El referéndum irlandés: implicaciones revolucionarias
Los votantes irlandeses han votado decididamente en favor de la igualdad de matrimonio, lo cual convierte a Irlanda en el primer país que lo hace a través de las urnas. Esta fue una victoria del futuro contra el pasado, de lo nuevo contra lo viejo, de la razón contra la ignorancia, de las zonas urbanas mirando al futuro contra la vieja Irlanda rural atrasada.
El voto afirmativo superó el 70% en muchas partes de Dublín. En algunos distritos electorales predominantemente de clase obrera de la capital el margen fue aún mayor. En una urna de Ballyfermot, al oeste de Dublín, hubo un 85% a favor del Sí. Sólo uno de los 43 distritos electorales votó en contra de la propuesta: Roscommon-Sur Leitrim. La participación total fue del 60,5%. El matrimonio homosexual fue aprobado por 1.201.607 votos contra 734.300. Eso significa que un 62,1% dijo que sí y un 37,9% que no.
La República de Irlanda tiene una constitución que sólo puede ser modificada por referéndum. Se permitió votar a todos los ciudadanos irlandeses que están registrados, pero no hubo voto por correo. Muchas personas regresaron a Irlanda desde el extranjero a participar, lo cual es una demostración de las pasiones despertadas por el referéndum. La gente venía de lugares tan lejanos como Estados Unidos, Canadá e, incluso, Australia para emitir su voto. Miles más, después de terminar los exámenes universitarios, retrasaron el comienzo de su trabajo durante el periodo vacacional para dar su apoyo al «Sí».
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¡Qué cambio representa esto! No olvidemos que este referéndum se llevó a cabo sólo 22 años después de que la legislación sobre homosexualidad se despenalizara en Irlanda en 1993. Ahora el matrimonio entre dos personas del mismo sexo tendría la misma posición en la Constitución irlandesa que un matrimonio entre un hombre y una mujer. Serán reconocidos como una familia y tendrán derecho a la protección constitucional para las familias. El resultado fue recibido con una explosión de entusiasmo popular. Miles de personas salieron a las calles para celebrarlo.
El resultado del referéndum dice mucho acerca de los cambios que han tenido lugar en la República de Irlanda. La mano muerta del pasado, que había dominado fuertemente la sociedad irlandesa durante generaciones, fue bruscamente desechada. Se movilizó a todas las fuerzas vivas de la sociedad irlandesa para el «Sí». Todo lo que estaba muerto y era sofocante y opresivo se reunió bajo la bandera del «No», detrás de la cual estaba la amenazante presencia de los sacerdotes, las monjas y los obispos.
Por encima de todo, este referéndum fue un golpe contra la dictadura de la Iglesia. Aunque sería prematuro concluir que la Irlanda católica está muerta y enterrada, el pueblo de esa isla se despertó esta mañana [domingo, 24 de mayo] en un país diferente y respiraba un aire diferente, un aire más puro y limpio que los humos asfixiantes de incienso que oprimían el cerebro de las generaciones anteriores.
Mientras que los principales partidos políticos mantenían que el matrimonio entre personas del mismo sexo era una cuestión civil y no religiosa, los obispos católicos sostenían que sería «inmiscuirse en las creencias religiosas» y tendría «implicaciones para el bienestar de los niños». Dado el historial atroz de la Iglesia católica en el ámbito del bienestar de los niños, tales declaraciones son verdaderamente insolentes por su hipocresía.
La voz más estridente en la campaña del No fue la del Instituto Iona, un poderoso grupo de presión católico financiado por derechistas republicanos estadounidenses, que promueve «el rol central del matrimonio y de la religión en la sociedad». Ellos argumentan que los niños no deben ser criados por padres homosexuales. Esto es ignorar convenientemente el hecho de que muchos niños ya tienen padres homosexuales, y que el referéndum no era en realidad acerca de la paternidad o la adopción gay.
