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En defensa de Lenin

Hace noventa años, el 21 de enero de 1924, Vladimir Lenin, el gran marxista y dirigente de la Revolución Rusa, murió a causa de complicaciones derivadas de un disparo de bala en un intento de asesinato anterior. Desde entonces, ha habido una campaña sostenida para calumniar su nombre y distorsionar sus ideas, en la que han participado desde historiadores y apologistas burgueses, a reformistas, liberales y anarquistas de diferentes tendencias. Su tarea ha sido la de desacreditar a Lenin, el marxismo y la revolución rusa, en interés de la dominación «democrática» de los banqueros y capitalistas.

En un reciente libro, Lenin: Una Vida Política, El Anillo de Hierro,  el profesor Robert Service afirma que «aunque este volumen pretende ser una descripción equilibrada (!) y multifacética, nadie puede escribir con desapego sobre Lenin. Su intolerancia y carácter represivo me siguen horrorizando».

Otro historiador «equilibrado», Anthony Read, va tan lejos como para afirmar, sin ninguna prueba, que Lenin estuvo en minoría en el Congreso del Partido de 1903, y simplemente eligió el nombre de «bolcheviques» (la palabra rusa que significa “mayoría”) porque  «Lenin nunca perdió la oportunidad de fomentar la ilusión del poder. Desde sus inicios, por lo tanto, el bolchevismo fue fundado sobre una mentira, sentando un precedente que habría de seguir en los siguientes noventa años.»

El señor Read continúa su diatriba de improperios: «Lenin no tenía ningún respeto por la democracia, ninguna confianza en las masas ni escrúpulos sobre el uso de la violencia.» (The World on Fire, 1919 and the Battle with Bolshevism, pp.3-4, Jonathan Cape, 2008).

No hay nada nuevo en estas afirmaciones falsas y sin fundamento, que no se apoyan en los escritos de Lenin, sino en gran medida en los escritos de los profesores Orlando Figes y Robert Service, dos «expertos» en la «maldad» de Lenin y de la revolución rusa. Llenos de bilis,  todos ellos venden la mentira de que Lenin creó el estalinismo.

Del mismo modo, los estalinistas, habiendo convertido a Lenin en un icono inofensivo, también difamaron sus ideas para servir a sus crímenes y traiciones. A la viuda de Lenin, Krupskaya, le gustaba citar sus palabras: «Ha habido ocasiones en la historia en la que las enseñanzas de los grandes revolucionarios han sido distorsionadas después de su muerte. Los hombres los han convertido en iconos inofensivos, y, al tiempo que respetan su nombre, mellan el filo revolucionario de sus enseñanzas.»

En 1926, Krupskaya, cuando apoyó brevemente a la Oposición, dijo que “si Lenin estuviera vivo, estaría en una de las prisiones de Stalin.»

Lenin fue sin duda uno de los más grandes revolucionarios de nuestro tiempo, cuyos esfuerzos culminaron en la victoria de Octubre de 1917 y cuyo trabajo cambió el curso de la historia mundial. Lenin llevó a cabo la revolución socialista de las palabras a los hechos. Se convirtió, de  la noche a la mañana, en «el hombre más odiado y más querido en la tierra».

La juventud de Lenin

Nacido en Simbirsk, en el Volga, en 1870, Lenin iba a vivir en un momento de gran agitación en Rusia. El país semi-feudal estaba gobernado por el despotismo zarista. Los intelectuales revolucionarios que se enfrentaban a ese despotismo se sintieron atraídos por el terrorismo de la organización La Voluntad del Pueblo. El hermano mayor de Lenin, Alejandro, fue ahorcado por su participación en el intento de asesinato del zar Alejandro III.

