Las vidas trabajadoras importan
En la madrugada del 17 de julio, un asentamiento de temporeros inmigrantes a las afueras de Lepe sufría el tercer incendio en tan sólo cinco días. Unos 400 temporeros, que viven en estos asentamientos chabolistas, han presenciado como el fuego arrasaba con las pocas pertenencias que tenían.
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Incendios provocados
Está claro que el incendio del asentamiento de inmigrantes en Lepe es provocado. Se produjo alrededor de las 4 de la madrugada además de ser el tercer incendio en tan sólo cinco días, después del producido en Lucena del Puerto y, de nuevo, en Lepe. Aunque se desconoce la autoría del incendio, seguramente esté vinculada a la ultraderecha. Como respuesta, los trabajadores afectados se concentraron en la puerta del ayuntamiento para pedir soluciones ante la situación de miseria y desamparo en la que se encuentran.
Desde que se produjo la pandemia, sectores de la derecha y la ultraderecha no han escatimado esfuerzos en culpar a la población inmigrante de ser la causa de los rebrotes y traer la enfermedad consigo. Han hecho gala de su racismo y del odio que sienten hacia los pobres, trabajadores e inmigrantes. Estos ricachones y señoritos terratenientes, vinculados a la derecha y la ultraderecha, explotan brutalmente a los trabajadores, sobre todo inmigrantes. De la plusvalía robada a sus trabajadores, obtienen los beneficios para vivir sin dar un palo al agua, como parásitos del sistema. Por eso sus reivindicaciones pasan por eliminar las inspecciones de trabajo, así son impunes ante las atrocidades que comenten contra los trabajadores. Con los eufemismos del tipo “no queremos inmigración ilegal” lo único que pretenden es recortar derechos a la población inmigrante para poder explotarla aún más y así impulsar los salarios a la baja.
Precisamente, la responsabilidad de los rebrotes entre temporeros es de los empresarios agrarios que pagan salarios de miseria y no disponen de medidas de seguridad para protegerse del virus en los tajos. Los temporeros malviven en naves industriales y complejos abandonados donde se encuentran hacinados y donde es imposible mantener unas medidas mínimas de higiene y salubridad. Estos trabajadores se encuentran al margen del sistema de salud pública para controlar la pandemia. La omisión por parte de la Administración pública y el gobierno central es evidente. El ministro de agricultura y pesca, Luis Planas, en unas declaraciones, negaba que los rebrotes que se han dado entre los temporeros en las provincias de Huesca y Lleida se debieran a sus condiciones de trabajo. Sostenía que más bien se debían a cuestiones de alojamiento. Habría que explicarle al ministro, que la situación de alojamiento se debe, precisamente, a la miseria de salarios y a la falta de una alternativa habitacional digna para los temporeros.
La crisis la están pagando los trabajadores
Según los datos que proporciona el ministerio de trabajo, entre enero y mayo de este año, 288 trabajadores han fallecido por accidente laboral. En el mismo periodo, el año pasado, murieron 250 trabajadores. Esto significa un incremento del 15,2% entre ambos años ¡con un confinamiento de tres meses! Estos datos reflejan cómo durante el estado de alarma, las condiciones de trabajo han empeorado considerablemente, sobre todo en lo que a seguridad se refiere. En el sector agrario, hasta mayo de este año se han registrado 37 muertes, comparadas con las 17 muertes del año pasado para el mismo periodo. Esto supone un aumento de la siniestralidad laboral del 117,6%.
La clase obrera y los jornaleros inmigrantes, sobre todo, tienen motivos de sobra para estar cabreados con la situación actual. Se avecina una gran crisis económica y no hay síntomas de que el resultado vaya a ser muy diferente a la crisis de 2008. La pregunta que nos hicimos entonces vuelve a planear sobre nosotros: ¿quién pagará la próxima crisis? Por ahora, son los trabajadores que han visto empeorar sus condiciones laborales quien están pagando el pato de los derroches y la búsqueda del beneficio particular de una minoría. Los jornaleros no sólo tienen que soportar condiciones duras de trabajo, sino que además deben permanecer callados ante ataques racistas por parte de la parte más reaccionaria y rancia de la sociedad.
No se puede acudir a la bondad y misericordia de la patronal agraria y los terratenientes para que la situación de los jornaleros mejore. Los jornaleros y jornaleras deben mostrar su músculo ante los ataques racistas. Son ellos y ellas, junto a los pequeños agricultores, los que ponen las verduras, frutas y hortalizas encima de la mesa. Por eso es necesario agitar la consigna de la huelga general acompañadas de movilizaciones sostenidas con el objetivo de acabar con el racismo y los abusos de los grandes terratenientes y luchar por unas condiciones de vida dignas.
No hay capitalismo sin racismo
El asesinato de George Floyd a manos de la policía conmocionó no sólo a Estados Unidos, sino al mundo entero. Décadas de violencia policial y racismo creó un fermento de rabia y frustración, especialmente entre los jóvenes, que reactivó un espectacular movimiento, “Black Live Matters”, que había surgido años antes, pero que ahora se encuentra fortalecido. Numerosas calles de ciudades importantes de los EE. UU. fueron tomadas por los manifestantes, se ocuparon comisarías de policía, se crearon barricadas y se destruyeron estatuas que simbolizaban la esclavitud y la discriminación hacia los negros. Se originó un movimiento de solidaridad por todo el mundo con manifestaciones en muchas ciudades, también en el Estado español. Días posteriores a las movilizaciones que se dieron aquí, salió la noticia de que el joven Iliass Tahiri, de un centro de menores en Almería, moría a manos de los guardias de seguridad. Las cámaras mostraron que no opuso ningún tipo de resistencia.
El movimiento Black Live Matters muestra el camino por el cual, si la clase obrera se moviliza y lucha en la calle, puede conseguir concesiones que sus supuestos representantes jamás conseguirían arrancar pisando moqueta. Sin embargo, el movimiento también refleja serias debilidades: la falta de organización y una dirección valiente y revolucionaria que plantee atajar el problema de raíz más allá de conseguir esta o aquella concesión por parte de la clase dominante. La burguesía utiliza el racismo y la xenofobia para tratar de dividir a la clase obrera en cuestiones raciales. Saben perfectamente que la clase obrera unida y organizada con el objetivo de derrocar el capitalismo supondría el fin de los privilegios y riquezas que le proporcionan el sistema. Por esta razón, el racismo es intrínseco al sistema capitalista. Es necesario avanzar hacia una sociedad socialista donde las opresiones, la explotación y las miserias provocadas por el capitalismo sean cosa del pasado.
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