Los orígenes del trotskismo
«La Oposición de Izquierda Internacional se desarrolla en medio de profundas crisis que arrojan en brazos del pesimismo a los pusilánimes y a los miopes. En realidad, estas crisis son absolutamente inevitables. Basta con leer atentamente la correspondencia de Marx y Engels o estudiar seriamente la historia del desarrollo del Partido Bolchevique para comprender qué difícil, complejo y contradictorio es el proceso de formar cuadros revolucionarios».
«Así como el primer capítulo de la Revolución Rusa (1917-23) dio un poderoso impulso a las tendencias revolucionarias del proletariado mundial, el segundo capítulo, después del año 1923, sembró una confusión terrible en las filas de los trabajadores revolucionarios. Cuando pasamos revista a todo este período nos vemos obligados a decir: sólo un horrendo terremoto puede provocar en la cultura material una devastación tan colosal como la que la conducta administrativa de los epígonos provocó en los principios, ideas y métodos del marxismo.
«Le corresponde a la Oposición de Izquierda reanudar el hilo de la continuidad histórica en la teoría y la política marxistas».
León Trotsky, 17 de febrero de 1931
Contenido
Introducción
La Revolución Rusa de octubre de 1917, bajo la dirección de los bolcheviques, fue el mayor acontecimiento de la historia. Por primera vez, dejando aparte la episódica Comuna de París, la clase obrera expulsó a los capitalistas y terratenientes y tomó el poder en sus propias manos. Millones de personas a nivel internacional depositaron sus esperanzas inspirándose y vinculándose directamente con la Revolución, que fue seguida por una serie de acontecimientos revolucionarios entre 1917 y 1921. La revolución puso el poder en manos de los trabajadores alemanes en noviembre de 1918, pero los líderes socialdemócratas se lo devolvieron a los capitalistas. Repúblicas soviéticas fueron formadas en Baviera y en Hungría, pero pronto fueron derrocadas por la contrarrevolución. Toda Europa estalló con la revolución, pero terminó en derrota como resultado de la traición y de una dirección inadecuada, lo que llevó al aislamiento de la Revolución Rusa.
El programa del Partido Bolchevique apostaba por la revolución socialista mundial. La revolución rusa era simplemente el primer paso de dicha revolución internacional. Como explicó Lenin, se había abierto un nuevo período de guerras y revoluciones para el cual los revolucionarios debían prepararse. Lenin y Trotsky lanzaron una nueva Internacional Comunista en marzo de 1919, como consecuencia directa de las traiciones de los líderes de la Internacional Socialista, que habían apoyado a sus propias clases dominantes durante la guerra, convirtiendo a la Internacional en un «cadáver maloliente», usando las palabras de Rosa Luxemburgo.
Los primeros años de la Internacional Comunista constituyeron un genuino movimiento revolucionario, cuya autoridad se basaba en la Revolución Rusa y el liderazgo de Lenin y Trotsky. Sin embargo, las jóvenes fuerzas atraídas por la nueva Internacional eran políticamente inmaduras. Aunque se formaron nuevos Partidos Comunistas de masas en Alemania, Francia, Italia y, en otros lugares, estos partidos resultaron demasiado débiles para aprovechar la ola revolucionaria de la posguerra. Su inexperiencia fue un obstáculo y dio lugar a una serie de errores graves. Por ejemplo, en Alemania, el Partido participó en la ultraizquierdista y prematura «Acción de marzo» en 1921, que condujo a una sangrienta derrota y al aislamiento del Partido. Después de este primer ataque, el capitalismo pudo estabilizarse, al menos temporalmente.
En espacio de dos años, Alemania se vio sacudida por una situación revolucionaria. En 1923, las masas se distanciaron de sus viejas organizaciones y buscaron la dirección de los comunistas. Desafortunadamente, los líderes comunistas alemanes habían sido instruidos por Stalin y Zinóviev a «ir lentamente» y la oportunidad de tomar el poder se perdió trágicamente. «En mi opinión, los alemanes deben contenerse y no precipitarse», escribió Stalin. Trotsky advirtió contra ese freno y abogó por que los planes para una insurrección se llevaran a cabo de inmediato, pero sus ideas fueron descartadas por fantasiosas. Desafortunadamente, Lenin en ese momento había quedado incapacitado debido a sus ataques cerebrales.
En el Pleno del Comité Central ruso, en septiembre de 1923, algunas semanas antes de la derrota alemana, Trotsky instó al Partido a pasar a la ofensiva. De acuerdo con el acta:
«El camarada Trotsky, antes de abandonar la sesión del Comité Central, pronunció un discurso que entusiasmó a todos los miembros del Comité Central. Declaró en su discurso que la dirección del PC alemán está supuestamente impregnada de fatalismo y somnolencia, etc. El camarada Trotsky declaró además que bajo estas condiciones, la revolución alemana está condenada al fracaso. Este discurso produjo una asombrosa impresión. Aun así, la mayoría de los camaradas opinó que esta crítica fue motivada por un incidente ocurrido en el Pleno del Comité Central que nada tenía que ver con la revolución alemana y que esta declaración estaba en contradicción con el estado objetivo de las cosas”.
La mayoría alrededor del triunvirato de Zinóviev, Kámenev y Stalin ignoraron las advertencias de Trotsky. Sin embargo, una vez que la derrota fue clara para todos, cambiaron e hicieron de chivos expiatorios a los líderes del Partido alemán, expulsándolos de sus posiciones, una decisión condenada por Trotsky. La culpa principal de la derrota residía en las políticas y los consejos erróneos de Zinóviev y Stalin.
Temiendo la propagación del «bolchevismo» en Occidente, el imperialismo estadounidense acudió en ayuda del capitalismo alemán con préstamos financieros. Habían aprendido la lección de intentar ahogar a la derrotada Alemania en Versalles en 1919 y no iban a repetir ese costoso error.
La derrota de la Revolución Alemana y el mayor aislamiento de la Revolución Rusa tuvieron un efecto dramático. El atraso de Rusia, los horrores de la Guerra Mundial, la destrucción de la Guerra Civil, la intervención imperialista y el bloqueo pasaron factura. Lenin había descrito la revolución como atrapada en una «fortaleza sitiada». Solo la expansión de la revolución socialista a Occidente podría romper este aislamiento e impedir su derrota. Durante la Guerra Civil, se introdujo un período de «comunismo de guerra», basado en las necesidades inmediatas de defensa militar de la intervención imperialista y los ejércitos Blancos. Sin embargo, con el final de la Guerra Civil, la política cambió con la introducción de la Nueva Política Económica (NEP), una medida que intentó restaurar parcialmente el mercado y paliar las marcadas diferencias entre la ciudad y el campo. Estas concesiones al capitalismo, que fueron consideradas como un «retroceso», produjeron una diferenciación de clase más profunda y la aparición de ricos especuladores, los nepistas y kulaks.
El terrible atraso y el aislamiento de la revolución aumentaron el poder de la vieja burocracia, que comenzó a tomar posiciones dentro del Estado e, incluso, del Partido. «El Estado obrero esconde, debajo de la fina apariencia socialista, la misma vieja máquina estatal zarista», explicó Lenin. Las atroces condiciones de hambruna y escasez habían debilitado a la pequeña clase trabajadora y habían hecho que los órganos de la democracia obrera (los sóviets) cayeran en desuso. Una jerarquía creciente de funcionarios y burócratas designados eludió a la clase trabajadora y asumió una mayor influencia y control. El régimen soviético colgaba de un hilo, exhausto y aislado. Los bolcheviques no tenían otra alternativa que esperar la ayuda de la revolución en Occidente. Mientras tanto, el dominio burocrático se hacía más y más fuerte.
Se introducían nuevos métodos para cumplir nuevos objetivos. El aparato estatal iba absorbiendo a los viejos revolucionarios, distanciándose cada vez más de las masas. A medida que los antiguos burócratas zaristas se fueron haciendo con el poder, se fue produciendo un cambio en las masas y un «reagrupamiento» en el Estado y el Partido. Esta fue la base material para el surgimiento del estalinismo.
En 1924, después de la muerte de Lenin y la derrota de la Revolución alemana, la burocracia se asentó más firmemente. Stalin se presentó como el representante y el mascarón de proa de esta capa privilegiada, que se había elevado sobre las masas. Como explicó Marx, cuando «el arte, la ciencia y el gobierno» son exclusivos de una minoría, esta minoría usa y abusa de su posición para sus propios intereses. Marx y Lenin entendieron que la única forma de combatir la burocracia era a través de la participación de las masas en el gobierno, la industria y la sociedad en general. Pero el atraso y las dificultades objetivas a las que se enfrentaba la clase obrera, que trabajaba 10, 11 y 12 horas al día o más, lo hicieron imposible.
