India y Pakistán entran en otra guerra: solo la guerra de clases puede acabar con todas las guerras
Ha comenzado otra guerra entre los archirrivales India y Pakistán, en la que ambos han proclamado victoria hasta el momento. En la madrugada del 7 de mayo, la Fuerza Aérea India llevó a cabo nueve ataques dentro de Pakistán y en la zona de Cachemira administrada por Pakistán. En represalia, Pakistán afirma haber derribado cinco aviones indios, lo que India ha negado hasta ahora.
India ha afirmado que los objetivos dentro de Pakistán eran campamentos operados por las organizaciones terroristas Lashkar-e-Taiba y Jaish-e-Muhammad, responsables de varios atentados terroristas en India. Pakistán ha declarado que en estos ataques, que han afectado a diferentes ciudades de Pakistán y a la Cachemira «Azad», incluida Muridke, cerca de Lahore, han perdido la vida 26 personas y 46 han resultado heridas. Entre los fallecidos se encuentran varios familiares y colaboradores de Masood Azhar, que figura en la lista de terroristas de la ONU.
Pakistán ha afirmado que cinco aviones indios implicados en el ataque fueron derribados, entre ellos tres aviones Rafale, un MiG-29 y un Su-30. Pakistán también ha prometido responder a estos ataques con toda su fuerza en los próximos días. Durante estos ataques aéreos, se informó de intensos bombardeos a lo largo de la Línea de Control, que es la frontera de facto entre la India y Pakistán en Cachemira. Ambas partes han afirmado haber infligido grandes pérdidas a la otra.
Estos ataques se producen pocas semanas después del atentado terrorista en Pahalgam, un lugar turístico de la Cachemira ocupada por la India, en el que murieron 26 personas. India culpó a Pakistán de esta masacre. El primer ministro indio, Modi, había prometido vengar este atentado terrorista, que preparó en las semanas posteriores.
Tras el atentado de Pahalgam, India también anunció que suspendería unilateralmente el Tratado del Indo (IWT), que regula el reparto de las aguas del río entre ambos países. Este tratado, firmado por ambos países en 1960 y garantizado por el Banco Mundial, ha sobrevivido a numerosas guerras y ataques, pero ahora se ha convertido en la primera víctima de este conflicto. Se anunciaron muchas otras medidas de represalia, como la suspensión de los vuelos de las aerolíneas de ambos países sobre el territorio del otro.
En ambos bandos, también hemos visto a autoridades estatales y ministros emitir declaraciones que provocan histeria bélica. Los principales medios de comunicación se han vuelto locos, con presentadores de noticias escupiendo veneno en las pantallas de televisión, amenazando con destruirse mutuamente por completo mediante la aniquilación nuclear y la conquista. Todo esto ha sido rechazado y recibido con repugnancia por la clase trabajadora. Existe un sentimiento de paz y respeto entre los trabajadores indios y pakistaníes. Por otro lado, muchos elementos lumpen y fanáticos de la clase media han estado hablando de sangre y venganza mientras viven lujosamente en sus cómodas habitaciones.
Los gobernantes de ambos países también se han involucrado en el cabildeo internacional, y todas las grandes potencias del mundo, incluidos Estados Unidos y China, han emitido declaraciones y han utilizado la diplomacia para reflejar sus propios intereses en la región.
El 6 de mayo se celebró también una reunión urgente del Consejo de Seguridad de la ONU, en la que tanto la India como Pakistán presentaron sus posiciones. Como siempre, esta institución impotente y herramienta de las potencias imperialistas fue incapaz de hacer nada para detener el frenesí.
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Factores detrás del actual estallido
Inmediatamente después de estos acontecimientos, la situación no se ha calmado por completo. Sigue existiendo el riesgo de una escalada en la que cualquiera de las partes podría tomar represalias para salvaguardar sus propios intereses, lo que podría prolongar la guerra. Dado que ambas partes son potencias nucleares, se han hecho llamamientos a la moderación desde todos los ámbitos, tanto a nivel internacional como nacional. Sin embargo, el equilibrio de fuerzas en la región es inestable y sigue existiendo el riesgo de que la guerra se intensifique, aunque puede haber retrasos, pausas y nuevos comienzos dependiendo de la situación.
