La lucha de Lenin contra la guerra imperialista
La situación mundial actual se caracteriza por el estallido de toda una serie de conflictos sangrientos: en Ucrania, en Gaza, en el Congo, en Sudán… En la época del imperialismo, el sistema capitalista, que ha dejado de ser viable, prefiere ahogar a la humanidad en un mar de sangre antes que desaparecer pacíficamente en el basurero de la historia. Por otro lado, la situación mundial se caracteriza por la ira revolucionaria contra la guerra y el imperialismo.
El año pasado, Wellred Books publicó una nueva selección de Lenin sobre la guerra imperialista, como arma para una nueva generación de luchadores comunistas. Publicamos aquí la introducción de Jorge Martín traducida al castellano [original en inglés aquí] e instamos a nuestros lectores a que adquieran su ejemplar de Lenin: escritos seleccionados sobre la guerra imperialista [en inglés], disponible en Wellred Books.
Esta introducción sitúa esta valiosa colección de escritos en su contexto, explicando cómo Lenin y los bolcheviques lucharon contra el imperialismo antes, durante y después de la Primera Guerra Mundial y la toma del poder por la clase obrera rusa en octubre de 1917, y cómo conectaron el programa revolucionario del comunismo con las masas a cada paso.
Este volumen es una recopilación de los escritos de Lenin sobre la cuestión crucial de la posición de los marxistas revolucionarios ante la guerra, concretamente en relación con la Primera Guerra Mundial. El estudio de estos textos es importante hoy en día, cuando la cuestión de la guerra vuelve a estar sobre la mesa y, lamentablemente, muchos en el movimiento obrero, incluidos algunos que se autodenominan «comunistas», han adoptado una posición socialchovinista de apoyo a su propia clase dominante.
La posición marxista sobre la guerra fue desarrollada por Marx y Engels, en una época en la que el capitalismo aún desempeñaba un papel relativamente progresista y la burguesía había llevado a cabo una serie de guerras progresistas e incluso revolucionarias. Lenin explicó cómo, en el período comprendido entre la Gran Revolución Francesa de 1789 y la Comuna de París de 1871, la mayoría de las guerras en Europa fueron «guerras de carácter burgués-progresista y de liberación nacional» y, como consecuencia:
«…todos los demócratas honrados y revolucionarios, así como todos los socialistas, simpatizaban siempre, en esas guerras con el triunfo del país (es decir, de la burguesía) que contribuía a derrumbar o a minar los pilares más peligrosos del régimen feudal, del absolutismo y de la opresión ejercida sobre otros pueblos» [1]
El siglo XX anunció el comienzo de un período completamente diferente, el del imperialismo. Esto tuvo implicaciones para la posición de los marxistas. Para entonces, Europa estaba dominada por potencias imperialistas y la idea de «defensa nacional» o de una «guerra nacional» justa ya no era válida. Más bien, las guerras eran ahora libradas por diferentes grupos de esclavistas que luchaban entre sí «por una redistribución más “justa” de los esclavos», como dijo Lenin. [2]
La Segunda Internacional, que se basaba formalmente en el marxismo, había debatido el próximo estallido de la guerra entre las potencias imperialistas y había adoptado una posición clara en contra. La Conferencia de Stuttgart de la Internacional Socialista de 1907 había adoptado una resolución en la que se explicaba claramente que las guerras «son inherentes a la naturaleza del capitalismo; no cesarán hasta que el sistema capitalista sea abolido». [3]
El cuerpo principal de la resolución había sido redactado por August Bebel y reflejaba la visión marxista sobre la guerra en términos generales, pero carecía de detalles concretos sobre las medidas que debían tomar los trabajadores contra la guerra y el militarismo. La delegación rusa (Lenin y Martov) redactó una serie de enmiendas junto con Rosa Luxemburgo. Estas fueron presentadas al comité de “Militarismo y conflictos internacionales”, que las aceptó. Lenin explicó:
«Estas enmiendas (1) afirmaban que el militarismo es el arma principal de la opresión de clase; (2) señalaban la necesidad de hacer propaganda entre la juventud; (3) subrayaban que los socialdemócratas no solo debían intentar evitar que estallara la guerra o garantizar el rápido fin de las guerras que ya habían comenzado, sino que debían aprovechar la crisis creada por la guerra para acelerar el derrocamiento de la burguesía». [4]
En el comité que debatió sobre la guerra y el militarismo en el Congreso de Stuttgart, Lenin y Luxemburgo también pudieron responder a las ideas semianarquistas del ultraizquierdista francés Gustave Hervé, y al hacerlo subrayaron la posición marxista básica sobre la guerra:
«El famoso Hervé, que ha causado tanto revuelo en Francia y Europa, defendió una visión semianarquista al sugerir ingenuamente que toda guerra debía ser “respondida” con una huelga y un levantamiento. No comprendía, por un lado, que la guerra es un producto necesario del capitalismo y que el proletariado no puede renunciar a participar en guerras revolucionarias, ya que estas son posibles y, de hecho, han ocurrido en las sociedades capitalistas. No comprendía, por otro lado, que la posibilidad de “responder” a una guerra depende de la naturaleza de la crisis creada por esa guerra. La elección de los medios de lucha depende de estas condiciones; más aún, la lucha debe consistir (y aquí tenemos el tercer error, o pensamiento superficial del herveísmo) no simplemente en sustituir la guerra por la paz, sino en sustituir el capitalismo por el socialismo. Lo esencial no es simplemente prevenir la guerra, sino utilizar la crisis creada por la guerra para acelerar el derrocamiento de la burguesía». [5]
Irónicamente, Hervé, que no se basaba en una comprensión materialista de la cuestión y que estaba obsesionado con la lucha contra el militarismo y la guerra en general, se inclinó violentamente en la dirección opuesta y se unió al bando chovinista de la «defensa nacional» en 1914.
