En defensa de Largo Caballero
El ayuntamiento de Madrid ha eliminado y destruido la placa callejera que recordaba al dirigente socialista Francisco Largo Caballero. La derecha exterioriza así su venganza por el pánico mortal que experimentó la burguesía en la revolución de los años 30, donde Largo Caballero jugó un papel clave. Rendimos homenaje aquí, con sus luces y sombras, a este dirigente obrero, cuya memoria pretenden denigrar la derecha y la historiografía burguesa.
La placa que señalaba el lugar de nacimiento del dirigente socialista Francisco Largo Caballero, en el número 4 de la madrileña Plaza de Chamberí, fue arrancada por orden del alcalde de Madrid el pasado 15 de octubre. Tras este agravio a la memoria histórica de la clase trabajadora se esconde el odio mortal de la burguesía y la derecha española a las figuras más a la izquierda y revolucionarias ligadas a la II República y la Guerra Civil, y también el odio de clase hacia el primer trabajador manual que ocupó cargos políticos a nivel municipal y estatal en la historia del Estado español.
Contenido
Largo Caballero y el Socialismo español
La propia biografía de Largo Caballero sintetiza el desarrollo de la clase trabajadora del Estado español, la de Madrid en particular, y sus organizaciones entre el Sexenio Revolucionario (1868-1874) y la Revolución española de los años 30. Nacido en Madrid en 1869, en pleno proceso revolucionario, Largo Caballero sólo pudo completar dos años de educación primaria, antes de tener que empezar a trabajar. El joven Francisco trabajó en los más variados oficios antes de llegar a ser oficial estucador, oficio del que creó el primer sindicato en Madrid dentro de la UGT, a la que se afilió en 1890, dos años después de fundarse la central. En 1893 se afilió al PSOE y pasó a ser uno de los jóvenes militantes que se formaron bajo la influencia directa del fundador del partido, Pablo Iglesias.
Desde su conformación en 1879, el socialismo español careció de una base teórica marxista firme. La formación de sus militantes se basó desde sus comienzos en los escritos divulgativos de Paul Lafargue, Jules Guesde y los dirigentes de la socialdemocracia alemana, que en la mayor parte de los casos contenían una simplificación muy pobre de las ideas de Marx y Engels. Los bandazos a derecha e izquierda que dio Largo Caballero en su vida política bien pueden atribuirse a esa carencia fundamental. Fruto de la presión de las masas, y guiado por su propio instinto de clase, era capaz de sacar conclusiones revolucionarias y agitar con las consignas más radicales. Fruto de la presión de otras fuerzas de clase, rápidamente reculaba y asumía el programa de la colaboración de clases y la unidad nacional.
Un ejemplo temprano de estos bandazos empíricos de Largo Caballero es el contraste entre su activo papel en la dirección de la huelga general revolucionaria de agosto de 1917, que le valió una condena por sedición (la única condena que recibió en vida) y su posterior oposición a que el PSOE se uniera a la Internacional Comunista. De hecho, fue Largo Caballero, ya entonces secretario general de la UGT, uno de los dirigentes socialistas que más se opusieron a la fracción comunista que se desarrolló en el seno del PSOE y que posteriormente daría lugar al PCE en 1921.
De la dictadura de Primo de Rivera a la República
Tras el golpe de estado del General Primo de Rivera en 1923, Largo Caballero aceptó formar parte del Consejo de Estado como representante de los trabajadores, así como que el sindicato enviara representantes a los Comités Paritarios de empresarios y obreros creados por la dictadura.
“Me parece que sería un error que porque haya dictadura, como si no la hubiera, nosotros abandonásemos los sitios de lucha… porque cuando más aprieta el enemigo nosotros debemos defendernos más.”
En el fondo de esta decisión estaba la idea de aprovechar cualquier resquicio legal para conseguir mejoras materiales y políticas para la clase trabajadora, que era defendida por oposición al “apoliticismo” anarquista. Vemos en este caso cómo una idea en sí correcta se vuelve puro oportunismo al tomarse de forma unilateral. Curiosamente, dirigentes como Fernando de los Ríos e Indalecio Prieto, que más tarde formarían parte del ala derecha del PSOE, se opusieron a esta colaboración de la UGT y el PSOE con la dictadura, planteando en su lugar la oposición a la misma y la alianza con los grupos republicanos, alianza que cristalizaría finalmente en el Pacto de San Sebastián de 1930 y en el gobierno republicano-socialista tras la proclamación de la II República.
Giro a la izquierda
La experiencia de este primer gobierno republicano, en el que Largo Caballero fue Ministro de Trabajo, el descontento de masas con este gobierno y el triunfo de las derechas en 1933 llevaron a Largo Caballero a situarse al frente del ala izquierda del socialismo y a abogar por la revolución social frente a la amenaza de un fascismo que ya había triunfado en Alemania y Austria.
