La Bola de Cristal: la revolución puede ser televisada

La Bola de Cristal es un hito en la historia cultural y política del Estado español. Nunca antes ni después la televisión de este país ha hecho un programa que acercara las ideas del marxismo a los niños y jóvenes. Un programa que nació para rellenar una franja horaria difícil y que terminó siendo un verdadero fenómeno de masas cuya estela estética y política llega hasta hoy. Las razones de aquella brillante anomalía hay que hallarlas en el momento que vivían la sociedad y la televisión en España en aquellos años y, sobre todo, en la genialidad de una revolucionaria llamada Lolo Rico.

La televisión de los 80

Las grandes luchas de masas del tardofranquismo y la Transición conllevaron un gran impulso para todos los ámbitos de la cultura, impulso del que la televisión no quedó fuera. Esta era entonces, y lo sería hasta finales de los 80, un monopolio público, libre de la dictadura de los índices de audiencia y que no había sufrido el proceso de uniformización y de caída general de la calidad que la privatización traería consigo en la década de los 90.

Ya en los 70 TVE había alcanzado un nivel muy alto de innovación y calidad tanto en informativos como en ficción, con hitos como La Cabina de Antonio Mercero, Historias para no dormir de Chicho o Curro Jiménez. En los 80, Televisión Española contaba en su seno con un buen número de profesionales formados durante el franquismo y la Transición, profesionales que habían trabajado bajo la censura y en muchos casos habían aprendido a sortearla y que, cuando aquella desapareció (al menos oficialmente) no estaban dispuestos a someterse de nuevo a ningún tipo de imposición.

La presencia de esta capa de profesionales en TVE y las expectativas con el nuevo gobierno del PSOE, que contaba con una mayoría absoluta que no se ha vuelto a repetir, impusieron al gobierno la política de dejar hacer a los profesionales, cuyo máximo exponente fue el primer presidente de la corporación elegido tras la victoria del PSOE, José María Calviño (Lalín, 1943). Esta política de no intervención en los contenidos ayudó a que tanto los informativos como los programas de entretenimiento y, como veremos, infantiles y juveniles se pudieran desarrollar con una mayor libertad para los periodistas y los creadores de la que hubo antes y de la que habría después.

España vivió un verdadero Baby Boom en los años 60 y 70. Después de los años del hambre de la posguerra, la estabilización de la economía española provocó no sólo la oleada de luchas obreras que culminaron en los 70, sino también un importante aumento de la natalidad. El censo de 1981 registra un porcentaje de población de 0 a 29 años que no se ha vuelto a repetir.

Esta población infantil y juvenil demandaba no sólo suficientes plazas escolares y de educación secundaria, que llegaban con una lentitud exasperante a los barrios obreros, o puestos de trabajo, que escaseaban para la juventud de los 80. Demandaba también una atención específica por parte de la televisión pública. Los años 80 serán la época dorada de un tipo de programa infantil diferente del simple contenedor de publicidad y dibujos animados que hubo después; programas como El Kiosco, Planeta Imaginario, El Bigote de Babel o la propia versión española de Barrio Sésamo y cuyo mayor exponente será La Bola de Cristal.

A pesar del paro masivo y la plaga de la heroína, las luchas de la Transición habían ganado para la juventud de los 80 un mayor acceso a la cultura del que disfrutaron las generaciones anteriores. Los 80 son también un momento de auge de la industria discográfica internacional y local. Un auge en el que tal vez primara más la cantidad que la calidad, pero a través del que, inevitablemente, se expresaba la juventud de aquel momento. Más allá de la tan encumbrada Movida Madrileña, existieron numerosas escenas locales que contaron con apoyo de los ayuntamientos y diputaciones surgidos de las primeras elecciones municipales de 1979. Esto, por supuesto, tuvo también su reflejo en la programación de TVE, que ya venía haciendo programas musicales desde los 60, pero que ahora se multiplicarán con hitos como Musical Express, La Edad de Oro, Caja de Ritmos, Tocata, etc.

Dentro de todo este magma que fluía en RTVE y en la sociedad española estaba María Dolores Rico Oliver, Lolo Rico (Madrid, 1935 – Donostia, 2019), que ya había trabajado como guionista y directora en distintos programas de la casa dirigidos al público infantil y juvenil y que, en 1984, recibió el encargo de rellenar la difícil franja de los sábados por la mañana con un programa de su autoría.