Alarmado por este aumento de la burocracia y con la ayuda de Trotsky, Lenin dedicó la etapa final de su vida política a luchar contra la amenaza burocrática. Esta lucha tuvo lugar a fines de 1922 y en los primeros dos meses de 1923, y estuvo marcada por la ruptura personal de Lenin con Stalin. Lenin había sufrido un derrame cerebral el 14 de diciembre de 1922, que lo dejó parcialmente paralítico. Al día siguiente, comenzó a dictar su testamento. Lenin quedó escandalizado cuando descubrió el tratamiento que habían sufrido los líderes bolcheviques georgianos por parte de Stalin y su aliado Ordjonikidze. Como consecuencia, Lenin intentó preparar una lucha contra Stalin –declarando que debía ser destituido de su posición como Secretario General del Partido. Pero antes de que esto pudiera llevarse a cabo, Lenin sufrió otro ataque, que lo dejó paralizado, incapaz de hablar e intervenir.
Lenin escribió en su testamento que Trotsky era el «hombre más capaz del Comité Central». Para evitar que Trotsky asumiera el liderazgo del Partido, Stalin, con Zinóviev y Kámenev, los «viejos bolcheviques», crearon un triunvirato. Para desacreditar a Trotsky, desenterraron todos los viejos desacuerdos, especialmente entre Lenin y Trotsky, largamente resueltos por la historia, y los arrojaron a la cara de los miembros. Esto se hizo inicialmente entre bastidores, ya que la autoridad política y moral de Trotsky, como líder junto a Lenin de la revolución, todavía era muy alta. En contraste, Stalin era un desconocido; y el papel «rompehuelgas» de Zinóviev y Kámenev en 1917, quienes se habían opuesto públicamente a la insurrección de Octubre, estaba demasiado fresco en la mente de la gente.
El «Politburó» secreto, compuesto por los miembros del Politburó, pero excluyendo a Trotsky, se reunía por separado para organizar la lucha contra él. No tenía nada que ver con los principios, era un bloque sin escrúpulos y sin principios. A través del método generalizado de nombramientos selectivos, todo lo cual estaba en manos de Stalin, esta fracción secreta logró controlar el aparato a nivel nacional y local.
La reacción termidoriana en el país estaba pasando factura. La revolución estaba en retirada. Las masas estaban agotadas. La burocracia estaba flexionando sus músculos. Las intrigas en la esfera superior del Partido se multiplicaban. «Los epígonos estaban ampliando el círculo de su conspiración», explicó Trotsky. «Al principio, procedieron con cautela e insinuación, y añadieron a sus elogios dosis cada vez mayores de veneno. Zinóviev, el más impaciente de ellos, difundió sus calumnias con reservas». Sin embargo, la lucha contra el» trotskismo» se intensificó.
«Los miembros del Partido que levantaron sus voces en protesta contra esta conspiración fueron víctimas de ataques traicioneros, aludiendo razones sin sentido y frecuentemente inventadas», afirmó Trotsky. «Por otro lado, los elementos moralmente inestables, que fueron expulsados del Partido durante los primeros cinco años, ahora se les perdonaba si se mostraban hostiles contra Trotsky».
Después de la muerte de Lenin, decenas de miles de estos arribistas fueron admitidos en el partido como parte de la llamada “promoción Lenin”, que diluyó la militancia y aumentó el poder de Stalin y de la burocracia.
La fundación de la Oposición de Izquierda
La Oposición de Izquierda de Trotsky, establecida en 1923, no se desarrolló de una sola vez, sino en etapas en reacción al curso seguido por la fracción gobernante. El primer choque serio se produjo en octubre de ese año. La situación económica se había deteriorado y se habían producido huelgas generalizadas en muchas áreas. Los trabajadores de las plantas de ingeniería en Sormovo, Jarkov, la cuenca del Donets y, otros lugares, detuvieron el trabajo en protesta por el impago de los salarios. Este mayor descontento en el país también se reflejó dentro del Partido bolchevique. Pero la respuesta del Comité Central bajo el control del triunvirato fue aplastar fuertemente a las corrientes de la oposición, fuera y dentro del Partido.
Confrontado con esta grave situación, Trotsky escribió al Comité Central el 8 de octubre, protestando por la gravedad de la situación y la aparición de un «régimen insano dentro del Partido». Arremetió contra el sistema de nombramientos a gran escala y el debilitamiento de la democracia del Partido a todos los niveles. «La burocratización del Partido ha alcanzado proporciones inauditas», escribió en un ataque contra el Triunvirato.
La carta de Trotsky concluía:
«Los miembros del Comité Central y de la Comisión de Control Central saben que al luchar firme y decisivamente dentro del Comité Central contra una política falsa, he evitado deliberadamente plantear la lucha dentro del Comité Central ante el juicio incluso de un pequeño círculo de camaradas, específicamente, ante aquellos que, dada cualquier orientación del Partido que fuera mínimamente razonable, ocuparían sin duda un puesto prominente en el Comité Central. Debo decir que los esfuerzos que he realizado en el transcurso del último año y medio no han dado resultados. Esto plantea el peligro de que el Partido pudiera estar atascado sin saberlo en una crisis de excepcional gravedad…
«Dada la situación que se ha desarrollado, considero que no sólo es mi derecho, sino también mi deber comunicarle el verdadero estado de cosas a cada miembro del Partido que considere lo suficientemente preparado, maduro, prudente y en consecuencia, capaz de ayudar al partido a salir de este impasse sin provocar convulsiones y vuelcos fraccionales”.
Esta aguda afirmación colocó a Trotsky a la cabeza de la creciente oposición.
El 15 de octubre de 1923, 46 miembros prominentes del Partido, en su mayoría bolcheviques del más alto rango durante la Guerra Civil, emitieron una declaración al Politburó conocida como «La Plataforma de los 46», en apoyo a las críticas de Trotsky. «Explicamos [la crisis] por el hecho de que detrás de la forma externa de la unidad oficial, se da en la práctica un reclutamiento unilateral de los individuos y una dirección de los asuntos, que es unilateral y adaptada a las opiniones y simpatías de un grupo restringido. Como consecuencia de una dirección del Partido distorsionada por tales consideraciones estrechas, el Partido está en gran medida dejando de ser aquella viva colectividad independiente que aferra la realidad de las cosas con sensibilidad porque está ligada a esta realidad con miles de hilos».
La oposición exigió la restauración de la democracia obrera para luchar contra la degeneración burocrática del Partido y el aparato estatal. La «Plataforma» también pidió la legalización de las fracciones dentro del Partido, que habían quedado temporalmente prohibidas por el Décimo Congreso.
«Muchos de nosotros aceptamos conscientemente someternos a dicho régimen [sin fracciones]. El giro político del año 1921, y después, la enfermedad del camarada Lenin, exigían, según algunos de nosotros, una dictadura en el interior del Partido como medida coyuntural. Otros camaradas desde un comienzo adoptaron frente a ella una actitud escéptica o negativa. De todas maneras, ya en la época del XII Congreso este régimen estaba superado. Había comenzado a mostrar el reverso de la medalla. Las ligazones en el interior del Partido habían comenzado a debilitarse. El Partido se apagaba».
La prohibición temporal de las fracciones, en lugar de servir como un arma en la lucha contra las presiones pequeño-burguesas, se convirtió en un arma en manos de la burocracia del Partido contra la crítica genuina. No fue pensada para ser utilizada de manera criminal. Mientras Lenin se mantuvo en vida, actuó como un freno a tales abusos. De hecho, el propio Lenin rompió la prohibición con la formación de su bloque con Trotsky sobre el «caso georgiano» y la defensa del monopolio del comercio exterior. De haber vivido Lenin, la prohibición temporal ciertamente se habría levantado.
La petición inmediata de la Plataforma era convocar una conferencia especial del Comité Central y de los líderes de la Oposición para resolver sus diferencias. Entre muchos otros, la petición fue firmada por Preobrazhensky, Serebriakov, Antónov-Ovséienko, I.N. Smirnov, Piatakov, Osinsky, Murálov y Sapronov. Rakovsky y Krestinsky, que estaban en el extranjero en puestos diplomáticos, también eran conocidos por compartir la posición de Trotsky.
Pero la respuesta del Politburó acusó a Trotsky de «instigar una lucha contra el Comité Central» y de cometer una serie de errores que podrían «dar lugar a una crisis real del Partido y [crear] una brecha entre el Partido y la clase trabajadora». Aunque ninguno de los argumentos de Trotsky fue respondido, lo acusaron de querer convertirse en «dictador en asuntos económicos y militares». El Politburó también intentó calumniarlo al citar erróneamente los desacuerdos pasados de Lenin con Trotsky.