Papel reaccionario de la Iglesia
Más del 80 por ciento de los irlandeses todavía se identifican como católicos, pero en la práctica esto significa muy poco. Irlanda era el país más católico del mundo. Pero eso está cambiando rápidamente. Horrorizada, la opinión pública tuvo que soportar casi a diario un montón de historias sobre el abuso sexual infantil que involucraba a sacerdotes y que era encubierto por los obispos, lo cual ha destruido la posición de la jerarquía eclesiástica. En un país que es nominalmente un 85 por ciento católico, las iglesias vacías y la disminución de la asistencia a la misa cuentan una historia diferente. En 1984, casi el 90 por ciento de los católicos irlandeses iba a misa todas las semanas. Pero en 2011, sólo iba el 18 por ciento.
Desde los primeros días de la República, la Iglesia ha jugado un papel absolutamente reaccionario y ha seguido haciéndolo hasta el día de hoy. Se resistió tercamente al derecho al divorcio. La Decimoquinta Enmienda de la Constitución de Irlanda revocó la prohibición constitucional del divorcio tan solo en 1996. Y hace sólo dos años, los obispos intentaron impedir, pero fracasaron, que el gobierno y los políticos introdujeran legislación que permitiera el aborto en los casos en que había una creíble amenaza de suicidio de una mujer si se la obligada a continuar con el embarazo. El aborto en Irlanda es ilegal a menos que se produzca como resultado de una intervención médica realizada para salvar la vida de la madre.
Desde el nacimiento de la República de Irlanda, la Iglesia controlaba la vida moral del país. Dictaba lo que era correcto y lo incorrecto, quién era piadoso y quién era un pecador. Ejerció un control dictatorial sobre todos los aspectos de la vida, la moral y la política. Las monjas y los sacerdotes decidían lo que uno podía pensar, decir y hacer. Controlaban todos los aspectos más importantes de la vida de una persona: el nacimiento, el matrimonio y la muerte. Condenaron las «creencias comunistas» y el ateísmo, por los que uno sufriría los tormentos del de fuego eterno del infierno.
Esta sagrada dictadura existía no sólo en la misa de los domingos, sino en las escuelas, pensiones, hospitales, asilos e, incluso, en los bailes locales. Y a pesar de que predicaba el amor de Dios, era el temor de Dios el que utilizaba para aterrorizar a la gente y hacer que se sometiera a su voluntad. Los sacerdotes y las monjas controlaban la educación y moldeaban la mente de los niños de acuerdo a su propia conveniencia. En los pueblos, el sacerdote iba de casa en casa todos los años para preguntar por qué no había bebés este año. ¿Tal vez los hombres y las mujeres estaban usando anticonceptivos?
Se reservaban el derecho de levantar las sábanas de las camas de las parejas casadas para ver lo que estaba pasando en los lugares más íntimos de la vida de uno. Si alguna pobre chica, que carecía del conocimiento de los anticonceptivos o de acceso a ellos, se quedaba embarazada fuera del matrimonio, ¡que Dios la ayudase! A la pobre criatura se la colocaba en la entrañable misericordia de las «hermanas» que la castigarían y humillarían, y luego la obligaban a entregar su hijo al cuidado de la Iglesia. Esta era la puerta de entrada al infierno para miles y miles de niños irlandeses que sufrieron torturas indecibles a manos de los que se suponía iban a cuidar de ellos. Esta ha sido una de las páginas más negras de la historia de Irlanda y la extensión del horror aún no ha sido totalmente puesta al descubierto. En respuesta a las denuncias de abusos, el Vaticano ha protegido rutinariamente a los sacerdotes que estaban violando a chicos y, en menor medida, a chicas, transfiriendo los infractores a otras parroquias.
