a las embajadas israelíes locales, siempre dispuestas a atacar cualquier declaración que consideren «antisemita».
No obstante, el hecho de que estén informando más sobre el sufrimiento de los civiles de a pie y exponiendo al menos parte del brutal comportamiento de las FDI durante la guerra es un indicio de que están intentando presionar al gobierno de Netanyahu para que acepte un alto el fuego temporal. El problema es que Netanyahu tiene su propia agenda.
Los medios de comunicación sionistas dentro de Israel acallan cualquier información sobre los efectos reales de los bombardeos israelíes sobre Gaza y concentran las mentes de los israelíes de a pie en ver a toda la población palestina como una amenaza para su seguridad. Parte de su objetivo es deshumanizar a los palestinos, el primer paso para preparar el terreno para masacrarlos como animales.
La trágica ironía es que este tipo de deshumanización y matanza es precisamente lo que sufrieron millones de judíos a manos de los nazis. Hitler se refirió a la presencia judía en Alemania como una «tuberculosis racial de los pueblos», es decir, una enfermedad que había que erradicar. La propaganda nazi presentaba a los judíos como criaturas «infrahumanas».
Hace sólo dos días, el ministro israelí de Seguridad Nacional, Ben-Gvir, se refirió a las mujeres y niños palestinos como «terroristas encubiertos», y prosiguió: «No podemos permitir que mujeres y niños se acerquen a la frontera… cualquiera que se acerque debe recibir una bala [en la cabeza]».
El ambiente dentro de Israel
El Financial Times publicó recientemente un artículo, «La guerra contra Hamás une a los israelíes en busca de una «victoria total’» (12 de febrero de 2024), en el que se explica que «…el inmenso sufrimiento en Gaza apenas ha aparecido en los medios de comunicación israelíes y, en su lugar, el debate nacional sigue consumido por el trauma de un día que los funcionarios israelíes describen como el más mortífero para los judíos desde el Holocausto».
Existe un temor genuino entre los judíos ordinarios de que otro Holocausto sea posible. Después de todo, lo que parecía inimaginable ocurrió bajo el régimen nazi. Netanyahu tiene interés en mantener este estado de ánimo. De hecho, los sionistas presentan a los árabes como si fueran nazis modernos que quieren destruir a los judíos. Es este alarmismo lo que permite a Netanyahu sobrevivir políticamente, incluso cuando todas las encuestas muestran que perdería masivamente unas elecciones si se convocaran pronto.
El ambiente dentro de Israel es, por tanto, muy diferente al de otros países. En las naciones árabes circundantes, el derramamiento de sangre diario se retransmite todos los días. Al Jazeera ha informado sobre el terreno de todo el sufrimiento de la población de Gaza. La ira y la repulsión generalizadas, y el instinto natural de solidaridad hacia los palestinos, son el resultado lógico de todo esto.
Son dos mundos muy diferentes. El subtítulo del artículo del Financial Times dice: «Las encuestas sugieren que la mayoría de la población [en Israel] está comprometida con la batalla para derrotar a los combatientes y devolver a los rehenes». El mismo artículo cita a Tamar Hermann, investigadora principal del Israel Democracy Institute: «Ciertamente… la mayor parte del público judío israelí no está a favor de retirarse de Gaza. La guerra se percibe en Israel como una guerra sin opción». Y lejos de buscar la desescalada, el artículo señala que: «…en lugar de poner fin a la guerra en Gaza, muchos israelíes creen que el Estado debería escalar en otro frente: la frontera norte con Líbano».
La lógica de esto es que temen que un día Hezbolá pueda lanzar un ataque mucho mayor que el llevado a cabo por Hamás. El ambiente es, por tanto, de querer «rematar la faena». Israel y Hezbolá ya han intercambiado disparos desde el 7 de octubre. Aunque la mayoría de los cohetes de Hezbolá son interceptados por el sistema de defensa israelí Cúpula de Hierro, un ataque contra Safed, en el norte de Israel, ha matado y herido hoy a varios soldados. Los israelíes respondieron inmediatamente con ataques aéreos en el sur de Líbano. La escalada de estos enfrentamientos lleva implícito el peligro de un conflicto en toda regla.
Mientras los medios de comunicación burgueses occidentales se irritan por el uso del término «genocidio», muchos en la derecha israelí proclaman que ese es precisamente su objetivo. Una breve ojeada a los comentarios en las redes sociales, o a los mensajes en respuesta a artículos de prensa, revela un lado muy oscuro dentro de la sociedad israelí.
Lo que tenemos que entender es que, en las últimas décadas, la sociedad israelí se ha movido constantemente hacia la derecha. Lo que se percibía como la «izquierda» se desacreditó a los ojos de los judíos de a pie en Israel. Esto fue en consonancia con el descrédito general de la llamada «izquierda» a nivel mundial, donde los partidos laboristas, los partidos socialistas, la socialdemocracia en general, participaron en la destrucción de las reformas sociales que ellos mismos habían puesto en marcha en el pasado, en pleno auge de la posguerra. Esto ha llevado a la situación actual en la que se han vuelto indistinguibles a los ojos de muchos trabajadores de los partidos conservadores de todas partes.