Una resolución similar a la de Stuttgart fue aprobada por el Congreso de Copenhague de la Internacional Socialista en 1910 y en el Congreso de Basilea en 1912. La Internacional Socialista había declarado claramente que la guerra que se avecinaba era imperialista y que el deber de los partidos socialistas era oponerse a ella por todos los medios a su alcance.
Contenido
La traición de 1914
Sin embargo, cuando estalló la guerra en 1914, la Internacional Socialista traicionó sus propias resoluciones y apoyó sin reservas la matanza imperialista. Uno tras otro, en Alemania, Francia, Bélgica y Gran Bretaña, los mismos partidos socialistas que habían votado a favor de las resoluciones contra la guerra imperialista votaron ahora a favor de los créditos de guerra, declararon una tregua en la lucha de clases entre el trabajo y el capital, entraron en gobiernos de unidad nacional con la clase dominante y sucumbieron al socialchovinismo.
Esto supuso un gran shock, incluso para Lenin, que inicialmente pensó que el número del periódico del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), Vorwärts, en el que se anunciaba el apoyo a los créditos de guerra, era una falsificación del Estado Mayor del ejército alemán. De hecho, aunque nominalmente seguían defendiendo las ideas y el programa marxistas, los principales partidos de la Segunda Internacional, incluido el grande e influyente SPD, se habían contagiado por completo del reformismo. Habiendo surgido en un período de prolongado auge económico del capitalismo, las capas superiores de las organizaciones socialistas habían sido cooptadas por el capitalismo. En El imperialismo, fase superior del capitalismo (1916), Lenin explicó las raíces sociales del chovinismo y el revisionismo, que vinculó con el auge del imperialismo. Los superbeneficios derivados de la explotación de las colonias permitieron a la clase dominante de los países imperialistas comprar a la capa superior de la clase obrera y sus organizaciones, creando una aristocracia obrera. Se habían convertido en nada más que «lugartenientes obreros de la clase capitalista» [6], como dijo Lenin.
Los que se mantuvieron fieles a los principios internacionalistas y antiimperialistas del movimiento eran una pequeña minoría, entre los que destacaban los bolcheviques rusos y el partido serbio, que fueron los únicos que no votaron a favor de los créditos de guerra, así como figuras prominentes pero inicialmente aisladas, como Karl Liebknecht y Rosa Luxemburgo en Alemania, James Connolly en Irlanda, John Maclean en Escocia, Eugene V. Debs en Estados Unidos y el gran marxista balcánico Christian Rakovsky. Otros que se opusieron a la guerra lo hicieron desde una posición pacifista o neutral desesperada, como el Partido Laborista Independiente británico y el Partido Socialista italiano.
En este periodo inicial, Lenin se encontraba aislado en el exilio (primero en la Galicia ocupada por Austria, y luego en la neutral y más segura Suiza), con muy pocos medios para mantener el contacto y la correspondencia con los bolcheviques dentro de Rusia. Se lanzó a una batalla decisiva para defender los principios del marxismo en la importantísima cuestión de la guerra. Consideraba que su principal tarea era establecer una clara distinción teórica y una línea de demarcación clara, no solo entre los revolucionarios y los socialpatriotas, sino también entre los revolucionarios y los elementos vacilantes (representados por Karl Kautsky), y con cualquiera que no estuviera dispuesto a romper definitivamente con ellos.
Las principales ideas por las que luchó fueron que la guerra era una guerra imperialista y que la clase obrera de todos los países debía oponerse a ella; que los líderes de la socialdemocracia habían traicionado al movimiento; que la Segunda Internacional había muerto y que era necesario construir una nueva internacional; y que la única forma de poner fin a la guerra era mediante la revolución. También adoptó una postura firme contra el pacifismo, explicando que una paz imperialista no sería más que el preludio de una nueva guerra imperialista.