Lolo Rico y el nacimiento de La Bola de Cristal

Señalar que Lolo Rico ya se había leído El Capital de Marx con 11 años no pasaría de ser una curiosidad biográfica si no fuera por La Bola de Cristal. Lo cierto es que la vida de esta mujer excepcional concentra buena parte de los cambios que atravesó la sociedad española en el siglo XX. En su caso, esa transformación se concretó en la decisión, ya con 40 años y en medio de las luchas de la Transición, de escapar de un matrimonio opresivo con un empresario del Opus y reencontrarse tanto con la libertad personal como con las ideas del marxismo que había absorbido en su niñez. De su familia y del grupo de amigos que la rodearon a partir de entonces saldrá buena parte del equipo que hizo posible La Bola de Cristal.

La primera emisión del nuevo programa tuvo lugar el 6 de octubre de 1984, y ya desde el principio quedaba claro que Lolo Rico había pergeñado algo completamente distinto del típico programa infantil del periodo anterior. El primer impacto fue la aparición de un grupo de muñecos, una nueva versión de los tradicionales títeres de cachiporra, que pasaron a la historia con el nombre de Los Electroduendes. El Hada Vídeo, Maese Cámara, Maese Sonoro y la Bruja Truca tomaban sus nombres de distintos elementos de la tecnología aplicada a la producción audiovisual. Y junto a ellos, como gran antagonista, estaba la Bruja Avería, la encarnación del mal y del caos.

Los Electroduendes son una creación de Lolo Rico a la que dieron forma Miguel Ángel Pacheco y Alejandro Milán y que, a lo largo de la primera temporada, se encargaran de sabotear los intentos de los presentadores Isabel Bauzá y Gerardo Amechazurra de conducir un programa infantil al uso. Los Electroduendes protagonizaban el primer segmento del programa, el dirigido más decididamente al público infantil, y sus guiones, que irán ganando en profundidad y filo político a partir de la segunda temporada, están basados en el rechazo a todo tipo de paternalismo y condescendencia para con el niño. Una falta de condescendencia presente en la mejor literatura infantil y juvenil y que es inseparable del salto en la conciencia de las masas españolas, y con ella de la propia Lolo Rico, en la década anterior.

Los Electroduendes son una nueva versión de los tradicionales títeres de cachiporra / Museu Internacional de Titelles, Albaida

El segundo bloque del programa, llamado El Librovisor, era una ventana a la cultura clásica y contemporánea; al cine, la literatura, la mitología y los cuentos tradicionales, en la que se combinaban la parodia y la irreverencia con la rigurosa divulgación. Al frente de este segmento, en su primera temporada, estaban el actor Miguel Ángel Valero (el famoso Piraña de Verano Azul) en el papel del Detective Mantequilla (una versión adolescente de los detectives de la novela y el cine negro estadounidenses) y una artista que representaba buena parte del ethos de los 80, en lo bueno y en lo malo: Olvido Gara “Alaska” (México, 1963), que permanecerá a lo largo de todo el recorrido de La Bola de Cristal, contribuyendo de forma decisiva a la impronta estética del programa.

Por las entrevistas de El Librovisor, en su primera temporada, pasaron creadores como Antonio Buero Vallejo o Juan Genovés, y políticos de todo el espectro parlamentario de entonces, desde Cristina Almeida hasta Jorge Vestrynge, pasando por Enrique Tierno Galván. Para completar el elenco, en enero de 1985, se incorporaron al espacio dos cómicos andaluces que tendrán un protagonismo clave en todo el desarrollo posterior de La Bola de Cristal: Pedro Reyes (Tánger, 1961 – Valencia, 2015) y Pablo Carbonell (Cádiz, 1962).

Hasta el programa vigésimo primero, el programa concluía con la sección La Banda Magnética, un contenedor para series y reportajes breves sobre cine clásico que, en su primera temporada, emitió la serie infantil para cine de los años 30 La Pandilla y más adelante La Familia Monster y Embrujada, ambas comedias de situación basadas en el cine de terror. A partir de 1985 se comenzó a emitir La Cuarta Parte, una sección variada en la que se incluyeron diferentes seriales de producción propia y que, poco después, contó con otro de los espacios que hicieron de La Bola de Cristal un programa histórico: el noticiario de El Cuarto Hombre presentado por Javier Gurruchaga (Donostia, 1958), otro de los artistas clave de la década de los 80 y que, en La Bola de Cristal, representaba el contenido más cercano al público adulto y con más curiosidad cultural.

