«El pueblo ha despertado»: las protestas en Tailandia amenazan al régimen

Un enorme movimiento de protesta está sacudiendo a la sociedad tailandesa hasta los cimientos, forzando al régimen bajo amenaza. Los jóvenes a la vanguardia de este movimiento deben tender la mano a la clase obrera y luchar por el fin de la junta militar, la monarquía y el sistema capitalista putrefacto que ambos representan.

Durante los últimos cinco meses, Tailandia ha sido sacudida por protestas masivas. El gobierno tailandés se enfrenta al mismo tiempo a una serie de crisis interrelacionadas. La economía está en muy mal estado. Como The Economist señaló en abril, incluso antes del impacto del coronavirus, el crecimiento en 2019 fue el más lento desde hace cinco años. Recientemente hemos señalado que Tailandia se ha visto golpeada por la trampa de los «ingresos medios», donde ya no es capaz de atraer tanta inversión debido al aumento de los salarios, pero tampoco lo suficientemente productiva como para competir con sus vecinos, como China y Corea del Sur. Esto ha llevado a empresas como Mazda y GM a sacar la producción del país. El coronavirus sólo ha exacerbado los problemas. El país depende en gran medida del turismo, que representa el 20 por ciento de su PIB. El Banco Central predice ahora que la economía se contraerá en un 8 por ciento en 2020 y millones ya se están quedando sin empleo.

Además, la pobreza ha ido en aumento. Alrededor de una décima parte de la población vive con 2,85 dólares al día, mientras que la deuda de los hogares se sitúa en alrededor del 80 por ciento del PIB: una de las tasas más altas de Asia. Alrededor del 40 por ciento de la población tailandesa está luchando para llegar a fin de mes. Por lo tanto, muchos tailandeses, y especialmente los jóvenes, no ven ninguna esperanza para el futuro.

Octubre

El 14 de octubre, decenas de miles de manifestantes marcharon a la sede del gobierno. Rompieron las líneas policiales y la rodearon, exigiendo la renuncia del Primer Ministro Prayuth Chan-Ocha.

Ese mismo día, la reina Suditha, la esposa del rey, fue llevada cerca de los manifestantes en una lujosa limusina. Ella no recibió la bienvenida de la realeza que normalmente espera en el país. Manifestantes levantaron de manera desafiante el saludo de tres dedos, un acto inspirado en la serie The Hunger Games, que se ha convertido en un símbolo de rebelión en el país. Había cánticos de «dinero de mis impuestos» y algunos incluso levantaron sólo el dedo medio, el dedo corazón. La Reina, sorprendida de estar en presencia de tantos plebeyos groseros, podía ser vista mirando fuera del coche, con la boca abierta y con los ojos llorosos.

Esta reacción conmocionada es comprensible en Tailandia, donde, hasta hace poco, la crítica abierta a la monarquía era completamente inaudita. La prensa burguesa lo llama un ‘tabú’. Pero este «tabú» proviene del hecho de que cualquier crítica a la monarquía es brutalmente reprimida por el gobierno. Tailandia tiene leyes sólidas monárquicas, cuyo desafío puede resultar en hasta 15 años de prisión. Nueve exiliados tailandeses que criticaron la monarquía o el ejército han desaparecido desde el golpe de Estado de 2014 y, como hemos escrito antes,en 2018, los cuerpos de dos activistas fueron encontrados en el río Mekong. Estaban esposados, destripados y rellenos de cemento.

El gobierno actuó rápidamente para defender a la Reina. En respuesta a esta «acción que tuvo un impacto en la caravana real», a la mañana siguiente, Prayuth declaró el Estado de emergencia. Las reuniones de cinco o más personas fueron prohibidas y se prohibió informar sobre temas que podrían «dañar la seguridad nacional» o «causar pánico». Tres personas también fueron acusadas de «Violencia a la Libertad de la Reina».

Para muchos tailandeses, sin embargo, el viejo miedo que solía retenerlos ha desaparecido. Titipol Phakdeewanich, profesor universitario, explicó que los manifestantes «no tienen miedo… Están decididos a desafiar el poder del Estado en este momento». Así que, ignorando las nuevas reglas, al día siguiente se reunieron 2.000 manifestantes en Bangkok, cantando «liberad a nuestros amigos» y bloqueando carreteras.