Zimmerwald
Con el paso del tiempo, a medida que la guerra —que todo el mundo pensaba que duraría unos pocos meses como mucho— se prolongaba y se volvía más mortífera, las voces dentro del movimiento obrero que se oponían a la matanza imperialista comenzaron a tener un mayor eco. Los partidos suizo e italiano convocaron formalmente una conferencia de socialistas opuestos a la guerra. Tuvo lugar en Zimmerwald, Suiza, del 5 al 8 de septiembre de 1915.
En preparación para la conferencia, Lenin escribió un folleto en el que exponía la posición de los bolcheviques sobre todos los aspectos importantes de la oposición a la guerra imperialista. El folleto El socialismo y la guerra, que fue firmado conjuntamente por Zinóviev, se imprimió en alemán y se distribuyó a todos los asistentes a Zimmerwald.
El documento era un resumen de las principales ideas que Lenin había defendido desde el comienzo de la guerra. Explicaba que los marxistas no son pacifistas. El enfoque marxista de la guerra parte de la comprensión de que la guerra es la continuación de la política por otros medios y, por lo tanto, también debe abordarse desde el punto de vista de los intereses de la clase obrera. Los marxistas no se oponen a todas las guerras, sino que parten de un análisis del carácter de cada guerra. Su actitud hacia una guerra no viene determinada por quién disparó primero o quién es «el agresor», ya que las potencias imperialistas siempre encontrarán o inventarán una excusa para justificar una guerra. Hay guerras imperialistas reaccionarias, a las que se oponen los marxistas, pero también hay guerras progresistas. Los revolucionarios están a favor de las guerras de liberación nacional y de las guerras contra el imperialismo de las naciones oprimidas. Los revolucionarios también están a favor de la guerra de clases de las clases oprimidas contra la clase dominante.
Como añadió más tarde Lenin, al comentar la posición del grupo alemán Internationale de Luxemburgo, Liebknecht y Zetkin, los marxistas también están a favor de las guerras libradas por un Estado proletario victorioso contra los intentos de la burguesía de aplastarlo. [7]
Los marxistas se oponen a la idea de la «defensa nacional» en una guerra imperialista, ya que lo que realmente significa es el derecho de un grupo de ladrones a saquear los países coloniales a expensas de un grupo rival de ladrones. Los derechos de las naciones pequeñas son utilizados como excusa por las potencias imperialistas.
De hecho, en lo que respecta a la Primera Guerra Mundial, Lenin argumentó que el único caso en el que la guerra podía considerarse de carácter «nacional» y, por lo tanto, progresista, era el de Serbia, que había sido atacada por Austria-Hungría. Pero incluso en este caso, las consideraciones nacionales quedaron supeditadas al carácter imperialista general de la guerra y al hecho de que detrás de Serbia se encontraban los intereses del imperialismo ruso. Lo más interesante es que la valoración de Lenin fue compartida enfáticamente por los marxistas serbios: su comprensión de la posición revolucionaria hacia la guerra en la época imperialista se agudizó con las guerras balcánicas que precedieron a la Primera Guerra Mundial, por lo que adoptaron una posición de principios. [8]
En tiempos de guerra, como en tiempos de paz, la clase obrera debe mantener su independencia de clase en defensa de sus propios intereses y no entrar en ninguna coalición o acuerdo con la clase capitalista. Los marxistas se oponen a la «unidad nacional» o a una «tregua social» en nombre de la «defensa nacional».

Lenin reservó algunas de sus palabras más duras para sus ataques contra los oportunistas, representados principalmente por Kautsky./ Imagen: dominio público
Lenin reservó algunas de sus palabras más duras para sus ataques contra los oportunistas, representados principalmente por Kautsky. Estos se oponían «en general» y «en principio» a la guerra, pero luego excusaban a quienes habían votado a favor de los créditos de guerra y sucumbido al socialchovinismo. Se oponían a la guerra en palabras, pero se negaban a luchar contra ella en la práctica. También vacilaban sobre la necesidad de romper definitivamente con los socialchovinistas.
Para Lenin, este también era un punto crucial. La Segunda Internacional había traicionado la causa de la clase obrera y se necesitaba una nueva internacional.
¿Cómo debía llevarse a cabo la lucha contra la guerra imperialista? El punto de partida de Lenin era que la única manera de poner fin a la guerra era convertirla en una guerra civil, una guerra revolucionaria para derrocar el sistema capitalista. Una paz imperialista no sería más que la continuación de la guerra imperialista y prepararía nuevas guerras depredadoras de conquista. La única lucha coherente contra la guerra era la lucha por llevar a la clase obrera al poder.
Asimismo, Lenin destacó los casos de fraternización entre soldados de diferentes países y subrayó la necesidad de llevar a cabo un trabajo sistemático en esa dirección. En las condiciones de restricción de los derechos democráticos en todos los países beligerantes, abogó por complementar el trabajo legal y parlamentario con el trabajo clandestino e ilegal. De manera más general, defendió el apoyo a todo tipo de acciones revolucionarias de masas por parte del proletariado.