La primera temporada de La Bola de Cristal sirvió sobre todo para sentar las bases de todo su desarrollo posterior. En primer lugar, su estética, basada tanto en la tecnología audiovisual como en el amor por el cine clásico y, en particular, por el terror de la Universal o la Hammer, que casaba a la perfección con la estética siniestro-gótica en boga en aquel momento. Sirvió también para establecer el lenguaje del programa, y en especial el de Los Electroduendes, una divertidísima jerga basada en términos eléctricos y electrónicos, con construcciones tan hilarantes como “gilivatios”, “metecátodo”, “subturbíneo” o “de pila máster”. La estética y la filosofía del programa pasaban también por su uso magistral de las imágenes de archivo, provenientes de noticiarios cinematográficos y de la propia RTVE, y por las breves piezas de continuidad que se convirtieron en uno de sus sellos, con frases a la vez didácticas y subversivas como “a lo mejor deberías ver menos la tele”, “no destruyas la ciudad, ese no es el enemigo” o la clásica “solo no puedes; con amigos, sí”.

Y en la primera temporada de La Bola de Cristal también se estableció su conexión con la música popular española de aquel momento. En la nómina de artistas que compusieron canciones para el programa están José María Cano (autor de la sintonía), Santiago Auserón, Kiko Veneno, Loquillo y Carlos Berlanga. La conexión fue tal que el programa produjo los primeros videoclips realizados en España[1]. Con el tiempo, La Bola de Cristal llegaría a organizar conciertos e incluso de su seno saldría el grupo Los Toreros Muertos, de Pablo Carbonell. Con todos estos logros obtenidos en la primera temporada, La Bola de Cristal estaba para dar, a partir de la segunda temporada, el salto que lo convirtió en un verdadero fenómeno estético y político.

¡Viva el mal, viva el capital!

La segunda temporada de La Bola de Cristal arrancó con el nuevo y definitivo diseño de Los Electroduendes, con la salida de los antiguos presentadores de la sección y con la incorporación como guionista de Santiago Alba Rico, hijo de Lolo. Su hermana Isabel se incorporará a hacer los guiones de La Cuarta Parte y en El Librovisor entrará a escribir Carlos Fernández Liria.

Es a partir de la segunda temporada que Los Electroduendes empiezan a ser protagonistas de las más disparatadas y afiladas sátiras sobre el mundo de los adultos con una carga de profundidad sobre el sistema capitalista primero implícita y después explícita y directa. Todos los diálogos, además, serán en verso a partir de ahora. Hitos de esta transformación de Los Electroduendes son los episodios Mal Cationes, una parodia del cine de Gánsteres, Elecciones en Anódica, sobre el proceso electoral estadounidense, y Bobín de los Bosques, en el que el proceso de acumulación originaria del capital que describe Marx en su magna obra se representa de la forma más didáctica y divertida que se haya visto.

Éste será el eje central del contenido de Los Electroduendes hasta el final de La Bola de Cristal. En estas piezas, los Electroduendes serán proletarios, capitalistas, ministros y personajes históricos, pero será siempre la Bruja Avería la que represente al Capital y a todas sus manifestaciones, con todo el caos que las acompaña. Para ella acuñó Santiago Alba Rico la frase demoledora que resume toda esta etapa: “¡Viva el mal, viva el Capital!”. La sátira de Los Electroduendes no se detendrá ahí, sino que incluirá el uso de imágenes de archivo y de informativos en los que se ridiculiza a las figuras políticas del momento, desde los ministros del PSOE hasta Reagan, Thatcher o Pinochet, pasando por el propio Felipe González. La Bola de Cristal destripaba las noticias que los niños y jóvenes de los 80 veían de refilón en los Telediarios y, con su sátira, destapaba todo el absurdo y el caos que el capitalismo desata. Un tema recurrente y central fue el recrudecimiento de la Guerra Fría y, con ello, del pánico nuclear. Las explosiones provocadas por el rayo destructor de la Bruja Avería combinadas con las imágenes de explosiones y lanzamientos de misiles reales son de las imágenes más impactantes del programa y uno de los mejores retratos del estado de ánimo de la época.

