La I Guerra Mundial- Parte X: Bandidos grandes y bandidos pequeños

En 1915, mientras Churchill preparaba su desastrosa aventura de Gallipoli, la diplomacia británica trataba de ganar aliados para su guerra contra los turcos en los Balcanes. La misión británica en Sofía informó que Bulgaria podría estar preparando un ataque contra Turquía; esta esperanza se desvaneció pronto cuando Bulgaria se unió a las potencias centrales para atacar en cambio a Serbia. A principios de marzo, Churchill recibió más noticias alentadoras de Atenas. El Primer Ministro griego, Elefterios Venizelos, se comprometía a enviar tres divisiones del ejército a Gallipoli. Le aseguraba a un Churchill feliz que el rey Constantino, conocido por ser pro alemán, no se opondría.

Pero la alegría de Churchill fue prematura. La política griega era una maraña de contradicciones, las promesas se rompían con la misma rapidez con que se hacían y eran habituales las intrigas y traiciones. La burguesía griega, como el resto de las camarillas dominantes de los Balcanes, tenía su propia agenda expansionista. Pero estaba dividida sobre a qué grupo de bandidos imperialistas debía apoyar. Venizelos se inclinaba por la Entente, mientras que el rey y su camarilla preferían a los alemanes como aliados. La única pregunta era: ¿qué lado les garantizaría la mayor parte del botín?

Los alemanes pretendían controlar a los turcos y preparar el terreno para un imperio alemán en el este, que rivalizaría con el Raj británico en la India. La construcción del ferrocarril de Bagdad antes de la guerra fue una parte clave de este plan. Pero para tener éxito, Berlín necesitaba a Turquía y Bulgaria de su lado.

Rusia quería apoderarse de Constantinopla, obtener el control de los Dardanelos y hacer del mar negro un lago ruso. Rusia había presionado a los británicos para lanzar un ataque contra los turcos. Pero a los hombres de San Petersburgo les preocupaba que los británicos quisieran apoderarse de Constantinopla una vez que estuviera bajo su control. La burguesía griega también había puesto sus ambiciones en Constantinopla, pero el problema para Londres era que, una vez que el ejército griego entrara en Constantinopla, no tendrían ninguna prisa en marcharse.

Si los griegos se hacían con Constantinopla se produciría un conflicto con Rusia. Ésa era una de las razones por las que el rey griego miraba a Berlín en lugar de Londres o París. En Roma, los bandidos italianos también se disponían a conquistar partes del territorio turco en los Balcanes, incluso antes de entrar en la guerra. Todos afilaban sus cuchillos en previsión del gran festín que estaba por venir.

En este complejo juego diplomático, los imperialistas franceses y británicos no querían que Rusia tomara el control de Constantinopla. Los franceses temían que una presencia naval rusa en el Mediterráneo desafiara su propio poder, mientras que los británicos veían una amenaza potencial para Egipto y el Canal de Suez –es decir, la India británica. Controlarían a Rusia durante la guerra y luego la traicionarían en la conferencia de paz después de la guerra.

Todos tenían un ojo puesto en el enemigo, y el otro fijo en sus «aliados». El Primer Ministro británico, H. Asquith, declaró a su gabinete que las discusiones sobre la división del Imperio otomano «se asemejaban a una pandilla de bucaneros”. Una comparación muy apropiada, a la que añadió: si “dejáramos a otras naciones pelearse por Turquía sin tomar nada nosotros mismos, no estaríamos haciendo nuestro trabajo». (Citado en D. Fromkin, A peace to end all peace, p.142).

El cisma nacional

 

Mapa de la «Gran Grecia» propuesta por Eleftherios Venizelos en la Conferencia de Paz de París de 1919.

Las ambiciones de la burguesía griega para crear una “Gran Grecia” encontraron su expresión en lo que se llamó la “Gran Idea” o “Idea de Megali». Por un accidente afortunado, Grecia se encontró del lado de los vencedores de la Gran Guerra. Fue recompensada por los Aliados por sus servicios (aunque, en verdad, fueron mínimos). Bajo el Tratado de Neuilly (1919) se le concedió la anexión de Tracia occidental y recibió aún más concesiones del colapsado Imperio otomano bajo el Tratado de Sèvres (1920). Sin embargo, no estaba descartado que Grecia hubiera entrado en la guerra del lado de Alemania.