Los participantes en la Conferencia de Zimmerwald se dividieron principalmente en tres grupos. La derecha se oponía a la guerra, pero sobre todo desde una posición pacifista, no revolucionaria, y estaba en contra de una ruptura clara con los socialchovinistas. El ala izquierda, en torno a Lenin y los bolcheviques, además de oponerse a la guerra, insistía en que había que denunciar a los socialistas que la habían apoyado; exigía que los diputados socialistas votaran en contra de los créditos de guerra; explicaba que la guerra solo podía terminarse por medios revolucionarios; y planteaba la necesidad de una ruptura limpia y la formación de una nueva internacional. Entre estos dos grupos se situaba una agrupación centrista, que se alineaba con la izquierda en varias cuestiones clave, pero no completamente.
Pronto quedó claro que la izquierda era minoritaria. Uno de los delegados alemanes, Georg Ledebour, amenazó con abandonar la reunión si se incluía en la resolución final un llamamiento a los diputados socialistas para que votaran en contra de los créditos de guerra.
Al final, se acordó una declaración conjunta que incluía las ideas más importantes propuestas por la izquierda. Había sido redactada por Trotski, quien, aunque no formaba parte oficialmente de la izquierda de Zimmerwald, se alineó con ella en todas las cuestiones fundamentales.
El Manifiesto de Zimmerwald declaraba que la guerra era imperialista y había que oponerse a ella. Argumentaba que la Internacional y los partidos que habían votado a favor de los créditos de guerra, que se habían unido a los gobiernos de unidad nacional y habían defendido la paz social, habían fallado a la clase obrera. Por último, se recordó a los trabajadores que había que oponerse a la guerra mediante los métodos descritos en las resoluciones de anteriores conferencias socialistas.
Sin embargo, era evidente que se habían omitido varias cuestiones cruciales, por lo que la izquierda realizó dos declaraciones adicionales en la conferencia, señalando las deficiencias del manifiesto principal. La primera declaración explicaba que el manifiesto no contenía ninguna crítica a los oportunistas. La segunda declaración protestaba porque la inclusión de la exigencia de que los diputados socialistas votaran en contra de los créditos de guerra fue bloqueada por la amenaza de abandono de la sala por parte de algunos delegados alemanes. [9]
Por lo tanto, la izquierda dejó claro que, si bien el manifiesto era un paso adelante, había una serie de puntos que deberían haberse planteado con mayor claridad o contundencia. Por lo tanto, habían hecho una concesión parcial en cuanto a la claridad política con el fin de mantener la unidad con el centro, al tiempo que preservaban su libertad para explicar plenamente su posición y agitar públicamente a favor de ella.
Como podemos ver, incluso entre los que se oponían a la guerra seguía habiendo confusión, y muchos no habían sacado todas las conclusiones necesarias, en particular en lo que respecta a la necesidad de romper definitivamente con el oportunismo y de fundar una nueva Internacional.
Siete meses después de la Conferencia de Zimmerwald, se celebró una reunión de seguimiento en Kienthal, Suiza, del 24 al 30 de abril de 1916, con la participación de cuarenta y tres delegados. De ellos, doce apoyaron a la izquierda de Zimmerwald liderada por Lenin, lo que supuso un aumento de cuatro desde la conferencia anterior. La opinión pública de la clase trabajadora sobre la guerra había cambiado aún más, lo que dio a la izquierda una posición más fuerte en Kienthal. En algunas cuestiones, la izquierda consiguió veinte votos. Incluso la derecha de los socialistas antiguerra se vio presionada desde abajo para adoptar una postura más radical, al menos en palabras. El manifiesto aprobado supuso, por tanto, un paso adelante con respecto a Zimmerwald en dos aspectos importantes: incluía una crítica explícita a los líderes socialpatriotas de la Internacional Socialista y pedía abiertamente a los diputados socialistas que votaran en contra de los créditos de guerra y rompieran con los gobiernos de unidad nacional. [10]
El debate principal en Kienthal se centró en la cuestión de cómo resolver la crisis del movimiento socialista. La izquierda de Zimmerwald pidió abiertamente a los trabajadores «que crearan las condiciones teóricas y organizativas para preparar el lanzamiento de una nueva Internacional», mientras que la derecha y el centro querían que la Internacional volviera a convocar a su órgano rector, el Buró Socialista Internacional, para librar allí la lucha.