El equipo de La Bola de Cristal en 1986 / Archivo RTVE

El contenido político de La Bola de Cristal no pasó desapercibido para la prensa de derechas, que dedicó algunos artículos airados contra el adoctrinamiento marxista de niños y jóvenes. Pero fue en los sectores más cercanos al gobierno del PSOE donde el contenido del programa generaba más preocupación. No gustaban ni las críticas al propio gobierno, ni mucho menos las dedicadas a la OTAN ni a Thatcher y Reagan. En aquel momento de lento declinar de las organizaciones a la izquierda del PSOE, declive que no se revirtió hasta 2014 con la aparición de Podemos, La Bola de Cristal se alzó como una inesperada voz de oposición al gobierno de Felipe González desde la izquierda, posicionándose en temas clave como el referéndum de la OTAN de 1986 y las luchas estudiantiles del curso 86/87[2]; y todo esto además desde la televisión pública y con una audiencia de millones de personas.

No eran sólo Los Electroduendes; Fernández Liria desde El Librovisor también lanzó andanadas contra la OTAN, la patronal y el gobierno, con un elenco que, además de a Alaska y Pablo Carbonell, incluyó a los actores Mercedes Sánchez, Paco Maestre y Nicolás Barrero; e Isabel y Lolo Rico crearon para La Cuarta Parte el espacio Educando al patito, en el que Lolo Rico, acompañada de un pato de verdad, entrevistaba a empresarios y figuras mediáticas para, con ironía y sutileza, exponer toda su vacuidad y su mediocridad; pero además la serie se cerró con una entrevista, exenta de toda ironía, a Marcelino Camacho, referente histórico de unas Comisiones Obreras claramente enfrentadas entonces con el gobierno del PSOE. La irritación de los afines al gobierno con Lolo Rico y La Bola de Cristal encontró finalmente un vehículo con el cambio en la presidencia de RTVE, la cual abandonó Calviño para ser ocupada por la cineasta Pilar Miró.

Pilar Miró y el fin de La Bola de Cristal

Pilar Miró (Madrid, 1940 – 1997), fue una de las primeras realizadoras que entraron en la nómina de RTVE y pronto se destacó como una de las cineastas más interesantes de su generación. Después de dirigir programas para la casa, episodios de series como Curro Jiménez y un primer largometraje, Miró protagonizó uno de los hechos culturales más destacados de la Transición con su película El crimen de Cuenca (1979), el primer (aunque no el último) caso de censura contra una película después de 1977[3], que le costó un consejo de guerra a la propia directora y que no se pudo estrenar hasta 1981.

Tras la victoria del PSOE en 1982, Pilar Miró fue nombrada directora general de cinematografía en el Ministerio de Cultura. Una de sus primeras decisiones al asumir el cargo fue cesar nada menos que a Luís García Berlanga como director de la Filmoteca Española[4]. Poco después elaboró el Real Decreto 3304/1983, de 28 de diciembre, sobre protección a la cinematografía española (llamado obviamente Ley Miró) que, con la intención de fomentar el cine de autor y de factura académica, premiable en festivales, tuvo un efecto nefasto sobre la producción cinematográfica de los 80, laminando buena parte de lo que se había conseguido en los 60 y 70 sobre todo en el cine fantástico y de terror y privilegiando producciones que objetivamente no conectaban con el público y a las que se imponía la ominosa cartela de “película subvencionada por el Ministerio de Cultura”[5].

Pilar Miró fue nombrada directora general de RTVE en 1986 y desde el principio puso a Lolo Rico y a La Bola de Cristal en su punto de mira. El asedio al programa empezó con sugerencias y notas de la dirección para suavizar tal o cual aspecto de los guiones. Lolo Rico, sin embargo, estaba firmemente comprometida con la libertad creativa de todos los miembros de su equipo y desoyó cualquier sugerencia que pudiera hacerle partícipe de cualquier tipo de censura. Finalmente, la dirección de la casa decidió en la primavera de 1988, de forma unilateral, eliminar una pieza de Los Electroduendes en la que se parodiaba a la educación privada y se hacía una defensa de la educación pública que Lolo Rico se había negado a retirar.