Después de esa tragedia, Lenin entró en la universidad y pronto fue expulsado por sus actividades. Esto aumentó su sed política y eventualmente entró en contacto con los círculos marxistas. De ahí pasó a estudiar El Capital de Marx, que circulaba en pequeñas cantidades y, a continuación, el Anti-Dühring, de Engels. Lenin entró en contacto con el Grupo de la Emancipación del Trabajo en el exilio, encabezado por Georgi Plejanov, el fundador del marxismo ruso, a quien consideraba su padre espiritual. A la edad de 23 años, se trasladó de Samara a San Petersburgo para formar uno de los primeros grupos marxistas.

«Es por lo tanto, entre la ejecución de su hermano y su traslado a San Petersburgo, en estos simultáneamente cortos y largos seis años de trabajo tenaz, que se formó el futuro Lenin», explicó Trotsky. «Todas las características fundamentales de su personalidad, su visión de la vida, y su modo de acción ya se formaron durante el intervalo entre los años decimoséptimo y vigésimo tercero de su vida.»

La inversión extranjera masiva dio un estímulo al desarrollo del capitalismo y al surgimiento de una pequeña clase obrera virgen. La aparición de círculos de estudio y  el impacto de las ideas marxistas dieron luz a los primeros intentos de establecer un partido socialdemócrata revolucionario ruso. Lenin se había reunido con Plejánov en Suiza en 1895, y a su regreso, fue detenido, encarcelado y luego exiliado. El primer Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso (POSDR) se celebró en 1898, pero el Congreso fue interrumpido por la policía y los participantes arrestados.

Marxismo y bolchevismo

Al final de su exilio, Lenin concentró sus esfuerzos en la creación de un periódico marxista – Iskra, la «Chispa». Iskra consiguió establecer el marxismo como la fuerza dominante en la izquierda. Introducido en Rusia de contrabando, sirvió para unir a los círculos en un partido nacional unificado, sobre bases políticas y teóricas sólidas. En este período, Lenin escribió  su famoso panfleto ¿Qué Hacer?, que abogaba por un partido formado por revolucionarios profesionales, gente dedicada plenamente a la causa.

En 1903, se celebró el II Congreso del POSDR, que fue, en esencia, su congreso fundacional. Fue aquí donde los compañeros de Iskra se establecieron como la tendencia dominante en el partido. Sin embargo, al final de las sesiones del congreso, se produjo una escisión abierta sobre cuestiones de organización entre Lenin y Mártov, ambos editores de Iskra. La Mayoría, alrededor de Lenin fue conocida como «bolcheviques» y la Minoría, alrededor Mártov, eran los «mencheviques».

Hay muchos mitos que rodean esta división, que tomó a la mayoría de los participantes por sorpresa, incluyendo a Lenin. En ese momento no había diferencias políticas. Éstas, sólo surgieron más adelante. Lenin intentó una reconciliación entre las fracciones, pero fue imposible. Más adelante, él mismo caracterizó la escisión como una «anticipación» de diferencias posteriores importantes.

Esas diferencias surgieron sobre las perspectivas de la revolución en Rusia. Todas las tendencias consideraban la revolución venidera  como «democrático-burguesa», es decir, una revolución que barrería el antiguo régimen feudal y despejaría el camino para el desarrollo capitalista. Los mencheviques, sin embargo, afirmaban que en esa revolución los trabajadores tendrían que subordinarse a la dirección de la burguesía. Los bolcheviques, por el contrario, creían que la burguesía liberal no podía dirigir la revolución, ya que estaba atada a los terratenientes y al imperialismo, y que, por lo tanto, eran los trabajadores los que debían dirigir la revolución con el apoyo de los campesinos. Ambas clases formarían una «dictadura democrática del proletariado y del campesinado», que desencadenaría la revolución socialista en Occidente. Ésta, a su vez, ayudaría a la revolución rusa. Trotsky sostenía un tercer punto de vista: estaba de acuerdo con Lenin en que los trabajadores dirigirían la revolución, pero creía que no debían detenerse a medio camino, sino seguir adelante aplicando medidas socialistas, que representarían el comienzo de una revolución socialista mundial. Al final, los acontecimientos de 1917 confirmaron el pronóstico de Trotsky de la «revolución permanente».