En la Segunda Guerra Balcánica, en 1913, Serbia y Grecia habían conquistado gran parte de Macedonia, que antes habían prometido a Bulgaria. Bajo el Tratado de Bucarest, Grecia aumentó su territorio en un 70% y su población creció de 2.700.000 a 4.800.000 habitantes. El Estado griego, que hasta entonces había sido más o menos homogéneo étnicamente, poseía ahora “nuevas tierras» pobladas de musulmanes, eslavos y judíos.

Las convulsiones de la guerra produjeron un masivo intercambio de poblaciones. Personas que habían convivido pacíficamente durante siglos se vieron desarraigadas y expulsadas de sus hogares. Los griegos huyeron de Tracia oriental, Asia menor y Bulgaria hacia la Macedonia griega, mientras que los búlgaros y musulmanes habitantes de esas mismas regiones huyeron en la dirección opuesta. Las “nuevas tierras» del Reino griego proporcionaron nuevos recursos materiales y humanos pero sólo a costa de aumentar el antagonismo con sus vecinos. Estos éxitos alimentaron las ambiciones expansionistas de la burguesía griega. Bajo el pretexto de liberar al pueblo griego, que permanecía bajo el dominio turco, prepararon una guerra contra Turquía que terminó en una catástrofe nacional.

Se creó una atmósfera de odio que envenenó las relaciones entre Atenas, Sofía y Constantinopla. Los militares y políticos serbios llevaron a cabo una gran actividad propagandista, poniendo sus miras en la Macedonia griega occidental –donde había una gran población eslava, parte de la cual deseaba unirse a sus compañeros eslavos. La negativa de Constantino a proporcionar ayuda militar a Serbia llevó a un aumento de la actividad propagandista serbia, aunque disminuyó tras el regreso de Venizelos como Primer Ministro y la entrada oficial de Grecia en la guerra.

La guerra produjo profundas contradicciones dentro de la clase política griega, que salieron a la superficie a principios de 1915. Cuando Gran Bretaña y Francia pidieron ayuda militar a Grecia en la campaña de Gallipoli a cambio de vagas promesas sobre futuras concesiones en Asia menor occidental. Venizelos aceptóinmediatamente, e incluso ofrecióconcesiones territoriales limitadas a Bulgaria. Pero los Generales del Estado Mayorgriegos se oponían implacablemente al envío de tropas a los Dardanelos. Estaban más preocupados por fortalecer su dominio absoluto sobre las “nuevastierras» en la región norte. También tenían dudas sobre las posibilidades de éxito de la campaña –dudas que pronto se demostraron estar bien fundadas.

Las relaciones entre el Primer Ministro Venizelos y el Príncipe Constantino (más adelante rey Constantino I) se deterioraron hasta el punto de producir una ruptura en el régimen político del país. El resultado fue una grave crisis política interna conocida como “el cisma nacional”. La separación entre la camarilla monárquica y la burguesía por el control del poder se extendióal cuerpo de oficiales griego. Masivas movilizaciones de simpatizantes de ambos bandos amenazaban con llevar al país a la guerra civil.

Los miembros de la facción monárquica eran pro-alemanes. Constantino apoyaba al Estado Mayory Venizelos tuvo que dimitir. Ese día, sin embargo, las primeras tropas aliadas aterrizaron en Salónica. El objetivo de la llamada campaña de Macedonia era, en parte, presionar a Grecia para entrar en la guerra del lado de la Entente y, en parte, para apoyar al ejército serbio contra la amenaza búlgara. En realidad, no se alcanzóninguno de esos objetivos. El 26 de junio de 1917, respaldado por los Aliados, Venizelos volvióa Atenas y reasumiósu puesto como Primer Ministro y procedióa depurar la maquinaria del Estado y las Fuerzas Armadas de los monárquicos.

