¿Por qué somos comunistas?

Somos comunistas porque luchamos para acabar con toda explotación y opresión, para establecer un mundo mejor donde cada individuo pueda desarrollar su vida plenamente.

En esta tarea histórica nos enfrentamos a la realidad que nos rodea, el sistema capitalista, un modo de producción basado en la división de la sociedad en clases, entre una minoría privilegiada y una mayoría explotada, entre la burguesía y la clase obrera, entre el explotador y el explotado.

La decadencia senil del capitalismo

Como dijo Hegel: “todo lo que existe merece perecer”. Con esto Hegel quería decir que la naturaleza vive en un constante proceso de movimiento, de cambio, en el que aparecen nuevas formas de la materia mientras que desaparecen otras, en un proceso infinito de movimiento. En este sentido, el capitalismo hace décadas que debería haber perecido.

En sus inicios, desde un punto de vista histórico, el capitalismo fue enormemente progresista. Desarrolló a una escala nunca vista las fuerzas productivas, revolucionando las herramientas del trabajo (introduciendo la maquinaria de forma sistemática) y la técnica sobre una base científica. Sin embargo, las mismas leyes que impulsaron este desarrollo han transformado el sistema en su contrario, en un cuerpo putrefacto que arrastra al mundo hacia la barbarie.

El afán de lucro, el motor del capitalismo, conjuntamente con la competencia, empujaron la producción de mercancías a niveles inimaginables en épocas anteriores. Sin embargo, esta sed insaciable para los beneficios ha conducido a una contradicción insoluble: la sobreproducción, o dicho de otra forma, la abundancia en medio de la miseria. El mercado es incapaz de absorber la ingente cantidad de mercancías que se producen, por un lado, por la anarquía misma del mercado, en que cada vendedor busca un comprador sin que esto esté asegurado, y por otro, porque la clase obrera, la mayoría de la sociedad y la que produce dichas mercancías, es incapaz de comprarlas- su salario equivale sólo a una porción del valor de estas, la otra equivale al beneficio que se apropia el empresario. Así las cosas, el sistema requiere el crédito, como un enfermo sus medicamentos, para expandir artificialmente los límites del mercado. Esta dependencia conlleva sus propias contradicciones, como ya vimos durante la crisis del 2007-2008 y que continúa arrastrando.

Por lo que concierne a la competencia, a nivel general el sistema continúa rigiéndose por esta ley, pero de una forma completamente modificada: hoy día, tan sólo 200 empresas controlan el 40% de la economía mundial. Es más, un puñado de empresas gigantes acumulan más riqueza que decenas de países. Todos los sectores clave, desde la extracción de materia prima, pasando por las comunicaciones, finanzas, tecnología, etc. están completamente dominados por monopolios u oligopolios. Estos, con la banca a la cabeza, ejercen una dominación aplastante en todos los aspectos de la sociedad. No es casualidad que la consigna que surgió a principios de la década pasada encontró un eco masivo entre la población: el 1% contra el 99%.

Estas contradicciones insolubles que surgen del propio funcionamiento del sistema nos han conducido a la actual crisis, una de las peores de la historia.

Es más, no es casualidad que la burguesía y sus políticos y estrategas sean completamente incapaces de comprender las razones fundamentales de la crisis: son un fiel reflejo de la podredumbre del sistema. Esto es así porque sus privilegios e intereses se derivan de aquél,  deben justificarlos por todos los medios posibles. Si realmente quisieran entender la realidad tal y como es, se verían obligados a aceptar que el capitalismo ha caducado y que debe ser derrocado. Es por eso que la mayoría de la clase capitalista emana pesimismo, y como dijo Trotsky, están dirigiendo la sociedad “hacia el desastre con los ojos cerrados”. Sólo el marxismo nos permite entender las contradicciones del sistema, las causas de la actual crisis, y cómo acabar con el capitalismo.

El marxismo, una ciencia revolucionaria

También somos comunistas porque somos marxistas. Estas ideas se basan en la filosofía de la dialéctica materialista, las cuales nos permiten comprender que la naturaleza es objetiva e independiente a la raza humana, y que sus leyes se basan en el movimiento ininterrumpido de la materia organizada en infinitas formas.