En lugar de disipar las protestas, las nuevas leyes cambiaron el método de organización. Inspirados por el movimiento en Hong Kong, los manifestantes pasaron de organizar las manifestaciones que habían sido planeadas con antelación a anunciar los lugares para concentrarse sólo con 30-60 minutos de antelacióno para evitar los bloqueos policiales. Los líderes de la protesta también crearon su propio lenguaje codificado para despistar a la policía, utilizando la palabra «brócoli» para describir a los soldados o «capuchino» para describir a la policía.

En respuesta a las manifestaciones, las autoridades intentaron reprimir. La policía comenzó a disparar cañones de agua llenos de un irritante químico y tinte azul contra los manifestantes para que pudieran ser identificados más tarde. Los manifestantes, algunos de ellos niños adolescentes con sus uniformes escolares, comenzaron a usar cascos y sombrillas para protegerse. Tuvimos una situación en la que, 12 horas después de que Prayuth anunciara el Estado de emergencia, los manifestantes estaban expulsando a la policía de la intersección de Ratchaprasong, que se encuentra justo en el centro de Bangkok. La policía intentó despejar la zona, leyendo el decreto de emergencia a la multitud. Fueron recibidos con burlas y un bosque de saludos de tres dedos.

En lugar de intimidar a los manifestantes, la represión sólo los enervó más. El «látigo de la contrarrevolución», como lo expresó Marx, alentó manifestaciones aún más grandes el fin de semana siguiente. El movimiento también se estaba radicalizando, con manifestantes cantando: «¿Quién es el dueño del país? ¡El pueblo!»

El gobierno retrocede

En esta etapa, el gobierno estaba claramente preocupado. Intentaron movilizar ‘Camisas Amarillas’: el movimiento pro-monárquico involucrado en el golpe que depuso al gobierno de Thaksin Shinawatra en 2006. Sin embargo, parece que un gran número de los Camisas Amarillas que el gobierno había movilizado eran en realidad empleados y soldados estatales. Al carecer del apoyo para defenderse, tuvieron que pagar a la gente para que lo hiciera. Hay informes de que estos empleados fueron tratados mal, transportados en camiones de basura que habían sido vaciados. Algunos de ellos incluso expresaron abiertamente su descontento hacia el régimen y se los podía ver levantando el saludo de tres dedos.

La clase dominante claramente carece de una gran base social para mantenerse a sí misma. Muchos de los líderes de las protestas hoy en día provienen de familias de camisas amarillas. El disgusto hacia el régimen en decadencia se puede ver incluso en el argot utilizado por los jóvenes tailandeses. Los camisas amarillas más viejos se conocen como ‘Salims’, un insulto que se relaciona con un postre hecho de fideos, que se asemeja a los cerebros. La idea es que estos partidarios más viejos de la monarquía tengan sus cerebros saliendo de sus oídos. También hemos visto el llamado movimiento «Mal Estudiante», donde los estudiantes, algunos de tan solo 10 años, irónicamente se llaman a sí mismos malos estudiantes porque se niegan a ser sumisos frente a los abusos en el aula por parte de los maestros. Este año también, se hizo tan común que los escolares levantaran el saludo de tres dedos durante el himno nacional que el gobierno tuvo que suspenderlo temporalmente antes del comienzo de la escuela. Como es el caso en muchos movimientos de todo el mundo en este momento, vemos una nueva generación revolucionaria, impasible por la represión y que no está dispuesta a esperar el cambio de brazos cruzados.

Estas señales preocupantes obligaron a Prayuth a comportarse de una manera bastante conciliadora. Frente a un movimiento de masas, la dictadura militar antes intocable parecía impotente. Prayuth rogó a los manifestantes que utilizaran su «libertad de expresión política dentro del marco legal» y que, desde que «los manifestantes habían hecho oír sus voces y puntos de vista… era ahora el momento de que dejaran que sus puntos de vista se reconciliaran con las opiniones de otros segmentos de la sociedad tailandesa a través de sus representantes en el gobierno».