Alaska, Javier Gurruchaga y Lolo Rico en el programa número 100 de La Bola de Cristal / Archivo RTVE

Este fue el final de La Bola de Cristal. La nueva dirección de RTVE, con Pilar Miró a la cabeza, había decidido poner fin al periodo de libertad del que gozó el ente público en los años precedentes, atar en corto a los profesionales y allanar el camino para la llegada de las televisiones privadas que se produjo sólo un año más tarde. Pilar Miró, la excelente cineasta, había devenido en servil burócrata. Lolo Rico supo que aquel ya no era su lugar. Pero antes de concluir su periplo, La Bola de Cristal dejó en sus últimos días de la primavera de 1988 algunas de sus mejores andanadas contra la burguesía y el imperialismo con las series Las memorias de Amperio Felón en Los Electroduendes y Vidas ejemplares en El Librovisor.

Irónicamente, Pilar Miró fue víctima de los mismos métodos burocráticos que ella aplicó contra Lolo Rico y otros creadores cuando fue obligada a dimitir de la dirección general de RTVE por una presunta corruptela menor. Abandonada por el aparato del PSOE al que tan fielmente había servido, Miró volvió a su oficio y nos entregó películas de excelente nivel como el thriller Tu nombre envenena mis sueños y, sobre todo, su genial adaptación de El perro del hortelano, de Lope de Vega. Pero la renovada carrera de Pilar Miró se vio truncada por su prematura muerte en octubre de 1997, privándonos de un gran talento lamentablemente empañado por sus decisiones políticas.

El último programa de La Bola de Cristal salió al aire el 25 de junio de 1988, con una reposición el 10 de septiembre del mismo año. En su despedida, el pato al que Lolo Rico estuvo alimentando durante toda la temporada con cultura empresarial y filosofía posmoderna se convierte en un monstruo, interpretado por Paco Maestre, que se dispone a arrasar con toda la historia y las tradiciones de la izquierda y el movimiento obrero y, de paso, con la propia Bola de Cristal. Este monstruo representa a la socialdemocracia abrazada a la burguesía y al aparato del Estado que, efectivamente, acabó con La Bola de Cristal y que ha hecho todo lo posible para erradicar las ideas del marxismo, ideas que resisten tozudamente y que la juventud de hoy vuelve a descubrir.

La generación de La Bola de Cristal

A RTVE le llevó tiempo comprender a qué clase de talento habían dejado escapar con la marcha de Lolo Rico y qué clase de programa histórico fue La Bola de Cristal. No fue hasta el vigésimo aniversario, coincidiendo con la publicación de El libro de La Bola de Cristal de Lolo Rico, que la casa se implicó en la publicación de una colección en DVD de episodios y piezas seleccionadas del programa. En los años posteriores, la web de RTVE ha ido recuperando progresivamente la mayor parte del contenido del programa y, en este pasado 2024, ha elaborado una programación más amplia para el cuarenta aniversario, en la que, aun así, tratan de limar todo lo posible el verdadero filo revolucionario de La Bola de Cristal.

En la celebración de los cuarenta años, Alaska ni estaba ni se le esperaba. Ya para el trigésimo aniversario la cantante había renegado abiertamente de La Bola de Cristal. Entrevistada por TVE con ocasión de la efeméride, declaró que lamentaba haber participado en un programa tan comprometido políticamente (por supuesto con la izquierda). Hoy Alaska intenta reverdecer algunos de los laureles de los 80 con el estreno de un documental para Movistar y sigue muy cómoda en su papel de una punki en la corte de Díaz Ayuso. Loquillo, en cambio, sí ha participado del cuarenta aniversario, aunque aplicando su propio sesgo, haciendo hincapié en la irreverencia del programa más que en su contenido político y aprovechándolo para su campaña reaccionaria contra la “corrección política”.

Santiago Alba Rico y Carlos Fernández Liria han seguido ubicados en la izquierda del espectro político, pero sus posiciones han ido girando con los años hacia el reformismo de izquierdas, participando ambos en la fundación de Podemos en 2014. La serie de artículos de Alba Rico sobre la primavera árabe, y en especial sobre Siria, son un ejemplo de cómo no se deben analizar desde el marxismo los procesos revolucionarios ni el papel del imperialismo occidental y no parecen escritos por el mismo autor de las mejores sátiras contra la OTAN hechas en castellano. Fernández Liria, por su parte, participó junto a Alan Woods en la presentación de nuestra edición de Revolución y contrarrevolución en España, de Felix Morrow, en octubre de 2014 y ha sido uno de los referentes de Podemos más cercanos a Pablo Iglesias.