Aunque la hostilidad entre estos dos países nunca ha desaparecido por completo en las últimas ocho décadas, son muchos los factores que han llevado al actual recrudecimiento.
Los más importantes son las crisis internas de ambos regímenes, que se están agravando. Existe un odio generalizado entre la clase trabajadora hacia sus gobernantes en ambos países. Esto ha empujado a los gobernantes de ambos bandos a embarcarse frenéticamente en una guerra exterior para reforzar su popularidad en casa, con el fin de poder seguir saqueando y expoliando a sus propias masas con la renovada popularidad y fuerza que les reporta proclamar la victoria y aplastar al enemigo.
En la India, Modi está muy preocupado por las próximas elecciones estatales en el importante estado de Bihar, que teme perder. Está utilizando la histeria bélica para recuperar a sus votantes, que cada vez lo rechazan más debido al aumento de la pobreza, el desempleo y las enfermedades que Modi y su socio de coalición Nitish Kumar, ministro principal de Bihar, han supervisado.
Modi ya ha utilizado esta táctica con bastante éxito en el pasado. En 2019, pocas semanas antes de las elecciones generales en la India, Modi lanzó ataques quirúrgicos dentro de Pakistán en los que, según él, se atacaron varios campamentos terroristas y se destruyeron muchos centros de entrenamiento terrorista. También en aquella ocasión, un atentado terrorista en Pulwama, en la Cachemira ocupada por la India, sirvió de excusa para estos ataques. Pakistán respondió derribando un avión de combate indio y capturando a un piloto indio, que fue devuelto a los pocos días.
Pakistán se proclamó vencedor en ese momento, mientras que Modi y su partido utilizaron el conflicto para obtener una victoria aplastante en esas elecciones. Hubo otras razones para esta victoria, la más importante de las cuales fue la impotencia y la capitulación total de la oposición, especialmente de los partidos comunistas. Estos no lograron ofrecer una alternativa a las políticas liberales de Modi proponiendo una alternativa revolucionaria y atacando a la burguesía india. No obstante, el belicismo de Modi fue una táctica útil para la élite gobernante india.
Ahora, una vez más, Modi está utilizando la guerra contra Pakistán para salvar su popularidad en declive y su base electoral. Su caída en popularidad se reflejó en las últimas elecciones generales de 2024, en las que perdió la mayoría en la Lok Sabha [la cámara baja del Parlamento de la India] y tuvo que recurrir a socios de coalición para formar gobierno.
Bihar es uno de los estados más importantes de la India, con una población de alrededor de 130 millones de habitantes. El socio y ministro principal de Modi, Nitesh Kumar, lleva en el poder desde 2015, pero ahora le preocupa perder las próximas elecciones. Una derrota en Bihar podría suponer el principio del fin para Modi. Para evitarlo, está haciendo todo lo posible y utilizando todas las opciones a su alcance.
La debilidad de Modi también quedó al descubierto cuando aceptó realizar un censo de castas, una demanda planteada por el Congreso Nacional Indio y otros partidos a la que Modi y su partido se habían opuesto con vehemencia. Los partidos de la oposición plantearon esta cuestión porque querían apaciguar a los votantes de las castas más bajas, atrayendo sus votos con la promesa de una mayor participación en los puestos de trabajo del Gobierno mediante cuotas asignadas. Ahora, Modi ha dado un giro de 180 grados en esta cuestión para intentar inclinar la balanza electoral.
El equilibrio de fuerzas en el sur de Asia
El imperialismo estadounidense ha desarrollado vínculos estratégicos más estrechos con la India en la última década y depende en gran medida de ella para contrarrestar a China en la región indopacífica. Por eso Modi se siente envalentonado frente a un Pakistán más débil, que ha sido un títere del imperialismo estadounidense desde su creación, pero que ha perdido su lugar para el imperialismo estadounidense, especialmente tras la humillante retirada de Estados Unidos de Afganistán en 2021.