Internacionalismo

La Revolución de 1905 demostró en la práctica el papel dirigente de la clase obrera. Mientras que los liberales se escondían, los trabajadores crearon los soviets, que Lenin reconoció como el embrión del poder obrero. El POSDR creció enormemente en esas condiciones, lo que sirvió para presionar hacia la unidad de las dos fracciones del partido.

La derrota de la revolución de 1905, sin embargo, fue seguida por un período de reacción despiadada. El partido se enfrentó a grandes dificultades, al quedar cada vez más aislado de las masas. Los bolcheviques y los mencheviques se dividieron cada vez más, política y organizativamente, hasta que en 1912, los bolcheviques se constituyeron como partido independiente.

En estos años, Trotsky era un «conciliador» entre bolcheviques y mencheviques. Se había quedado al margen de las dos fracciones predicando la «unidad». Esto dio lugar a enconados enfrentamientos con Lenin, que defendía la independencia política bolchevique, y estos enfrentamientos fueron posteriormente utilizados por los estalinistas para desacreditar a Trotsky, a pesar de la voluntad de Lenin contenida en su Testamento de que el pasado no-bolchevique de Trotsky no fuera utilizado en su contra.

El resurgimiento del movimiento de los trabajadores después de 1912 fue testigo de un creciente fortalecimiento de los bolcheviques, que contaban con el apoyo de la inmensa mayoría de los trabajadores rusos. Ese crecimiento, sin embargo, fue cortado por la Primera Guerra Mundial. La traición de agosto de 1914 y la capitulación de los dirigentes de la II Internacional representaron un terrible golpe para el socialismo internacional. En la práctica, significaba la muerte de la Internacional.

El pequeño puñado de internacionalistas de todo el mundo se reagrupó en la Conferencia contra la guerra en Zimmerwald (Suiza), en 1915, en la que Lenin abogó por la creación de una nueva Internacional obrera. Eran tiempos muy oscuros, en los que las fuerzas del marxismo estaban completamente aisladas. Las perspectivas revolucionarias parecían ciertamente muy tenues. En enero de 1917, Lenin se dirigió a una pequeña reunión de las Juventudes Socialistas de Suiza en Zurich. Señaló que la situación cambiaría eventualmente, pero que él no viviría para ver la revolución. Sin embargo, en el plazo de un mes, la clase obrera rusa iba a derrocar al zarismo abriendo una situación de doble poder. En el plazo de nueve meses, Lenin iba a encabezar un gobierno de Comisarios del Pueblo.

La revolución rusa

Durante su estancia en Zurich, Lenin buscaba ávidamente en los periódicos las últimas noticias de Rusia. Vio cómo los soviets, ahora dominados por los dirigentes Socialistas Revolucionarios y mencheviques, habían entregado el poder al gobierno provisional, encabezado por el monárquico príncipe Lvov. Inmediatamente, telegrafió a Kamenev y a Stalin, que dudaban: «!Ningún apoyo al gobierno provisional! !Ninguna confianza en Kerensky! «

Escribiendo desde el exilio, Lenin advirtió: «La nuestra es una revolución burguesa, por consiguiente los obreros deben apoyar a la burguesía, dicen los Potrésov, los Gvózdiev y los Chjeídze, como ya lo dijera Plejánov.

«La nuestra es una revolución burguesa, decimos nosotros, los marxistas, por consiguiente los obreros deben abrir los ojos al pueblo para que vea el engaño de los politicastros burgueses, enseñarle a no creer en sus palabras, a confiar únicamente en sus propias fuerzas, en su propia organización, en su propia unión, en sus propias armas». (énfasis en el original, Cartas desde Lejos).

En su «Carta de despedida a los obreros suizos», Lenin explicó la tarea clave: «hacer que nuestra revolución sea el prólogo de la revolución socialista mundial».