No mucho más tarde llegóel final de la guerra. La resistencia búlgara se derrumbófinalmente con la caída de Skopje el 29 de septiembre de 1918. Aplastados por el peso de la guerra, los soldados y campesinos búlgaros se amotinaron y Bulgaria se vio obligada a capitular. La guerra en los Balcanes terminócon el colapso de los Imperios de Habsburgo y otomano. Al igual que las camarillas gobernantes serbias, búlgaras y rumanas, los gobernantes griegos, ávidos de expansión, intentaron aprovechar el declive del Imperio otomano y los antagonismos entre las Grandes Potencias con el fin de aplicar su propio programa imperialista.

La derrota de Turquía en la guerra aceleróel inevitable colapso del Imperio otomano, que fue dividido entre las potencias victoriosas de la Entente con la firma del Tratado de Sèvres, el 10 de agosto de 1920. Durante la guerra se hicieron una serie de acuerdos secretos sobre su reparto. Con el fin de atraer a potenciales aliados del lado de la Triple Entente, habían hecho promesas contradictorias sobre los acuerdos a alcanzar después de la guerra. Cuando llegóel momento de cobrarse esos pagarés, los destinatarios potenciales quedaron a menudo decepcionados.

Todos ellos –los bandidos grandes y pequeños– estaban interesados en la apropiación de territorio tras la desintegración del Imperio otomano. Durante la guerra, los británicos prometieron Palestina a los árabes y los judíos, asíprepararon el futuro terreno para décadas de guerras y derramamiento de sangre. Al final, los británicos no cedieron Palestina ni a los judíos ni a los árabes, sino que se la apropiaron para símismos. Los imperialistas británicos y franceses se quedaron con grandes partes de territorio en Oriente Medio, incluyendo Siria, Líbano e Iraq –previamente bajo control otomano.

Una tragedia griega

El derrumbe del Imperio otomano condujo a una nueva revolución en Turquía con la llegada al poder de Kemal Atatürk, un general republicano que había luchado con éxito contra los Aliados en Gallipoli. Aunque era un anticomunista despiadado, que asesinóy encarcelóa los dirigentes del Partido Comunista turco, llevó a cabo un programa progresista de modernización en un intento por llevar a Turquía hacia el siglo XX.

Los vencedores Aliados, particularmente el Primer Ministro británico, David Lloyd George, que había prometido a Grecia anexiones territoriales a expensas del Imperio otomano, alentóal ejército griego a invadir Turquía. En Versalles, Venizelos presionó para [llevar a cabo] su “Gran Idea”, que entregaría a Grecia las grandes comunidades de habla griega en el norte de Epiro, Tracia y Asia menor.

Los Aliados ya habían prometido a Grecia anexiones territoriales a expensas del Imperio otomano, incluyendo Tracia Oriental, las islas de Imbros (Gökçeada) y Tenedos (Bozcaada), asícomo partes de Anatolia occidental alrededor de la ciudad de Esmirna, en la que vivía una gran población griega. Ahora Atenas estaba decidida a cobrar sus pagarés en su totalidad. Lloyd George informóa los líderes griegos de que Gran Bretaña no se interpondría en su camino si decidían atacar a Turquía. Los griegos tenían luz verde. Fue el comienzo de una terrible tragedia griega. Los hombres de Atenas no tardaron en recibir la indirecta británica. En 1919, el ejército griego invadióTurquía.

Fue una guerra de rapiña, una guerra de expansión que terminóen desastre. El historiador inglés, Arnold Toynbee J., escribió: «la guerra entre Turquía y Grecia que estallóen ese momento fue una guerra defensiva para salvaguardar la patria turca en Anatolia. Fue el resultado de la política Aliada del imperialismo en un Estado extranjero, cuyo poder y recursos militares fueron seriamente subestimados; fue provocada por la injustificada invasión de un ejército griego de ocupación”.

El avance de los griegos parecía imparableinicialmente. Hasta que se produjo el desastre. En agosto de 1922, las fuerzas turcas contraatacaron, obligando a los invasores a huir de forma desordenada. Viendo el desastre militar que se avecinaba, el gobierno griego hizo un llamamiento a los Aliados para pedir ayuda, pero esa ayuda no vino nunca. Después de haber alentado a los griegos a atacar, las potencias británicas y francesas finalmente dejaron a Grecia en la estacada. Las tropas italianas y francesas evacuaron sus posiciones, abandonando a los griegos a su suerte.