Derrotismo revolucionario
Es en este contexto que Lenin adoptó una postura de «derrotismo revolucionario»:
«… para nosotros, socialdemócratas rusos, no puede caber duda alguna de que, desde el punto de vista de la clase obrera y de las masas trabajadoras de todos los pueblos de Rusia, el mal menor seria la derrota de la monarquía zarista, el gobierno más reaccionario y bárbaro que oprime a un mayor número de naciones y a una mayor masa de población de Europa y de Asia». [11]
Aquí Lenin subrayó que la derrota de la monarquía zarista era el mal menor desde el punto de vista de los trabajadores rusos. Los socialchovinistas alemanes justificaban el apoyo a su propia clase dominante basándose en que los objetivos bélicos de Alemania eran de alguna manera «progresistas», ya que luchaba contra la fuerza más reaccionaria de Europa: la autocracia rusa. Pero, por supuesto, Lenin insistió en que la tarea principal de los trabajadores alemanes era luchar contra su propia clase dominante.
Al plantear la idea de que la derrota del propio gobierno era el mal menor, Lenin se dirigía a los cuadros, a las capas más avanzadas de la socialdemocracia revolucionaria, y al hacerlo utilizó las formulaciones más tajantes para acabar con cualquier vacilación y trazar una línea que excluyera a los elementos confusos. En ocasiones importantes, Lenin «doblaba la vara» en la dirección opuesta a la de sus oponentes para enfatizar un punto. Este fue un claro ejemplo de ello. Como resultado, el lema del derrotismo revolucionario es quizás una de las formulaciones de Lenin más malinterpretadas y tergiversadas.
En primer lugar, Lenin aclaró que esto no significaba llevar a cabo actos de sabotaje o acciones aventureras:
«… esto no significa «volar puentes», organizar infructuosas huelgas en las industrias de guerra, ni, en general, ayudar al Gobierno a infligir una derrota a los revolucionarios». [12]
En segundo lugar, la consigna se utilizó principalmente entre 1914 y 1916 en el contexto de las polémicas contra los indecisos y los centristas. De hecho, la consigna no se utilizó en ninguna de las agitaciones llevadas a cabo por los bolcheviques en Rusia durante ese período. En la obra clásica San Petersburgo entre las revoluciones, Robert B. McKean dice:
«Un análisis textual de cuarenta y siete folletos y llamamientos publicados ilegalmente por militantes bolcheviques entre enero de 1915 y el 22 de febrero de 1917 es muy revelador. Ni un solo folleto mencionaba la consigna leninista esencial de que la derrota de Rusia era el mal menor…».
La mayor parte de la agitación bolchevique antes de la revolución se centró en atacar las políticas del gobierno contra la clase obrera y en defender la lucha revolucionaria contra él como única forma de poner fin a la guerra, haciendo hincapié en las consignas de una república democrática, la jornada de ocho horas y la distribución de la tierra. Este era el significado práctico concreto de «la derrota del propio gobierno»: la continuación de la agitación revolucionaria contra el gobierno, incluso en tiempos de guerra, independientemente del hecho de que dicha agitación debilitara inevitablemente al gobierno en relación con el esfuerzo bélico.
Esto también se puede ver en el borrador de resolución de los delegados de izquierda a la Conferencia de Zimmerwald, redactado por Karl Radek, pero presentado conjuntamente con Lenin, con quien colaboró estrechamente en Suiza. La resolución insistía en la necesidad de la lucha revolucionaria contra los gobiernos capitalistas, la necesidad de aprovechar:
«… todas las luchas, todas las reformas exigidas por nuestro programa mínimo, para intensificar la crisis social y política del capitalismo, para transformarla en un ataque a los fundamentos mismos del capitalismo». [13]
Concluye citando las palabras de la carta de Liebknecht a la conferencia: «“No a la paz civil, sí a la guerra civil”, es nuestro lema». Sin embargo, la resolución no contenía ninguna mención a que la derrota del propio gobierno fuera el mal menor.
Lenin también redactó su propia resolución para los delegados de izquierda. En ella explicaba que los socialistas debían utilizar «el creciente deseo de paz de las masas» para intensificar su agitación revolucionaria y que no debían «rehuir en esa agitación las consideraciones sobre la derrota de su “propio” país». Cabe señalar también cómo, en esta resolución, Lenin —que había rechazado enérgicamente las ilusiones pacifistas e incluso el uso del lema de la «paz»— reconoció la necesidad de basar la agitación revolucionaria en el deseo de paz de las masas. Explicó que esto era una expresión de su rechazo «a la mentira burguesa sobre la defensa de la patria y el despertar de su conciencia revolucionaria». Una vez más, en el texto de Lenin no se menciona que la derrota del propio gobierno sea el mal menor.
Lenin apuntaba a los oportunistas, que en todas partes capitularon ante su propio gobierno e intentaron detener la lucha de clases, para crear «paz social», con el fin de ayudar al esfuerzo bélico. Por lo tanto, Lenin planteó la cuestión de manera negativa: la agitación revolucionaria no debe verse limitada por el hecho de que pueda conducir al debilitamiento y la derrota del gobierno. Más bien al contrario.
