La violencia machista no se paraliza durante la pandemia – ¡Necesitamos soluciones revolucionarias!

Desde enero de 2003, se refleja la podredumbre del sistema capitalista en cifras de violencia de género: 1074 mujeres asesinadas. La Macroencuesta de Violencia contra la Mujer revela que un 57,3% de mujeres españolas han sufrido algún tipo de violencia, y que 2,8 millones habrían sufrido violencia sexual por parte de parejas, exparejas u otros.

Las cifras hasta octubre de 2020 registran 41 asesinadas por sus parejas o exparejas, frente a las 51 mujeres asesinadas hasta octubre de 2019, lo cual no hace más que reflejar el silencio soportado por miles de mujeres ante la violencia psicológica, física o sexual durante el confinamiento.

El estado de alarma ha evidenciado la opresión a la mujer. Su origen en la familia nuclear, con el fin de mantener e incrementar la propiedad privada transmitida entre hombres, relega a la mujer al rol de progenitora, y prisionera del hogar y sus tareas. De este modo, muchas mujeres, especialmente las mujeres trabajadoras sin alternativas, se han visto obligadas a convivir 24 horas con sus agresores. El resultado: del 14 de marzo al 31 de mayo, las llamadas al 016 se han incrementado un 41% con respecto a 2019, llegando a recibir 20.732 llamadas. Las peticiones de ayuda por correo electrónico aumentaron un 450% y recibieron 2.038 consultas en WhatsApp. El uso de «medios silenciosos» refleja el miedo y la sumisión que estas mujeres sufrieron para evitar su muerte.

La perpetuación de la posición de la mujer trabajadora bajo el capitalismo, reflejada en la doble explotación en el hogar y el trabajo, es reafirmada tras el confinamiento. Pese al aumento de la brecha salarial, miles de mujeres han arriesgado su salud, trabajando en condiciones insalubres, e incluso viéndose obligadas a trabajar enfermas, como las temporeras de Huelva. Aquellas que reivindicaron sus derechos, como Nadia García en Procavi, se han encontrado con despidos y represión sindical en sus centros de trabajo. De vuelta a casa, se ven obligadas a lidiar con la situación del hogar. Esta «pérdida de control» de sus víctimas experimentada por los maltratadores tras el confinamiento les condujo a matarlas.

La clase dirigente ha demostrado pasividad e incluso desprecio hacia la situación de la mujer, empezando por empresarios y dirigentes políticos que antepusieron la economía a la salud de las mujeres. Dirigentes de Vox equiparan la huelga del 8M con un homenaje a la muerte, mientras celebran un mitin en Vistalegre; y califican las asociaciones de mujeres como «chiringuitos feministas», mientras en sus propias filas reciben denuncias por violencia de género. El presidente de la Junta de Andalucía califica éstas como «crimen familiar», encubriendo la violencia machista; promueve con el trifachito medidas reaccionarias, como el pin parental; y degrada las condiciones de las mujeres andaluzas. Este entramado es sustentado por otras figuras del aparato del Estado, como el Poder Judicial mediante medidas, como la retrógrada regulación de la custodia compartida al margen del magistrado, y con la cooperación de miembros de la Guardia Civil que menosprecian las denuncias o se limitan a recoger datos automatizados.

El gobierno de PSOE-UP ha puesto en marcha medidas progresistas, como la mejora de sistemas para la atención de las víctimas, o el anteproyecto de ley contra la violencia sexual, entre otras. Aunque adecuadas, estas medidas son insuficientes. Para erradicar la dependencia y lograr una emancipación real es fundamental garantizar empleo de calidad y vivienda a todas las mujeres, así como eliminar nuestra carga en las tareas del hogar y la crianza, mediante su socialización a través de guarderías o lavanderías públicas gratuitas o mediante personal público asalariado. Es necesario acabar con la corrupción del sistema judicial mediante medidas democratizadoras, y comités que identifiquen y expulsen a machistas y reaccionarios de las instituciones. Es esencial generar medidas eficaces de prevención y erradicación de violencia machista, y reeducar a la sociedad sobre las bases del respeto y la cooperación.

Estas soluciones deben ir acompañadas de la lucha contra el capitalismo, debido al obstáculo que supone el control de los medios por una minoría para sus intereses individuales. Hay dos opciones: Movilizarnos y organizarnos en la lucha por cambios radicales, u observar cómo miles de mujeres siguen siendo asesinadas y cómo el contador vuelve a 0 cada año. ¡Organicémonos, y luchemos contra el capitalismo!

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