Estados Unidos: caos en Iowa ¡el apoyo a Bernie Sanders muestra el potencial para las ideas socialistas!
Una vez más, la necesidad se ha expresado a través del accidente. Lo sucedido en Iowa revela la naturaleza podrida de la democracia capitalista estadounidense. Este pequeño Estado del Medio Oeste ha ido cobrando importancia política durante los últimos meses, durante los cuales los candidatos han invertido miles de dólares y tiempo en un esfuerzo por ganar impulso de cara a las elecciones de noviembre. Sin embargo, hemos asistido a un caso de incompetencia inimaginable, o sabotaje cínico, dependiendo de las preferencias por las teorías de la conspiración de cada cual.
Dejando de lado el hecho de que las «inconsistencias de datos» fueron el engendro de Shadow, Inc., una compañía dirigida por tres asociados de Hillary Clinton, no necesitamos recurrir a conspiraciones para explicar lo que sucedió. Desde el enfoque marxista, debemos buscar las raíces de clase de los fenómenos contradictorios para arrojar luz sobre los acontecimientos.
Bajo la presión inexorable de la crisis económica, las divisiones de clase insalvables en la sociedad están destrozando la maquinaria manipulada que ha gestionado la política a favor de los intereses de la clase dominante. A falta de un partido de masas propio que exprese sus intereses, millones de trabajadores buscan una salida a través de los partidos existentes, con la esperanza de transformarlos en vehículos para una política a favor de la clase trabajadora. Sin embargo, dado que estas instituciones existen para defender los intereses del capital, es de esperar que se produzcan muchos giros y deformaciones antes de que estos intentos fracasen inevitablemente.
Muchos estadounidenses se decantan claramente a un lado u otro de la división izquierda-derecha: están los que se inclinan hacia el socialismo y los que se inclinan por el conservadurismo en varios temas económicos y sociales. Pero millones de personas están simplemente indignadas con el statu quo. Puede que no sepan exactamente lo que quieren, pero tienen claro lo que no quieren. Respaldarán a cualquiera que ataque el sistema, incluso si su desafío es simplemente demagógico.
Si el Partido Demócrata no consigue canalizar esta ira acumulada, como así parece ya que los desdichados al frente del Comité Nacional Demócrata (DNC) no han debido de aprender la lección de 2016, Trump podría ganar otro mandato. Sin embargo, si saliera victorioso, no sería el resultado de un «giro a la derecha» entre los trabajadores estadounidenses, sino porque su audaz bola de demolición pudo controlar mejor la indignación dispersa.
La arrogancia con la que se deleitó Trump en su discurso sobre el estado de la nación nos puede dar una idea de su futura estrategia de campaña. En una mezcla de reality show y mitin, el presidente se regodeó y reprendió a sus rivales en la víspera de ser absuelto del impeachment. Sin embargo, lejos de la narrativa del «gran regreso estadounidense» impulsada por Trump, lo que estamos viviendo es la expresión máxima del capitalismo estadounidense, y su clase dominante se precipita ciegamente al abismo.
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SNAFU en Iowa
En esta primera ronda de primarias Demócratas, varios candidatos, incluidos el ex vicepresidente, Joe Biden, el alcalde de South Bend en Indiana, Pete Buttigieg, la senadora de Massachusetts, Elizabeth Warren y la senadora de Minnesota, Amy Klobuchar, coincidieron en el ataque contra Bernie Sanders. Biden, que promete un regreso a los años de Obama, explicó que él, y no Sanders, es un «verdadero Demócrata». Buttigieg buscó jugar con sus credenciales juveniles, militares y «moderadas» de hombre del Medio Oeste. Y Klobuchar se aferró a la ilusión de que lo que los estadounidenses realmente quieren es otro Demócrata conservador en la Casa Blanca.
En cuanto a Warren, quien se hace pasar por progresista mientras rechaza explícitamente el socialismo, dio a entender que si Sanders ganara la candidatura, no consiguiría unificar a los Demócratas, al contrario de ella. Hace unas semanas, jugó la carta de la «política de identidad» en un intento obvio por descarrilar su campaña. La senadora de Massachusetts, que no respaldó a Sanders en 2016, apunta claramente a dividir el voto de Bernie y debilitar el total de sus delegados que puedan entrar en la convención nacional del partido en julio.