Cuando regresó a Rusia el 3 de abril de 1917, Lenin presentó sus Tesis de Abril: ¡Una Segunda Revolución Rusa debe ser un paso hacia la revolución socialista mundial! Se pronunció contra la vieja guardia bolchevique que iba a la zaga de la situación y luchó para rearmar al Partido Bolchevique. “La persona que ahora hable solamente de una ‘dictadura revolucionario-democrática del proletariado y del campesinado’ está muy atrasada, consecuentemente se ha ido al lado de la pequeña-burguesía contra la lucha de clases proletaria; esa persona debería ser enviada al archivo de antigüedades ‘bolcheviques’ pre-revolucionarias”. (Lenin, Cartas sobre la táctica, Abril 1917).

Logró ganar el apoyo de la base y vencer la resistencia de la dirección, que irónicamente lo había acusado de «trotskismo». En realidad, Lenin había llegado a la posición de Trotsky de la revolución permanente, pero por su propia ruta.

En mayo, Trotsky regresó a Rusia después de haber estado internado por los británicos en Canadá. «En el segundo o tercer día después de mi llegada a Petrogrado leí las Tesis de Abril de Lenin. Esto era justo lo que la revolución estaba necesitando», explicó Trotsky. Su línea de pensamiento era idéntica a la de Lenin. De acuerdo con Lenin, Trotsky se unió a la Organización Inter-Distritos con el fin de ganarlos para el bolchevismo. Él estuvo en estrecha colaboración con los bolcheviques, describiéndose a sí mismo en todas partes como: «Nosotros, los bolcheviques internacionalistas.»

La toma del poder

El 1º de noviembre de 1917, en una reunión del comité de Petrogrado, Lenin dijo que después de que Trotsky se había convencido de la imposibilidad de la unión con los mencheviques, «no ha habido mejor bolchevique que Trotsky». Al rememorar la revolución dos años más tarde, Lenin escribió: «En el momento en que se hizo con el poder y creó la república soviética, el bolchevismo atrajo hacia sí a todos los mejores elementos de las corrientes de pensamiento socialista que le eran más afines.»

«Lenin no se acercó a mí, yo me acerqué a Lenin», dijo Trotsky modestamente. «Me uní a él más tarde que muchos otros. Pero me atrevo a pensar que le entendía de una manera no inferior a los demás. «

En los meses que precedieron a la revolución, Lenin había pedido a los Soviets dominados por los mencheviques y Social Revolucionarios que rompieran con los ministros capitalistas y tomaran el poder, a lo que obstinadamente se negaron. Sin embargo, las consignas bolcheviques de ¡Pan! ¡Paz! ¡Tierra! y !Todo el poder a los Soviets!  ganaron terreno rápidamente entre las masas. Las manifestaciones masivas de junio reflejaron este cambio radical. También impulsaron al nuevo primer ministro Kerenski a comenzar una campaña de represión contra los bolcheviques. Las «jornadas de julio» condujeron a los bolcheviques a la clandestinidad. Una campaña de histeria fue azotada contra ellos, llamándolos «agentes alemanes», lo que obligó a Lenin y a Zinoviev a pasar a la clandestinidad y a la detención de Trotsky, Kamenev, Kollontai y otros líderes bolcheviques.

En agosto, el general Kornilov intentó imponer su propia dictadura fascista. Desesperado de ayuda, y temiendo a Kornilov, el gobierno liberó a Trotsky y a otros bolcheviques. Los obreros y soldados bolcheviques entraron en la brecha y derrotaron a la contrarrevolución de Kornilov en marcha. Ello impulsó enormemente el apoyo a los bolcheviques, que ganaron la mayoría tanto en los Soviets de Moscú como de  Petrogrado. «Nosotros fuimos los vencedores», declaró Trotsky sobre las elecciones en el Soviet de Petrogrado. Esta victoria fue decisiva, y se convirtió en un trampolín esencial para la victoria de Octubre.