Lejos quedan los días en que Mapai (que más tarde se disolvió y pasó a formar parte del Partido Laborista israelí), aplicaba reformas de bienestar, incluido el acceso casi gratuito a subsidios de vivienda y servicios sanitarios y sociales para los judíos israelíes. En sus primeras décadas de existencia, gran parte de la economía de Israel era propiedad del Estado o funcionaba con ayudas estatales. El hecho de que el «sindicato» Histadrut fuera el mayor empleador después del Estado durante mucho tiempo fue un reflejo de ello.
Posteriormente, todos los recursos estatales se privatizaron. Tanto bajo los gobiernos laboristas como bajo los del Likud, el antiguo Estado del bienestar israelí fue desmantelado gradualmente, con una transferencia masiva de recursos del sector público a algunos de los inversores más ricos del país. Los laboristas, en un momento dado tras las elecciones de 1984, incluso se unieron a un gobierno de unidad nacional con el Likud, lo que erosionó aún más su popularidad entre su electorado tradicional.
Esto creó un escenario en el que una parte importante de la población, especialmente las capas más pobres, se sintió abandonada por los políticos tradicionales. En este terreno se produjo primero un giro hacia el Likud, y después los elementos de extrema derecha pudieron consolidar su control sobre una parte de la sociedad.
Aunque pudo haber diferencias en cuanto a las reformas sociales, cuando se trata de la cuestión palestina no había diferencias sustanciales. Dirigentes como David Ben-Gurion, Golda Meir, Shimon Peres, Itzhak Rabin, etc., fueron tanto o más responsables que la «derecha» sionista de afianzar la opresión de los palestinos en los propios cimientos del Estado israelí.
En este proceso, la «izquierda» sionista fue simplemente eliminada por el período de declive del capitalismo global y la dinámica de la ocupación. Netanyahu ganó protagonismo al aparecer como más eficaz en el belicismo, en el «ojo por ojo» de la ocupación y en el apoyo a la colonización y a los colonos. La última muestra de impotencia de los «liberales» sionistas se puso de manifiesto durante los muchos meses de protestas contra Netanyahu, revelando el alcance de su ceguera ante la opresión de los palestinos.
El mismo proceso que vio el ascenso de Trump, Bolsonaro, Boris Johnson, Le Pen, vio el surgimiento y fortalecimiento de Netanyahu. El rasgo distintivo en Israel es la profunda división entre judíos y palestinos, la negación por parte de un pueblo de una patria para otro, lo que ha agudizado este fenómeno a la enésima potencia.
En la cada vez más profunda crisis interna de Israel, con fuertes divisiones políticas entre la clase dirigente sionista, Netanyahu se ha encontrado cada vez más en deuda con los partidos de extrema derecha.
Planes para reasentar a Gaza
Esto también explica por qué ahora, en Israel, se habla de reanudar el programa de asentamientos en Gaza, que se abandonó en 2005. Se presenta como la única forma de garantizar la «seguridad».
Un artículo del sitio web New Arab, «En Israel, el reasentamiento de Gaza ya no es una idea marginal«, explica que: «A falta de un plan oficial de posguerra, las ideas extremistas antes reservadas a los márgenes de la sociedad se están apoderando de la formulación de políticas en Israel».
El artículo informa sobre una reciente conferencia organizada en Jerusalén en la que se pedía el reasentamiento en la Franja de Gaza. No se trataba de una reunión marginal. Al parecer, asistieron miles de personas. No menos de 12 ministros del partido Likud estaban presentes, así como 15 miembros de la coalición gubernamental. El ministro israelí de Seguridad Nacional, Itamar Ben Gvir, estaba presente, y esto es lo que dijo en su discurso: «Si no queremos otro 7 de octubre, tenemos que volver a casa y controlar [Gaza]. Tenemos que encontrar una forma legal de emigrar voluntariamente [a los palestinos]». El furibundo ultraderechista ministro de Finanzas Smotrich también participó y añadió que: «Sin asentamientos [en Gaza], no hay seguridad».
Están convencidos de que Gaza les pertenece. Del mismo modo, creen que Cisjordania forma parte de su «Tierra Prometida», y planean hacer con la Franja lo que han hecho con Cisjordania: poner soldados y colonos sobre el terreno y exprimir gradualmente a los palestinos.
La mayoría de los israelíes no apoya esta postura, pero está ganando impulso. Como señala el artículo: «Una reciente encuesta del Canal 12 israelí reveló que 4 de cada 10 israelíes apoyan la reactivación de los asentamientos en Gaza».
Este es el estado de ánimo que domina a la derecha. Netanyahu depende de esta gente, y por eso tiene que mantenerla contenta. El ataque a Rafah que se está preparando forma parte de esta política.
