Sobre el actual atraso económico andaluz

A la hora de entender el porqué del atraso secular de la comunidad autónoma más poblada del estado español, Andalucía, resulta ilustrativo compararla brevemente con la de región más extensamente industrializada actualmente, Cataluña. Para ello, tenemos que remontarnos en la historia.

El caso catalán

En Cataluña, para entender cómo el payés medio tuvo un nivel de vida superior al resto de campesinos españoles, hay que irse a los siglos XIV-XV, cuando fueron uno de los raros ejemplos europeos, junto con los suizos, donde los campesinos fueron victoriosos, a sangre y fuego, frente a la aristocracia en diferentes movimientos revolucionarios. En los dos casos estuvieron aliados a sectores mayoritarios de los pequeños y medianos burgueses de las ciudades. Hubo miles de movimientos revolucionarios entre la Baja Edad media y el Renacimiento en Europa, resquebrajándose el orden feudal frente al ascenso de la emergente burguesía, que se plasmó en luchas de liberación de las cada vez mayores ciudades, comunas y regiones urbanizadas, hermanadas entre sí en su lucha contra la nobleza más retrógrada.

El payés medio catalán logró con la sentencia de Guadalupe (1486) ver reconocidos la extensión de sus dominios, junto con la liberación de bastantes cargas feudales que sí siguieron asolando a otros campesinos que perdieron esas luchas (gallegos, mallorquines, palentinos…),  logrando conquistar mejoras sociales y económicas duraderas por siglos. Esa mejora les llevaría a demandar en el futuro una mejor ropa, mejores utensilios, a diversificar la agricultura plantando más vid, produciendo alcohol para exportar, llegándose a fabricar finalmente un textil de mayor calidad en tierras catalanas que en otras zonas del país en un desarrollo propiamente endógeno.

El latifundio y la explotación de América 

Hay coincidencia entre los historiadores y economistas serios sobre el papel retrógrado que supuso el establecimiento de la gran propiedad en casi toda la zona meridional de la península ibérica tras el progresivo retroceso del Al Andalus musulmán frente a los reinos cristianos del norte, favorecido esto por la etapa de desarrollo y expansión feudal que se dio desde el siglo XI. Este hecho, que se dio junto con la expulsión de la mayor parte de la población musulmana, salvo en Valencia, se reforzó posteriormente con la definitiva expulsión de la población de confesión islámica a principios del XVII en los antiguos reinos de Valencia y Granada.

Para entonces, los dominios americanos pertenecían ya a la corona de los Austrias, que explotó salvajemente sus posesiones en busca de metales preciosos, destruyendo gran parte de la historia y de las culturas precolombinas. En los diferentes reinos peninsulares pertenecientes a los Austria, que luego conformarán España, el maná metalífero jugó un papel retardatario en lo económico, al tender a hacer más barato importar manufacturas que producirlas aquí mismo. Durante tres siglos se consolidó este sistema funesto para el desarrollo del país.

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Puerta de Tierra, parte de las fortificaciones de Cádiz en su época de esplendor comercial / Foto: Wikimedia Commons (Emijrp, 2017)

Paradójicamente, Andalucía, empezando por las comarcas de la Baja Andalucía que circundan Cádiz y Sevilla, fue la principal zona del país que se benefició de esta explotación colonial. En este sentido, hay una idea equivocada en algunos ambientes con respecto al papel que le ha tocado en suerte a Andalucía. Pareciera que hubiera habido una conspiración «histórica» contra Andalucía, dentro de la propia España desde el siglo XIII. No es exacto. En los siglos XVI-XVII-XVIII, Andalucía es la principal región beneficiada del tráfico colonial americano, es la región que más productos exporta a las Américas, y la que más recibe. Antes incluso de esa época, Sevilla era la principal ciudad de Castilla, poblada de comerciantes italianos. Abierta al Atlántico y al norte de África, fue corte del reino en diferentes momentos.

La pérdida de las colonias americanas. En 1800, a pesar de la pérdida sucesiva por parte de Sevilla y Cádiz del monopolio del comercio colonial americano, Andalucía era, junto con Cataluña y Valencia, una de las regiones más avanzadas económicamente de España, teniendo a fines del siglo XVIII 5 de las 8 ciudades más pobladas del país. Por entonces llegó a Cádiz alguna de las primeras máquinas de vapor de Watt. En los primeros años del siglo XIX, un gaditano como Alcalá Galiano se sentía muy superior a los madrileños, sorprendiéndose de la poca riqueza de la capital del reino; de cómo el gaditano medio vestía y vivía en condiciones más higiénicas que los propios ministros en Madrid.

Ahora bien, entonces todo este estado de cosas saltó por los aires: la pérdida de las colonias hispanoamericanas dejó «helado» al capital comercial andaluz, junto a la industria y agricultura que lo abastecía. Sevilla y Cádiz, y las comarcas que las rodeaban, las más dependientes del tradicional comercio latinoamericano, iniciaron un declive imparable.