Trotsky se vio obligado a responder en una segunda carta al Politburó el 24 de octubre, en particular, contestando a las distorsiones en cuanto a sus puntos de vista y de Lenin. Trotsky citó a Lenin para mostrar que en las cuestiones económicas, las opiniones de Lenin coincidían con las suyas. Lo mismo ocurría con su defensa conjunta del monopolio del comercio exterior, donde Lenin le pidió que formaran un bloque común. Trotsky citó el ataque de Lenin contra la burocracia, especialmente su artículo, «Mejor menos, pero mejor», con el que hacía una evaluación devastadora del Comisariado del Pueblo de la Inspección Obrera y Campesina, encabezado por Stalin. Lenin exigía que se reorganizara por completo.
«¿Cuál fue, sin embargo, la reacción del Politburó ante la propuesta de Lenin que planteaba la reorganización de la Inspección Obrera y Campesina? Durante la sesión del Politburó que se reunió rápidamente a petición mía, todos los presentes –Stalin, Molotov, Kuibishev, Ríkov, Kalinin y Bujarin – no sólo estaban en contra del plan de Lenin, sino también en contra de la publicación del artículo. Las objeciones de los miembros del Secretariado eran particularmente agudas y categóricas. Debido a las exigencias persistentes de Lenin de que le fuera mostrado el artículo impreso, el camarada Kuibishev, el futuro Comisario del Pueblo del Rabkin [la Inspección Obrera y Campesina], propuso durante esta sesión que el Politburó imprimiera una copia de un número especial de Pravda con el artículo de Lenin para apaciguarlo, y a la vez ocultarle el artículo a la totalidad del Partido».
En lugar de llevar a cabo el plan de Lenin, el plan fue convertido «en inofensivo» por el engaño consciente.
Ni las cartas de Trotsky ni la «Plataforma del 46» fueron publicadas ni mostradas al Partido. En cambio, el Politburó abrió una campaña unilateral contra la Oposición de Izquierda. Trotsky respondió con una serie de artículos escritos para la publicación en Pravda en diciembre de 1923, que se publicaron como un folleto titulado, El nuevo curso. Este documento marcó una nueva etapa en el desarrollo de la Oposición.
En él, Trotsky advertía sobre los peligros de la degeneración de la «Vieja Guardia»: «¿El burocratismo conlleva un peligro de degeneración, o no? Sería de ciegos negarlo. En su desarrollo prolongado, la burocratización amenaza con separar a los líderes de las masas, hacer que concentren su atención únicamente en cuestiones de administración, de nombramientos y transferencias, de reducir su horizonte, de debilitar su espíritu revolucionario, es decir, de provocar un degeneración más o menos oportunista de la Vieja Guardia, o al menos de una parte considerable de ella. Tales procesos se desarrollan lenta y casi imperceptiblemente, pero se revelan abruptamente”. Y continúa diciendo: “Pero si el viejo curso se viera obligado a mantenerse a toda costa apretando las riendas, mediante una selección cada vez más artificial, mediante la intimidación, en una palabra, mediante procedimientos que indican una desconfianza del Partido, el peligro real de degeneración de una parte considerable de los cuadros aumentaría inevitablemente».
Se defendió contra el falso argumento presentado contra él de «subestimar al campesinado», al explicar que él fue el primero en proponer una Nueva Política Económica, que diera concesiones a los campesinos, pero que fue rechazada por el Comité Central. La única forma en que la clase trabajadora podía satisfacer las necesidades de los campesinos de obtener productos manufacturados baratos era a través del desarrollo de una industria a gran escala. Esto sólo podría funcionar con la introducción de un plan a largo plazo durante períodos de cinco años, quinquenales. Una vez más, Stalin y el triunvirato se opusieron con vehemencia, rechazando la propuesta ridiculizándola, con insultos y tergiversación. Más tarde, Stalin adoptó por completo esta idea «utópica» cuando presentó los primeros planes quinquenales.
Sin embargo, a pesar de todos los ataques y calumnias del triunvirato, las opiniones de la Oposición ganaron apoyo. Obtuvieron una mayoría significativa entre las filas del Ejército Rojo, así como en la Liga de Jóvenes Comunistas, que votaron a favor de la Oposición. En Moscú, la mayoría también fue para la Oposición. Pero el aparato, bajo el control de Stalin, se aseguró de amañar los votos en el XIII congreso y garantizar la victoria completa del triunvirato.
Los líderes de la Oposición esperaban la recuperación de Lenin, lo que habría transformado la lucha. Pero la muerte de Lenin el 21 de enero de 1924 sirvió para liberar todas las restricciones del triunvirato. La campaña contra el «trotskismo» alcanzó nuevos niveles. Stalin personalmente atacó a Trotsky en el XIII congreso del partido. El testamento de Lenin se suprimió y pasó a ser considerado por el Politburó como un documento subversivo. Stalin se convirtió cada vez más en el portavoz abierto de la reacción burocrática que levantaba la cabeza contra la Revolución de Octubre. Los burócratas querían paz y tranquilidad para llevar adelante sus asuntos, no la revolución mundial. La muerte de Lenin constituyó un punto de inflexión para ellos. No fue una casualidad que en ese momento, Stalin presentara la famosa teoría del «socialismo en un sólo país», que reflejaba las perspectivas de la burocracia.
Los internacionalistas bajo la dirección de Trotsky lucharon contra esta teoría antimarxista. Toda la historia del bolchevismo se había opuesto a la idea de un «socialismo nacional», especialmente en la Rusia atrasada. Marx y Engels habían atacado esta idea hace mucho tiempo. El marxismo representaba el internacionalismo proletario, que surgió del desarrollo del capitalismo mundial. Lenin explicó muchas veces que sin la revolución mundial, una revolución aislada estaría condenada al fracaso. Incluso Stalin, en la primavera de 1924, rechazó el socialismo en un solo país. Solo en la segunda edición de sus «Problemas del leninismo», publicada más tarde ese año, escribió: «Después de consolidar su poder y conducir al campesinado a su paso, el proletariado del país victorioso puede y debe construir una sociedad socialista…». (Stalin, Collected Works, vol.6, p.110)
El marxismo explica que las ideas, cuando se aseguran un apoyo de masas, representan intereses materiales definidos de agrupaciones, castas o clases en la sociedad. Esta teoría del «socialismo en un solo país» representaba la visión de los burócratas y arribistas que querían frenar la revolución. Habían comenzado a transformarse en una casta dominante. La adopción del «socialismo en un solo país» transformó la Internacional Comunista de ser un instrumento para la revolución internacional a una guardia fronteriza para la defensa de la Unión Soviética y de la burocracia de Moscú.
Trotsky predijo que la adopción de esta teoría perniciosa, que fue escrita en el programa principal de la Internacional Comunista en 1928, conduciría inevitablemente a la degeneración nacionalista y reformista de la Internacional Comunista. Esta predicción resultó asombrosamente correcta y la Internacional fue formalmente disuelta por Stalin en 1943 como un gesto a los Aliados.
Trotsky también emprendió una defensa de su famosa teoría de la Revolución Permanente, como una refutación completa al «Socialismo en un solo país».
«La expresión ‘revolución permanente’ es una expresión de Marx que aplicó a la revolución de 1848», escribió Trotsky.
«En el marxismo, naturalmente no en la literatura revisionista sino en la marxista revolucionaria, este término siempre ha tenido derechos de ciudadanía. Franz Mehring lo empleó para la revolución de 1905-1907. La revolución permanente, en una traducción exacta, es la revolución continua, la revolución ininterrumpida… Por lo tanto, la idea de la revolución permanente coincide totalmente con la línea estratégica fundamental del bolchevismo. Es comprensible que esto no se haya visto hace dieciocho o quince años. Pero es imposible no comprenderlo y reconocerlo ahora cuando las fórmulas generales han sido verificadas por un contexto histórico lleno de sangre.
«Uno no puede descubrir en mis escritos de esa época el más mínimo intento de saltar sobre el campesinado. La teoría de la revolución permanente condujo directamente al leninismo y, en particular, a las Tesis de Abril de 1917.
«Estas tesis, sin embargo, predeterminando la política de nuestro Partido en Octubre y en el transcurso de Octubre, provocaron el pánico, como es sabido, entre una gran parte de aquéllos que ahora hablan sólo con horror sagrado de la teoría de la ‘revolución permanente'».