Los líderes griegos subestimaron la respuesta de los turcos ante un ataque en su patria. Avivó el sentimiento patriótico, tal y como había sucedido con la aventura de Gallipoli. El contraataque turco es conocido por los turcos como la «Gran Ofensiva» (Büyük Taarruz). Rápidamente, fueron invadidas las posiciones principales de defensa griegas. El 30 de agosto, el ejército griego sufrióuna derrota decisiva en la batalla de Dumlupinar, la mitad de sus soldados fueron capturados o asesinados y su equipamiento totalmente destruido.

Todas estas guerras de rapiña fueron causadas por la codicia de las camarillas gobernantes en todos los países de los Balcanes, por su insaciable sed de tierras y pillaje. Y, en todos los casos, fueron los pobres civiles y soldados –griegos, turcos, serbios, búlgaros, montenegrinos y macedonios– quienes pagaron el precio. Un precio muy grande. El ejército griego había cometido atrocidades contra los turcos, quemando aldeas, expulsando a las familias de sus casas y asesinando a civiles. El avance del ejército turco infligióa su vez una terrible venganza sobre la población griega de Asia menor.

El arzobispo griego de Esmirna escribióa Venizelos suplicando ayuda. Pero esa pobre gente nunca recibióningún tipo de ayuda. El propio arzobispo fue despedazado literalmente en una barbería. Como resultado, más de un millón de griegos, que habían vivido allídurante miles de años, fueron obligados a abandonar aterrorizados sus tierras ancestrales. El sueño expansionista de la burguesía griega había llegado a su fin transformándose en una espantosa pesadilla.

Incendio de Esmirna

Aproximadamente, 2 millones de personas (alrededor de 1,5 millones de griegos de Anatolia y 500.000 musulmanes de Grecia) fueron obligadas a abandonar sus hogares convirtiéndose en refugiados desarraigados. La melancólica música que los griegos de Asia menor trajeron consigo es un trágico reflejo de la situación de los desposeídos, de la desesperación de las masas, que terminaron en los barrios marginales y tabernas de Salónica y Atenas. Es la voz de la gente sin trabajo, sin hogar, sin esperanza y sin futuro.

Al final de este período, Grecia duplicó su territorio y población, pero a un costo terrible. Las profundas heridas infligidas en la sociedad griega nunca sanaron, creando las condiciones para nuevos y sangrientos conflictos que envenenaron la vida política del país durante la mayor parte del siglo XX. La política de expansionismo había conducido a interminables guerras, limpieza étnica, masacres, crisis diplomáticas, inestabilidad política y caos constitucional. Creó miseria para millones de griegos y demás pueblos, y preparó el camino para futuras tragedias.

Rumania, Hungría y Transilvania

Rumania fue otro país con importante valor estratégico para las Grandes Potencias. La camarilla gobernante rumana tenía dos objetivos contradictorios en la guerra: arrebatar Besarabia [actualmente Moldavia, NdT] a Rusia y Transilvania a Hungría. Un difícil dilema, ya que el primero provocaría un conflicto con la Entente y el otro con Austro-Hungría. Pero, al final, obtuvo ambos objetivos a través de una mezcla de violencia contrarrevolucionaria y traición.

El rey de Rumania, Carol I de Hohenzollern, había firmado un tratado secreto con la Triple Alianza en 1883, que estipulaba que Rumania estaría obligada a ir a la guerra sólo en el caso de que el Imperio Austro-Húngaro fuera atacado. Carol quería entrar en la Primera Guerra Mundial como aliado de las Potencias Centrales, pero el pueblo rumano y los partidos políticos estaban a favor de unirse a la Entente. Así, en 1914, el rey Carol, con mucho pesar, se vio obligado a informar a Czernin, el Embajador austríaco, de que Rumania sería incapaz de cumplir con las obligaciones pactadas.

