Generación Z: Lecciones de la juventud revolucionaria

Un día, parece que un país está en calma y que la camarilla gobernante está firmemente afianzada en el poder. Al día siguiente, las masas revolucionarias se plantan frente al edificio del Parlamento en llamas. La policía, los diputados y también el primer ministro han huido. Las fotografías y los vídeos que han salido a lo largo del mundo son sorprendentes: en Sri Lanka, Bangladesh, Kenia, Indonesia, Madagascar, Marruecos….

¿Qué significan estos acontecimientos? Algunos, en la izquierda, impresionados por estas escenas, se dejan llevar por la marea sin pararse a preguntarse hacia dónde se dirige.

Otros lo ven todo con un escepticismo avinagrado. No encuentran soviets. No encuentran consejos obreros. No encuentran banderas rojas. Declaran con desdén que no se trata en absoluto de revoluciones, y luego vuelven a dormirse y piden que los despierten cuando llegue la verdadera revolución.

No podemos dejarnos impresionar por las apariencias, ni esperar que las revoluciones se ajusten a esquemas preconcebidos. Estas revoluciones tienen todas sus características únicas. Pero a estas alturas, están surgiendo patrones claros e inconfundibles. En conjunto, nos dicen mucho sobre el carácter de la época en la que hemos entrado.

¡Bloqueemos todo!

Los movimientos en apoyo por Palestina han dado un salto cualitativo en los últimos meses. La idea de que se necesita una acción directa masiva para detener el ataque asesino de Israel contra los palestinos domina ahora.

Las protestas masivas italianas también pueden verse como parte de un “otoño rojo” de levantamientos masivos, revoluciones e insurrecciones en todo el mundo.

Dos millones de personas participaron en la acción huelguista del 3 de octubre, y cientos de miles llevaron a cabo acciones directas bajo el lema “bloqueemos todo”, en referencia directa al movimiento de huelga francés, que claramente sirvió de inspiración a millones de trabajadores y jóvenes. Al día siguiente, más de un millón de personas se manifestaron en Roma en una manifestación nacional contra el genocidio en Gaza. Las masas que salieron a las calles de Italia comprendieron que no basta con manifestarse.

La participación de los jóvenes, que salieron en bloques organizados de los institutos y universidades era característica por el estado de ánimo que se pudo ver de gran enfado, pero también de determinación. Esto está en sintonía con los movimientos masivos que hemos visto en otros países.

Un estado de ánimo similar se ha desarrollado en el Estado español, donde 100.000 personas salieron a las calles de Madrid para bloquear la última etapa de la Vuelta a España. 2 millones de personas salieron a las calles entre el 2 y el 5 de octubre contra el genocidio en Gaza y en la huelga general del 15 de Octubre, a pesar del alto el fuego y la falsa sensación de que la campaña genocida de Israel ha terminado, alrededor de 350.000 personas salieron a las calles en todo el Estado español en protesta contra el genocidio, el régimen sionista de Israel y la complicidad criminal de los gobiernos imperialistas.

Un torbellino mundial

Es imposible no ver en estos acontecimientos el eco de los levantamientos masivos de los últimos meses en Indonesia y Nepal. Estos, a su vez, han servido de inspiración para movimientos de masas, en muchos casos liderados por la juventud, en Timor Oriental, Filipinas, Perú y ahora también en Marruecos y Madagascar.

No estamos hablando solo de movimientos imitativos. No. Cada uno de ellos tiene sus raíces en las condiciones reales de cada uno de estos países: el descrédito de la élite política corrupta, la enorme brecha entre ricos y pobres, una generación de jóvenes a la que no se le ofrece ningún futuro, etc. La cuestión es que, en mayor o menor medida, estas condiciones existen ahora en muchos países diferentes de todo el mundo.

Las imágenes de las masas nepalíes quemando los odiados lugares del poder han sido una poderosa fuente de inspiración, al igual que lo fueron las imágenes de las masas irrumpiendo en el palacio presidencial de Sri Lanka. La idea ha calado: hay que hacer algo, se puede hacer algo, la acción directa masiva es el camino a seguir.

Y la masacre de Gaza ha actuado como un pararrayos para la ira acumulada contra la clase dominante: un genocidio, retransmitido en directo durante casi dos años, con todas las potencias imperialistas occidentales dando su pleno apoyo a Israel.