1924 fue un punto de inflexión en diferentes formas. Fue en este momento que la Comintern estaba siendo «bolchevizada» por Zinóviev. Esto significaba que Moscú intervino directamente en los asuntos internos de los partidos comunistas, no para ayudarlos, sino para garantizar su obediencia. Los oposicionistas fueron retirados de sus posiciones del Partido, incluida la dirección, y tomaron sus lugares los títeres leales y los aduladores. Esto las redujo simplemente a organizaciones serviles sujetas a los dictados de Moscú. Esta práctica perniciosa se convirtió en la base de la destrucción de la Internacional Comunista, iniciada por Zinóviev, pero completada por Stalin.
1924 fue testigo de otro punto de inflexión en la lucha de la Oposición. Fue en este momento que Trotsky publicó un prefacio para el volumen 3 de sus escritos y discursos dedicados a 1917. Este prefacio se tituló «Lecciones de Octubre», un breve, pero brillante análisis de la Revolución Rusa y sus lecciones. Trotsky señaló dos crisis internas en el Partido en 1917: una en abril cuando Lenin luchó contra los viejos bolcheviques para rearmar al Partido para la próxima revolución, y nuevamente en octubre, cuando Zinóviev y Kámenev vacilaron y se manifestaron contra la insurrección. En cada etapa crucial, Lenin se había encontrado con la oposición de los «viejos bolcheviques». Pasó a analizar sus paralelismos con la revolución alemana, especialmente con el comportamiento de una tendencia derechista dentro del Partido alemán. Mientras que en Rusia, Lenin y Trotsky vencieron a la tendencia derechista de Zinóviev y Kámenev, este no fue el caso en Alemania. En la Revolución Alemana, no hubo ningún Lenin o Trotsky y dominó la tendencia de derecha en la dirección, que tuvo éxito en hacer naufragar la revolución. El Octubre alemán confirmó negativamente lo que el Octubre ruso había confirmado positivamente, a saber, la importancia de una dirección clarividente.
La publicación de «Lecciones de Octubre» demostró ser una bomba. El triunvirato estaba horrorizado. Inmediatamente pasaron a la ofensiva con una serie de artículos atacando a Trotsky. Citas aisladas, arrancadas de contexto, salpicaban los periódicos para distorsionar el pasado y el presente de Trotsky. La violencia de los ataques contra él no tenía precedentes. En 1925, el Partido Comunista Británico publicó un libro que contenía las «Lecciones de Octubre» de Trotsky, junto con una serie de artículos que lo atacaban de Zinóviev, Stalin, Kámenev y Krúpskaia. El título del libro era Los errores del trotskismo.
En la introducción, JT Murphy [como miembro del Comité Central del Partido Comunista Británico, fue el primero en proponer la expulsión de Trotsky. Irónicamente, se convirtió en víctima de las purgas de Stalin cuando en 1932 la dirección del partido usó la falsa acusación de «trotskismo» para expulsarlo del partido, después de entrar en conflicto con ella] se vio obligado a elogiar a Trotsky, antes de criticarlo: «Es indudablemente cierto que fue una gran sorpresa para la clase obrera británica cuando vieron a la Internacional Comunista en medio de una gran controversia con el camarada Trotsky. El camarada Trotsky siempre había estado asociado en nuestras mentes con el camarada Lenin. ‘¡Lenin y Trotsky!’ Estos fueron los nombres con los que conjuramos en todos nuestros pensamientos y sentimientos sobre la Revolución Rusa y la Internacional Comunista».
Incluso los esfuerzos de Krúpskaia por criticar a Trotsky se atenúan con un toque de ironía: «No sé si el camarada Trotsky ha cometido realmente todos los pecados capitales de los que es acusado, las exageraciones en la controversia son inevitables».
Curiosamente, el libro vuelve a publicar la carta de Trotsky al Comité Central del Partido Ruso del 15 de enero de 1925, donde refuta todas las acusaciones en su contra, y que volvemos a publicar aquí:
Carta de Trotsky al Pleno del Comité Central del Partido Comunista Ruso
Queridos camaradas,
El primer punto del orden del día de la próxima sesión plenaria del Comité Central es la cuestión de las resoluciones de las organizaciones locales sobre la «conducta» de Trotsky. Debido a mi estado de salud, no podré participar en el trabajo del Pleno, pero creo que puedo contribuir a la elucidación de esta cuestión, haciendo las siguientes observaciones:
- Consideré y considero ahora que podría, en la discusión, presentar un número suficiente de objeciones de peso en principio y de hecho contra la acusación presentada en mi contra, la de que estoy tratando de «revisar el leninismo» o de «minimizar» el papel de Lenin. Sin embargo, me abstuve de hacerlo, no sólo por el estado de mi salud, sino también porque en la atmósfera de la presente discusión, cada afirmación que hago sobre esta cuestión, independientemente de su contenido, carácter y tono, no serviría más que como un ímpetu para intensificar la controversia, pasar de una controversia unilateral a una polivalente, y darle un carácter más agudo.
Incluso ahora, sopesando todo el progreso de la discusión, y pese a que a lo largo de ella se han presentado muchas acusaciones falsas e incluso monstruosas en mi contra, creo que mi silencio fue correcto desde el punto de vista de los intereses generales del Partido.
- Sin embargo, bajo ninguna circunstancia puedo admitir que estoy abogando por una política especial («trotskismo») ni que me esfuerzo por revisar el leninismo. La convicción que se me atribuye, en el sentido de que, no llegué al bolchevismo, sino que el bolchevismo vino a mí, es simplemente monstruosa. En mi introducción a «Lecciones de Octubre», dije francamente (página 62) que el bolchevismo se preparó para su papel en la revolución por su lucha irreconciliable, no sólo contra los populistas y los mencheviques, sino contra los «conciliadores», es decir, la tendencia a la que yo pertenecía. Nunca en los últimos ocho años se me ha pasado por la cabeza considerar ninguna cuestión desde el punto de vista del «trotskismo» que he considerado y considero ahora que ha sido liquidado políticamente hace mucho tiempo. Independientemente de si estaba en lo cierto o equivocado con respecto a otras cuestiones que se presentaron ante nuestro Partido, siempre me esforcé por resolverlas de acuerdo con la experiencia teórica y práctica general de nuestro Partido. Durante todo este tiempo, nadie me dijo que ninguno de mis pensamientos o propuestas indicaran una tendencia especial, es decir, «trotskismo». Muy inesperadamente para mí, esta expresión surgió durante el curso de la discusión de mi libro sobre 1917.
- La cuestión de la estimación del campesinado en este sentido es de la mayor importancia política. Absolutamente niego que la fórmula ‘revolución permanente’, que se aplica totalmente al pasado, de alguna manera me haya llevado a adoptar una actitud descuidada hacia el campesinado en las condiciones de la Revolución soviética. Si en algún momento después de Octubre tuve ocasión, por motivos privados, de volver a la fórmula de la «revolución permanente», era sólo como una referencia a la historia del Partido, es decir, al pasado, y no como referencia a la cuestión de las tareas políticas de la actualidad. En mi opinión, el intento de construir una contradicción irreconciliable en este asunto no se justifica ni por los ocho años de experiencia de la Revolución, a través de la cual hemos marchado juntos, ni por las tareas del futuro.
Del mismo modo, refuto las afirmaciones y la referencia a mi supuesta actitud «pesimista» hacia el progreso de nuestro trabajo de construcción socialista frente al proceso retrasado de la revolución en Occidente. A pesar de todas las dificultades que surgen de nuestro entorno capitalista, los recursos económicos y políticos de la dictadura soviética son muy grandes. En repetidas ocasiones desarrollé y argumenté esta idea siguiendo las instrucciones del Partido, particularmente en congresos internacionales, y considero que esta idea conserva toda su fuerza para el presente período de desarrollo histórico.
- No he hablado en ninguna ocasión sobre las controvertidas cuestiones resueltas una vez por el Decimotercer Congreso del Partido, ya sea en el Comité Central o en el Consejo de Trabajo y Defensa, y ciertamente, fuera de las principales instituciones soviéticas y del Partido, no he hecho ninguna propuesta que directa o indirectamente planteara cuestiones que ya se han decidido. Después del Decimotercer Congreso, surgieron nuevos problemas, o para hablar con mayor claridad, se definieron de un carácter económico, soviético e internacional. La solución de estos problemas representó una dificultad excepcional. El intento de proponer cualquier tipo de «plataforma» en contra del trabajo del Comité Central para resolver estas cuestiones, fue absolutamente ajeno a mis pensamientos, para los camaradas que estuvieron presentes en las reuniones del Politburó, el Pleno del Comité Central, del Consejo de Trabajo y Defensa o del Consejo Revolucionario de la URSS, esta afirmación no requiere ninguna prueba. Las controvertidas cuestiones resueltas en el Decimotercer Congreso se volvieron a plantear en el curso de la última discusión, no sólo en relación con mi trabajo, sino que, por lo que puedo juzgar en este momento, sin conexión con las cuestiones prácticas de la política del Partido.
