El evangelio, según Rosalía
El trasfondo religioso de «Lux» revela cómo la cultura del capitalismo en crisis recicla ideologías reaccionarias
El pasado 20 de octubre un rumor se extendió rápidamente entre la juventud madrileña: Rosalía haría una aparición sorpresa en la Plaza de Callao como parte de la campaña de marketing de su nuevo disco, Lux. Alrededor de 500 personas se presentaron con la ilusión de poder escuchar un adelanto de la voz de la propia artista.
Lejos de ello, el “evento” consistió en la proyección de la portada del disco en las pantallas publicitarias de la plaza y aspavientos de la artista desde las ventanas del edificio Capitol, tras descartar su presencia por motivos de seguridad. El ayuntamiento de Madrid valoró multar a la artista por no haber pedido los permisos pertinentes, y habría que preguntarse cuáles habrían sido las consecuencias para, por ejemplo, una manifestación pro-palestina convocada de la misma manera. En cualquier caso es innegable que lo que gran parte de la juventud siente por la artista barcelonesa es verdadera devoción.
Del flamenco hacia atrás
En sus primeros dos discos, Rosalía tomó como referencia el flamenco y la cultura hispanoamericana de siglos pasados. Su tercer disco, titulado Motomami, supuso una ruptura en favor de un estilo más comercial y temática abiertamente sexual, significada por la crítica como una celebración de la feminidad, que la consagró como artista de talla mundial.
Pese a mantener la centralidad de la mujer en su obra, Lux supone una desconcertante contradicción con la narrativa supuestamente emancipatoria de Motomami, abandonada en favor de su antítesis: el ensalzamiento de la virtud divina de la mujer casta y pura. La campaña previa a la salida del disco ha estado plagada de declaraciones inauditas, como: «tengo un deseo dentro de mí que solo Dios puede llenar», o «me gusta la idea de vivir en clausura, como una monja, centrada solo en crear y encontrar la paz».
El mundo actual está plagado de barbarie: guerras, genocidios, desigualdad y hambre están al orden del día en prácticamente todos los rincones del planeta. Es por ello que resulta tan indignante escuchar estas declaraciones, especialmente teniendo en cuenta que la misma juventud que admira y disfruta su música, está jugando un papel fundamental en combatir todas estas injusticias, y que ahora se consterna ante la deriva ideológica que ha tomado. Cabe remarcar que fue una de las pocas artistas que no se pronunció en contra del genocidio en Gaza hasta que Miguel Androver, diseñador de moda, se negara a vestirla por falta de una condena pública explícita.
¿Epifanía o ideología?
Rosalía vende Lux como la epifanía resultante de un enclaustramiento monacal, un mensaje mesiánico ensalzando la creencia como la única y verdadera forma de alcanzar la plenitud. ¿Pero cuál ha sido el verdadero papel de la religión sobre las masas oprimidas a lo largo de la historia? La teología de figuras como Santa Teresa de Jesús, Simone Weil, o Hildegard de Bingen, a las que dice rendir homenaje con sus letras, no es más que la cara amable y supuestamente razonable de la religión, cuyo propósito es la subyugación moral de las clases oprimidas (y especialmente de las mujeres) para proteger un sistema socioeconómico determinado.
El ser social determina la conciencia: las ideas, opiniones y concepciones de las personas cambian con sus condiciones de vida. A día de hoy, Rosalía tiene una posición de extremo privilegio. Su música la ha convertido en multimillonaria, pero esto no quiere decir que su producción artística sea libre: está enmarcada en los requisitos del sistema capitalista, en el que la cultura es también una mercancía que debe ser vendida para la obtención de un beneficio. Si el arte se puede considerar la cúspide de la autoexpresión, la condición sine qua non del mercado capitalista la restringe. Por lo tanto, sería ingenuo pensar que Lux no ha pasado por una minuciosa adaptación a las convenciones comerciales, estéticas y, por supuesto, ideológicas que le corresponden a un producto artístico de su calibre.
En la crisis actual, parece que la ideología reaccionaria está extendiéndose, tanto en la política como en la cultura. Pero esto no son más que intentos cada vez más desesperados de la clase dominante para mantener su control, usando ideas como la religión, que hace tiempo perdieron su razón de existir.
Pese a que el virtuosismo de Rosalía y la orquesta que la acompaña, la calidad de la producción y su éxito comercial son innegables, Lux es producto de una visión reaccionaria que empuja a la juventud a buscar consuelo espiritual en vez de luchar contra el sistema. La cultura tiene el potencial de elevar la conciencia de las masas, pero en manos de la clase dominante es un espejismo que sostiene al orden actual. La salida no está en monasterios ni en visiones divinas, está en la lucha activa de la clase trabajadora por un futuro mejor.
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