Lenin, que estaba escondido en Finlandia, llegó a estar muy impaciente con los dirigentes bolcheviques. Temía que vacilaran. «Los acontecimientos están prescribiendo nuestra tarea tan claramente para nosotros que la dilación se está convirtiendo positivamente en criminal», explicó Lenin en una carta al Comité Central. «Esperar sería un crimen contra la revolución.»  En octubre, el Comité Central tomó la decisión de tomar el poder, contra los votos de Zinoviev y Kamenev, quienes emitieron una declaración pública de oposición a una insurrección ¡y a favor de que el Partido se orientara hacia la convocatoria de la Asamblea Constituyente!

Trotsky, como jefe del Comité Militar Revolucionario del Soviet de Petrogrado, actuó con rapidez para garantizar el correcto traspaso de poder el 25 de octubre de 1917. La revolución tuvo éxito de una manera incruenta, y al día siguiente, el 26 de octubre,  su resultado fue anunciado al segundo congreso de los Soviets de toda Rusia. Esta vez, los bolcheviques contaban con 390 delegados de un total de 650 presentes, una clara mayoría. En protesta, los mencheviques y los eseristas de derecha lo abandonaron. Lenin, que se dirigió al Congreso, simplemente proclamó triunfalmente a los delegados: «Vamos a proceder a la edificación del orden socialista.» El Congreso entonces procedió a establecer un nuevo gobierno soviético con Lenin a la cabeza. Despreciado hacía cuatro meses, los bolcheviques fueron aclamados por los obreros revolucionarios.

En cuestión de días, los siguientes decretos fueron emitidos por el gobierno de Lenin: sobre las propuestas de paz y la abolición de la diplomacia secreta, sobre la tierra para los oprimidos, sobre el derecho de las naciones a la autodeterminación, sobre el control obrero y el derecho de revocación de todos los representantes, sobre la plena igualdad entre hombres y mujeres, y sobre la completa separación de la Iglesia Ortodoxa del Estado.

Cuando el Congreso de los Soviets en enero de 1918 proclamó el establecimiento de la República Soviética Federativa Rusa, grandes extensiones de Rusia seguían ocupadas por las potencias centrales, los nacionalistas burgueses y los generales blancos. Cinco días después de la revolución, el nuevo gobierno fue atacado por las fuerzas de cosacos dirigidas por el general Krasnov. El ataque fue repelido y el general fue entregado por sus propios hombres. Sin embargo, fue puesto en libertad después de haber dado su palabra de no volver a tomar las armas. Por supuesto, él rompió su promesa y se dirigió al sur para dirigir al Ejército Blanco cosaco. Del mismo modo, después de que los cadetes militares fueran apresados en el Palacio de Invierno, fueron liberados y protagonizaron un levantamiento.

El Año Uno

La Revolución fue muy generosa y confiada en sus primeros días.»Se nos acusa de recurrir al terrorismo, pero no hemos recurrido, y espero no recurrir, al terrorismo de los revolucionarios franceses que guillotinaron a hombres desarmados», dijo Lenin en noviembre. «Espero que no vayamos a recurrir a eso, porque tenemos la fuerza de nuestro lado. Cuando arrestamos a alguien le decimos que lo dejamos ir si nos da una promesa escrita de que no participará en acciones de sabotaje. Tales promesas se han dado por escrito».

Esta inocencia fue reconocido por Victor Serge, un ex anarquista que se volvió bolchevique, y que escribió en su libro El Año Uno de la Revolución Rusa:

«Los blancos masacran a los trabajadores del Arsenal y del Kremlin: los Rojos liberan a su mortal enemigo, el general Krasnov, bajo promesa de palabra … La revolución cometió el error de mostrar magnanimidad al dirigente del ataque cosaco. Debería haber sido fusilado en el acto … [En cambio] Fue dejado ir para someter la región del Don al fuego y a la espada.»

