Qatargate: la corrupta burocracia sindical queda expuesta

Un gran escándalo de corrupción que implica al hasta ahora líder de la Confederación Sindical Internacional (CSI) y a miembros del Parlamento Europeo lleva meses en los periódicos. Supuestamente recibieron dinero a cambio de defender los intereses de Qatar. Una investigación del diario bruselense Le Soir desveló la trama.

Los cabecillas de esta trama de sobornos son la eurodiputada griega Eva Kaili (PASOK), su pareja, un asistente parlamentario y otros dos políticos: el socialista belga Marc Tarabella y el exeurodiputado (y ex burócrata de la CGIL) Antonio Panzeri. El alto cargo sindical Luca Visentini, ex secretario general de la Confederación Europea de Sindicatos durante años también fue detenido y posteriormente puesto en libertad. Se sospechaba que recibió dinero de una ONG para financiar su campaña como líder de la principal confederación sindical, algunas semanas después reconoció dicha acusación

Como ya informamos en las páginas de nuestra internacional, el Mundial de Qatar ha sido fuente de gran controversia, entre otras cosas por las malas condiciones laborales de los millones de trabajadores inmigrantes que construyeron las instalaciones para el evento futbolístico. Hace siete años, escribimos sobre los riesgos del control capitalista del deporte rey y sobre cómo la Copa del Mundo era testimonio de una corrupción que llegaba hasta los huesos. En aquel momento, la mayoría de las organizaciones de trabajadores con un mínimo de decencia denunciaron tanto la corrupción de la FIFA como las condiciones en las que se mantenía a los trabajadores locales.

Pero hace sólo unos meses, de repente, el tono cambió: tras una reforma cosmética de la legislación laboral en Qatar, la cúpula de la CSI (Confederación Sindical Internacional), apoyada por el secretario general de la CES (Confederación Europea de Sindicatos), empezó a presentar a la autocracia árabe como un modelo de mejora de las condiciones laborales. La promesa de firmar dos o tres convenios laborales de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) parecía suficiente, aunque los múltiples informes sobre las condiciones de los trabajadores sobre el terreno mostraban escasas mejoras.

Ahora que los jueces belgas han vinculado al ya dimitido por el escándalo secretario general de la CSI con este esfuerzo por blanquear el dinero de Qatar, la pregunta es obvia. ¿El cambio de opinión sobre Qatar se debe a la reforma laboral o a algún tipo de regalo del régimen qatarí a ciertos líderes sindicales internacionales? Sólo el tiempo lo dirá. Algunos sostienen que hacer tratos con la autocracia qatarí es la única manera de modernizar el país.

¿Una manzana podrida?

La cuestión aquí no es tanto el alcance de la implicación de Luca Visentini en el escándalo de corrupción qatarí, sino más bien cómo una organización cuya fundación es la defensa de los derechos de los trabajadores puede elegir a semejante personaje. Algunos dirán que puede tratarse sólo de una manzana podrida. El verdadero problema es que los dirigentes de la burocracia sindical son un cesto lleno de manzanas podridas.

La sindicalista estonia Lina Carr, que trabajó con Visentini en la CES, recibió más de 46.000 euros en dietas por 160 reuniones de comités celebradas en Bruselas entre enero de 2015 y mayo de 2019, ¡a pesar de que ella tenía su sede en la misma ciudad! Afirmó haber utilizado este dinero para ayudar a cubrir los gastos de su propio piso en Bruselas y otros gastos indefinidos descritos como legítimos. El problema es que ya percibía un elevado salario como secretaria Confederal de la Confederación Europea de Sindicatos (CES). Así que recibía dinero por asistir a reuniones a unos cientos de metros de su oficina, ¡mientras que a ella le pagaban miles de euros al mes por asistir a esas mismas reuniones! Y, por supuesto, ese dinero no se distribuía entre el movimiento sindical estonio para que pudiera reconstruir su capacidad de movilización.

Tras estas revelaciones, la CES, para la que Carr trabaja (aún hoy) como hemos dicho, aplicó una norma según la cual ningún miembro «podía recibir honorarios de un organismo externo». Entonces dimitió como miembro de este comité en mayo de 2019, alegando la presión de trabajar en la CES. Sin duda relacionada con la presión de cobrar dos veces por ir a la misma reunión.