Y, sin embargo, con el 97% de las circunscripciones de Iowa escrutadas, el único candidato que se hace llamar socialista sacó un empate estadístico por el primer lugar. En el momento de escribir este artículo, Pete Buttigieg tenía el 26,2% de los delegados y Sanders el 26,1% [se cuentan las mesas de votación ganadas, no el número de votos a favor de uno u otro candidato, Nota de LdC], teniendo una ligera ventaja para salir en primer lugar una vez que se cuenten todas las mesas. Más significativamente, Sanders fue hasta ahora el claro ganador en lo que respecta a los primeros votos emitidos, con 42.673 frente a los 36.718 de Buttigieg. También obtuvo 44.753 votos finales frente a los 42.235 de Buttigieg. Si los comités se basaran en los principios democráticos simples de una persona, un voto y las reglas de la mayoría, Sanders habría sido el claro ganador. Warren quedó en tercer lugar, Biden, el favorito del sector oficial, en cuarto lugar y Klobuchar en quinto.
El retraso de los resultados roba claramente el centro de atención e impulso, que es el verdadero premio para los ganadores del Caucus de Iowa. Los titulares que millones de personas han visto en los últimos días han sido: «Buttigieg a la cabeza en Iowa». Si esto se debió o no a una trama nefasta para quitar protagonismo a Sanders, el efecto es el mismo. Sin embargo, estamos a solo unos días de las Primarias de New Hampshire, y Sanders puede esperar obtener otro impulso importante para su nominación. Aunque tanto él como Warren pertenecen a Estados fronterizos con New Hampshire, Sanders tiene la ventaja de haber vencido aquí a Hillary Clinton por un margen de más del 22% del voto popular en 2016.
También es inquietante para todos aquellos que buscan apartar a Sanders es el hecho de que ganara abrumadoramente en los «caucus satélites» de Iowa. Son elecciones organizadas para los habitantes de Iowa que viven fuera del Estado, desde Phoenix, Arizona, hasta los caucus de Tbilisi, Georgia. Esto muestra el estado de ánimo de muchos votantes fuera del corazón agrícola típicamente conservador.
Se suponía que los Caucus de Iowa iban a ser el momento estrella de Joe Biden. Para un candidato cuyo principal «atractivo» era su supuesta capacidad para vencer a Trump, ser pisoteado sin ceremonias en Iowa puede significar la muerte de su campaña. Él mismo arrojó dudas sobre la integridad del proceso en un esfuerzo desesperado por explicar su actuación menos que estelar, llegando al umbral del 15% necesario para participar en la segunda ronda de votaciones en muchos comicios. Dado que Biden es considerado por muchos como el «Hillary Clinton de 2020», se podría esperar que el DNC se apoye en una de sus otras opciones – «cualquiera menos Bernie», tal vez Pete Buttigieg, para evitar una repetición ignominiosa como la de 2016 ¡Aunque nada es descartable teniendo en cuenta la miopía de estas personas!
Entre las reivindicaciones de Bernie está la petición de Medicare para todos [un servicio universal de salud pública gratuito, Nota de LdC], un salario mínimo federal de 15 dólares/hora, matrícula gratuita en todas las universidades públicas, un «Green New Deal» [algo así como inversión pública contra el cambio climático, NdLdC] y luchar contra el sistema y la «clase multimillonaria». Después de décadas de estancamiento y austeridad para los trabajadores, reformas básicas como éstas resuenan profundamente, especialmente en un país sin un partido obrero de masas. Ningún candidato tiene ni de lejos el número de contribuyentes que tiene Bernie. Más de 1,4 millones de personas han donado dinero para su campaña, siendo él de entre todos los candidatos el que más dinero ha recaudado, con la excepción de los multimillonarios Trump, Steyer y Bloomberg, que financian en gran medida sus propias campañas con fortunas obtenidas mediante la explotación de los trabajadores.
Y, sin embargo, a pesar de las apuestas contra Trump, la participación en los Caucus de Iowa fue plana, lo que casi con certeza refleja una profunda desconfianza hacia el DNC y su tratamiento pasado y presente hacia Bernie. La poca participación parece indicar una falta general de entusiasmo, a pesar de la motivación de muchos partidarios de Sanders, en particular, las cifras también parecen respaldar esto.