Tiempo turbulentos

Una cosa está clara. Vivimos en un período extremadamente turbulento. Lo que vemos es un proceso de enorme polarización política. Está impulsado por la crisis del capitalismo, que a su vez ha llevado al colapso de la legitimidad de las instituciones establecidas de la democracia burguesa.

Esto se ha manifestado, en parte, en el auge de demagogos reaccionarios de derecha, que han aprovechado ese clima de ira. Pero también está conduciendo, cada vez más, a casos de erupción directa de las masas en la escena de la historia, que intentan tomar el asunto en sus propias manos.

Una y otra vez, las masas de trabajadores y jóvenes lo han dado todo para tomar las riendas del asunto y transformar fundamentalmente sus condiciones. No se les puede pedir más.

La razón por la que todos estos movimientos han terminado en un callejón sin salida es la falta de un liderazgo revolucionario lo suficientemente fuerte y con las raíces necesarias para llevarlos a la victoria. Sin dirección, ha reinado la confusión en cuanto al programa y el objetivo final de la revolución. Todas estas revoluciones se han detenido a mitad de camino.

El problema de la dirección

La cuestión es que la situación de las masas es demasiado desesperada como para esperar a que este factor ausente entre en escena. Los jóvenes son los menos dispuestos a esperar pacientemente a que las condiciones sean las adecuadas.

En todos estos levantamientos revolucionarios han irrumpido en escena toda una nueva generación de jóvenes. Privados de futuro, con menos que perder y más que ganar, al ser el estrato más enérgico y libre del peso de las derrotas pasadas, han estado en primera línea en todas partes. En Nepal, Kenia, Marruecos y Madagascar, lo llaman la “Revolución de la Generación Z”.

Aunque hay diferencias de un país a otro, en general los jóvenes han creado el escaso liderazgo que ha surgido. ¿Aportan confusión? Por supuesto que sí. ¿De quién es la culpa? Respondemos enfáticamente: es culpa de los dirigentes de las organizaciones obreras cuya tarea es dirigir.

Contra la corrupción

A lo largo de estos movimientos, hemos visto cómo las masas han apuntado a los símbolos más evidentes y potentes que provocan su ira. Los comentaristas occidentales señalan la corrupción como una característica desafortunada del llamado “Tercer Mundo” y la señalan como la causa del subdesarrollo. Por supuesto, lo hacen para encubrir las huellas del imperialismo, la principal causa de la pobreza y el subdesarrollo.

Cuando las masas se rebelaron contra el régimen en Sri Lanka, Indonesia, Bangladesh y Nepal, fueron estos hipócritas mimados, estos “líderes de la nación”, contra quienes se rebelaron. Las masas mostraron el instinto correcto al atacar a estos gánsteres corruptos que, a través de sus cargos, se enriquecen hasta el infinito. Sin embargo, si se expulsa a estas personas, hay otras esperando para ocupar su lugar. La cuestión es que, para acabar con la corrupción, debemos acabar con el dominio del capital. Y eso significa abolir la propiedad privada y destruir los cuerpos armados del Estado capitalista, que constituyen la verdadera fuente del poder de la clase dominante.

¿Quién será el siguiente?

Si la historia del bolchevismo desde 1903 hasta 1917 nos enseña algo, es que un partido debe construirse antes de la revolución si quiere desempeñar un papel decisivo. No afirmamos que no se puede construir un partido revolucionario en condiciones de revolución, pero hacerlo no es una tarea fácil.

Nos dirigimos ahora a los obreros y jóvenes revolucionarios más avanzados del resto del mundo que aún no han sido sacudidos por la revolución. La tarea de construir el partido revolucionario debe emprenderse con urgencia, ¡ahora mismo!

Se necesita tiempo para construir el cuadro de un futuro partido revolucionario de masas. El tiempo no es algo que tengamos en abundancia. Las condiciones que dieron lugar a las revoluciones en todos los países mencionados anteriormente están madurando rápidamente en todas partes.

Esta ola revolucionaria ha comenzado en los países más pobres y menos desarrollados, pero no se limitará a ellos. Como explicó Trotski, “la gota comienza en el meñique o en el dedo gordo del pie, pero una vez que ha comenzado, progresa hasta llegar al corazón”.

El mundo está en llamas y las explosiones revolucionarias están a la orden del día. Tenemos que asimilar este hecho y todo lo que se deriva de él en términos de la responsabilidad que nos incumbe como revolucionarios de construir con urgencia.

 

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