La escala de los abusos era mayor en Irlanda que en cualquier otro país. Irlanda tenía cientos de estos casos, pero debido al enorme poder de la Iglesia irlandesa, no era sólo una cuestión de sacerdotes individuales, sino de las grandes instituciones. Hasta la década de 1990, la Iglesia estaba a cargo de orfanatos y escuelas industriales donde 30.000 niños considerados como delincuentes fueron encarcelados por delitos menores como el robo de carteras, así como aquellos con padres no casados o simplemente hijos de pobres.
El Informe Ryan de 2009 descubrió que miles de niños fueron salvajemente violados o abusados sexualmente en estos hogares, mientras que miles más fueron golpeados, resultaron muertos de hambre y obligados a trabajar. Muchos niños describieron noches de terror, tumbados en la cama esperando a que los sacerdotes vinieran y les sodomizaran. «En algunas escuelas se daba un alto nivel de palizas rituales de forma rutinaria», según el informe. La situación de pesadilla de niños indefensos en estos centros de tortura fue revelado con el reciente descubrimiento de los cuerpos de hasta 4.000 bebés y niños, muchos desnutridos y maltratados, en tumbas anónimas en hogares para madres solteras dirigidos por monjas católicas.
Si el pueblo irlandés necesitaba alguna otra razón para quitarse de encima una fuerza tan opresiva, la encontró en las impactantes revelaciones de los abusos generalizados y profundamente arraigados de las personas más vulnerables de la sociedad, que la Iglesia llevó a cabo y encubrió durante muchas décadas. «Convirtieron esta isla en un campo de concentración donde podían controlar todo y el control era realmente total sobre el sexo», dice el sacerdote Mark Patrick Hederman, abad de la abadía Glenstal. «Generaciones de personas fueron crucificadas con complejos de culpa. Ahora el juego se ha acabado».
Se supone que los sacerdotes tenían que ser los guardianes de la pureza sexual. Pero muchos de estos «guardianes» de la moral han sido desenmascarados como depredadores sexuales que satisfacían sus apetitos bestiales y tendencias sádicas con pequeños niños indefensos en absoluta impunidad. La fe de los irlandeses en el sacerdocio se ha hecho añicos. La propia Iglesia está en crisis y la entrada a los seminarios se ha desplomado hasta el punto de que la Iglesia tendrá que empezar a importar sacerdotes de otros países.
Infligiendo semejante derrota a la Iglesia, el pueblo irlandés ha dado un golpe a favor de la libertad, la igualdad y la democracia.
Esta votación representa ni más ni menos que una revolución social y política. Representa un gran paso de un Estado teocrático dominado por la Iglesia reaccionaria a una República democrática y laica. Será recibido con entusiasmo por todos los que aman la libertad y odian la opresión, el oscurantismo y la discriminación contra las minorías. Hoy el pueblo de Irlanda puede sentirse muy orgulloso. Se han ganado el respeto y la admiración de las fuerzas progresistas de todo el mundo.
Sin embargo, el referéndum irlandés tiene un significado mucho más profundo que los problemas inmediatos en juego. Es una manifestación de lo que Trotsky llamó «el proceso molecular de la revolución socialista». Dondequiera que miremos podemos ver el mismo proceso de desarrollo. Hay un profundo malestar en la sociedad. Bajo la aparente calma, en las profundidades subterráneas de la sociedad, hay un fermento de descontento, de ira, de rabia y, sobre todo, de frustración. La gente siente que su voz no se escucha, que los políticos no les representan. Hay una ira creciente contra todas las instituciones existentes: los banqueros, los medios de comunicación, el poder judicial, la policía, la Iglesia… Todos son vistos como parte de un sistema que se ha roto sin posibilidad de remedio y una moral que está podrida hasta la médula.
Irlanda está pasando por la misma crisis profunda que el resto de Europa. Nadie habla más del «tigre irlandés». El gobierno del Fine Gael y del Partido Laborista ha llevado a cabo una política de recortes y austeridad. Como resultado de ello el pueblo irlandés ha sufrido siete años de austeridad y caída de los niveles de vida. El gobierno se enfrenta a las elecciones a principios de 2016, y hay señales claras de que la gente ya no está dispuesta a soportar más recortes de gastos y aumentos de impuestos.