En 2016, 171.517 habitantes de Iowa participaron en los caucus del Partido Demócrata, y 653.699 votaron al Partido Demócrata en las elecciones generales de ese año. Este año, hubo muchos participantes en el caucus que votaban por primera vez, pero la participación total se mantuvo aproximadamente igual en torno a los 173.000. Y si bien a Bernie le fue bien entre los asistentes por primera vez, muchos de los que votaron por él en 2016 han roto con el Partido Demócrata y no se presentaron esta vez. Esto se evidencia por el hecho de que, mientras que Sanders y Clinton empataron en el primer puesto en 2016, las encuestas de salida en 2020 sugirieron que solo el 35% de los participantes de este año habían sido partidarios de Bernie la última vez, mientras que los antiguos partidarios de Clinton representaban más del 50%.
Queda por ver si estas tendencias continúan en las elecciones por venir, o si los crecientes ataques contra Bernie atraen a más de sus partidarios. Lo que es innegable es que millones de personas miran a Sanders y «The Squad» (cuatro representantes Demócratas que se posicionan a la izquierda: Alexandria Ocasio-Cortez de Nueva York, Ilhan Omar de Minnesota, Ayanna Pressley de Massachusetts y Rashida Tlaib de Michigan) con la esperanza de cambiar el sistema. Pero también es evidente que muchos dudan cada vez más de la propuesta de que el camino hacia un cambio real pase por el Partido Demócrata. Cualquiera que sea el resultado final, las elecciones de 2020 marcarán un importante punto de inflexión en la vida política estadounidense. Los socialistas deben pensar seriamente en el camino a seguir.
Sanders y los Demócratas
Bernie Sanders lleva activo políticamente desde hace décadas y desde hace mucho tiempo se identifica como socialista. Admirador de Eugene Debs [histórico dirigente del Partido Socialista de EEUU a comienzos del siglo XX, NdLdC], produjo un documental sobre este gran socialista estadounidense en 1979. Antes de 2016, Sanders no apoyaba a los Demócratas y siempre se postuló como independiente, aunque se «presentó como candidato» con los Demócratas mientras estuvieron en funciones. Y en vísperas de su primera campaña presidencial, en septiembre de 2014, declaró proféticamente: «Cualquiera que hable de las necesidades de la clase trabajadora y la clase media de este país y muestre el valor de enfrentarse a la clase multimillonaria: yo creo que al candidato le irá bastante bien».
Antes de postularse como Demócrata, Sanders consideró una campaña independiente, y fue cínicamente alentado a hacerlo por nada menos que por Donald Trump. Finalmente, decidió no hacerlo y lanzó su suerte con “los burros” del DNC [el “burro” es el símbolo del Partido Demócrata, y el “elefante” del Partido Republicano, Nd LdC]. Como también es bien sabido, una vez que Hillary Clinton «ganó» la nominación, Sanders terminó apoyándola en las elecciones generales, aunque hubo muchas dudas sobre si lo haría o no.
Este año, sin embargo, Sanders ni siquiera consideró una carrera independiente y ha declarado más o menos inequívocamente que apoyará al candidato Demócrata sin importar lo que pase. Asumiendo que puede no lograr ganar la candidatura, aunque bien podría superar las probabilidades al final, se está preparando para desempeñar una vez más el papel de «flautista», canalizando a aquellos que buscan una ruptura con el sistema de vuelta a los Demócratas. .
Después de ganar en New Hampshire hace cuatro años, Sanders pronunció un discurso en el que explicó su visión del «socialismo democrático». En el fondo, su visión no es el socialismo en absoluto, sino una variante del siglo XXI del «New Deal” de Franklin D. Roosevelt. El socialismo genuino implica una transformación fundamental de las relaciones sociales y económicas, no simplemente un cambio de escenario político por arriba.
Como ejemplo del alcance limitado de su visión, Sanders parece pensar que Dinamarca y Suecia son «países socialistas», dados sus programas de bienestar social relativamente decentes. No importa que estas conquistas, ganadas en el pasado a través de la lucha de clases concertada por los trabajadores, estén ahora bajo un ataque implacable por parte del gran capital. Otro ejemplo crucial, no defiende la nacionalización de las palancas clave de la economía a favor del interés público bajo el control democrático de los trabajadores, sino más bien la «ruptura» de los grandes bancos y monopolios, dejándolos en manos privadas.
Como socialistas necesitamos tener una comprensión clara de la historia. Franklin Delano Roosevelt era un «patricio» estadounidense que estuvo al frente de los Demócratas desde 1932 hasta su muerte en 1945. Las reformas keynesianas aplicadas durante su mandato, la mayoría de las cuales fueron temporales, se dieron bajo la presión de grandes luchas de la clase trabajadora, que estallaron en la década de 1930. Tenían la intención, no de transformar a Estados Unidos en una sociedad socialista, sino precisamente lo contrario: salvar el capitalismo. Las inversiones en programas sociales representaron una miseria en comparación con el gasto militar de la Segunda Guerra Mundial, y como resultado las grandes riquezas ganaron mucho más.