Bucarest anunciósu neutralidad con un diplomático pretexto, ya que Austria-Hungría había declarado la guerra a Serbia, Rumania no tenía ninguna obligación de participar. En realidad, la camarilla gobernante rumana estaba esperando a ver quélado prevalecería y, más importante aún, quién le ofrecería la mayor parte del pastel cuando la lucha terminara. Al final, fueron las potencias de la Entente las que se mostraron más generosas.

Según algunos historiadores militares norteamericanos, Rusia retrasó su beneplácito a las peticiones rumanas, preocupada por los planes territoriales de Rumania en Besarabia, reclamada por los círculos nacionalistas como parte del territorio rumano. Según el historiador militar británico, John Keegan, antes de que Rumania entrara en la guerra los Aliados habían acordado en secreto no conceder la expansión territorial de Rumania cuando terminara la guerra. Una vez más, las ruedas de la diplomacia burguesa estaban bien engrasadas con hipocresía y duplicidad.

Sin embargo, los británicos y los franceses continuaron seduciendo a los rumanos con la promesa de anexión de una gran parte del este de Hungría (Transilvania y Banat), que tenía una considerable población rumana, si declaraban la guerra a las Potencias Centrales. Al final, el gobierno rumano picóel anzuelo y renuncióa su neutralidad. El 28 de agosto de 1916, el rey Ferdinand emitió una proclamación en un estilo heroico y grandilocuente:

«¡Rumanos!

«La guerra que durante los últimos dos años ha rodeado nuestras fronteras ha sacudido cada vez más los antiguos cimientos de Europa en sus profundidades.

Ha llegado el día esperado durante siglos por la conciencia nacional, por los fundadores del Estado rumano, por quienes unificaron los principados en la guerra de independencia, por los responsables del renacimiento nacional.

Es el día de la unión de todas las secciones de nuestra nación. Hoy somos capaces de completar la tarea de nuestros antepasados y establecer para siempre lo que sólo logró Miguel el Valiente durante un tiempo, es decir, una unión rumana a ambos lados de los Cárpatos.

”Para nosotros las montañas y llanuras de Bukovina, donde Esteban el Grande yace desde hace siglos. En nuestra energía moral y nuestro valor se encuentran los medios para devolverle a Rumania su derecho natural a ser grande y libre desde el Tisza hasta el mar negro, para prosperar en paz según nuestras costumbres y nuestras esperanzas y sueños.

¡Rumanos!

Alentados por el santo deber que se nos impone y decididos a soportar valientemente todos los sacrificios inseparables de una ardua guerra, iremos a la batalla con el ímpetu irresistible de un pueblo firme, seguro de su destino. Los gloriosos frutos de la victoria serán nuestra recompensa ¡Adelante, con la ayuda de Dios!

FERDINAND»

De hecho, esta «heroica» proclamación llegó un poco tarde. Un día antes de que la tinta se secara en el papel donde fue escrita, el ejército rumano, sin previo aviso y con un limitado apoyo ruso, lanzó un ataque contra Austria-Hungría, avanzando a través de los Cárpatos y Transilvania.

La deserción de Rumania fue un duro golpe para la Alianza austro-alemana, especialmente para Austria. Las Potencias Centrales no sólo se vieron privadas de una importante punta de lanza dirigida contra el flanco sur de Rusia, sino que también creóuna grave amenaza para Austro-Hungría en la gran llanura del Danubio. Sin embargo, frente a los ejércitos de las Potencias Centrales, el ejército rumano resultóser un tigre de papel. A pesar de su tamaño (más de 650.000 hombres en 23 divisiones) sufría de falta de entrenamiento y equipamiento en comparación con sus contrincantes alemanes.

La ofensiva rumana tuvo éxito inicialmente, haciendo retroceder a las tropas austro-húngaras, pero un contraataque de las Potencias Centrales llevóa las fuerzas ruso-rumanas al desorden. Los rumanos sufrieron una derrota aplastante y las Potencias Centrales ocuparon Bucarest el 6 de diciembre de 1916. Rumania se vio obligada a firmar un armisticio con las Potencias Centrales el 9 de diciembre de 1917.