Después de la Revolución de Febrero
Una vez que estalló la revolución en Rusia en febrero de 1917, y Lenin pudo regresar al país en abril, abandonó por completo la idea de que la derrota del propio gobierno sería el mal menor, porque ahora se dirigía a las masas en el contexto de una revolución. En todos sus escritos y discursos posteriores a la Revolución de Febrero, podemos ver cómo reconocía la diferencia entre el estado de ánimo «defensista honesto» que existía entre la masa de trabajadores y campesinos que habían llevado a cabo la revolución, y el defensismo reaccionario de la clase dominante, del que se hacían eco los socialchovinistas. Como resultado, subrayó la necesidad de explicar pacientemente el programa de los bolcheviques utilizando consignas que sirvieran para elevar el nivel de comprensión de estas capas.

Aquí podemos ver el método revolucionario coherente de Lenin. Imagen: Dominio público
«Las masas adoptan un enfoque práctico y no teórico de la cuestión. Nosotros cometemos el error de adoptar el enfoque teórico. (…)
Ante la indudable existencia de un estado de ánimo defensista entre las masas, que reconocen la guerra solo por necesidad y no por el afán de conquista, debemos explicarles de la manera más circunstancial, persistente y paciente que la guerra no puede terminar en una paz no rapaz, a menos que se derrote al capital. (…) Los soldados quieren una respuesta concreta: cómo terminar la guerra. (…) Debemos basarnos únicamente en la conciencia política de las masas. (…) Cuando las masas dicen que no quieren la conquista, yo les creo. Cuando Guchkov y Lvov dicen que no quieren la conquista, son estafadores. Cuando el obrero dice que quiere defender el país, expresa el instinto del hombre oprimido». [14]
Aquí podemos ver el método revolucionario coherente de Lenin. La conclusión que sacó de esto fue no caer en el defensismo, sino explicar que solo cuando los trabajadores tomen el poder se podrá adoptar una posición genuinamente defensista.
De hecho, en varias ocasiones entre febrero y octubre de 1917, los bolcheviques se esforzaron por defenderse de las acusaciones calumniosas del Gobierno Provisional de que estaban a favor de la desorganización del ejército o de una paz separada con Alemania.
«Esta guerra no puede terminar con la negativa de los soldados de uno de los bandos a continuar la guerra, con el simple cese de las hostilidades por parte de uno de los beligerantes.
La Conferencia reitera su protesta contra la calumnia difamatoria difundida por los capitalistas contra nuestro Partido, según la cual estaríamos a favor de una paz separada con Alemania. Consideramos que los capitalistas alemanes son tan depredadores como los capitalistas rusos, británicos, franceses y otros, y que el emperador Guillermo es un bandido coronado tan malo como Nicolás II o los monarcas británicos, italianos, rumanos y todos los demás». [15]
En junio de 1917, Lenin reprodujo un folleto distribuido por agitadores bolcheviques en el ejército:
«… ¡Cuidado con aquellos que, haciéndose pasar por bolcheviques, intentarán provocaros disturbios y revueltas como tapadera de su propia cobardía! (…)
Los verdaderos bolcheviques os llaman a la lucha revolucionaria consciente, y no a los disturbios». [16]
De hecho, hubo un período justo antes de la Revolución de Octubre en el que el alto mando del ejército y sectores de la clase dominante trabajaban abiertamente para lograr la derrota militar de Rusia con el fin de ahogar la revolución en sangre. En efecto, anteponían sus intereses de clase al interés nacional. En ese momento, Lenin desarrolló aún más sus argumentos, explicando las medidas que serían necesarias para convertir la guerra imperialista capitalista en una guerra justa:
«La capacidad defensiva, el poderío militar de un país con los bancos nacionalizados es mayor que la de un país con los bancos en manos de particulares. El poderío militar de un país campesino con la tierra en manos de comités campesinos es superior al de un país de gran propiedad agraria». [17]
El argumento fundamental es el mismo: los trabajadores deben tomar el poder. Pero la forma en que se presenta el argumento es diferente, teniendo en cuenta el público al que se dirigían los bolcheviques y el estado de ánimo concreto de las masas en ese momento.
Durante un debate en el IV Congreso Extraordinario de los Soviets de toda Rusia sobre la ratificación del tratado de paz de Brest-Litovsk con Alemania en marzo de 1918, Lenin explicó el cambio:
«Fuimos derrotistas en tiempos del zar, mas en tiempos de Tsereteli y Chernov no fuimos derrotistas» [18].
Es decir, mientras la autocracia zarista estaba en el poder, los bolcheviques eran derrotistas revolucionarios, pero dejaron de serlo cuando se derrocó el zarismo y se estableció el Gobierno Provisional.