El ministro de Defensa pakistaní, Khawaja Asif, se refirió recientemente a esto y al papel de Pakistán en el apoyo al terrorismo en una entrevista con un canal de televisión extranjero. Afirmó que, efectivamente, Pakistán ha apoyado el terrorismo, pero que se trataba de un trabajo sucio que realizaban para Estados Unidos y Gran Bretaña, lo cual fue un error.
Sin embargo, no explicó quién dio al Gobierno el mandato de hacer este trabajo sucio, ni por qué quienes cometieron este «error» siguen en el poder y no han sido castigados por la ley pakistaní. De hecho, esto es un reflejo de la frustración de la clase dominante pakistaní por haber sido abandonada por el imperialismo estadounidense en favor de la India. En respuesta, Pakistán se ve obligado a depender cada vez más de China para posicionarse mejor estratégicamente frente a la India.
Modi está aprovechando ahora la situación para reforzar la influencia de la India en la región del sur de Asia frente al creciente peso de China. Con el cambio en el equilibrio de fuerzas a nivel internacional y la emergencia de China como potencia mundial con sus propias ambiciones imperialistas en colisión con las de Estados Unidos, el equilibrio de poder en el océano Índico y el sur de Asia también se ha modificado considerablemente.
China está aumentando constantemente su influencia en todos los países del sur de Asia y construyendo enormes proyectos en Nepal, Bangladesh, Sri Lanka y las Maldivas. En Pakistán, el Corredor Económico China-Pakistán (CPEC) es el proyecto insignia de la Iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda de China. Pakistán es también el país más endeudado con China del mundo, según un informe reciente publicado por China.
China también ha anunciado que está construyendo una enorme presa en el Tíbet, la más grande del mundo, que afectará gravemente al caudal del río Brahmaputra en el este de la India. Todo ello ha provocado un aumento de las tensiones entre la India y China, mientras que, por el contrario, su comercio mutuo está creciendo y se acerca a los 150.000 millones de dólares al año. Por lo tanto, ambos países también están aumentando su dependencia mutua.
Los ataques de Modi a la clase trabajadora
Pero el aspecto más importante para Modi son los movimientos de los trabajadores y los agricultores de la India, que no dejan de crecer. Ya se ha convocado una huelga general para el 20 de mayo, que se lleva preparando desde hace varios meses. Aunque en los últimos años se han producido muchas huelgas generales, cada vez crece más la ira y el odio hacia el régimen de Modi, que se acerca a un punto de ebullición. De hecho, el aparente éxito espectacular de la economía india en comparación con otros países del mundo no ha hecho más que avivar esta ira, que podría estallar más pronto que tarde.
Bangladesh, aunque es una economía mucho más pequeña que la India, era considerada un «tigre emergente», una economía en rápido crecimiento, bajo el mandato de Sheikh Hasina. Pero, para sorpresa de muchos, estalló repentinamente un movimiento de masas que derrocó a ese régimen.
Una situación similar podría desarrollarse en la India. A pesar de que Modi se jacta de la tasa de crecimiento del PIB y del hecho de que la India se ha convertido en la cuarta economía más grande del mundo, este año la burbuja podría estallar.
De hecho, la guerra arancelaria impuesta por Trump contra China está ayudando a India, ya que Apple y muchas otras empresas están trasladando sus negocios allí. Pero esto también ha llevado a una mayor explotación de los trabajadores indios, que están siendo brutalmente atacados por el régimen de Modi con nuevas leyes antiobreras. Esta situación podría empujar al movimiento obrero hacia acciones más combativas contra el Gobierno.
Un enorme movimiento campesino ya derrotó a Modi en 2021, cuando se vio obligado a derogar las draconianas leyes agrícolas que había promulgado para apaciguar a las grandes empresas, arruinando a millones de agricultores y sus familias en toda la India.
