Escuela de formación de Països Catalans de la Organización Comunista Revolucionaria: cómo aprender a pensar y la lucha contra las políticas de la identidad

El pasado 13 de julio la Organización Comunista Revolucionaria, sección española de la Internacional Comunista Revolucionaria, celebró un cursillo de formación con una treintena de compañeros de varias partes del Estado español, especialmente de los llamados Països Catalans (Catalunya, Illes Balears y el País Valencià) y Madrid. En él, se abordaron dos cuestiones de gran importancia: los fundamentos del marxismo y cómo este nos proporciona las herramientas para aprender a pensar adecuadamente; y las políticas de la identidad (la teoría queer…).

Aprender a pensar

El cursillo comenzó con la introducción del primer punto, que estuvo a cargo de varios compañeros del País Valencià. Centrada en cómo debemos los marxistas aprender a pensar, se destacó en primer lugar un compendio de textos de Lenin conocido como La fraseología pseudorevolucionaria, en los que se muestran con detalle las discusiones que se dieron en el seno del partido bolchevique en el contexto de la paz de Brest-Litovsk. Mientras que una parte del partido defendía continuar con la guerra revolucionaria contra Alemania, considerando que la revolución allí estaba a punto de triunfar y que firmar una paz con el enemigo sería una traición, Lenin defendió que los marxistas debemos pensar partiendo siempre de los hechos.

En aquel momento, el ejército ruso estaba exhausto y prácticamente en retirada, y la revolución en Alemania era una posibilidad, pero no estaba garantizada. En ese contexto tan difícil, era necesario dejar de lado los sentimientos y la superficialidad de pensamiento para entender que, en esas circunstancias concretas, una paz con Alemania, por muy humillante que fuera, era mejor que una guerra suicida que hubiera condenado a la Rusia soviética escasos meses después del triunfo de los bolcheviques. Al contrario que muchos de sus camaradas del partido, Lenin entendió que la cuestión no podría resolverse con ideas apriorísticas (pactar con la burguesía siempre es un error, debemos aguantar porque la revolución alemana es un hecho…), y que la única forma de transformar la realidad es comprenderla. La supervivencia del Estado soviético dependía de llegar a un acuerdo con la Alemania imperialista pues, de lo contrario, un conflicto abierto hubiera supuesto la caída del primero y la condena definitiva del proletariado alemán del momento.

El cerebro: origen del pensamiento

Una de las intervenciones de la introducción se centró en el aspecto psicológico acerca de cómo pensamos los seres humanos. Para entender cómo funciona el pensamiento, debemos comprender cómo funciona el órgano que nos permite hacerlo: el cerebro. Este, aunque está dividido en diferentes partes que se ocupan de procesar la información que recibimos, es mucho más dialéctico de lo que se cree, pues todas sus partes están conectadas entre sí e intercambian información a diferentes escalas. Así, cuando recibimos un estímulo, este se interpreta en diferentes fases, pero no de forma lineal, una detrás de otra, sino dialéctica, interpretando esa información de diversas maneras al mismo tiempo. Además, el cerebro puede entrenarse como un músculo y, como tal, si se deja de lado se termina atrofiando.

El cerebro tiende a crear atajos, simplificar y sistematizar la realidad, con el objetivo de facilitar el día a día. Esto es un aspecto necesario para la supervivencia humana, pues si para cada acción cotidiana tuviera que partir desde cero, ignorando la experiencia previa, sería imposible realizar tareas complejas. Esto se aplica a todos los ámbitos de la vida diaria y se refleja en la forma de pensar de la mayoría de las personas, que parten de un puñado de generalizaciones o prejuicios y con ellos afrontan la mayoría de sus problemas. Esta forma de funcionar, que no es exclusiva del ser humano (podemos verla en más especies de animales inteligentes) es la causa biológica fundamental de lo que conocemos como “conservadurismo innato”, que puede resumirse en el refrán “más vale malo conocido que bueno por conocer”