A pesar de este escándalo de hace tres años, la Sra. Carr ha sido candidata al puesto de secretaria general Adjunta de la CES en el próximo Congreso de Berlín, y para los otros «líderes» sindicales esto no parece ser un problema.

Toda la camarilla de social-traidores compuesta por estas damas y caballeros que pasan sus días laborables en reuniones con burócratas de la UE y se supone que hablan de la necesidad del diálogo social mientras reciben dinero por ello y hacen que sus organizaciones dependan de las subvenciones gubernamentales tienen poco reparo en apoyar a quien sea que haga fluir el dinero. Eso es lo que realmente significa el diálogo social para esta gente, para ello utilizan un término: la capacitación financiera de la organización.

Lo que está en juego aquí es una visión particular de lo que debe ser un sindicato. Mientras «defienden los derechos de los trabajadores», estas personas siguen cobrando de las instituciones públicas, exigiendo más «desarrollo de capacidades», más «diálogo social» y más «negociación colectiva». Para ellos, esto significa más reuniones bien pagadas con elevadas dietas, más codearse con los patrones y más intentos de llegar a acuerdos sin ninguna participación directa de los trabajadores que realmente están sufriendo la crisis del coste de la vida.

El sindicato de Luca Visentini (UIL, Unione Italiana di Lavoro) se ha visto sacudido recientemente por la instalación de una dirección sindical interina a causa de un escándalo de corrupción en la federación de trabajadores del sector público. De algún modo, parece haber cierta tradición organizativa en el asunto.

Sin embargo, en las últimas décadas, apenas hay un país que no haya tenido un escándalo importante relacionado con la dirección de los principales sindicatos: en España por el papel de los sindicatos en los despidos planificados (ERE) en Francia cuando los secretarios generales rehacen sus despachos añadiendo bodegas para gastos. También en el extranjero, donde la dirección del Sindicato de Trabajadores del Automóvil en Estados Unidos ha visto cómo la mayoría de sus dirigentes eran encarcelados, incluso los famosos sindicatos nórdicos han visto cómo sus presidentes dimitían por malversación de fondos, y la lista podría continuar con los sindicatos canadienses, mexicanos o australianos, por nombrar sólo algunos.

¿Por qué ocurre esto en un contexto de pérdida de afiliados en todo el movimiento sindical y de crisis del capitalismo? La respuesta la dio León Trotsky hace 82 años, al final de su vida, cuando escribió: «Hay un rasgo común en el desarrollo, o más exactamente en la degeneración, de las organizaciones sindicales modernas en todo el mundo: es su acercamiento y crecimiento con el poder estatal». Y continúa:

“el capitalismo monopolista no se basa en la competencia ni en la iniciativa privada libre, sino en el control centralizado. Las camarillas capitalistas que están a la cabeza de los poderosos trusts, carteles, consorcios financieros, etcétera, ven la vida económica desde las mismas alturas en que lo hace el poder estatal; y para cada paso que dan requieren la colaboración de este último. A su vez, los sindicatos en las ramas más importantes de la industria se encuentran desprovistos de la posibilidad de aprovecharse de la competencia entre las diferentes empresas. Se ven obligados a enfrentarse a un adversario capitalista centralizado e íntimamente ligado con el poder del estado. De aquí surge la necesidad de los sindicatos a adaptarse al Estado capitalista y a competir por su cooperación, en tanto permanecen en posiciones reformistas, es decir en posiciones de adaptación a la propiedad privada. A los ojos de la burocracia del movimiento sindical la tarea principal reside en «liberar» al Estado de la influencia del capitalismo, en debilitar su dependencia de los trusts y en atraerlo a su lado.

Esta posición está en completa armonía con la posición social de la aristocracia y de las burocracias obreras, que luchan por una migaja en la repartición de los superbeneficios del capitalismo imperialista.

Los burócratas obreros hacen lo imposible, tanto en palabras como en hechos, para demostrar al Estado «democrático» cuán indispensables y dignos de confianza son en tiempos de paz y especialmente en tiempos de guerra.

Estas palabras suenan más ciertas que nunca con el escándalo actual.