La clase trabajadora necesita su propio partido político para luchar contra los capitalistas y el Partido Demócrata no es tal partido. No es ni democrático ni un partido en el sentido real de estas palabras. Su «gran carpa» es una institución comprada y pagada de, por y para la clase capitalista, fusionada directamente con el Estado capitalista.
En un partido de trabajadores administrado democráticamente, cada miembro tendría un voto. Los sindicatos afiliados también obtendrían votos en función de su afiliación y defenderíamos que estos votos debieran estar bajo el control democrático de los afiliados de dichos sindicatos. El proceso de selección de candidatos sería independiente del Estado y se basaría en un programa acordado colectivamente con el que estarían comprometidos a defender y luchar todos los candidatos. Los líderes y candidatos del partido serían elegidos directamente por los miembros y los sindicatos afiliados, y podrían ser revocados de sus cargos en cualquier momento. ¡Esta visión de la política contrasta con la multimillonaria máquina generadora de votos de los Demócratas!
Las reglas del partido que rigen la asignación de delegados están claramente en contra de Bernie. Como ejemplo, en Michigan en 2016, Sanders ganó más votos en las primarias, pero Clinton ganó más delegados. El lunes por la noche, en la circunscripción 80 de Iowa, en Des Moines, Bernie contaba con el apoyo de 101 personas, mientras que el alcalde Pete solo contaba con 66, pero ambos terminaron con 4 delegados. Y luego está el Colegio Electoral, que otorga la asignación preferencial de electores presidenciales a los Estados más pequeños y rurales. ¿Cómo puede ser esto «democrático»?
Iowa es solo un estado. Hay 49 estados más, junto con Washington, D.C., Puerto Rico, Guam, etc., que también elegirán delegados. La estrategia de los Demócratas seguramente será la de mantener tantos candidatos como sea posible por el mayor tiempo posible, para negarle a Sanders una mayoría limpia en la convención nacional de este verano. Si ningún candidato gana más del 50% en la primera ronda de votaciones, la segunda ronda incluirá a los llamados superdelegados, los “mandamases” del Partido Demócrata con poder de veto virtual, casi todos ellos opuestos a Sanders.
Si Bernie emerge como favorito en las próximas semanas y meses, puede esperar más ataques y numerosas trampas, aunque esto podría ser contraproducente y provocar un aumento en su apoyo. Lo que está claro es que los Demócratas tienen muchos trucos que pueden usar contra Sanders, incluido el aspirante a Presidente y multimillonario Michael Bloomberg, un arma que se mantiene en reserva para ser utilizada como candidato Demócrata o como independiente en caso de necesidad.
Los socialistas también deben considerar lo que sucedería si Sanders realmente ganara la nominación y las elecciones generales. Su programa de reformas modestas chocaría brutalmente, no solo con los Republicanos, sino con la gran mayoría de los funcionarios del Partido Demócrata. En tal escenario, Sanders podría capitular ante el establishment o defenderse. Para defenderse con eficacia, necesitaría romper con su propio partido y movilizar a los trabajadores en una lucha independiente de clase, cuyo componente esencial sería la construcción de un partido socialista de masas. Con tal perspectiva en mente, ¿qué sentido tiene fomentar ninguna ilusión en el Partido Demócrata como vehículo para un cambio transformador?
Cómo derrotar a Trump: ¡unificar a la clase trabajadora, no a los Demócratas!
Trump hizo muchas promesas vacías durante su campaña de 2016. ¿Recuerdas cuando dijo que haría crecer la economía en un 4% o más al año, cada año? ¿O cómo gastaría miles de millones en infraestructura? ¿O cómo desmantelaría el Obamacare [programa de salud de Obama, Nd LdC], odiado por millones, y lo reemplazaría con algo aún mejor y más barato?
Ante la imposibilidad de los Demócratas de canalizar la frustración, muchos trabajadores emitieron un voto de protesta a favor de Trump en 2016, cuya victoria sorprendió a tantos. Sin embargo, a pesar de las alardes de Trump, la mayoría de los estadounidenses no están mejor que hace cuatro años, y muchos están aún peor. Esta es la razón subyacente de los turbulentos momentos que viven la política y la sociedad estadounidenses.