Admitió que la respuesta represiva contra el movimiento no estaba funcionando. Podemos ver un fenómeno que se ve a menudo en una situación revolucionaria o pre-revolucionaria. Por un lado, existe el temor de que una brutal represión sólo radicalice el movimiento. Por otro lado, existe el temor de que las concesiones lo animen. En cierto sentido, ambos tienen razón. Y, mientras Prayuth estaba dando su discurso, cientos de manifestantes volvieron a romper las líneas policiales para rodear la Casa de Gobierno.

Al final, la fuerza del movimiento de masas obligó a Prayuth a retirar el decreto de emergencia, admitiendo que Tailandia no podía convertirse en «una sociedad mejor mediante el uso de cañones de agua».

El problema al que se enfrenta Prayuth es que le pide al pueblo tailandés que acate una democracia que apesta a hipocresía. Después de todo, el propio Prayuth dirigió el golpe de 2014. Además, las últimas elecciones tuvieron lugar mientras Prayuth era jefe de la junta militar, que escribió las propias reglas electorales. El segundo partido de oposición más grande se disolvió durante las elecciones y, a pesar de esto, los partidos anti-junta ganaron consiguieron el doble de voto popular, sin embargo, la junta sigue en el poder. Además de esto, el ejército nombra a los 250 miembros del Senado, la Cámara Alta del parlamento tailandés, que puede vetar la política del gobierno y eliminar a los gobiernos electos.

Rumores de golpe de Estado

Dado el aparente punto muerto entre los manifestantes y el gobierno, no es de extrañar que se haya hablado de un golpe de Estado. Los periódicos tailandeses y las fuerzas monárquicas han dicho que sería una «verguenza» si se repitiera la masacre de la Universidad de Thammasat en 1976. Sondhi Limthongkul, a quien The New York Times describe como un » monárquico prominente», ha dicho que un golpe de Estado «no es algo malo», y a finales de octubre pidió una intervención militar para restaurar la estabilidad y proteger a la monarquía. El general Narongpan Jittkaewtae, por su parte, dijo que «la posibilidad de dar un golpe de Estado es cero siempre y cuando no haya grupos que creen una situación o un conflicto violento».

Tailandia tiene una historia de golpes de Estado y estos suelen estar justificados con el objetivo de proteger a la monarquía. El Instituto Lowy, una agencia de análisis burguesa, dice que el papel del ejército tailandés es «protegerse de la inestabilidad», interviniendo cuando «los intereses nacionales clave están amenazados, como en tiempos de lucha interna sostenida o cuando la monarquía se ve amenazada». Por intereses nacionales, se refieren a los intereses del ala de la clase dominante que está en el poder en la actualidad. Dada la falta de una base social en la sociedad, avanzar en la dirección de un golpe de Estado sería muy arriesgado para los militares. Este año, cada movimiento reprimido no ha hecho más que radicalizar el movimiento. Avanzando hacia un golpe demasiado pronto, corre el riesgo de enemistarse con los manifestantes y podría provocar una guerra civil que no estarían seguros de ganar.

El Rey

Como hemos señalado, la cuestión de la monarquía es vital. Ciertamente es obsceno que, mientras una gran proporción del pueblo tailandés está luchando por apenas salir adelante, el Rey vive en una opulencia increíble. Es uno de los monarcas más ricos del mundo con una fortuna estimada en $40.000 millones de bath. No sólo esto, sino para el año fiscal 2021, el presupuesto del gobierno asigna 37 mil millones de baht (más de $1.100 millones de dólares) a la monarquía. La Oficina Real recibe 9 mil millones de bath directamente, mientras que muchos tailandeses no pueden completar las 3 comidas, y el Rey recibe una riqueza incluso mayor.

