Industria española de armamento: un negocio floreciente

Por mucho que Sánchez condene el genocidio en Gaza y se enfrente a Trump rechazando subir el gasto militar al 5% del PIB, el Estado español es el número 18 en el mundo en gasto militar con un total de 24.600 millones de dólares, según el SIPRI. Sánchez ha impulsado el mayor incremento en gasto militar de la historia reciente, con una inyección de 10.471 millones de euros para alcanzar el 2% del PIB en gasto militar —que originalmente le había exigido la OTAN— este mismo año, en vez de para 2029.
La industria militar española exporta tanto, que es la novena del mundo (Ara, 10/03/25). Produce buques, vehículos blindados, proyectiles, municiones y componentes aeronáuticos. El gobierno español está tan a favor de la exportación de armas que, entre 2022 y 2023, concedió más de 3.000 licencias de exportación de armas y solo denegó dos, según un estudio hecho en junio de 2024 por el Centre Delàs D’Estudis per la Pau.
Las principales empresas son Airbus y Navantia (que están en los top 100 empresas militares del mundo), Indra, Santa Bárbara Sistemas, Expal e ITP Aero. Estas 6 empresas concentran un 80% del sector militar español. Y debajo de ellas hay cientos de pymes y miles de subcontratistas (Ara, 15/02/25). En cuanto a sus accionistas, SEPI (el brazo de inversión industrial del Ministerio de Hacienda) es el principal en Indra con el 28%. También Morgan Stanley tiene 3,47% de las acciones. Santa Bárbara fue comprada por General Dynamics de los EEUU, igual que ITP Aero (comprado por Bain Capital en 2021) y Expal (que produce municiones en Álava) fue comprada por Rheinmetall de Alemania.
La aeronáutica Airbus es la decimotercera empresa militar en el mundo. Se ha fusionado con varias empresas alemanas, italianas y británicas en un intento de competir con SpaceX de Musk. Junto con Indra, como parte de la inversión masiva del gobierno, ha recibido un préstamo de 80 millones de euros. El País lo describe apropiadamente cuando dice que el sector, tras años de sequía de inversiones, ha recibido una lluvia de dinero. Entre 2008 y 2018 la inversión militar estuvo congelada lo que llevó a muchas empresas al borde del cierre (El País, 02/05/25).
De hecho, Navantia, la segunda empresa militar española más grande, no gana dinero desde hace 17 años, incluso el año pasado perdió 196 millones de euros (El País, 15/07/25). El gobierno español sigue invirtiendo por miedo de perder la poca influencia que tiene. Es más, la estimulación de una bonanza en la producción y exportación de armas ha causado grandes ilusiones entre algunos miembros de alto rango sobre el papel militar que puede jugar el Estado español. Por ejemplo, con el lanzamiento de la nueva fragata F111 Bonifaz y el proyecto de Navantia de construir cuatro buques de guerra más hasta 2030, el Almirante jefe del Estado Mayor de la Armada, Antonio Piñeiro, declaró triunfalmente que “la botadura de este buque de guerra significa la vuelta de nuestra industria naval” (El País, 11/09/25).
El gobierno no solo invierte en esta chatarra para alardear, sino para vender. Según el SIPRI, el 6% de todas las exportaciones al Oriente Medio vienen del Estado español. Durante décadas, ha mantenido una relación comercial militar con el Estado sionista, llegando a ser el quinto país de la UE que más armas y municiones ha exportado a Israel después del 7 de octubre 2023 (Centre Delàs D’Estudis per la Pau, junio 2024). Sin embargo, bajo la presión popular ha declarado un embargo que revoca los contratos vigentes y no permite nuevas licencias. Hay que exigirle que cumpla con su compromiso, del cual no nos fiamos porque tiene una salvaguarda que permite reanudar el intercambio comercial “en circunstancias excepcionales” (El País, 23/09/25).
Con su nivel asombroso de exportaciones, apoyados en la inversión estatal, Sánchez facilita que empresas españolas se lucren con la guerra en todas partes. La producción y venta de armas es una parte integral del capitalismo y cualquier jefe de gobierno lo va a promover para proteger los intereses de sus capitalistas nacionales. Y, como en todos los demás países, la inversión en armas implicará una reducción drástica del gasto social, lo cual es una receta acabada para un aumento de la lucha de clases.

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