Lolo Rico sostuvo hasta su muerte las ideas estéticas y políticas que alumbraron La Bola de Cristal / UL

Por su parte, Lolo Rico sostuvo hasta su muerte las ideas estéticas y políticas que alumbraron La Bola de Cristal. Quien escribe estas líneas tuvo ocasión de conocerla en Madrid en 1996, en un encuentro de radios alternativas. En su conferencia, Lolo Rico no perdió ocasión de reivindicarse como marxista y dio una lección magistral sobre el funcionamiento de los grandes medios de comunicación. Quien firma pudo departir amablemente con ella unos minutos y ofrecerle un periódico marxista que ella adquirió. Años después, Lolo Rico publicó el ya mencionado Libro de La Bola de Cristal y sus memorias ¿Cómo es posible que el tiempo pase tan deprisa y yo no me dé cuenta?, y mantuvo una constante actividad como columnista y colaboradora de medios alternativos hasta su muerte en 2019.

A aquellos que recibieron el mensaje de La Bola de Cristal y empezaron su militancia política en los 90 les tocó durante muchos años nadar contra la corriente. La generación de La Bola de Cristal vivió la caída de la URSS, el comienzo de la efímera Pax Americana, el retroceso de las ideas del marxismo y el vaciamiento de las organizaciones comunistas. La concatenación de la pretendida caída del comunismo con los años de bonanza económica y los gobiernos del PP provocaron un periodo de atonía política que, con las explosiones puntuales de la guerra de Irak en 2003 y el atentado del 11M en 2004, habría de durar hasta mayo de 2011. La generación de La Bola de Cristal fue protagonista en los años de las mayores movilizaciones de masas desde la Transición, que culminaron con las Marchas de la Dignidad y cristalizaron políticamente en el breve destello de Podemos[6].

Hoy, los miembros de esta generación que quieran seguir en la brecha, desechando todo lo que no ha funcionado estos años atrás e insistiendo en la validez probada de las ideas del marxismo, deben apoyarse en la nueva generación que está descubriendo estas ideas y está empezando a organizarse para llevarlas a cabo. Y una de las cosas que esta generación puede hacer por los jóvenes es enseñarles lo que fue La Bola de Cristal, cómo se pueden utilizar los recursos audiovisuales para llamar a la acción y formar políticamente y a la vez divertir y ampliar el horizonte cultural. El ejemplo de Lolo Rico, que siempre confió en la juventud que la rodeaba, debe inspirarnos en los tiempos por venir y recordarnos que solos no podemos, pero unidos y organizados sí.

 

[1] Se suele nombrar como primer videoclip realizado por La Bola de Cristal y, por extensión, realizado en España, al del tema Insecticidios del grupo La caída de la Casa Usher (de nuevo las referencias al terror clásico) en 1985, pero ya en 1984 el programa ya había realizado con Santiago Auserón una pieza sobre la base de su canción No se ría que por su formato bien puede considerarse un protovideoclip.

[2] En una emisión Los Electroduendes llegaron a aparecer los dirigentes del Sindicato de Estudiantes, militantes por aquel entonces de lo que es hoy la Internacional Comunista Revolucionaria.

[3] El siguiente caso más sonado de censura fue el del documental Rocío (1980), de Fernando Ruíz Vergara, el primero que abordó la represión franquista durante la guerra civil y que sufrió un secuestro judicial y la mutilación de buena parte de su metraje.

[4] El propio Berlanga recogió este cese y la ligereza con la que le fue notificado en su película Todos a la cárcel, de 1993.

[5] Los efectos de la Ley Miró no se revirtieron hasta la irrupción de una nueva generación de directores en los años 90 como Álex de la Iglesia, Jaume Balagueró o Daniel Calparsoro, iniciando una tendencia ascendente del cine español que llega hasta hoy.

[6] Se da la circunstancia de que la que fuera secretaria general de Podemos – Ahal Dugu en Euskadi, Nagua Alba, es hija de Isabel Alba Rico y, por tanto, nieta de Lolo Rico.

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