El propio Lenin explicó el significado de este cambio en un debate durante el Tercer Congreso de la Comintern en 1921:
«Al comenzar la guerra, nosotros, los bolcheviques, nos aferrábamos sólo a una consigna: guerra civil, y además, implacable. Considerábamos traidor a cualquiera que no estuviese por la guerra civil. Pero en marzo de 1917, cuando regresamos a Rusia, modificamos completamente nuestra posición. Cuando regresamos a Rusia y conversamos con los campesinos y los obreros, vimos que todos ellos estaban por la defensa de la patria, pero por supuesto, en un sentido totalmente distinto al de los mencheviques, y no podíamos llamar canallas o traidores a estos simples obreros y campesinos. Caracterizamos esto como “defensismo honesto”. (…) Nuestra posición inicial, al comienzo de la guerra, fue correcta; entonces lo importante era crear un núcleo definido, decidido. Nuestra posición posterior también fue correcta, porque se basaba en que era necesario ganar a las masas». [19]
Aquí vemos la extraordinaria habilidad de Lenin. En primer lugar, libró una lucha implacable por los principios, no solo contra los traidores declarados, sino también contra aquellos que estaban dispuestos a hacer concesiones o no estaban preparados para sacar todas las conclusiones necesarias de la ruptura política que se había producido.
No solo luchó contra los que estaban a su derecha, sino también contra los que cometían errores de izquierda, o más precisamente de «ultraizquierda». Este fue el caso, por ejemplo, de su crítica al folleto de Junius. Elogió el texto como un importante avance, ya que mostraba la existencia de un ala internacionalista y revolucionaria en la socialdemocracia alemana, donde la traición había sido más dañina. Pero al mismo tiempo, insistió en señalar ciertas deficiencias del documento, que sin saberlo había sido escrito por Rosa Luxemburgo (bajo el seudónimo de Junius), y las sometió a una crítica detallada. Uno de esos errores estaba relacionado con la cuestión nacional y la posibilidad de guerras nacionales en la época del imperialismo, sobre lo cual Luxemburgo tenía una posición diferente a la de Lenin.
Habiendo establecido así una posición de principios a través de una lucha implacable con otras tendencias, y habiendo convencido a la vanguardia de la posición correcta, Lenin, sin cambiar ni un ápice sus principios, emprendió la segunda parte de la tarea: la de convencer a las masas de esa posición. Y eso requería ser capaz de explicar esas mismas ideas de una manera que la masa de trabajadores y campesinos pudiera entender, y que conectara con sus experiencias y su conciencia.
Es en este contexto en el que debe entenderse la crítica de Lenin a Trotski en «La derrota del gobierno propio en la guerra imperialista», escrito en 1915.
Trotski editaba en aquel momento un periódico diario contra la guerra en París, Nashe Slovo, por lo que su público era diferente al que se dirigía Lenin. El lema de «la derrota del propio país como mal menor» no podía utilizarse en un periódico que pretendía llegar a capas más amplias de la población.

Lenin y Trotski estaban de acuerdo en lo general en cuanto a la lucha contra la guerra imperialista. Imagen: Dominio público
Lenin y Trotski estaban de acuerdo en lo general en cuanto a la lucha contra la guerra imperialista, como lo demuestra su estrecha colaboración en Zimmerwald y Kienthal, pero Trotski tenía ilusiones en la posibilidad de restablecer la unidad del partido, a lo que Lenin se oponía rotundamente. En esta cuestión, Lenin tenía razón.
Los bolcheviques en el poder
Una última observación. Como es sabido, la Revolución Rusa se libró bajo el lema «Paz, pan y tierra», que, según los bolcheviques, solo podía lograrse mediante la llegada al poder de los obreros y los campesinos, de ahí el lema «Todo el poder para los soviets». Tras llegar al poder en la Revolución de Octubre, el Decreto sobre la Paz fue uno de los primeros aprobados por el Gobierno soviético [20]. En él, los bolcheviques cumplieron sus promesas, ofreciendo una paz verdaderamente democrática, sin anexiones, a todos los países beligerantes.
Además, los bolcheviques en el poder repudiaron todos los tratados secretos, que hicieron públicos, para gran vergüenza de las potencias imperialistas. Entre ellos se encontraban, por ejemplo, el Tratado de Londres, por el que Gran Bretaña, Francia y Rusia prometían a Italia concesiones territoriales que se arrancarían a Austria-Hungría a cambio del apoyo italiano en la guerra; y los acuerdos de Constantinopla y Sykes-Picot entre Gran Bretaña, Francia y Rusia para la división del Imperio Otomano, a pesar de que habían prometido a los árabes la autonomía a cambio de que se levantaran contra los turcos.
Lenin planteó la idea de que, si se rechazaba esta propuesta de paz democrática, el poder soviético libraría una auténtica guerra defensiva, una guerra revolucionaria contra Alemania y otras potencias imperialistas que amenazaban al nuevo Estado obrero. Pero esto no fue así. De hecho, tal era el estado de desmoralización del ejército ruso que, cuando triunfó la revolución, se produjo una fuerte tendencia hacia la desintegración.