- En cuanto a la introducción a mi libro, 1917, ha servido como el terreno formal para la discusión reciente, considero que es necesario en primer lugar repudiar el cargo de que publiqué mi libro, por así decirlo, a espaldas del Comité Central. De hecho, mi libro fue publicado (mientras recibía tratamiento en el Cáucaso) exactamente en los mismos términos y condiciones en que son publicados todos los demás libros, míos o de otros miembros del Comité Central, o de los miembros del Partido en general. Por supuesto, es asunto del Comité Central establecer algún tipo de control sobre las publicaciones del Partido, pero de ninguna manera ni en lo más mínimo he violado las formas de control que se han establecido hasta ahora y, por supuesto, no tenía ninguna razón para violarlas.
- La introducción de «Lecciones de Octubre» representa un desarrollo adicional de las ideas que con frecuencia he expresado en el pasado y particularmente durante el año pasado. Aquí enumero sólo las siguientes conferencias y artículos: ‘En el camino de la Revolución Europea’ (Tiflis, 11 de abril de 1924), ‘Perspectivas y problemas en Oriente’ (21 de abril), ‘El primero de mayo en Occidente y en Oriente’ (29 de abril), ‘Un nuevo punto de inflexión’ (introducción a «Cinco años de la Comintern»), «¿Por qué etapa estamos pasando?»(21 de junio), ‘Cuestiones fundamentales de la guerra civil’.
Todas las conferencias enumeradas anteriormente fueron impulsadas por la derrota de la revolución alemana en el otoño de 1923, y se imprimieron en Pravda, Izvestia y otras publicaciones. Ni un solo miembro del Comité Central, ni tampoco del Politburó, me señaló nada erróneo en estas conferencias, ni el editor de Pravda hizo ningún comentario sobre estas conferencias, ni hizo ningún intento de señalarme algo en lo cual él no estaba de acuerdo.
Por supuesto, nunca consideré mi análisis de Octubre en relación con los acontecimientos alemanes como una «plataforma» y nunca creí que alguien lo considerara una «plataforma», que nunca fue y nunca podría ser.
- En vista del hecho de que, en los cargos presentados en mi contra, varios de mis libros, incluidos varios de los cuales han sido publicados en varias ediciones, considero necesario decir que, no sólo el Politburó en su conjunto, sino que ni un solo miembro del Comité Central ninguna vez indicó que cualquiera de mis artículos o libros podría interpretarse como ‘revisión’ del leninismo. Particularmente, esto se aplica a mi libro 1905, que fue publicado durante la vida del camarada Lenin, tuvo varias ediciones, fue calurosamente recomendada por la prensa del Partido, fue traducido por el Komintern a lenguas extranjeras, y ahora se usa como evidencia principal en el cargo de revisar el leninismo.
- El propósito que persigo al exponer estos puntos de vista, como dije al principio de esta carta, es uno, concretamente, ayudar al Pleno a resolver la cuestión como el primer punto del orden del día.
Con respecto a la declaración que se ha repetido en la discusión en el sentido de que intento asegurar una «posición social» en el Partido, que no me someto a la disciplina, que me niego a realizar el trabajo que me da el Comité Central, etc., etc., declaro categóricamente, sin entrar en una investigación sobre el valor de estas declaraciones, que estoy listo para realizar cualquier trabajo que me encomiende el Comité Central en cualquier puesto, sin ningún cargo y, por supuesto, bajo cualquier forma de control del Partido.
No hay necesidad, por lo tanto, de señalar particularmente que después de la discusión reciente, los intereses de nuestra causa exigen mi rápida liberación de los deberes como presidente del Consejo Militar Revolucionario.
En conclusión, creo necesario agregar que no abandonaré Moscú antes de la sesión plenaria, de modo que, de ser necesario, podré responder a cualquier pregunta o dar cualquier explicación que pueda ser necesaria.
(Firmado) L. Trotsky
15 de enero de 1925
El libro también contiene la resolución del Comité Central de Rusia, que, a pesar de los dos votos en contra, condena a Trotsky por sus intentos de revisar el leninismo con el trotskismo, y que resuelve:
«Más categóricamente, advertir al camarada Trotsky que la pertenencia a un partido bolchevique exige una subordinación real y no meramente verbal a la disciplina del Partido y un abandono total y sin reservas de la oposición al leninismo en cualquier forma».
Resolvieron removerlo como presidente del Consejo Militar Revolucionario y resolvieron explicarle a «toda la base del Partido el carácter antibolchevique del trotskismo, desde 1903 hasta las ‘Lecciones de Octubre'». Además, las masas no partidarias debían ser educadas sobre «las desviaciones del trotskismo».
La eliminación de Trotsky como el Comisario para la Guerra también significó su exclusión del gobierno. Aparentemente, Zinóviev y Kámenev querían ir más allá y expulsarlo del Partido, pero Stalin instó a la cautela en este punto, por temor a una reacción violenta.
«¡Enriquecéos!»
Para 1925, la continuación de la Nueva Política Económica estaba teniendo graves consecuencias. El control de los kulaks y de los especuladores Nepistas sobre la economía había alcanzado proporciones alarmantes. Las presiones de estas fuerzas de clase ajenas se reflejaban cada vez más en la dirección del Partido, donde Bujarin y Stalin favorecían la continuación de la política de nuevas concesiones al mercado. Bujarin habló expresamente de un largo período de crecimiento pro-kulak, resumido con sus palabras: «Debemos avanzar por pasos muy pequeños, muy pequeños, arrastrando nuestro gran carro campesino detrás de nosotros». Y terminó defendiendo: «a los campesinos, les decimos: ¡enriquecéos!»
Este giro brusco hacia la derecha en la dirección del Partido provocó una rápida reacción del proletariado de Leningrado, desde donde surgieron las críticas más duras a la política de Bujarin. Esto a su vez introdujo divisiones por arriba, empujando a Zinóviev, cuya base estaba en Leningrado, a la oposición. Kámenev, el aliado de Zinóviev, también fue empujado a la oposición a Stalin y Bujarin. En septiembre, Zinóviev publicó una gran colección de artículos titulados “Leninismo”. Varios cientos de páginas fueron dedicadas rutinariamente a los crímenes del «trotskismo», pero fueron acompañadas con artículos que se oponían al impulso hacia los kulaks y en contra de la teoría del «socialismo en un solo país».
Con el colapso del triunvirato, Stalin, en alianza con Bujarin y Ríkov, actuó rápidamente para fortalecer su nueva base de apoyo. Primero, eliminó la oposición en Moscú, la base tradicional de Kámenev. Usando su posición como Secretario General, Stalin reemplazó a oficiales y funcionarios, dependiendo de sus lealtades, en el Partido y el Estado. Usando estos métodos, Stalin purgó el distrito de opositores de Leningrado y una vez más amañó el Congreso, esta vez contra Zinóviev y Kámenev. A pesar de la oposición de Krúpskaia, quien advirtió que Lenin se estaba convirtiendo en un ícono inofensivo, el Congreso salió firmemente a favor de la nueva línea. La posición de Stalin fue adoptada por 559 votos contra 65. Zinóviev luego perdió su posición como presidente del Soviet de Leningrado, y fue reemplazado por el fiel estalinista, Kirov.
Gran Bretaña y China
Después de las derrotas anteriores en Bulgaria y en Alemania, el triunvirato de Zinóviev, Bujarin y Stalin se había negado a reconocer ningún reflujo en la lucha. Por el contrario, proclamaron una agudización de la lucha de clases hacia la guerra civil y «desarrollos revolucionarios inmanentes». Pero cuando este escenario no se materializó, quemándose sus dedos, saltaron del ultraizquierdismo al oportunismo. En Gran Bretaña, esto dio como resultado un giro de los comunistas a las «izquierdas» sindicales. Ya en el Quinto Congreso de la Internacional Comunista, Zinóviev insinuaba que, después de todo, el Partido Comunista Británico no iba a convertirse en una fuerza enorme en el futuro inmediato. Esta perspectiva culminó en 1925 con la formación del Comité Anglo-Ruso, un acuerdo formal entre las cúpulas sindicales rusas y sus homólogos británicos, como un medio para impedir la guerra y la intervención imperialista. Esta idea fluía necesariamente desde la teoría del «Socialismo en un solo país». El cortejo de los líderes sindicales británicos de «izquierda» por los rusos permitió que los «izquierdistas» se presentaran como «Amigos de la Unión Soviética», un título que les daba cierta aura «revolucionaria». Purcell, Hicks y Swales fueron agasajados como verdaderos amigos y aliados. El joven PC británico ayudó en esto al realzarlos en su periódico. Esto sirvió para construir ilusiones en estas ‘izquierdas’, que más tarde comprometerían a los comunistas británicos. La Oposición se opuso a estas ilusiones y advirtió sin rodeos que «cuanto más aguda se vuelva la situación internacional, más se transformará el Comité Anglo-Ruso en un arma del imperialismo inglés e internacional».