Tan pronto como el poder soviético fue establecido, los imperialistas actuaron para aplastar la revolución de manera sangrienta. En marzo de 1918, Lenin se trasladó con el gobierno de Petrogrado a Moscú, ya que esa ciudad se había hecho vulnerable al ataque alemán. Poco después, las tropas británicas desembarcaron en Murmansk acompañadas por fuerzas estadounidenses y canadienses; los japoneses desembarcaron en Vladivostok, al lado de los batallones británicos y estadounidenses. Los británicos también se apoderaron del puerto de Bakú para poner sus manos sobre el petróleo. Franceses, griegos y fuerzas polacas desembarcaron en los puertos de Odessa y Sebastopol en el Mar Negro, y se vincularon a los ejércitos blancos. Ucrania fue ocupada por los alemanes. En total, 21 ejércitos extranjeros de intervención en varios frentes se enfrentaron a las fuerzas del gobierno soviético. La Revolución estaba luchando por su vida. Estaba rodeada, hambrienta e infestada de conspiraciones.

El Terror Blanco

La dirección del partido Social Revolucionario, apoyó  la intervención extranjera para «restaurar la democracia». Una posición contrarrevolucionaria similar fue tomada por los mencheviques, que se colocaron en el campo enemigo. Colaboraron con los blancos y aceptaron dinero del gobierno francés para llevar a cabo sus actividades.

En el verano de 1918, hubo un intento de asesinato contra Lenin y Trotsky. El 30 de agosto, Lenin recibió un disparo, pero consiguió sobrevivir. El mismo día, Uritsky fue asesinado, al igual que el embajador alemán. Volodarsky también fue asesinado. El complot para hacer estallar el tren de Trotsky fue afortunadamente frustrado. Este Terror Blanco sirvió a su vez para desatar el terror rojo en defensa de la Revolución.

El Terror Blanco fue minimizado por los capitalistas, que culparon de todo a los Rojos. Las atrocidades blancas «eran por lo general el trabajo de generales y caudillos blancos individuales, y no fueron sistemáticas ni asuntos de política oficial», explica Anthony Read, en un intento de excusarlos.»Pero, a menudo, coincidieron y en ocasiones superaron al terror rojo.» De hecho, como política siempre superaron al terror rojo en términos de brutalidad, como es la naturaleza de las fuerzas contrarrevolucionarias.

Curiosamente, Read pasa a describir los métodos del general Barón Roman von Ungern-Sternberg. «Ningún bolchevique, por ejemplo, pudo igualar al general blanco el Barón Roman von Ungern-Sternberg, un báltico alemán nacido en Estonia, que fue enviado por el gobierno provisional al Lejano Oriente ruso, donde afirmaba ser una reencarnación de Genghis Khan, e hizo todo lo posible para superar el conquistador mongol en brutalidad. Antisemita fanático, en 1918, declaró su intención de exterminar a todos los judíos y comisarios políticos de Rusia, tarea que emprendió con gran entusiasmo, habiendo sus hombres masacrado a cualquier judío que se encontraban en una variedad de formas bárbaras, incluido despellejarlos vivos. También se destacó por llevar a sus hombres en paseos nocturnos de terror arrastrando antorchas humanas a través de la estepa a todo galope, y por la promesa de ‘hacer una avenida de horcas que se extendería desde Asia hasta Europa’”.

Este fue el destino que le esperaba a los obreros y campesinos de Rusia en el caso de una victoria de la contrarrevolución. Era el destino de Espartaco y de su ejército de esclavos en las manos despiadadas del Estado esclavista romano. La alternativa al poder soviético no era la «democracia», sino la más brutal barbarie fascista sanguinaria. Por lo tanto, todo el esfuerzo del Ejército Rojo y de la Cheka, la fuerza de seguridad, se dirigió a ganar la Guerra Civil y a derrotar a la contrarrevolución.