Modi también ha desatado brutales ataques contra la clase trabajadora en la India con recortes salariales, privatizaciones a gran escala, reducciones de plantilla y ataques a la sindicalización. Esto ha contribuido a la implacable explotación de la burguesía india, cuya riqueza ha alcanzado niveles sin precedentes.
Después de más de una década de gobierno de Modi, el 1 % más rico de la India posee más del 40 % de la riqueza total del país, mientras que el 50 % más pobre sólo obtiene el 3 %. Al menos 129 millones de indios viven en condiciones de extrema pobreza. Modi ha utilizado esta guerra para desviar toda la ira de la clase trabajadora hacia un enemigo extranjero. Está presentando esto como una victoria contra el terrorismo para continuar su gobierno al servicio de la burguesía india y su saqueo y expolio del país.
En este sentido, los partidos comunistas han emitido vergonzosas declaraciones chovinistas de apoyo a la política de Modi, haciendo directamente el juego a este. La declaración del Partido Comunista de la India dice: «El CPI cree que la India no tenía otra opción que responder con firmeza contra las fuentes de tal terrorismo», felicitando a Modi por su «enfoque calibrado y no escalatorio», y luego llama al gobierno de Modi a reunir a todos los partidos en unidad nacional contra el terrorismo.
El Partido Comunista de la India (Marxista) —supuestamente el más izquierdista de los partidos comunistas— elogia igualmente al gobierno e incluso pide más «presión» sobre el gobierno pakistaní y más medidas por parte del gobierno para garantizar la «integridad del país». Esto es una traición al deber internacionalista de los partidos comunistas de luchar contra el belicismo y el chovinismo de su propia clase dominante y defender la autodeterminación del pueblo cachemir.
La clase dominante pakistaní
Por otro lado, la clase dominante pakistaní se ha beneficiado de esta guerra incluso más que Modi, ya que ha utilizado el conflicto para aplastar la creciente ola de movimientos de masas en su contra. Siguiendo los dictados del FMI y el Banco Mundial, la economía ha caído en un profundo abismo y el país se tambalea repetidamente al borde de la quiebra.
Para continuar con su saqueo y expoliación, la clase dominante y las instituciones financieras internacionales han desatado ataques masivos contra la clase trabajadora con privatizaciones generalizadas de hospitales, escuelas y universidades en todo el país. Hay un enorme movimiento de los trabajadores de estos sectores y, justo un día antes de la huelga india, se celebraron grandes protestas en varias ciudades del Punyab en las que participaron miles de trabajadores hospitalarios, incluidos jóvenes médicos.
También hay muchos otros movimientos de masas en curso en todo el país, incluido un movimiento de masas del pueblo baluchi contra la represión estatal y la opresión nacional, que el Estado no ha logrado someter a pesar de llevar a cabo enormes operaciones militares que han matado y secuestrado a miles de personas y destruido poblaciones enteras. De hecho, estas operaciones y detenciones han alimentado aún más las protestas masivas en todo Baluchistán.
Este movimiento masivo del pueblo baluchi también ha puesto de manifiesto la bancarrota y el papel reaccionario de los grupos armados que dicen luchar por la liberación nacional y contra el ejército pakistaní. De hecho, algunos consideran que los recientes secuestros en el Jaffar Express, un tren que transportaba a cientos de pasajeros, entre ellos personal del ejército, han sido el detonante de estos últimos acontecimientos.
Pakistán culpa a la India de apoyar a los guerrilleros baluchis y ha jurado vengarse. Muchos analistas han afirmado que el incidente de Pahalgam podría haber sido la respuesta de Pakistán al secuestro. Sin embargo, la principal amenaza para la clase dominante pakistaní no son estos grupos armados, supuestamente apoyados por el Estado indio y el régimen talibán en Afganistán, sino el movimiento de masas en el que participan decenas de miles de personas en todo Baluchistán.