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El marxismo es capaz de analizar y comprender la historia humana, que como producto de la naturaleza, se rige por las mismas leyes objetivas

Desde este punto de vista, el marxismo es capaz de analizar y comprender la historia humana, que como producto de la naturaleza, se rige por las mismas leyes objetivas. También nos permite comprender las leyes objetivas del sistema capitalista, en su proceso histórico de desarrollo y con sus contradicciones. Empleando estas ideas, Marx llegó a la conclusión de que el motor de la historia es la lucha de clases, la lucha entre una minoría que ostenta los medios de producción contra una mayoría explotada o subordinada a esta. Así, entendemos que la historia “civilizada” ha transcurrido desde la esclavitud, pasando por la servidumbre, culminando en nuestra época en la esclavitud asalariada.

Es más, ha sido el propio proceso histórico, enredado en esta constante lucha de clases, que ha producido por primera vez en nuestra época una sociedad en potencia capaz de acabar con todas las clases de una vez por todas. Gracias al tremendo desarrollo productivo del capitalismo, hoy día toda la población mundial podría tener sus bases cubiertas: vivienda digna, alimentación, educación, infraestructuras, sanidad, etc. además de vivir armoniosamente con la naturaleza. En otras palabras, eliminar la base material de la sociedad de clases, la escasez. O dicho más claramente, establecer el comunismo.

Sin embargo, la propiedad privada, la posesión a título individual de medios de producción, se erige como el obstáculo principal en la realización de esta tarea histórica. Y esta propiedad, bajo el capitalismo, está en manos de la burguesía.

Pero ha sido el propio sistema el que, por un lado, ha sentado las bases materiales para acabar con las clases, y por otro, ha engendrado la clase capaz de dirigir y acometer su derrocamiento: la clase obrera. Es una contradicción más que el producto más genuino del capitalismo es a la vez su sepulturero. Esto es así porque es la clase obrera la que produce todos y cada uno de los bienes bajo el capitalismo; por su posición social sin propiedad; y por su esencia política, basada en la máxima democracia y la lucha contra toda explotación y opresión. La historia nos ha dado incontables ejemplos de cada una de estas características: de su tremenda fuerza social una vez se pone en marcha, de disfrutar de los medios de producción colectivamente para cubrir las necesidades de todos, y por la máxima unión entre todos los explotados mediante la democracia y la lucha sin cuartel contra toda opresión y explotación.

¡Únete a los comunistas, únete a la CMI!

Más allá de permitirnos entender correctamente todas estas cuestiones, el marxismo es una guía para la acción. Este es su verdadero carácter revolucionario. Mediante la comprensión científica de los procesos que nos rodean, somos capaces de ejercitar una práctica revolucionaria que defiende sin cuartel los intereses de la clase obrera, los intereses de la mayoría contra la minoría. El partido ruso de los Bolcheviques es el mejor ejemplo a seguir, ya que mediante la bandera del marxismo pudo finalmente ganar a las masas de obreros, campesinos y soldados y tomar el poder. Los primeros años después de la toma de poder se caracterizaron por tremendos pasos hacia delante: control obrero de la producción, legalización del aborto, despenalización de la homosexualidad, etc. Y, a pesar de su degeneración burocrática bajo Stalin, en cuestión de unos pocos años la URSS pasó de ser un país extremadamente atrasado bajo el zarismo a competir con el país capitalista más avanzado, los EEUU.

Pero al igual que los Bolcheviques, los comunistas de hoy son incapaces de luchar de forma efectiva contra el sistema de forma aislada; de lo que se trata es de organizarse con centenares y miles de jóvenes y obreros comunistas bajo la misma organización por todo el mundo, estudiar las ideas del marxismo, y participar conjuntamente en el movimiento obrero, estudiantil, de la mujer, etc. para difundir y convencer a las masas de la necesidad del comunismo. Esta tarea recae sobre cada uno de nosotros, y, a decir verdad, no hay nada mejor en esta época que organizarse para hacer realidad la revolución social.

Desde la Corriente Marxista Internacional estamos construyendo dicha organización, con camaradas en más de 40 países y simpatizantes en decenas más. Somos optimistas con el futuro porque somos marxistas, porque confiamos plenamente en el potencial revolucionario de la clase obrera y la juventud, y porque somos capaces de comprender las contradicciones del sistema y cómo superarlas de una vez por todas.

No hay tiempo que perder. El capitalismo agoniza en su lecho de muerte mientras sacrifica las vidas de millones de personas. Si quieres luchar contra el capitalismo, si eres comunista, ¡únete a nosotros!

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