Los líderes del Partido Demócrata se quejan de que Bernie no podría unificar al partido si fuera su candidato. Bien puede ser cierto. Pero no debería preocupar a los socialistas en lo más mínimo. No defendemos la táctica del “mal menor”, a cualquier precio, por pura desesperación para derrotar a Trump. ¡La forma de derrotar a Trump es unir a la clase trabajadora, no a los Demócratas! ¡La alianza impía del Partido Demócrata, que durante siglos ha subordinado los intereses de la mayoría trabajadora a los intereses de un puñado de explotadores, debe romperse de una vez por todas!
Muchos trabajadores que votaron por Trump en 2016, o que se desvincularon por completo de las elecciones, estarían abiertos a votar por un nuevo partido obrero, pero nunca por un Demócrata. Los crímenes y las traiciones de este partido están profundamente arraigados en la mente de millones de personas, incluso de aquellos que todavía se aferran a ellos por falta de una alternativa. De hecho, las encuestas recientes muestran que una gran mayoría de los estadounidenses, incluido el 54% de los Demócratas, sienten que se necesita un tercer partido importante y que los dos partidos que actualmente gobiernan el país no expresan adecuadamente sus intereses.
Millones de votantes estadounidenses de ambos partidos importantes podrían verse atraídos por un programa independiente de la clase trabajadora que luche por reformas significativas haciendo que los ricos paguen por la crisis de su sistema. Por ejemplo, la atención médica universal no necesita financiarse a través de impuestos adicionales sobre los trabajadores mejor remunerados, que es un componente divisivo y muy odiado del Obamacare. La riqueza existe en la sociedad para proporcionar una cobertura verdaderamente universal, así como educación y vivienda de calidad, empleos para todos con un salario digno, una reducción de la semana laboral, un programa de empleos masivos para reconstruir la infraestructura y mucho más. Todo esto podría pagarse nacionalizando las grandes empresas –las llamadas Fortune 500 – bajo el control democrático de los trabajadores.
Nuestra visión socialista es clara. El camino a seguir es la vía hacia el establecimiento de un gobierno de los trabajadores en Estados Unidos. El primer paso en este camino es la construcción de un partido independiente de masas de los trabajadores. ¿¡Qué pasaría si Sanders y «The Squad» se separaran de los Demócratas, movilizaran a sus partidarios y apelaran a los sindicatos para que formaran un partido socialista de masas!? El sistema bipartidista caería como un castillo de naipes y se abriría una nueva época de lucha de clases en el «vientre de la bestia».
En ausencia de una alternativa política socialista de masas, ¿qué pueden hacer los socialistas ahora en el frente electoral? La DSA [Socialistas Demócratas de América] es la organización socialista más grande de EE.UU. Y muchas personas buscan en ella y en su publicación de facto, Jacobin, ideas y orientación. Algunos de sus miembros han sido elegidos para las presidenciales, incluidos dos en el Congreso, y otros se postulan para el cargo en 2020. DSA y Jacobin apoyan la candidatura de Sanders como Demócrata en 2020. Muchos en torno a Jacobin abogan por una «ruptura sucia» «con los Demócratas en algún momento indefinido en el futuro. Su «estrategia» es construir un caucus «socialista» con candidatos elegidos dentro del Partido Demócrata, para luego provocar una «ruptura» desordenada del partido, proporcionando así la base para una nueva formación política.
La Corriente Marxista Internacional está totalmente de acuerdo con la parte de la «ruptura» de este enfoque, y creemos que debería suceder de inmediato. En cuanto a la «ruptura sucia», los problemas con esta estrategia son múltiples. En primer lugar, genera la falsa idea de que la clase trabajadora puede defender sus intereses de clase dentro de un partido controlado por la clase capitalista. Sin embargo, ¡podemos estar seguros de que la clase dominante de EE.UU. no abandonará a este partido sin luchar!
Los autodenominados socialistas que se postulan como Demócratas inevitablemente se asociarán con ese partido en su conjunto. Esto enturbia la bandera del socialismo. Cuando estos «socialistas» votan por Nancy Pelosi y otros como ella, los trabajadores no pueden ver una diferencia perceptible entre los socialistas y los enemigos liberales de la clase trabajadora. Por ejemplo, en el discurso del estado de la nación, Pelosi rompió dramáticamente una copia en papel del discurso de Trump en una muestra teatral y superficial de oposición. Pero cuando Trump presentó a Juan Guaidó, el títere estadounidense y el posible dictador de Venezuela, aquélla se llenó de sinceros aplausos y aprobación, revelando los verdaderos intereses de clase que representa.