Recientemente ha surgido otra amenaza real para la clase dirigente pakistaní con el estallido de un movimiento de masas en Sindh por la cuestión de los nuevos canales y el agua del río. El Gobierno pakistaní había anunciado planes para construir seis nuevos canales en el río Indo, algunos de los cuales abastecerían principalmente de agua a un desierto llamado Cholistán.
Este proyecto de agricultura corporativa, de 4000 millones de dólares, estaba controlado por el ejército y respaldado por el Banco Mundial. Afectaría enormemente a los agricultores de Sindh y Punjab, que ya se enfrentan a la escasez de agua. Desviar el agua hacia estos nuevos canales destruiría el sustento de cientos de miles de estos agricultores.
El Gobierno de Pakistán ya ha desatado ataques sin precedentes contra los agricultores. Los agricultores que siembran cultivos básicos como el trigo se han arruinado, ya que se ven obligados a venderlos por debajo del precio de coste.
Esta situación desencadenó un movimiento masivo en Sindh, en el que una protesta que comenzó el 16 de abril bloqueó la principal arteria del país que conecta Sindh y Punjab. Todo el transporte de mercancías en el país se paralizó durante varias semanas durante estas protestas. El Gobierno fue incapaz de resolver este problema a pesar de los frenéticos esfuerzos de su principal socio de coalición, el PPP, que también está en el poder en la provincia de Sindh.
El movimiento fue creciendo y cada vez más personas en Sindh salieron a la calle para unirse a las protestas y atacar a los generales y también al PPP por su traición. Aunque el PPP y otros partidos intentaron desviar este movimiento hacia el odio nacionalista contra Punjab, no tuvieron mucho éxito.
Al final, el Gobierno aceptó las demandas de los manifestantes, aunque afirmó falsamente que no era debido a la presión del movimiento, sino a que Modi había anunciado la cancelación unilateral del Tratado del Agua del Indo. En este contexto, los líderes del PPP, incluido Bilwal Bhutto, atacaron con vehemencia a Modi y afirmaron que «o fluye nuestra agua o fluye su sangre».
Mientras tanto, él y su partido se enriquecen con la sangre y el sudor de millones de agricultores y trabajadores de Pakistán. Esta guerra sin duda le ha ayudado a él y a sus colegas de la coalición gobernante a desviar la ira de los trabajadores.
Movimientos de masas en Cachemira
De manera similar, se está produciendo un enorme movimiento de masas en la Cachemira controlada por Pakistán, donde decenas de miles de personas se han movilizado dos veces en el último año para infligir una derrota aplastante a la clase dominante.
Bajo la dirección del Comité de Acción Awami de Cachemira, el pueblo ganó la lucha contra la subida de precios, obligando al gobierno a bajar enormemente el precio de la electricidad y la harina de trigo. Una unidad de electricidad en Azad Cachemira, que antes del movimiento costaba más de 50 rupias, ahora cuesta 3 rupias. Este movimiento sigue siendo fuerte y el 13 de mayo está prevista otra reunión masiva en Muzaffarabad para conmemorar el primer aniversario de los mártires del movimiento que fueron asesinados por el Estado pakistaní.
Este movimiento también se está debatiendo con entusiasmo en la Cachemira ocupada por la India y está inspirando otra ronda de movilizaciones masivas contra la opresión del Estado indio.
Modi se ha felicitado a sí mismo por «resolver» la cuestión de Cachemira mediante sus medidas draconianas. Se jacta de haber aplastado el movimiento revolucionario de masas en Cachemira al derogar un artículo especial de la Constitución india relativo a Cachemira en 2019 y al imponer un toque de queda y detenciones masivas, que se prolongaron durante muchos años.
Sigue habiendo una enorme presencia de fuerzas armadas en Cachemira, pero el Gobierno de Modi está tratando de recuperar el turismo y los negocios. A pesar de haber restablecido la «normalidad» en Cachemira con la instauración de un Gobierno supuestamente elegido (pero débil), sigue existiendo la posibilidad de que se produzca otro movimiento de masas, inspirado especialmente por el movimiento del Comité de Acción Awami en Azad Cachemira y Gilgit-Baltistán.