Esto está muy relacionado con la idea de que las ideas dominantes de cada época son las ideas de la clase dominante. Como no es necesario pensar más allá para superar los retos del día a día tendemos, inconscientemente, a asimilar las relaciones sociales vigentes como si fueran naturales, sin ver las contradicciones que esconden y la necesidad que las une. Si queremos transformar la realidad, necesitamos una filosofía que nos permita ver más allá de las cuestiones mundanas, para así comprender lo que hay detrás de las simples apariencias, los procesos existentes pero invisibles a simple vista que conforman la realidad social. Esa filosofía no es otra que el marxismo. Mientras que muchos intentan crear escuelas filosóficas “nuevas” cada dos por tres, para acabar repitiendo ideas reaccionarias pero con otra apariencia, los comunistas revolucionarios reivindicamos la vigencia del marxismo, la filosofía más elevada que ha alcanzado el ser humano, y cuyo método científico de analizar la realidad nos permite comprender las contradicciones de la sociedad capitalista, condición necesaria para poder construir una sociedad nueva.

Las políticas de la identidad

La sesión de la tarde estuvo centrada en las llamadas políticas de la identidad, que basan su análisis de la sociedad partiendo de grupos humanos definidos (hombres, mujeres, personas LGTBI, blancos, negros, etc.), que ejercen relaciones de opresión entre sí. De este modo, se elimina el factor de clase, necesario para entender el desarrollo histórico tanto de la sociedad capitalista como de muchas otras anteriores, y se sustituye por cuestiones concretas (identidad de género, orientación sexual, etnia…) que no sirven para comprender la realidad en su conjunto. Desde esta perspectiva se defiende, por ejemplo, que el patriarcado es la opresión de los hombres hacia las mujeres, en abstracto y sin reparar en las relaciones sociales que lo permiten, convirtiendo el machismo en una categoría eterna e inmutable y, por tanto, algo inherente al ser humano e imposible de eliminar.

El punto central de todas estas ideas es su idealismo filosófico, una de las dos grandes líneas de pensamiento de la historia, enfrentada al materialismo y, por extensión, al materialismo dialéctico del marxismo. Mientras que el materialismo parte de la idea de que todo es materia y no hay nada más allá (el pensamiento no es otra cosa que la materia altamente organizada), el idealismo separa la mente del cuerpo, y deja la materia en segundo plano en favor de otro mundo, ya sea este el más allá, el mundo de las ideas, etc. Al separar el pensamiento de la materia, el idealismo no permite conocer la realidad, y abre la puerta al fideísmo y al misticismo. Las políticas de la identidad se enmarcan dentro del idealismo subjetivo, que pone el foco en el individuo, negando toda posibilidad de un conocimiento objetivo, externo al “yo”.

Así, por ejemplo, se nos dice que solo las mujeres pueden comprender las consecuencias del machismo, y que solo ellas pueden luchar contra él. Este pensamiento reaccionario, llevado al extremo, es el que provoca que, en muchas ciudades, las manifestaciones con razón del día de la mujer se separen entre las más inclusivas, a las que cualquiera que se considere feminista puede acudir, y las más “radicales”, que deniegan el acceso a los hombres. Esto es porque el hombre, en abstracto, es violento por naturaleza, y la opresión que pueda ejercer contra una mujer le es inherente. De este modo, se deja de lado el análisis de la realidad y el origen real de la opresión de la mujer (la violencia que sufre en el hogar por el papel que ocupa en la familia, el acoso que recibe en el trabajo por la relación de superioridad del capitalista hacia la trabajadora, los abusos que sufre en la calle o en otros espacios sociales por ser vista como una mercancía u objeto sexual…) para culpar a una supuesta naturaleza tanto masculina como femenina que, al ser creaciones de carácter idealista, no pueden cambiarse.

La teoría queer

La teoría queer también se basa en el idealismo subjetivo. Una de sus premisas es que el sexo biológico no existe, y que el género es una construcción social. El problema es que, para defender diferentes formas de expresar el género o la sexualidad, se acaba negando la realidad. Las mujeres existen, al igual que el sexo. La existencia de personas intersexuales, un porcentaje muy minoritario de personas que comparten rasgos de ambos sexos, no niega la existencia de hombres y mujeres, sino que la reafirma. “Mujer”, así como “hombre”, no es más que una categoría basada en una serie de rasgos comunes que comparten determinados seres humanos, rasgos tanto físicos como de conducta social, condicionada esta última por el modelo de sociedad existente.