El FMI plantea Irlanda como un brillante ejemplo a seguir. Pero la situación real de la gente se muestra en el siguiente extracto publicado en Colliers:
«Mi esposa es una funcionaria pública que a primera vista tiene un salario superior a la media. Pero en los últimos años ha sufrido una reducción del salario neto de casi un 20 por ciento. Además de esto, nosotros, como otros, hemos tenido que soportar el aumento de los alimentos y los combustibles y toda una serie de nuevos impuestos y recargos del gobierno local que se han introducido en los últimos años.
«Como familia, nuestro presupuesto semanal del hogar se está volviendo seriamente restringido. Los pocos ahorros que teníamos hace mucho tiempo que han desaparecido. El aumento de los impuestos y otros recargos, junto con una reducción de los ingresos del hogar, significa que a menudo tenemos poco o ningún dinero de sobra al final del mes. Es revelador que una encuesta reciente llevada a cabo por la Liga Irlandesa de Cooperativas de Crédito descubriera que a una cuarta parte de la población (1,1 millones de personas) le queda menos de 50 euros (68 dólares) al mes de la renta disponible después de pagar las facturas esenciales.
«Compramos pocos o ningún lujo para nosotros mismos. Rara vez nos compramos ropa, los niños tienen prioridad cuando se trata de ropa y calzado, y sólo se hace la compra cuando es absolutamente necesario. No comemos fuera y sólo vemos a nuestros amigos principalmente en reuniones sociales ocasionales, tales como bodas o bautizos que afortunadamente, debido a los costes de este tipo de eventos, son cada vez menos frecuentes.
«De hecho, todas estas ocasiones especiales se han reducido en gran medida. Nos ajustamos el cinturón durante meses para asegurar que podemos permitirnos regalos para nuestros hijos en Navidad. Y las fiestas de cumpleaños también se han reducido en gran medida. Nos hemos dado cuenta en los últimos años que los regalos que reciben nuestros niños de sus amigos en estas ocasiones cada vez se han vuelto más pequeños, mientras que algunos niños, sin duda de hogares bajo mayor presión que en el nuestro, no traen ningún regalo.
«En general, el efecto acumulado de siete años de austeridad fiscal, con la promesa de más que están por venir, ha deprimido la demanda entre los consumidores irlandeses. Los que tienen la suerte de tener dinero más a menudo, se aferran a él con apego debido a los temores por la seguridad laboral o como una cobertura contra futuros impuestos. Como resultado, cierres de tiendas y bares son un suceso regular.
«Y no estamos solos. Para miles de personas, la situación es mucho, mucho peor. Detrás de muchas puertas cerradas en Irlanda, hay familias que están sufriendo en silencio una tremenda desesperación provocada por el estrés financiero. Una conocida mía me dijo que su marido, un agente de cobro de atrasos de hipoteca que trabaja para un banco, fue testigo de escenas profundamente desgarradoras de familias con niños pequeños que sobreviven con cereales de desayuno y se acurrucan en frías habitaciones a la luz de una vela debido a que su suministro de electricidad había sido cortado».
La familia irlandesa media está enormemente endeudada con los bancos. Cuando se agrega esta deuda personal a la deuda global del gobierno, Irlanda es el país más endeudado del planeta. El 18.4% de todas las hipotecas tienen retrasos de su pago o han tenido que reestructurarse: muy por encima de la media de Alemania, Francia, Gran Bretaña o los Estados Unidos. Muchas familias en dificultades viven con el temor de que, al final, les quitarán sus casas.