Sin embargo, la razón por la que los socialistas y los marxistas debemos estar en contra de la institución de la monarquía no es sólo que tenga que ver con esta injusticia. Se debe principalmente a que puede desempeñar el papel de justificar los golpes de Estado y la violencia contra la clase trabajadora. Con el fin de mantener este arma de reserva, las monarquías de todo el mundo están vestidas con todo tipo de pompa y ceremonia. Tailandia no es diferente. El primer ministro y otros funcionarios del gobierno están obligados a postrarse en el suelo ante el Rey. La Familia Real utiliza su propia forma real arcana de la lengua tailandesa, y el Estado ha promovido durante años historias que pintan la monarquía como semidioses o «futuros Budas». Todo esto pretende pintar a la monarquía como una institución benévola y amable que está por encima de los intereses mezquinos de la sociedad tailandesa y representa al pueblo en su conjunto. Mientras esto esté intacto, proporciona una base para que los militares justifiquen los golpes contra los que amenazan su posición.

Mientras que el Rey parece tener todo el poder, en realidad son los militares y, en última instancia, un sector de la clase capitalista que gobierna Tailandia. La institución de la monarquía ha sido útil para garantizar cierto grado de legitimidad para el sistema. Sin embargo, esto es cada vez más insostenible. Mientras que el rey anterior tenía una cierta cantidad de apoyo, el rey actual Maha Vajiralongkorn presenta un pequeño problema. Si lo que la clase dominante necesita es un individuo digno y noble, capaz de unir a todos los tailandeses, este Rey es lo opuesto a eso. Viviendo en un harén en Alemania, el rey a menudo puede ser visto en público usando una camisa y tatuajes temporales. Aparentemente no está interesado en nada aparte de sí mismo, The Economist del 14 de octubre informó que un infiltrado dijo: «Va en bicicleta, folla, come. Sólo hace esas tres cosas.» Cuando interviene en la política, las cosas no son mucho mejores, con un acto notable como fue promover a su perro Fu Fu al rango de Mariscal de la Fuerza Aérea.

Debido a la falta de una base social en la sociedad tailandesa, el ejército y la monarquía han formado lo que la política exterior llama un «pacto de supervivencia mutua». Por esta misma razón, como señala el Instituto Lowy, a pesar de las preocupaciones sobre el carácter del nuevo rey, los militares se vieron obligados a marchar detrás de él, ya que no tenían alternativa. Argumentan que: «El rey no es… en muchos aspectos el amo de su propio destino» porque, desde la perspectiva de los militares y, añadiríamos, el sector de la clase dominante que se beneficia del status quo, «la seguridad de la familia real es indivisible de la seguridad nacional». Esto explica por qué la crítica a la monarquía es tan peligrosa en Tailandia. La crítica a la monarquía significa críticas al status quo, a todo el sistema. Es por esta razón que se considera intocable por parte de la actual élite gobernante.

La Constitución

El martes 17 de noviembre, Arnon Nampa, uno de los líderes del movimiento, pidió a los simpatizantes que se reunieran fuera del parlamento para exigir la aceptación de una enmienda a la Constitución. Instó a los manifestantes a venir con sombreros y gafas de sol, y a traer consigo cualquier barca que puedan poseer, porque el edificio del gobierno está justo al lado de un río. A los manifestantes se les dieron enormes patos de goma (lanchas en forma de pato) para acercarse a los «barcos».

Los manifestantes fueron recibidos con algunas de las peores violencias vistas desde el inicio del movimiento. Se permitió a los monárquicos de los Camisas Amarilla confrontar con los manifestantes, disparando a tres de ellos, aunque no está claro si esto fue hecho por la policía o camisas amarillas. Al final, 55 fueron llevados al hospital.

Los parlamentarios estaban debatiendo siete puntos diferentes para enmendar la constitución, incluidos algunos de los diputados progubernamentales. El «borrador popular» de iLaw, que estaba respaldado por 100.000 firmas, a pesar de que los organizadores esperaban sólo 50.000, habría permitido la restricción de los poderes del Rey. También habría reemplazado a los 250 senadores por funcionarios electos. Dos enmiendas, propuestas por los partidos de oposición y progubernamentales, fueron votadas, pero la enmienda iLaw no pasó.
En un parlamento dominado por la junta militar, una reforma como ésta nunca podría haber sido permitida. Como dijo el líder monárquico Warong Dechgitvigrom:»Modificar la Constitución va a conducir a la abolición de la monarquía». Claramente, la junta ha dicho «esto está más que lejos».