La «ruptura sucia» también lleva a los socialistas a diluir su programa, limitándolo a lo que es aceptable para los Demócratas liberales, a fin de ganar las elecciones. Por ejemplo, AOC (Alexandria Ocasio-Cortez) dio un paso audaz al salir frente al tema de la crisis climática. Aunque el «Green New Deal» no llega lo suficientemente lejos como para abordar el cambio climático, causó un gran revuelo y pareció marcar una ruptura dramática con la política al uso. Sin embargo, fue copatrocinado por el senador liberal Ed Markey. Como resultado, esta legislación, que ya está limitada a soluciones favorables a los capitalistas, será despojada de cualquier avance significativo si alguna vez sale del laberinto de comités y subcomités del Congreso, sin mencionar los tribunales capitalistas.
En cambio, los socialistas deberían proponer una legislación que nacionalice las 100 empresas responsables de más del 70% de las emisiones de CO2, para que se gestionen bajo el control democrático de los trabajadores. Esto también caería en papel mojado en el actual Congreso de Estados Unidos. Pero ciertamente pondría el debate encima de la mesa sobre el tipo de medidas que realmente se necesitan para abordar esta crisis urgente y podría ser un llamamiento a la movilización en las calles, en el trabajo y en las urnas.
Es por eso que creemos que los DSA deberían convocar un congreso de emergencia para rechazar la política de la «ruptura sucia». Todos los socialistas que se postulen para cargos públicos deberían postularse independientemente de los Demócratas con un programa socialista real que vaya más allá de los límites de lo que es aceptable para el capitalismo. Deberían aceptar solamente una remuneración igual a la del salario medio de un trabajador y donar el resto al movimiento. Esto podría comenzar de inmediato con las congresistas Tlaib y Ocasio-Cortez. Y por último, pero no menos importante, los DSA deberían declarar públicamente que su apoyo a Sanders depende de su ruptura con los Demócratas y su apoyo a formar un partido de masas.
Si los DSA hicieran esto, sería un gran paso adelante. Incluso si Sanders no rompiera con los Demócratas, los DSA podrían ayudar a sentar las bases de lo que, en la situación actual, podría convertirse rápidamente en un vehículo masivo para que la clase trabajadora luche por un gobierno socialista de los trabajadores, la única forma de salir de la crisis sistémica del capitalismo.
El camino hacia el 3 de noviembre será largo y tortuoso. Es imposible predecir de antemano si Sanders puede o no ganar la candidatura Demócrata. Mientras Trump interrumpe y tuitea desde un segundo plano con el respaldo público casi unánime de su partido, es probable que los Demócratas participen en una agotadora guerra de desgaste. Como hemos explicado antes, incluso pueden preferir descartar 2020 como una pérdida, en lugar de tener a Sanders como su candidato a presidente. Y si el colapso económico inminente tiene lugar en los próximos meses, todas las apuestas se cancelarán.
Donald J. Trump ha puesto su sello indeleble en la vida estadounidense. Pero la miseria a que se enfrentan las personas en Estados Unidos y en todo el mundo no se debe principalmente a las políticas de Trump. Es el resultado de la crisis orgánica del capitalismo y las políticas de todas las administraciones capitalistas de EE.UU., incluidas la de Trump y las de su predecesor, Barack Obama.
La decadencia y el declive del sistema descartan reformas importantes y duraderas. De hecho, una mayor polarización de la riqueza está en el orden del día. Y con la aceleración del cambio climático, no es exagerado decir que la humanidad se enfrenta a una crisis existencial. Para mejorar nuestras vidas y garantizar la supervivencia de nuestra especie, debemos transformar la sociedad y no tenemos todo el tiempo del mundo.
Las elecciones de 2020 contribuirán en gran medida a acelerar la desaparición del precario statu quo político, ya que no puede continuar indefinidamente. Debajo de la superficie hay mucho movimiento, y los revolucionarios no deberíamos sucumbir a la impaciencia o a la búsqueda de atajos. Podemos estar seguros de que cuanto más tarde en desarrollarse este proceso, más explosivo y dinámico será. Debemos mantenernos firmes en nuestros principios independientes de clase, explicar pacientemente la naturaleza real de la política y de la sociedad estadounidenses, y prepararnos para un futuro no muy lejano, en el que se abren grandes posibilidades para construir las fuerzas del socialismo revolucionario.
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