“Vamos, repito, hacía la revolución social… mucho dudo que se pueda conseguir el triunfo dentro de la legalidad. Y en tal caso, camaradas habrá que obtenerlo por la violencia… nosotros respondemos: vamos legalmente hacia la revolución de la sociedad. Pero si no queréis, haremos la revolución violentamente.”
La opción revolucionaria frente al peligro del fascismo representado por la CEDA tomó cuerpo finalmente con la entrada del PSOE y la UGT en las Alianzas Obreras. Cuando finalmente la CEDA entró en el gobierno en octubre de 1934, las Alianzas lanzaron la huelga general revolucionaria, y se demostró que ni Largo Caballero ni el resto de dirigentes tenían ningún plan para la toma del poder. Sólo en Asturias la huelga general tomó forma de verdadera insurrección. Hasta tal punto fue así, que Largo Caballero fue absuelto por falta de pruebas en el juicio por rebelión al que se enfrentó en 1935.
La derrota de la comuna asturiana acentuó más el giro a la izquierda del sector del socialismo encabezado por Largo Caballero, cuyo medio de expresión era el periódico de la UGT, Claridad. Antes de las elecciones de febrero de 1936, que darían la victoria al Frente Popular, Largo Caballero declaró en un mitin en Linares:
“La clase obrera debe adueñarse del Poder político, convencida de que la democracia es incompatible con el socialismo, y como el que tiene el poder no ha de entregarlo voluntariamente, por eso hay que ir a la revolución.”
Lamentablemente, la negativa de Andreu Nin y de la izquierda Comunista, que estaban vinculados entonces a la Liga Bolchevique-Leninista Internacional de León Trotsky, a ingresar en las Juventudes Socialistas, como le pidieron los dirigentes de éstas «para ayudarlos a bolchevizar el partido», privó a la izquierda socialista de Largo Caballero de la única guía y programa que podría haber completado el giro de izquierda emprendido hacia una política bolchevique consecuente.
Así, cuando Largo Caballero se encontró al frente del gobierno republicano en los primeros meses de la guerra civil, dio un nuevo bandazo hacia la derecha, aceptando las tesis de la derecha socialista y de los estalinistas de que había que sofocar el proceso revolucionario abierto por el golpe de estado en aras de la colaboración de las “democracias occidentales” contra el fascismo. El gobierno de Largo Caballero fue el iniciador de la reconstrucción del Estado burgués en la zona republicana, que pasaba por el desarme de las milicias y el desmantelamiento de las colectivizaciones industriales y agrarias en retaguardia.
Aunque Largo Caballero y la izquierda socialista se opusieron finalmente a las acciones del estalinismo contra la revolución española, carecían del programa y de la audacia para hacerles frente apoyándose en las masas revolucionarias. La izquierda socialista fue perdiendo gradualmente todas sus posiciones en el movimiento y finalmente Largo Caballero se vio obligado a dimitir por negarse, en un último gesto de dignidad, a sancionar la ilegalización y represión del POUM tras la derrota del levantamiento revolucionario de Barcelona de mayo del 37.
La memoria de los nuestros
La vida de Largo Caballero desde la derrota de la revolución española hasta su muerte en París en 1946, sintetiza de nuevo la de tantos militantes y trabajadores que tuvieron que optar por el exilio ante el triunfo de la contrarrevolución fascista. Perseguido en Francia tanto por los nazis como por la embajada española, que reclamó varias veces su extradición, finalmente fue a dar con sus setenta y dos años en el campo de concentración nazi de Sachsenhaussen, en el que aún tuvo la fuerza para dejar un relato de primera mano de los horrores del nazismo. Largo Caballero falleció en París poco después de su liberación, el 23 de marzo de 1946, y cortejo fúnebre reunió a miles de personas por las calles de París.
La derecha española odia la figura de Largo Caballero, no tanto por lo que éste lograra o hiciera en vida, sino porque representa buena parte de las mejores tradiciones de lucha del proletariado español. Aquellas tradiciones que frenaron el golpe de estado del 18 de julio en las principales ciudades del país y que llevaron a cabo el intento más vasto de transformación socialista de la sociedad que se haya dado en Europa occidental, y que fue frenado, desviado y traicionado por sus propios dirigentes. Defender la memoria de Largo Caballero, con sus luces y sus sombras, es defender la memoria de los nuestros.
Puedes enviarnos tus comentarios y opiniones sobre este u otro artículo a: [email protected]
Para conocer más de la OCR, entra en este enlace
Si puedes hacer una donación para ayudarnos a mantener nuestra actividad pulsa aquí