En la medida en que los sindicatos abandonan la lucha de clases y adoptan la concertación social como estrategia, inician un descenso a los infiernos que los hace indistinguibles de cualquier político burgués corrupto. Esta es la razón por la que los actuales dirigentes sindicales tienen tanto miedo de que cualquier candidato de izquierdas ocupe un puesto en el movimiento sindical, porque pondría al descubierto sus complacientes acuerdos con las mismas personas contra las que se supone que lucha para defender a sus miembros, los capitalistas. Esto es precisamente lo que vimos en la lucha por el liderazgo del principal sindicato británico UNISON, ¡donde el aparato hizo todo lo que pudo para evitar un liderazgo cuyas intenciones no fueran hacer tratos de favor con la patronal!

Uno de los hechos que nos indica que la dirección sindical de un país es tan mala como la de otro es que Luca Visentini abandonó el movimiento sindical europeo con una deuda de un millón de euros y se le permitió convertirse en el líder de la confederación sindical mundial (en un reciente congreso celebrado en Melbourne) como primer paso para seguir asistiendo a las reuniones anuales de Davos. Gracias a ello, se hubiera podido codear con la élite de las clases dominantes de todo el mundo y acabaría ocupando un puesto en una organización imperialista mundial, dejaremos al lector especular sobre qué organización, sólo el escándalo de corrupción a truncado la meteórica carrera del ‘sindicalista italiano’.

Por desgracia para él, esta carrera puede haberse visto interrumpida por el escándalo de los pagos de Qatar, aunque él no afirma no conocer la fuente del dinero que la ONG le prestó para ganar las elecciones sindicales de la CSI. En cualquier caso, otros seguirán sin duda el mismo camino, ya que no se trata sólo de un caso individual, sino de una perspectiva general de las actuales direcciones sindicales.

¡Una dirección obrera luchadora!

Muchos sindicalistas honrados han leído en la prensa que su recién elegido líder ha sido encarcelado por corrupción. Hubieran podido pensar que se trata de un complot de la patronal para socavar la imagen de los sindicatos, algo habitual. Por desgracia, se equivocan. No se trata aquí de un ataque al movimiento sindical por parte de uno de sus enemigos externos, sino de un dirigente electo que ha abusado de su posición y de la connivencia de la burocracia sindical afín. Aceptar dinero de Qatar (o de una ONG financiada ilegalmente por Qatar) es poco peor que aceptar dinero de cualquier empresa multinacional con la promesa de no hacer huelga mientras se le permita organizar un sindicato. Sigue la misma lógica de colaboración social. La misma lógica que hace que esta gente frecuente hoteles de cinco estrellas en Davos y prepare conferencias con ostras a costa de millones de trabajadores que pagan religiosamente sus cuotas.

Mientras la dirección sindical abandone de su análisis la lucha de clases y la lucha por el socialismo, este comportamiento será inevitable. Si no se puede destruir el sistema económico que está causando los problemas de millones de personas y en particular de las clases trabajadoras del mundo, la lógica es minimizar su impacto pidiendo amablemente a los responsables. Para ello, hay que sentarse a la misma mesa y ser aceptado como uno de ellos y eso requiere ropa bonita, relojes y un ejercicio de mimetismo.

La clase obrera no necesita sanguijuelas que vivan de su esfuerzo y de su lucha. Necesita una dirección decidida que se comprometa a luchar por sus intereses y quiera destruir el sistema causante de sus males. Para ello, necesita una nueva capa de líderes radicales que quieran luchar contra sus jefes y el sistema. Lo que hemos visto en Amazon es un ejemplo de cómo los nuevos sindicalistas pueden organizar allí donde la vieja burocracia sindical dice querer, pero no puede.

Ha llegado el momento de reclamar transparencia y abrir los libros sindicales a sus afiliados, al tiempo que se establece un estricto control democrático de las organizaciones sindicales. El hecho de que la mayoría de las organizaciones sindicales oficiales no tengan una verdadera izquierda organizada muestra la necesidad de un cambio radical de dirección y la necesidad de un liderazgo que transforme estas organizaciones de gigantes dormidos en una fuerza de lucha en beneficio de la clase trabajadora. Las batallas que tenemos por delante exigen que esta costra parasitaria sea eliminada por una nueva generación de sindicalistas luchadores.

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