Los combates en Moldavia continuaron en 1917, provocando un estancamiento costoso para las Potencias Centrales. Pero la situación se transformó[con los] acontecimientos revolucionarios en Rusia. La Revolución de Octubre bajo la consigna de “Paz, Pan y Tierra” puso fin a la participación de Rusia en la guerra. Después de la exitosa ofensiva en el frente de Salónica que sacóa Bulgaria de la guerra, la camarilla gobernante rumana vio su oportunidad y rápidamente volvióa entrar en la guerra el 10 de noviembre de 1918, justo un día antes de queésta terminara en Europa occidental.

Los “ladrones de poca monta” de Bucarest tuvieron suerte. A pesar de su vergonzosa actuación en los combates y al oportunismo descarado de su «reingreso» después de derrotadas las Potencias Centrales, Rumania consiguióconsiderables concesiones cuando los “grandesladrones” se reunieron en Versalles para repartirse el botín. Como se ha dicho, tenían la intención de engañar a Rumania e incumplir sus promesas con el fin de satisfacer a Rusia. Pero la Revolución Rusa cambió todo el escenario. A los imperialistas franceses y británicos les aterraba la expansión del bolchevismo en Europa.

Alemania también vivía una agonía revolucionaria. En 1919, se establecióuna República Soviética en Baviera y, más seria aún, una República Soviética en Hungría. Tenían que ser aplastadas, y el candidato más idóneo para el papel de verdugo era Rumania. Los bandidos de Versalles, de este modo, lanzaron precipitadamente un hueso en dirección a Bucarest, entregándoles Bucovina, utilizando, como de costumbre, la conveniente consigna del «derecho de autodeterminación nacional”.

Los bandidos rumanos aceptaron la indirecta y procedieron a invadir el territorio de la República Soviética húngara, haciéndose con el control de Transylvania en el proceso. Pero el «derecho de autodeterminación» pasó por alto el hecho incómodo de que Transilvania era el hogar ancestral de una población de habla húngara de 1.662.000 habitantes (el 31,6% de la población, según los datos del censo de 1910). Como sucede tan a menudo,la «autodeterminación» para algunos se convierte en opresión nacional para los demás.

El gobierno soviético húngaro duró133 días, cayó el 1 de agosto de 1919. El ejército rumano atacóel territorio húngaro desde el este, mientras que los serbios, azuzados por los Aliados, invadieron el sur de Hungría y la «democrática» república checoslovaca también se unió, atacando por el oeste con tropas a cargo de oficiales franceses e italianos. Cuando el ejército rumano entróen Budapest instauróun reinado de terror contra la clase obrera húngara.

Los terratenientes y los capitalistas se tomaron la revancha por el miedo que habían experimentado. Los soldados heridos del ejército rojo fueron sacados de los hospitales y asesinados. Los blancos utilizaron los métodos medievales de tortura más bárbaros. 5.000 personas perdieron la vida en este período. Y los “Poncio Pilates” del reformismo, los dirigentes sindicales que habían protestado ruidosamente por los supuestos «excesos» de los obreros y campesinos miraban ahora para otro lado, justificando el asesinato y la represión de la manera más cobarde a cambio del mantenimiento de sus puestos y privilegios. La matanza de obreros y campesinos no les creaba reparos de conciencia por ser «despiadados actos de crueldad”.

La efímera República Soviética de Hungría fue ahogada en un río de sangre por el esfuerzo combinado de los ejércitos blancos de Rumania, Checoslovaquia y el Reino de Serbia, Croata y Eslovenia, todos ellos escudándose bajo la consigna de la «autodeterminación». Hungría fue ocupada por un tiempo por las fuerzas contrarrevolucionarias rumanas, actuando a instancias de sus amos en Versalles. Finalmente, el ejército rumano abandonó Hungría a comienzos de 1920, después de ser saqueada hasta la saciedad. La cuestión de Transilvania ha envenenado las relaciones entre Hungría y Rumania desde entonces, otra herencia tóxica de lo que se ha solido llamar la Gran Guerra.

Londres, 22 de mayo de 2015.

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