El gobierno soviético no tuvo otra alternativa que combatir al fuego con el fuego, y  hacer un llamamiento revolucionario a las tropas de intervención extranjera. Como explica Víctor Serge, «Las masas trabajadoras utilizan el terror contra las clases que están en minoría en la sociedad. Esto no hace más que completar el trabajo de las fuerzas económicas y políticas recién surgidas. Cuando las medidas progresistas han unido a millones de trabajadores para la causa de la revolución, no es difícil romper la resistencia de las minorías privilegiadas en esta etapa. El terror blanco, por su parte, es aplicado por estas minorías privilegiadas contra las masas trabajadoras, para masacrarlas y diezmarlas. Los Versalleses (nombre acuñado por las fuerzas contrarrevolucionarias durante  la Comuna de París) provocaron más víctimas en una sola semana en París, que la Cheka durante tres años en toda Rusia».

Un período de «comunismo de guerra» fue impuesto a los bolcheviques, en el que el grano fue requisado por la fuerza a los campesinos para alimentar a los obreros y soldados. La industria, devastada por el sabotaje, la guerra y nuevamente por la guerra civil, se encontraba en un estado de colapso total. El bloqueo imperialista paralizó al país. La población de Petrogrado se redujo de 2,4 millones en 1917 a 574.000 en agosto de 1920. La fiebre tifoidea y el cólera mataron a millones de personas. Lenin describió la situación como de «comunismo en una fortaleza sitiada».

El 24 de agosto de 1919, Lenin escribió: «La industria está paralizada. No hay comida, no hay combustible, no hay industria». Frente a este desastre, los soviéticos se basaron en el sacrificio, la valentía y la fuerza de voluntad de la clase obrera para salvar la revolución. En marzo de 1920, Lenin declaró: «La determinación de la clase obrera, su adhesión inflexible a la consigna ‘¡La muerte antes que rendirse!’ no es sólo un factor histórico, que es el determinante, es el factor de la victoria».

Las consecuencias de la guerra civil

Bajo la dirección de Lenin y Trotsky, que había organizado el Ejército Rojo a partir de la nada, los soviéticos obtuvieron la victoria, pero a un costo terrible. Muertos en el frente, hambre, enfermedades, todo ello combinado con el colapso económico.

Al final de la Guerra Civil, el gobierno bolchevique se vio obligado a hacer una retirada e introducir la Nueva Política Económica. Esto permitió a los campesinos un mercado libre campesino para su grano y contribuyó al crecimiento de fuertes tendencias capitalistas, dando lugar a la aparición de los negociantes (nepmen) y campesinos enriquecidos (kulaks). Era simplemente un respiro.

Dado el bajo nivel cultural, donde el 70% de la población era analfabeta, el régimen soviético tenía que descansar sobre el apoyo de antiguos oficiales, funcionarios y administradores zaristas, que se oponían a la revolución. «Rasgad el Estado soviético en cualquier punto y debajo veréis el mismo viejo aparato de Estado zarista», afirmó Lenin sin rodeos. El continuo aislamiento de la revolución constituía un grave peligro, abriendo la senda a una degeneración burocrática de la revolución. La clase obrera se había debilitado sistemáticamente por la crisis. Los Soviets, simplemente, dejaron de funcionar en esta situación, y los arribistas y burócratas llenaron el vacío.

A pesar de las medidas que se estaban introduciendo para combatir esta amenaza burocrática, el único salvador real de la revolución era el éxito de la revolución mundial como la asistencia material de Occidente. A principios de 1919, Lenin había establecido la Tercera Internacional como un arma para extender la revolución internacionalmente. Era una escuela del bolchevismo. Pronto se establecieron partidos comunistas de masas en Alemania, Francia, Italia, Checoslovaquia, y en otros países.

Por desgracia, la oleada revolucionaria después de la Primera Guerra Mundial fue derrotada. La revolución en Alemania del año 1918 había sido traicionada por los socialdemócratas. Las jóvenes repúblicas soviéticas de Baviera y Hungría habían sido aplastadas en sangre por la contrarrevolución. Las ocupaciones revolucionarias de fábricas en Italia en 1920 también habían sido derrotadas. Una vez más, en 1923, todos los ojos estaban puestos en Alemania, que estaba en las garras de una crisis revolucionaria. Sin embargo, el falso consejo dado por Zinoviev y Stalin a los dirigentes alemanes dio lugar a su trágica derrota.