La primera prueba de la política oportunista de Stalin llegó con la huelga general de mayo de 1926 en Gran Bretaña. Durante esta lucha heroica, las “izquierdas” del Consejo General del TUC (Conferencia de Sindicatos) claudicaron ante la derecha, que a su vez capituló ante el gobierno conservador, dejando a los mineros aislados hasta que el hambre los empujó de vuelta al trabajo. Como consecuencia de esta traición explícita, la Oposición exigió que los rusos rompieran con los que habían vendido la huelga general, pero Stalin se negó a abandonar a sus nuevos “amigos”. Esta política de seguidismo hacia las “izquierdas” desorientó totalmente al Partido Comunista británico, que coreaba “¡todo el poder al Consejo General!” cuando este mismo Consejo General se dedicaba a traicionar la huelga. Tras la traición, George Hardy, un importante comunista, admitió la confusión que existía en el Partido: “aunque sabíamos lo traidores que eran los dirigentes de la derecha, no habíamos entendido bien el papel de la llamada ‘ala izquierda’ de la dirección sindical. En su mayoría, resultaron ser unos chaqueteros que capitularon ante el ala derecha.” Tal era la confusión que sembró la política oportunista de Stalin. La TUC británica había insistido en que el Comité Anglo-Ruso declarara la “no intervención” en los asuntos de cada uno. Al final, no fueron los sindicatos soviéticos los que dieron la espalda a los esquiroles, ¡sino la TUC la que puso fin públicamente al “frente único” con los sindicatos rusos!
En el Oriente también se estaba cociendo un gran estallido, con el inicio de la Revolución china. Ya en 1925, los comunistas representaban el partido obrero más grande de China, y la victoria estaba al alcance de los trabajadores y campesinos chinos. Por desgracia, con las políticas oportunistas de Stalin, el poderoso Partido Comunista chino en vez de garantizar el éxito de la revolución, se convirtió en un obstáculo. Para este momento, el triunvirato se había disuelto y Stalin se había aliado con Bujarin. Ambos argüían que la Revolución china no era socialista, sino que tenía un carácter burgués y antiimperialista. Los comunistas debían, por lo tanto, subordinarse al “bloque de las cuatro clases” y luchar por la “dictadura democrática de obreros y campesinos”, la misma consigna que Lenin había rechazado en abril de 1917. El bloque de las cuatro clases lo formaban supuestamente los obreros, campesinos, la pequeña burguesía y la gran burguesía, encarnada por el partido burgués y nacionalista, el Guomindang, dirigido por Chiang Kai-Shek y Wang Jingwei. Moscú ordenó a los comunistas que se disolvieran en el Guomindang. A comienzos de 1923, Trotsky fue la única voz que se alzó contra la entrada del Partido Comunista en el Guomindang.
Para preservar este “bloque de cuatro clases”, el Partido Comunista tenía que actuar como un freno a los obreros y el campesinado pobre. Tenía que acotar la revuelta campesina, evitar las huelgas y negarse a organizar sóviets por miedo a asustar a los “aliados” burgueses.
La oposición definió esta postura como menchevique, parecida al frente popular de Rusia de 1917. Trotsky reivindicaba que los comunistas chinos libraran una lucha contra el imperialismo, pero que estuviera ligada a una revolución dirigida por la clase obrera, como en Rusia, con el apoyo de los campesinos. Ante todo, no se podía generar ninguna confianza hacia la burguesía nacional, que traicionaría al movimiento. Los comunistas debían actuar con independencia, con su propio programa de clase, que incluyera la formación de sóviets.
Los estalinistas atacaron el punto de vista de la Oposición de la independencia de clase. En lugar de eso, el Politburó ruso decidió, con un único voto en contra de Trotsky, admitir que el Guomindang participara en la Internacional Comunista como una sección “simpatizante”, ¡y que Chiang Kai-Shek fuera su presidente honorífico! Este es el mismo Chiang Kai-Shek que aplastaría la revolución a sangre y fuego.
La política de Stalin condujo a un desastre absoluto. En marzo de 1926, Chiang Kai-Shek, el principal representante de la burguesía nacionalista, valiéndose de su prestigio en la Internacional Comunista, encabezó un golpe de Estado contrarrevolucionario en Cantón (Guangzhou), arrestando a los dirigentes comunistas y sindicales. Stalin censuró las noticias de este golpe de derechas, ante la posibilidad de que la Oposición lo usara en contra suyo. Doce meses más tarde, Chiang preparó otro episodio violento. Pero aplazó el enfrentamiento ya que todavía necesitaba al Partido Comunista para robustecer sus fuerzas en la lucha contra los señores de la guerra del norte. Una vez hecho esto, y una vez tomada la ciudad de Shanghái, dejó de necesitarlos. Ahogó la revolución en sangre, llevando a cabo una terrible masacre de miles de comunistas y trabajadores en abril de 1927. Las organizaciones obreras quedaron prohibidas. Tan confundidos estaban con su “amigo” que el Partido Comunista francés, pensando que la contrarrevolución era la revolución, envió un telegrama a Chiang dándole la enhorabuena por la creación de la “Comuna de Shanghái”.
Para ocultar su error, Stalin rompió con la “derecha” (Chiang y la gran burguesía) y apostó por el dirigente “izquierdista” del Guomindang, Wang Jingwei, que había establecido un gobierno provisional en Wuhan. Stalin describió este régimen como “la dictadura del proletariado y el campesinado”, y dictaminó que dos comunistas entraran en el gobierno como ministros del trabajo y de agricultura. Wang, siguiendo los pasos de Chiang, no dudó en aplastar el movimiento y en enviar el ministro de agricultura comunista al campo con tropas para sofocar los alzamientos campesinos. Esta política menchevique garantizó la brutal derrota de la Revolución china.
Mientras que los pronósticos acertados de la Oposición le granjearon apoyos, también fortalecieron la determinación de Stalin de destruir a los oposicionistas.
La Oposición Unificada
Los acontecimientos que se desarrollan entre 1924 y 1926 produjeron un nuevo realineamiento. El triunvirato se escindió y Zinóviev y Kámenev se vieron forzados a establecer una alianza con Trotsky, formando la Oposición Unificada. Este fue un cambio importante que abrió nuevas posibilidades a las fuerzas de la oposición. Claramente, había desconfianza entre los oposicionistas, dados los rencores de los años anteriores. Al fin y al cabo, fue Zinóviev quien inventó el “trotskismo”. Había ayudado a que Stalin se hiciera con el Partido. Pero un enemigo mayor les obligaba a aunar fuerzas. Para forjar la nueva Oposición, Zinóviev estaba dispuesto a reconocer sus errores en una sesión del Comité Central. “He cometido muchos errores. Creo que dos de ellos fueron de especial importancia. El primero, el de 1917, que todos conocéis. Creo que el segundo fue más grave, porque el de 1917 lo cometí cuando Lenin seguía ahí, y fue corregido por él y por nosotros mismos en cuestión de días… No hay duda: el núcleo de la Oposición de 1923 tenía razón cuando nos avisó de los peligros de alejarse de la línea proletaria y cuando señaló la creciente amenaza del régimen del aparato… Sí, en la cuestión de la opresión burocrática del aparato, Trotsky tenía razón en contra nuestra.”
Por supuesto, Trotsky también tuvo que hacer concesiones para afianzar la Oposición Unificada. Mientras que tanto Zinóviev como Kámenev afirmaron que Trotsky tuvo razón en 1923, y que habían inventado el “trotskismo” para sus propios fines políticos, la nueva Oposición no defendería la teoría de Trotsky de la “revolución permanente”. Trotsky aceptó esto a regañadientes, pensando que Zinvóviev y Kámenev representaban a “miles de obreros revolucionarios de Leningrado”, a pesar de las reservas que tenía hacia ellos.
La Oposición Unificada acabó constituyéndose en abril de 1926 y atrajo a personalidades impresionantes. No sólo estaban Trotsky, Zinóviev y Kámenev, que podían ser considerados como los genuinos lugartenientes de Lenin, sino que también se ganó el apoyo de diez de los dieciocho miembros todavía vivos del Comité Central de 1919, formado en el punto álgido de la Guerra Civil, como Preobrazhensky, Serebriakov y Krestinsky. También estaba Krúpskaia, la viuda y camarada de Lenin, y Badáiev, antiguo diputado bolchevique en la Duma zarista. La Oposición contaba con algunos de los mayores héroes de la Guerra Civil, como Antónov-Ovséienko, Láshevich, Muralov y los grandes comisarios I. N. Smírnov y Smilga. También estaban Rádek, Rakovsky y Joffé.