¿Y ahora qué?

El bloqueo de las enmiendas a la Constitución sólo provocó ira en las calles una vez más. Arnon Nampa, de pie en un camión, dijo: «Un día, si no hay reforma, nos rebelaremos». En una entrevista posterior también señaló que: «Si la casa se cae a pedazos, no deberíamos arreglarla… No tenemos ninguna esperanza de reformar la monarquía a través del Parlamento». Esta es, sin duda, la única manera de avanzar. El régimen tailandés ha demostrado una y otra vez que es imposible de reformar, la única manera de avanzar es una transformación de raíz, una revolución.

La pregunta que queda es cómo se puede hacer esto. El movimiento ha demostrado una valentía y una resistencia increíbles. Ha durado cinco meses a pesar de la brutal represión y la detención de muchos líderes. Sin embargo, hay un límite para todo. Sólo habrá cierto número de veces que la gente responderá a los llamamientos de los dirigentes para movilizarse si no parecen tener beneficios reales. El problema es que, si bien las manifestaciones han sido enormes, carecen de la participación activa de la clase obrera. Los trabajadores son la única clase progresista en la sociedad porque tienen todo el poder de la sociedad en sus manos, aunque la mayoría no son conscientes de esto. Si se movilizaran en torno a un programa revolucionario, podrían parar Tailandia.

Ha habido cierta participación de los trabajadores. En Chonburi, por ejemplo, hubo informes de miles de trabajadores de fábricas que se unieron al movimiento. Como hemos informado anteriormente, los manifestantes también convocaron a una huelga general el 14 de octubre. Desafortunadamente, esto no se preparó y por lo tanto no sucedió.

Si no se toman estos pasos para involucrar a la clase obrera, existe toda posibilidad de que el movimiento pueda ser derrotado. Foreign Policy expone esta perspectiva. Dicen que las autoridades, si sienten que los estudiantes son incapaces de extender su movimiento, pueden simplemente apostar por el desgaste, con la esperanza de que las protestas finalmente se disipen. Si, por agotamiento, el movimiento se deshace, podemos esperar una brutal represión. En los últimos días, Prayuth ya ha amenazado con usar «todas las leyes, todos los artículos» contra los manifestantes.

Las protestas del 18 de noviembre fueron convocados con el lema «Si ardemos, te quemas con nosotros». Sin embargo, no hay necesidad de que el movimiento se queme. Las masas en Tailandia piden un cambio radical. Si los manifestantes llevaran a cabo una campaña política para llevar a la clase obrera a la escena, podrían fácilmente barrer este régimen reaccionario junto con la monarquía.

No volver a la normalidad

En cierto sentido, pase lo que pase con este movimiento, no puede haber vuelta a la normalidad. Ha habido un cambio profundo en la conciencia, con una gran capa del pueblo tailandés, especialmente los jóvenes, aprendiendo lecciones. Perakarn Tangsamritkul, de 23 años, dijo:»No siempre fui políticamente activo… Deberías haberme conocido hace tres meses. Ahora entiendo por qué tenemos que estar aquí. Tenemos que hablar». The Guardian entrevistó a Thanisorn, un manifestante de 22 años, quien dijo: «No tenemos armas, no tenemos el ejército… Sentí que tenía que salir para decirles que no les tengo miedo. Somos más fuertes que ellos. El pueblo ya se despertó. Ya no es la edad de propaganda». Hay una nueva generación que se ha enfrentado al poder del Estado tailandés y ha comprendido la fuerza que posee. Esto no se puede deshacer.

Tailandia es uno de los muchos países donde está surgiendo una generación tan revolucionaria, dispuesta a desafiar el viejo orden. De hecho, activistas de todo el mundo, incluso en Nigeria y Bielorrusia, han estado enviando buenos deseos al movimiento. Lo que falta no es la determinación de luchar, sino la dirección que esté dispuesta a recorrer todo el camino, y lanzar una lucha revolucionaria para derrocar al decrépito sistema capitalista, junto con las instituciones podridas que viven en él.

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