¿Por qué me uní a la CMI?
Mientras caminaba por la universidad, mi atención fue atrapada por una multitud de carteles vibrantes y llamativos que proclamaban en letras audaces: «¿Eres comunista? Entonces organízate». En medio de ese momento, una frase del magnus opus de Marx, «segui il tuo corso, e lascia dir le genti», resonó profundamente en mi mente. Esta cita, cargada de significado, desencadenó algo en mí.
Sin mucho tiempo para considerar las implicaciones, me vi atraído hacia la idea de involucrarme activamente en el partido. Sin detenerme a analizar su programa político o evaluar las posibles repercusiones entre mi círculo familiar y amigos, tomé la decisión de sumergirme de lleno en esta experiencia.
Nada más llegar, me vi envuelto en una cálida y estimulante ola de fraternidad y amistad por parte de camaradas que no creí poder encontrar nunca en una organización así. Esta sensación de pertenencia, de estar entre personas con ideas y metas compartidas, resultó sorprendente y reconfortante.
Es cierto que muchos, en la actualidad, pueden sentir cierta reticencia o temor a comprometerse con un partido. Algunos pueden considerarse «lobos solitarios», temerosos de las tensiones ideológicas o preocupados por ceder su autonomía de pensamiento. Sin embargo, mi experiencia me ha enseñado que unirse a un partido no significa renunciar a la individualidad o al pensamiento crítico. Por el contrario, me ha ayudado a sumergirme en un entorno donde las diferencias de opinión coexisten y se discuten en pos de un fin común.
Es fundamental comprender que, aunque podamos tener diferencias en determinados puntos, todos perseguimos el mismo fin: la liberación del proletariado y la transformación de la sociedad a una que se ajuste al famoso aforismo: “De cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades”. Esta meta nos une, nos impulsa, nos hace juntarnos a luchar por un cambio que no sólo nos liberará de nuestras cadenas, sino de las futuras generaciones.
Al final, mi decisión de unirme al partido comunista no fue solo un acto de adhesión a una causa, sino también un reconocimiento de la importancia de una vanguardia que bajo un mismo estandarte busque la libertad de la humanidad. En este estandarte, encontré un espacio donde las diferencias no dividen, sino que enriquecen el debate y fortalecen la vanguardia hacia un futuro donde todos podamos desarrollar nuestras potencias.
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