Tal era el enorme talento que atrajo la Oposición que a Kámenev se le subió el éxito a la cabeza, diciéndole a Trotsky que “bastaría con que tú y Zinóviev aparezcáis en la misma plataforma para que el Partido reconozca a su verdadero Comité Central.” Pero el optimismo de Kámenev era desmedido, y Trotsky por el contrario pensó que la lucha sería dura y larga. No sería una pugna silenciosa. La Oposición nadaba contra la corriente, dados los fracasos e imprevistos del último período. Eran necesarios acontecimientos gigantescos para volver a poner a las masas en pie. Las masas estaban agotadas y en aquella etapa no se mostrarían muy receptivas ante los llamamientos a la “revolución permanente”. El peso de la reciente derrota de la Revolución china se hacía sentir. La tarea era prepararse para el porvenir. Esta visión era la diferencia clave entre Trotsky y los zinovievistas, y se pondrá de manifiesto cuando éstos capitularon ante Stalin.
La Oposición tenía que organizarse de manera clandestina para establecer una red organizativa nacional. La militancia inicial era de entre 4.000 y 8.000, compuesta tanto de veteranos de la vieja generación como de jóvenes. No había ni oportunistas ni arribistas, eran todos luchadores genuinos.
La fracción oposicionista fue delatada pronto cuando un agente provocador informó sobre una reunión ilegal en los bosques fuera de la ciudad donde tenía que hablar Láshevich, el vice-comisario de guerra y miembro del Comité Central. Como resultado de su deslealtad, Láshevich fue destituido de su puesto y del Comité Central, mientras que Zinóviev fue retirado del Politburó. El Comité Central de julio también aprobó una resolución acusando a la Oposición de pasar de “una defensa legal de su punto de vista a establecer una amplia organización ilegal extendiéndose por todo el país, que se alza ante el Partido y de esta manera se prepara para escindirlo.”
Pronto quedaría claro que el Comité Central se disponía a ilegalizar a la Oposición y evitar que se dirigiera a las bases directamente. La Oposición tenía que actuar rápido. Por lo tanto, decidió usar la oportunidad de la XV conferencia para presentar su programa. Mientras realizaba avances entre las células del Partido, el aparato empezó a excluir y a expulsar sistemáticamente a los oposicionistas. Todo intento de apelar a la militancia se veía bloqueado por el aparato, que organizaba bandas de alborotadores para evitar que los oposicionistas pudieran hablar. Estas bandas aparecían ante la más mínima evidencia de actividad de la Oposición. Zinóviev y Kámenev se asustaron ante este endurecimiento de la represión. Trotsky por otro lado era consciente del enemigo al que se enfrentaban. Zinóviev temía la expulsión del Partido. Trotsky estaba decidido a luchar por sus ideas y por la restauración de la democracia en el Partido, fueran cuales fueran las consecuencias.
Pero Stalin no podía permitir un debate democrático. Sencillamente aplazó el congreso del Partido hasta finales de 1927, consiguiendo así tiempo para purgar y expulsar a los oposicionistas.
En el Politburó de octubre de 1926 los ánimos estaban al rojo vivo y Trotsky denunció a Stalin como el “sepulturero de la Revolución”. Stalin nunca perdonaría a Trotsky por esto. Poco después, en la XV conferencia, la Oposición fue recibida con abucheos premeditados por parte de algunos delegados. “Acusadnos, camaradas, si queréis”, dijo Kámenev en la conferencia, “pero ya no vivimos en la Edad Media. No vivimos en la época de las cazas de brujas.” Pero se equivocaba. Molotov declaró que la Oposición estaba en “el camino que lleva a Kronstadt,” con lo cual quería decir el camino hacia la contrarrevolución. Esto era una declaración de guerra abierta. Los consensos estaban descartados. Stalin exigía una claudicación total. En estas condiciones, la Oposición empezó a romperse. Algunos comenzaron a abjurar de sus ideas y a arrepentirse. Krúpskaia abandonó la Oposición, dando a Stalin una victoria moral. Trotsky y Kámenev fueron destituidos del Politburó y la conferencia pidió a la Ejecutiva de la Internacional que retirara a Zinóviev de su puesto al frente de la Comintern.
Ante un aumento de la presión, Zinóviev pidió a sus seguidores que hicieran lo posible para mantenerse en el Partido. Esa era la línea roja. Pero esta táctica de capitulación condujo a la desmoralización y en última instancia a un abandono de la lucha. Trotsky y los que le apoyaban no tenían ilusiones en este sentido.
Trotsky escribió con sobriedad sobre este período poco antes de su muerte. “La Oposición de Izquierda no podía tomar el poder y no tenía esperanzas de hacerlo… Una lucha por el poder encabezada por la Oposición de Izquierda, por una organización marxista revolucionaria, puede concebirse sólo en condiciones insurreccionales… A principios de los años 20 no había ningún alza revolucionaria en Rusia; antes al contrario, y en esa situación una lucha por el poder estaba descartada… Las condiciones de la reacción soviética eran mucho más difíciles para los bolcheviques de lo que habían sido bajo el zarismo.”
Lo esencial era mantenerse firme, mantener a los cuadros y prepararse para acontecimientos futuros. Era vital mantener los principios internacionales del marxismo. Más tarde o más temprano, habría un cambio en la situación. Pero el camino era largo. Y en gran medida dependía de la situación internacional.
En 1935, Trotsky dio una entrevista en la que tocó la cuestión de la Revolución china:
“Recuerdo algunas discusiones en 1927 en Moscú justo después de que Chiang Kai-Shek aplastara a los trabajadores chinos. Nosotros predijimos este desenlace diez días antes de que ocurriera, y Stalin nos contradijo afirmando que Borodín estaba allí y se mantenía vigilante, que Chiang Kai-Shek no tenía la posibilidad de traicionarnos, etc. Creo que ocho o diez días más tarde se produjo la tragedia, y nuestros camaradas se mostraron optimistas, porque nuestro análisis era tan claro que todo el mundo lo vería y no había duda de que conquistaríamos el Partido. Yo respondí que la derrota de la Revolución china era mil veces más importante para las masas que nuestros pronósticos. Nuestros pronósticos pueden granjearnos el apoyo de algunos intelectuales que se interesan por estas cosas, pero no de las masas. La victoria militar de Chiang Kai-Shek inevitablemente provocará una depresión, y eso no ayuda en nada al desarrollo de una fracción revolucionaria.” (Trotsky, Contra la Corriente)
En septiembre de 1927, la Oposición Unificada publicó un documento programático titulado “La plataforma de la Oposición: La crisis del Partido y cómo superarla”.
La plataforma desenmascaraba la línea oportunista de la dirección y planteaba una posición leninista. Exigía un cambio de rumbo, alejándose de las concesiones a los kulaks y proponiendo la industrialización planificada del país. Este era el único modo de rescatar la situación que estaba al borde del abismo, y evitar la creciente separación entre los precios agrícolas e industriales, entre la venta al por mayor y los de consumo, y, por último, las “tijeras” abiertas entre los precios domésticos y mundiales, que se habían convertido en una fuente de ganancia privada. El plan quinquenal de desarrollo había sido aguado, con un aumento del capital de inversiones minúsculo. “Las tremendas ventajas que ofrece la nacionalización de la tierra, de los medios de producción y de la banca y de la gestión centralizada –es decir, las ventajas que emanan de la revolución socialista– no encuentran ninguna expresión en el plan quinquenal”, explicaba el documento.
Reivindicaba un aumento rápido de los niveles de vida, la reinstauración de la democracia obrera y la readmisión de todos aquellos que habían sido expulsados de la Internacional por su opinión oposicionista. Exigía que se pusiera fin a la represión de la Oposición, incluyendo “la creación de bandas cuyo objetivo es interrumpir cualquier discusión sobre los problemas del Partido mediante el alboroto, el abucheo, apagando las luces, etc.” Concluía con las consignas: “¡Contra el oportunismo! ¡Contra la escisión! ¡Por la unidad del Partido leninista!”