Esto fue un golpe poderoso a la moral de los obreros rusos, que estaban colgando de la piel de sus dientes. Al mismo tiempo, la derrota reforzó el crecimiento de la reacción burocrática en el Estado y en el Partido. Incapacitado Lenin después de una serie de ataques, Stalin comenzó a surgir como el mascarón de proa de la burocracia. De hecho, la última lucha de Lenin fue la formación de un bloque con Trotsky contra la burocracia y Stalin. Stalin se retiró, pero un ataque final dejó a Lenin paralizado y sin habla. Antes de esto, Lenin había redactado un testamento. En él afirmaba que Stalin «al haberse  convertido en Secretario General, [a lo cual Lenin se opuso – RS] ha acumulado un poder ilimitado en sus manos, y no estoy seguro que siempre sea capaz de utilizarlo con la suficiente prudencia.» «El camarada Trotsky, por otro lado … se distingue no sólo por su habilidad excepcional. Personalmente, quizás sea el hombre más capacitado del actual Comité Central … » Advirtió que había un peligro de fractura en el partido.

El estalinismo

Dos semanas más tarde, Lenin agregó una adición a su testamento después de que Stalin insultara y ultrajara a Krupskaya por ayudar a Trotsky y a otros a comunicarse con Lenin. Lenin rompió todas las relaciones personales con Stalin. «Stalin es demasiado rudo y este defecto, plenamente tolerable en nuestro medio y en las relaciones entre nosotros, los comunistas, se hace intolerable en un secretario general», dijo Lenin. Instó a que Stalin dimitiera de su cargo debido a su deslealtad y a su tendencia a abusar del poder.

Pero el 7 de marzo de 1923, Lenin sufrió un derrame cerebral que lo incapacitó completamente. Él permaneció en este estado hasta su muerte el 21 de enero de 1924. La eliminación de Lenin de la vida política dio mayor poder a Stalin, que lo utilizó para su máximo provecho, entre otras cosas para suprimir el Testamento de Lenin.

Fue dejada en manos de Trotsky la tarea de defender la herencia de Lenin, que estaba siendo traicionada por Stalin. La victoria del estalinismo se debió fundamentalmente a razones objetivas, sobre todo al tremendo atraso económico y social de Rusia y a su aislamiento. La posterior derrota de la revolución internacional en lugares como Gran Bretaña y sobre todo China, sirvió para desmoralizar aún más a los obreros rusos, agotados por años de lucha. Sobre la base de este terrible cansancio, la burocracia, dirigida por Stalin, consolidó su dominio. El cuerpo de Lenin, en contra de las protestas de su viuda, fue luego colocado en un mausoleo.

Es una mentira monstruosa que el estalinismo surgiera como la continuación del régimen democrático de Lenin, como defienden los apologistas del capitalismo. En realidad, un río de sangre separa a los dos. Lenin fue el iniciador de la Revolución de Octubre, Stalin fue su enterrador. No tenían nada en común.

Terminamos este homenaje con las palabras precisas de Rosa Luxemburgo:

«Todo lo que un partido podía ofrecer de coraje, de visión estratégica revolucionaria y de consistencia en una hora histórica, Lenin y Trotsky, y los demás compañeros, lo han dado en buena medida. Todo el honor revolucionario y la capacidad de los que carecía la socialdemocracia occidental estuvieron representados por los bolcheviques. Su Insurrección de Octubre no fue sólo la verdadera salvación de la revolución rusa, sino  también la salvación del honor del socialismo internacional».

Noventa años después de su muerte, rendimos homenaje a este gran hombre, a sus ideas y a su valentía. Lenin combinó la teoría con la acción y personificó la Revolución de Octubre. Lenin y los bolcheviques cambiaron el mundo, nuestra tarea en este momento de crisis capitalista es terminar el trabajo. 

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