Muchos médicos informan de un aumento drástico en el número de personas que sufren de grave ansiedad, depresión e insomnio directamente atribuibles a sus circunstancias económicas y a la presión de las instituciones de crédito. Una mujer con una familia joven, hablando en la radio nacional, dijo que los sábados y los domingos eran los dos únicos días de la semana cuando no estaba abrumada por el estrés. El fin de semana era el único momento en el que no había llamadas telefónicas desazonadoras de los bancos o cartas de notificaciones de desconexión de los proveedores de servicios públicos.
Ha habido un gran aumento en el número de suicidios relacionados con la crisis económica y por la desesperación provocada por la falta de trabajo. Recientemente, el forense del Condado de Wexford comentó que en su región la tasa de suicidios entre los jóvenes se había convertido en una «gran epidemia». La gente ya no cree lo que dicen los periódicos. Un participante en una manifestación reciente contra la falta de imparcialidad de los medios de comunicación en Irlanda, dijo: «Se está dando una aceleración de los suicidios, pero los medios de comunicación no mencionan por qué ocurre esto, en nuestros hospitales faltan camas, la gente ha sido despojada de su medicación y el mensaje del gobierno es: cuídese usted mismo». Y agregó: «No veo la recuperación, nadie que yo conozca está experimentando la recuperación. Los medios de comunicación dicen que estamos en una recuperación. No es cierto».
Al igual que en Gran Bretaña, la ayuda de las organizaciones benéficas se ha convertido en un salvavidas imprescindible para muchas personas pobres. Se han abierto comedores populares en lugares de gran concentración de población, como Dublín, Athlone y Cork para ofrecer ayuda alimentaria a un número considerable de familias e individuos que están batallando para comprar incluso lo imprescindible. Los maestros informan que muchos niños van a la escuela hambrientos porque no tienen comida en casa. El estrés implacable provocado por la brutal austeridad y la deuda está poniendo presión insoportable en las relaciones personales y la vida familiar. Las rupturas matrimoniales y los casos de violencia doméstica han aumentado.
El gobierno irlandés insiste en seguir adelante con su objetivo de pagar «nuestras deudas», pero con esto lo que quiere decir es pagar las decenas de miles de millones que originalmente eran deudas de los bancos. Mientras tanto, los responsables de los bancos rescatados mediante ayuda financiera estatal se llevan fastuosas bonificaciones. Mientras que los banqueros y promotores inmobiliarios en quiebra han visto sus deudas colosales rescatadas por el Estado irlandés y están viviendo en sus casas palaciegas, cenando en los mejores restaurantes y relajándose en los mejores campos de golf, la vida para la mayoría de la gente es una lucha.
Todas estas contradicciones se están acumulando y esto está produciendo cambios bruscos en la conciencia. El resultado del referéndum fue sólo una manifestación de esto. Hay un sentimiento general de injusticia, de que algo anda mal en la sociedad. Hay una creciente indignación por la desigualdad, la corrupción y la gran injusticia de un sistema donde los ricos se vuelven cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres.
La crisis del capitalismo se vuelve particularmente dura para los jóvenes. Más del treinta por ciento de la gente entre las edades de 15 y 24 están sin trabajo. Muchos de los graduados y egresados de la escuela se ven obligados a elegir entre años con prestaciones sociales o emigrar para encontrar trabajo. No fue casualidad que el voto por el «Sí» fuese mayor entre los más jóvenes. La nueva generación de jóvenes irlandeses, al igual que sus hermanos y hermanas en otros países, están reaccionando en contra de los llamados valores de la sociedad existente, su moral y sus creencias.
Los jóvenes de todo el mundo están buscando alternativas y están abiertos a las ideas del marxismo revolucionario. La juventud de Irlanda está despertándose. Se está sacudiendo el peso muerto del pasado. En el curso de la lucha va a redescubrir las maravillosas tradiciones revolucionarias de Irlanda y del movimiento obrero irlandés. Bajo la bandera roja de la revolución socialista –la bandera de Marx y Lenin, de Trotsky y Rosa Luxemburgo, de Larkin y James Connolly–triunfarán al final.
Londres, 24 de mayo de 2015
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