La plataforma fue presentada al Politburó por trece miembros del Comité Central de cara al XV congreso del Partido. Trotsky afirma que 200 militantes contribuyeron a la elaboración de la plataforma. Le parecieron muy flojas las partes escritas por Zinóviev, sobre todo aquellas referentes a China, pero se vio obligado a aceptarlas en aras de la unidad. Trotsky describió las tensiones que existían en aquel entonces. “En 1926 y 1927”, explica, “tuve choques constantes con los zinovievistas sobre este asunto. En dos o tres ocasiones, nos acercamos a una ruptura.” (Escritos, 1930-31, p.87 de la edición inglesa)
A pesar de estas diferencias en la Oposición, la plataforma representó un documento importante sobre la base del cual se podía lanzar una lucha conjunta contra el régimen estalinista. Se esperaba que la plataforma fuera distribuida entre la militancia del Partido como parte de las discusiones precongresuales. Sin embargo, el Comité Central rechazó la petición de buenas a primeras y prohibió la circulación del documento oposicionista. La Oposición no tuvo otra alternativa que distribuirlo clandestinamente. Un viejo tipógrafo comunista, Fishelev, fue capaz de imprimir varios miles de copias del documento. Como consecuencia, fue arrestado y enviado a un campo de trabajo cerca del Ártico, acusado de “malversación de papel y maquinaria”. Otros que ayudaron a circular la plataforma se vieron amenazados con la expulsión, la cárcel o el exilio.
Como parte de un montaje, la GPU realizó una redada en una imprenta de la Oposición, pero más tarde afirmó que habían descubierto una “conspiración militar”, que implicaba a un oficial contrarrevolucionario de Wrangel. Esta historia fue precursora a las calumnias de los juicios de Moscú diez años más tarde.
En la reunión del Comité Central del 23 de octubre, 1927, Stalin de nuevo exigió la expulsión de Zinóviev y Trotsky. Cuando Trotsky habló, fue interrumpido por abucheos histéricos, y le lanzaron libros y vasos desde el público. “Esta fracción no puede aguantar nuestra presencia en el Comité Central un mes antes del congreso del Partido. Lo entendemos”, dijo Trotsky a modo de desafío. “La crueldad y la deslealtad van de la mano con la cobardía. Habéis escondido nuestra plataforma –o más bien, habéis tratado de esconderla. [Alboroto]” Continuó: “La grosería y la deslealtad sobre la que escribió Lenin no son ya sólo características personales. Se han convertido en rasgos de la fracción dirigente, tanto en su política como en su régimen organizativo. [Voces exclaman: “¡Baja del atrio!” La presidencia pide que se levante la sesión, pero Trotsky sigue su discurso.]” El régimen del Termidor no podía tolerar la oposición. Como consecuencia, Trotsky temía que se estuviera preparando una purga masiva.
Si querían ser escuchados, la Oposición tenía que penetrar en las bases del Partido. Se les negaba la posibilidad de asistir a reuniones, pero tomaron por sorpresa a las autoridades convocando actos espontáneos. En uno, la administración apagó la electricidad y Trotsky y Kámenev se vieron obligados a hablar durante dos horas a la luz de unas velas ante un público de 2.000 personas, con una muchedumbre agolpada a las puertas de la sala, llena a rebosar. Iban de fábrica en fábrica allá donde contaban con algún apoyo para dar mítines. Sus ideas atrajeron la simpatía de muchos, pero no había ánimos de lucha. Sin embargo, a Stalin le alarmaban estas reuniones, y se decidió a actuar contra la Oposición con más encono que nunca.
La Oposición decidió tomar parte en una manifestación celebrando el décimo aniversario de la Revolución de Octubre, usando sus propias consignas. Sus militantes llevaban pancartas que decían “¡golpeemos al kulak, a los nepistas y a los burócratas!”, “¡contra el oportunismo, contra la escisión, por la unidad del Partido de Lenin!” Stalin y Bujarin no mostraron clemencia. Enviaron a la policía secreta a silenciar a los manifestantes de la Oposición, atacándolos físicamente, y acusándolos de una “intentona” contrarrevolucionaria.
Una semana más tarde, tuvo lugar una sesión especial del Comité Central para expulsar a Trotsky y a Zinóviev del Partido Comunista ruso por alentar manifestaciones contrarrevolucionarias. Rakovsky, Kámenev, Audeev, Smilga y Yevdokimov también fueron expulsados, y otros seis oposicionistas fueron destituidos de la comisión de control. A continuación, se produjeron centenares de expulsiones adicionales, que aseguraron que la Oposición no pudiera intervenir en el XV Congreso. Trotsky y los otros oposicionistas fueron echados del Kremlin sistemáticamente. Esa misma noche, Adolf Joffé, un importante diplomático soviético y oposicionista, y buen amigo de Trotsky, se suicidó. El funeral fue la última aparición en púbico de Trotsky en Moscú.
Para el XV Congreso a principios de diciembre, Stalin exigía que la Oposición renunciara “a su punto de vista anti-bolchevique”, o si no serían expulsados del Partido. El Congreso formalmente hizo incompatible la pertenencia a la Oposición con la militancia en el Partido. Justo después del Congreso, cientos de oposicionistas fueron expulsados y despedidos de sus trabajos. Esto quebró la voluntad de los zinovievistas, que cedieron y suplicaron ser readmitidos en el Partido. La Oposición se hizo añicos. Pero Trotsky se negó a retractarse y se opuso a cualquier capitulación a Stalin.
El XV Congreso, en vez de marcar un nuevo giro a la derecha, dio un giro a la izquierda, al menos sobre el papel. El trasfondo de este giro era la seria carestía de grano para alimentar a las ciudades. Esta crisis era fruto de la política de Bujarin de alentar a los kulaks ricos, que pedían agudas subidas de precios y se negaban a vender su grano a un precio fijado por el Estado. El Politburó impuso la requisa de grano para apaciguar el creciente descontento en las ciudades. Este cambio brusco de política, con la adopción de parte del programa de la Oposición de Izquierda, tuvo consecuencias importantes. Minó a Bujarin y a la derecha por un lado, y provocó la desorientación y la confusión entre los seguidores de la Oposición de Izquierda, todavía malherida por las expulsiones y deportaciones.
A pesar de su capitulación, no se les permitió volver al Partido ni a Zinóviev ni a Kámenev. Primero tenían que arrodillarse incondicionalmente y más tarde aceptar puestos de tercera categoría antes de ser readmitidos. Así, se les quería destruir moral y políticamente.
En enero de 1928, a Trotsky se lo condenó con el artículo 58 de la constitución soviética por actividades contrarrevolucionarias, y fue desterrado, primero a Alma-Atá en Kazajistán, en el Asia Central soviética. Stalin pensó que deportando a Trotsky podría aislarlo de sus seguidores en la URSS. Pero Stalin cometió un grave error, del que más tarde se dio cuenta. A partir de ese momento, empezó a urdir el asesinato de Trotsky.
La claudicación de Zinóviev y Kámenev dio más libertad a Trotsky. Le permitió diferenciarse claramente de ellos. La Oposición podía ahora criticar libremente los errores del triunvirato, cuando Zinóviev y Kámenev estaban aliados con Stalin. Aun así, la Oposición de Izquierda sufrió una oleada de capitulaciones de los viejos dirigentes oposicionistas de 1923: Piatakov, Antónov-Ovséienko y Krestinsky. Otros les siguieron los pasos, como Preobrazhensky o Rádek. Las expulsiones, los arrestos masivos y por último el destierro de Trotsky supusieron un duro golpe. Pero a pesar de las persecuciones y represalias, los cuadros fundamentales de la Oposición de Izquierda de Trotsky se mantuvieron intactos.
El “giro hacia la izquierda” de Stalin en la URSS fue acompañado por procesos parecidos en el resto de países. En febrero de 1928, el Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista anunció el nuevo “tercer período” de crisis capitalista, en el que los reformistas eran tachados de socialfascistas, de la misma calaña que los fascistas. En China, las derrotas fueron barridas bajo la alfombra y todas las fuerzas volcadas ahora a la formación de sóviets chinos. Aunque Bujarin era el portavoz oficial del VI Congreso en el verano de 1928, sus días estaban contados ya que Stalin maniobraba en su contra y en contra de sus seguidores, que pasaron a constituir la Oposición de Derecha. Para el año 1930, la Oposición de Derecha también había sido aplastada y Stalin se había vuelto un dictador.
Trotsky fue expulsado a Turquía, donde se afanó en organizar la Oposición Internacional, inspirada en el programa de la Oposición de Izquierda rusa. Dada su historia, a pesar de las dificultades y persecuciones, sólo él tenía la capacidad de llevar a cabo esta ardua tarea. En unos pocos años, en 1930, la primera conferencia internacional de Bolcheviques-Leninistas tenía lugar, lo que dio vida a la Oposición de Izquierda Internacional, predecesora de la Corriente Marxista Internacional.
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