Los roles de género de la mujer, en una sociedad de clases, no surgen de la nada. La opresión de la mujer por razón de género en la sociedad capitalista tiene su origen en la misma sociedad de clases. Antes de la sociedad de clases, incluso había sociedades humanas en las que la mujer jugaba un papel preponderante. Pero, como explica brillantemente Engels en El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, la división entre el trabajo manual y el trabajo intelectual en el momento en que el ser humano empezó a acumular grandes cantidades de excedente productivo llevó al surgimiento de la propiedad privada y al papel secundario de la mujer en la sociedad, relegada a un  segundo plano, el del hogar y el cuidado de los hijos, para asegurar la herencia del hombre hacia sus hijos. Pero incluso esto no es puramente social, pues responde a un factor biológico, la mujer como gestante, factor que antes de la sociedad de clases le confería un estatus a la mujer que se acabó convirtiendo en lo contrario.

La idea de que el sexo no existe y que el género es una construcción social implica que la opresión de la mujer es un invento, algo hecho a propósito y que, por tanto, podría cambiarse mediante la educación, diciéndole a los niños y niñas que, por favor, no sean machistas de mayores. Este subjetivismo de raíz idealista acaba, por ello, negando las relaciones sociales existentes en favor de una ficticia voluntad individual que puede alterarse simplemente cambiando de punto de vista.

El subjetivismo: un obstáculo para la clase trabajadora

La libertad que predican las políticas de la identidad aboga por el derecho de las personas a cambiar de género (algo completamente respetable), olvidando que en el fondo lo que defienden es el mantenimiento del statu quo, pues los defensores de las políticas de la identidad apuestan por la libre identidad de género, pero sin cuestionarse los roles de género actuales. El punto central de todas las teorías que surgen de las políticas de la identidad es su carácter reaccionario. Al dividir la sociedad en infinitos grupos de opresores y oprimidos, se niega la sociedad de clases en favor de una sociedad líquida en la que uno puede ser opresor y oprimido a la vez por razón de su identidad y no por el papel que ocupa en la realidad social. Esto no hace más que dividir a la clase trabajadora y favorecer los intereses de la clase dominante, los capitalistas, que ven como los trabajadores discuten por ver quién está más oprimido mientras se quita el foco de la verdadera opresión, el trabajo asalariado y la maquinaria de la sociedad de clases (el Estado, la familia…). Prueba de ello es que las empresas aprovechan el día del orgullo para blanquearse, financiar cabalgatas vacías de contenido político y utilizar la bandera arcoíris como símbolo de sus intereses.

El marxismo: una herramienta para transformar el mundo

Al terminar las introducciones de cada punto, se abrieron los turnos de palabra, donde los compañeros mostraron gran entusiasmo, y las diferentes intervenciones, cada una con un enfoque diferente, proporcionaron nuevos puntos de vista sobre la cuestión que permitieron elevar el nivel de conciencia de los camaradas. El debate y la discusión de las ideas es clave en cualquier organización revolucionaria. Muchas de las mejores ideas del cursillo surgieron espontáneamente de los compañeros que no estaban a cargo de las introducciones.

Además de una visión integral del mundo, una filosofía, el marxismo también es una ciencia. Sus postulados solo son ciertos en la medida en que se demuestren en la práctica. Ante todo, el marxismo es la mejor herramienta que tenemos para comprender la sociedad capitalista. Pero no es más que eso, una herramienta. Por ello, nuestro deber es aprender a utilizarla lo mejor posible en cada caso, y para ello no debemos dejar nunca de pensar, de apreciar la realidad en movimiento. De ahí la importancia de estos cursillos, que nos permiten seguir aumentando nuestro conocimiento sobre la teoría, para así saber cómo intervenir en la práctica.

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