Durante las negociaciones de paz en Brest-Litovsk a principios de 1918 entre los soviéticos, liderados por Trotski, y las potencias centrales, los bolcheviques apenas pudieron mantener la línea del frente. Estaban ganando tiempo y esperando que estallara la revolución en Alemania. La revolución estalló en Alemania, aunque no fue hasta noviembre de ese año. El alto mando alemán era plenamente consciente de la grave situación del ejército ruso y obtuvo una paz onerosa de los soviéticos. A partir de febrero de 1918, hubo que crear un ejército completamente nuevo, el Ejército Rojo de Obreros y Campesinos, encargado de defender la Revolución y el poder soviético. Pero eso queda fuera del alcance de este volumen.
Los escritos de Lenin sobre la lucha contra la guerra imperialista son un tesoro para los revolucionarios de hoy. Se puede aprender mucho de un estudio detallado de los principios que defendió —que eran un desarrollo de los esbozados por Marx y Engels, en nuevas condiciones— y también de la forma en que luego aplicó esos principios en su agitación práctica destinada a ganarse a las masas. Esperamos que esta selección, aunque de ninguna manera exhaustiva, ayude a los comunistas revolucionarios de hoy en día en ese empeño.
Referencias
[1] Lenin, «El socialismo y la guerra» (1915), en https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1910s/1915sogu.htm
[2] Ibíd.
[3] «Resolución del (VII) Congreso de Stuttgart sobre el militarismo» (1907), en https://www.marxists.org/espanol/tematica/internacionales/2da-internacional/7mo-congreso-reolsobremilitarismo-1907-08-24.pdf
[4] Lenin, «El Congreso Socialista Internacional en Stuttgart», en https://www.marxists.org/archive/lenin/works/1907/oct/20.htm [en inglés]
[5] Ibíd.
[6] Lenin, El imperialismo, fase superior del capitalismo, Lucha de Clases.
[7] «El programa militar de la revolución proletaria», y «El folleto de Junius».
[8] «La posición de los socialistas serbios durante la Primera Guerra Mundial», en https://marxist.com/the-position-of-serbian-socialists-during-wwi.htm [en inglés]
[9] «Dos declaraciones sobre el Manifiesto de Zimmerwald», p. 32, en grupgerminal.org/?q=system/files/2022-08-15-zimmerwaldykienthal-trotsky.pdf
[10] «Manifiesto de Kienthal», en grupgerminal.org/?q=system/files/2022-08-15-zimmerwaldykienthal-trotsky.pdf.
[11] Lenin, «La guerra y la socialdemocracia de Rusia» (1914), en https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1910s/28-ix-1914.htm
[12] Lenin, «Acerca de derrota del gobierno propio en la guerra imperialista», en https://www.ediciones-mnemosyne.es/wp-content/uploads/2022/06/Lenin-Acerca-de-la-derrota-del-gobierno-propio-en-la-guerra-imperialista.pdf
[13] Lenin, «Proyecto de resolución de la Izquierda de Zimmerwald», p. 33, en grupgerminal.org/?q=system/files/2022-08-15-zimmerwaldykienthal-trotsky.pdf
[14] Lenin, «Informe en una reunión de delegados bolcheviques a la Conferencia de Soviets de Diputados Obreros y Soldados de toda Rusia» (1917), en https://www.marxists.org/archive/lenin/works/1917/apr/04d.htm [en inglés]
[15] “Resolución sobre la guerra” en «La séptima Conferencia de toda Rusia (abril) del POSDR (b)», en https://www.marxists.org/archive/lenin/works/1917/7thconf/27b.htm#v24zz99h-270-GUESS [en inglés]
[16] Lenin, «El bolchevismo y la “desmoralización” del ejército», en https://www.marxists.org/archive/lenin/works/1917/jun/03.htm [en inglés]
[17] Lenin, “La lucha contra la guerra y la ruina” en «La catástrofe que nos amenaza y cómo combatirla», p. 88, en https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oe12/lenin-obrasescogidas07-12.pdf
[18] Lenin, «Discurso de resumen de la discusión del informe sobre la ratificación del Tratado de Paz», IV Congreso Extraordinario de los Soviets de toda Rusia, 14-16 de marzo de 1918, p. 33, en https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/oe12/lenin-obrasescogidas08-12.pdf
[19] Lenin, «Discursos en la reunión de miembros de las delegaciones alemana, polaca, checoslovaca, húngara e italiana (11 de julio)», p. 401, en https://www.pceml.info/wp-content/uploads/2024/03/1921_IIICongresodelaInternacionalComunista.pdf
[20] Véase «Segundo Congreso de Soviets de Diputados Obreros y Soldados de toda Rusia»
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