Y esto nos lleva de nuevo a Rafah hoy en día. Casi tres cuartas partes de los palestinos de Gaza están amontonados allí. Parte de la idea de Netanyahu es claramente empujar a una parte significativa de esta población fuera de la Franja de Gaza. El único lugar al que podrían ir sería Egipto. El gobierno de Netanyahu espera conseguir lo que ocurrió en 1967, cuando más de 400.000 palestinos fueron expulsados de Cisjordania y los Altos del Golán, preparando así el terreno para el programa de asentamientos.
Esto significaría un reequilibrio gradual y a largo plazo de la composición étnica de Gaza. Algunos serían expulsados, mientras que el número de colonos aumentaría sistemáticamente. Esto concuerda perfectamente con los objetivos a largo plazo del proyecto sionista desde sus inicios.
Pasar a una escalada más amplia
Este plan es un factor importante para que la situación actual se acerque cada vez más a una escalada más amplia. Tan tensa se está volviendo la situación que incluso el régimen egipcio de Al-Sisi está amenazando con que, si Israel provoca un desastre humanitario en Rafah, el acuerdo de paz de 1979 firmado entre Israel y Egipto puede estar en riesgo.
El régimen de Al-Sisi no es amigo del pueblo egipcio, ni tampoco de los palestinos. Sin embargo, incluso este régimen reaccionario puede sentir la presión que se está acumulando en las profundidades de la sociedad egipcia. Se está preparando una nueva revolución árabe al estilo de la de 2011, y la difícil situación de los palestinos podría ser la chispa que encienda el polvorín.
Eso explica la retórica beligerante de Al-Sisi que nunca ha hecho nada por los palestinos. De hecho, ha ayudado a Israel a mantener a los gazatíes encerrados en una prisión al aire libre durante años. Incluso ahora, los militares egipcios actúan como guardias fronterizos de Israel, encerrando a los palestinos en Gaza, permitiendo el paso solo a un pequeño puñado por el paso fronterizo de Rafah a cambio de sobornos de hasta 10.000 dólares.
Pero Al-Sisi necesita ser visto expresando su oposición al plan de Netanyahu de avanzar sobre Rafah. El bombardeo de la población que ahora se concentra en esa ciudad desplazaría a cientos de miles de personas, aumentando enormemente la posibilidad de que se desborden hacia la península del Sinaí, justo al otro lado de la frontera.
Un factor adicional en el pensamiento de Al-Sisi es que el desplazamiento de al menos varios cientos de miles de gazatíes a campos de refugiados en la península del Sinaí se convertiría en un fuerte factor de desestabilización en las futuras relaciones con Israel, con el riesgo incluso de que estallen futuras guerras entre ambos países. Entiende que dichos campos de refugiados -tras el número sin precedentes de palestinos muertos en esta guerra- serían caldo de cultivo para la radicalización de una nueva generación de jóvenes palestinos, decididos a luchar por recuperar su patria, de forma similar a la situación en Líbano en la década de 1970.
El gobierno israelí apuesta por seguir colaborando con Egipto. Sin embargo, no hay certeza de que Al-Sisi sea capaz de garantizar dicha colaboración. Esto no es porque se preocupe por los palestinos, sino que necesita que las masas egipcias lo vean enfrentándose a Israel que masacra a los palestinos justo al otro lado de la frontera.
Eso también explica por qué Egipto está presionando a los dirigentes de Hamás para que acepten algún tipo de acuerdo que pueda conducir a un cese al fuego. Necesitan desesperadamente apagar las llamas. El problema es que los planes de los sionistas respecto a Gaza dejan muy poco margen para tales maniobras.
Y si las llamas no se apagan en Gaza, podrían propagarse de un régimen a otro en una oleada de levantamientos masivos que podría derrocar a muchos de los déspotas reaccionarios de la región. El rey de Jordania también expresa su preocupación, sentado sobre un polvorín igualmente explosivo.
La crisis mundial del capitalismo ha creado unas condiciones sociales y económicas en toda la región que preparan el terreno para un escenario así.
Esta es la pesadilla a la que se enfrentan los imperialistas, que no tienen una solución real y duradera: ellos son el principal problema. Ellos crearon este lío, y la única solución real es acabar con todos ellos.
Lo mejor que podemos hacer los comunistas de todo el mundo por el pueblo palestino es luchar en nuestros propios países contra nuestras propias clases dominantes. Eso sólo puede lograrse a través de la lucha de clases revolucionaria en todas partes, que para tener éxito, requiere una dirección comunista revolucionaria.
Todos estamos indignados y furiosos por las escenas que estamos observando en Rafah y sus alrededores, además de toda la carnicería en la ciudad de Gaza, Jan Yunis y otras ciudades y pueblos. Pero la indignación no es suficiente. Organízate y únete a los comunistas en la batalla para acabar con esta pesadilla.
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