No sobran migrantes, sobra el capitalismo

El discurso antiinmigración de Vox es conocido. Hace dos semanas, su portavoz de “emergencia demográfica y políticas sociales”, Rocío de Meer, dio un paso más anunciando la propuesta de deportar a 8 millones de personas del Estado español. Esta cifra incluiría no sólo a los llamados inmigrantes “ilegales”, sino también aquellos con nacionalidad española o incluso sus hijos nacidos en España, “si no se adaptan a nuestras costumbres”.

A esto le siguieron las declaraciones del presidente de Vox en Murcia, con relación a los altercados en Torre Pacheco, donde bandas fascistas llamaron a la caza del inmigrante después de la presunta agresión por parte de un joven magrebí a un anciano, afirmando que “los vamos a deportar a todos. No va a quedar ni uno”.

Por su parte, Santiago Abascal afirmó en la red social X que “Vox no ha dicho ningún número de los que deben ser deportados” sino que son “Son todos los que hayan venido a delinquir. Todos los que pretendan imponer una religión extraña. Todos los que maltraten o menosprecien a las mujeres. Todos los que hayan venido a vivir del esfuerzo de los demás. Y todos los menas, porque los menores tienen que estar con sus padres”.

“Nuestra cultura”

Marx dijo que las ideas dominantes de una época son esencialmente las ideas de su clase dominante. Cuando Vox habla de “nuestras” costumbres y tradiciones, no son otras sino las de la clase dirigente española, cuyo legado histórico es el atraso cultural, el oscurantismo religioso, el nacionalismo español reaccionario y la oposición a cualquier atisbo de progreso.

Esta “cultura”, que reúne a todas las fuerzas reaccionarias de la sociedad – la burguesía, el aparato del Estado (policía, guardia civil, ejército, la casta judicial, la monarquía), la Iglesia católica y la derecha española – ha sido utilizada para bendecir los crímenes del fascismo, la opresión, explotación y exterminio del pueblo y de la clase obrera, y es utilizada aún hoy por estas mismas fuerzas como herramienta para su dominación política.

No puede ser más hipócrita la acusación a los inmigrantes de querer imponer una religión “extraña” por la sencilla razón de querer ejercer su derecho a culto, cuando la religión católica que promueve Vox ha sido utilizada durante siglos como herramienta de dominación espiritual y, en particular impuesta por la fuerza de las armas por el franquismo, dominando la educación y todos los ámbitos de la vida pública, como medio de disciplina social; cuando todavía hoy la Iglesia católica representa una de las principales fortunas del país y cuenta con privilegios fiscales; cuando siguen existiendo escuelas segregadas por sexo que reciben dinero público, así como miles de casos de pederastia sin resolver, o también «terapias de conversión» para homosexuales.

En relación a las acusaciones sobre el “menosprecio y maltrato a las mujeres”, la cuestión se explica por sí sola, viniendo de aquellos que niegan la violencia machista, se oponen al derecho al aborto y los derechos del colectivo LGTB. El machismo, la homofobia y el racismo también forman parte de la “cultura” de la clase dirigente española. Está claro que Vox sólo se refiere a los derechos de las mujeres cuando se trata de utilizarlos como ropaje para vestir su veneno antiinmigración.

Como comunistas, no miramos la cultura desde el exclusivismo nacional, sino que tomamos las aportaciones culturales de cada pueblo como parte de la cultura universal, absorbiendo de cada cultura todo aquello progresivo y que une al ser humano, y rechazando aquello atrasado y reaccionario, independientemente de su adscripción nacional. No defendemos “nuestras” fronteras sino que aspiramos a un mundo sin ellas, donde la única bandera sea la de la humanidad.

La “seguridad” y la “falta de recursos”

Otro argumento recurrente en la campaña continuada por parte de Vox y la derecha contra los inmigrantes es el de la “delincuencia” y la “seguridad”. La realidad es que los índices de criminalidad en el Estado español son significativamente más bajos en comparación con otros países europeos. No sólo eso, sino que en los últimos años, a la vez que ha aumentado la inmigración, se han reducido los índices para la mayoría de delitos. Por ejemplo, desde 2010, mientras ha aumentado un 50% la población inmigrante, se han reducido significativamente los hurtos (20%), los robos con fuerza en establecimientos y viviendas (40%), los robos de vehículos (50%) y los robos con violencia (55%).