El uso de la cuestión de Cachemira
Una vez más, la cuestión de Cachemira está siendo utilizada en esta guerra por la clase dominante de ambos países para atacar a la clase obrera de sus propios países y de Cachemira, y para continuar su ocupación.
Solo la acción unida de la clase obrera de ambos países puede derrotar estos objetivos y metas. Lamentablemente, los partidos comunistas y la izquierda de ambos países han capitulado completamente ante la clase dominante, y sus posiciones sobre la cuestión de Cachemira y sobre la guerra son las mismas que las del Estado y de los partidos gobernantes.
De hecho, ningún partido político ni líder habla nunca de derrocar el capitalismo y el Estado capitalista, tanto en la India como en Pakistán, que son la causa fundamental de todas las guerras, la opresión nacional y el terrorismo que el pueblo de la región se ve obligado a soportar.
La partición del subcontinente y la posterior construcción de estos Estados capitalistas solo beneficiaron a las clases dominantes de estos países y a las potencias imperialistas del mundo. Los trabajadores de ambos lados han seguido viviendo en la pobreza extrema, sufriendo el desempleo y la miseria, mientras que los ricos de ambos lados viven en el lujo más extremo. La clase dominante de ambos países ha librado varias guerras entre sí y miles de personas han perdido la vida. Cuando no están en guerra, se preparan para ella y construyen sus arsenales a costa de sumir a millones de personas en el hambre y la pobreza.
La situación ha llegado a un punto en el que ambos países tienen poder nuclear y armamento más avanzado, mientras que cientos de miles de personas mueren cada año en ambos bandos por hambre y falta de medicinas. Para continuar con su saqueo y expoliación, estas clases dominantes utilizan la política de los prejuicios religiosos, nacionalistas y de otro tipo para azuzar el apoyo y seguir sosteniendo este sistema basado en la explotación.
Para poner fin a estas guerras, la clase obrera de ambos países tendrá que librar una lucha contra su propia clase dominante y derrocar el sistema capitalista, que es la raíz de todo el derramamiento de sangre y el terrorismo.
El 20 de mayo, se espera que más de 250 millones de trabajadores y campesinos se sumen a una huelga general en la India. Este es un momento en el que la dirección de esta huelga podría ofrecer un programa de solidaridad obrera para poner fin a estas guerras para siempre y lanzar una guerra de clases contra Modi y su régimen. Junto con las reivindicaciones inmediatas de los trabajadores y los campesinos, deben añadirse reivindicaciones políticas que ataquen la explotación de la burguesía en la India y sus intereses de clase.
Por otro lado, los trabajadores pakistaníes pueden organizar protestas y manifestaciones de solidaridad con las mismas reivindicaciones para poner fin a esta guerra y lanzar una guerra de clases contra la clase dominante de Pakistán, que cuenta con el respaldo de las potencias imperialistas mundiales.
Solo una revolución socialista en todo el subcontinente puede ofrecer un camino a seguir para la clase trabajadora, un camino que ponga fin para siempre a estas fronteras artificiales que dividen la India y Pakistán y deshaga el crimen de la partición. Solo una federación socialista del sur de Asia puede garantizar el fin de las guerras, la pobreza, el desempleo y la miseria, y la opresión de Cachemira. Esta revolución marcará el comienzo de un período de prosperidad y desarrollo en toda la región y será el punto de partida de una revolución socialista mundial que barrerá el capitalismo de la faz de la Tierra.
¡Viva la unidad de la clase obrera de la India y Pakistán!
¡No a la guerra, sino a la guerra de clases!
¡Adelante con la revolución socialista en la India y Pakistán!
¡Adelante con la federación socialista del sur de Asia!
¡Trabajadores del mundo, uníos!
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