En cuanto a los asesinatos, de 2003 a 2023, estos se redujeron un 60%, pasando de 567 a 336. Sólo han aumentado algunos delitos como el tráfico de drogas (un 50% desde 2010), las estafas informáticas, desconocidas hace unos años y que se han sextuplicado en los últimos 10 años, y los delitos sexuales, que se han duplicado. En este último caso, una parte de este aumento se debe a que gracias a los avances del movimiento por la igualdad, muchas mujeres se atreven hoy a denunciar, mientras que años atrás – y todavía hoy – muchas agresiones nunca llegaban a denunciarse, ni reflejarse en las estadísticas.

Es más, el primer trimestre de 2025 ha registrado el mínimo histórico en la tasa de criminalidad, con 40,6 delitos por cada 1.000 habitantes, a la vez que la población residente en España nacida en el extranjero se encuentra en máximos históricos, con cerca de 9 millones y medio de personas. No hay vínculo evidente entre delincuencia e inmigración.

Aparte de la delincuencia, Vox culpa a la inmigración de la falta de recursos y degradación de los servicios públicos, o la falta de vivienda o ayudas sociales “para los españoles”. Para empezar, tomando el ejemplo de la sanidad, mientras aquellos nacidos en el extranjero representan en torno al 19% de la población, sólo representan un 10,4% de las citas médicas, al tratarse de una franja de población más joven. Pero, independientemente de ello, la realidad es que existen en la sociedad los recursos necesarios para garantizar una sanidad y educación de calidad, vivienda, prestaciones sociales y condiciones de vida más que dignas para todos. El problema es que esos recursos se encuentran en los bolsillos de una minoría de capitalistas, que amasan miles de millones con la explotación del trabajo ajeno mientras la inmensa mayoría experimenta condiciones de creciente miseria. En definitiva, se utiliza a los inmigrantes como cabeza de turco, culpando a los sectores más explotados y oprimidos de la sociedad de las consecuencias de la crisis del capitalismo, desviando así la atención de sus verdaderos responsables: los grandes banqueros y capitalistas.

Mientras algunos plantean que los inmigrantes “nos roban el trabajo”, los niveles de desempleo para los inmigrantes son mayores que entre los trabajadores nativos (15,7% frente a 10,3%), además de ocupar aquellos puestos más precarios y con peores condiciones salariales. De hecho, el Estado español es de los países con una mayor brecha salarial entre extranjeros y nativos, cobrando los primeros, de media, un 29,3% menos que la población local.

Sobra decir que el hecho que los empresarios aprovechen las peores condiciones de los trabajos inmigrantes para ejercer una presión a la baja sobre las condiciones de toda la clase obrera es sólo el resultado de la codicia capitalista, y no culpa de aquellos que sufren estas condiciones. Frente a ello, y frente aquellos que fingen defender a los trabajadores cuando hablan de limitar la inmigración para frenar la devaluación de los “salarios españoles”, los comunistas abogamos por los derechos políticos y sindicales y la organización de los trabajadores inmigrantes, sea su situación regular o “irregular”, en la lucha unida por mejores salarios para todos.

¡Proletarios de todos los países, uníos!

Para los comunistas el “problema” de la inmigración no es tal, sino una consecuencia inevitable del desarrollo capitalista. En palabras de Lenin:

“No cabe duda de que sólo la extrema miseria obliga a la gente a abandonar su patria y de que los capitalistas explotan con la mayor desvergüenza a los obreros inmigrantes. Sin embargo, sólo los reaccionarios pueden cerrar los ojos ante la significación progresista de esta migración moderna de los pueblos. No es ni puede ser posible redimirse de la opresión del capital sin el sucesivo desarrollo del capitalismo, sin la lucha de clases que es consecuencia suya. Y precisamente en esta lucha incorpora el capitalismo a las masas trabajadoras de todo el mundo, quebrando la rutina y la rudeza de la vida local, rompiendo las barreras y los prejuicios nacionales y agrupando a los obreros de todos los países” (El capitalismo y la inmigración de los obreros, 1913).

En otras palabras, la inmigración, la mezcla de etnias, el cosmopolitismo demográfico y cultural juegan un papel históricamente progresivo en la desaparición de las fronteras y la extinción gradual de todo sentimiento nacional, en favor de una integración socialista universal, de carácter voluntario, de la clase obrera y los pueblos del mundo.

Para los comunistas, el único problema de la inmigración son sus causas bajo el capitalismo: las guerras, el saqueo y la destrucción de países enteros por parte del imperialismo, la miseria, el hambre, en definitiva, las condiciones de existencia bárbaras que este sistema impone a millones de seres humanos por todo el mundo.

Sólo la clase obrera internacional, en una lucha unida por encima de cualquier diferencia nacional, étnica, religiosa o de otro tipo, puede derrocar este sistema decadente y construir una nueva sociedad donde los seres humanos sean verdaderamente libres e iguales.

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