Antes, el capital comercial gaditano y sevillano se enterró y perdió, en gran parte, gracias a las desastrosas guerras borbónicas, en los bonos y deuda del Estado desde fines del siglo XVIII hasta principios del siglo XIX.

Las reformas liberales en el siglo XIX 

Lo poco que se rescató de esos «papelitos» de deuda depreciada se canjeó y enterró en la tierra con la desamortización del gaditano Mendizábal, a partir de 1836, junto con la mayor parte del capital que había en el país.

El liberal “exaltado” Mendizábal no inventó nada nuevo. Empezó en Cádiz trabajando como representante a sueldo de los Bertrán de Lis, comerciantes valencianos muy importantes en la primera mitad del siglo XIX. Hay una carta muy interesante que publicó el historiador Fontana donde éstos sacan las conclusiones políticas oportunas de lo que fueron las revoluciones francesas e inglesa. Saben lo que quieren y lo que no: no quieren las revueltas populares que jalonaron los cambios hacia el capitalismo en los primeros países donde triunfó la burguesía. Exiliado en Inglaterra durante el periodo más negro del reinado de Fernando VII, Mendizábal se convertirá en uno de los hombres fundamentales de la burguesía inglesa, siendo decisivo en buscar financiación para el movimiento liberal portugués en la década de los 30, antes de recalar en España. Desempeñará su papel con ejemplaridad, tratando de transmutar el pacto de la revolución “gloriosa” británica entre la aristocracia y la burguesía al suelo español.

Una de las poquísimas voces originales que hubo en España, en el ala demócrata de los liberales en ese momento, fue la del economista Álvaro Flórez Estrada, que quedó en ínfima minoría frente a la mayor parte de liberales, defendiendo que el Estado dividiera gran parte de los latifundios en arriendo, a largo plazo, para crear una nueva clase de campesinos medianos. Ni esto, que hubiera fortalecido a la larga al capitalismo español haciéndolo más rico, estuvo dispuesto a conceder la burguesía rapaz y corta de miras, que buscaba emparentarse con la aristocracia terrateniente. Al hacer esto último, crearon así una nueva clase amalgamada de capitalistas agrarios, heredando los usos y costumbres de los viejos señores de la tierra. Así, la débil y temerosa burguesía castellano-andaluza huyó de expropiar lisa y llanamente la tierra a sus grandes propietarios, pactando y entroncando a fin de cuentas con la tradicional aristocracia terrateniente.

Este desarrollo de los acontecimientos no fue una originalidad española. Sucedió en otros países que llegaron después de Francia, Inglaterra u Holanda al desarrollo capitalista y que se encontraron con los barcos y las mercancías de los primeros ya presentes, lo que únicamente les dejaban ocupar un lugar subalterno dentro de la nueva economía que se estaba desarrollando.

Posteriormente, en los siguientes 150 años, dentro del campo del movimiento obrero, mentes supuestamente preclaras buscarán hasta de debajo de las piedras una «burguesía progresista» que realizara la reforma agraria; es decir, que se expropiase a sí misma. Esperaron, esperaron, y no hallaron el Santo Grial. En el camino, algunos de ellos que ocuparon posiciones dirigentes en la lucha llevaron al movimiento a no pocos fracasos.

La industrialización malagueña 

Altos Hornos e Industria Química Heredia 1847 1Málaga, en cambio, sin el peso del tradicional fardo de la dependencia colonial americana, supo desenvolverse mejor en ese tercio de siglo desastroso para el país (invasión francesa, reinado de Fernando VII, pérdida de colonias y de sus principales mercados). El capital comercial acumulado en Málaga sí destinó parte de los beneficios del capital a la industria antes de la desamortización de Mendizábal. Además, cuando se dan las desamortizaciones, al no ser latifundio la mayor parte de la provincia, se destina a actividades productivas más capital proveniente del comercio, a diferencia de Sevilla o Cádiz. Este intento industrial fracasó fundamentalmente por diferentes motivos, entre ellos:

  • Los primeros hornos siderúrgicos de la Costa del Sol, entre ellos los del comerciante pasado a industrial, Manuel Heredia, basados en carbón vegetal, entraron en crisis terminal cuando la siderurgia de Asturias, basada en el muchísimo más energético carbón mineral, entró en funcionamiento en la década de los 60 del siglo XIX. Si desde el principio esa industria se hubiese fijado en Sierra Morena (con el carbón mineral de Bélmez, más el hierro del Cerro del Hierro en Sevilla), quizás otro gallo hubiera cantado, pero los primeros industriales malagueños tenían al principio, lógicamente, una visión un tanto provinciana. Eran señoritos de la tierra donde eran negociantes. Fue también una cuestión de relativo azar. El carbón de Bélmez se explotó fundamentalmente en la segunda mitad del XIX, cuando ya las empresas establecidas estaban en crisis.
  • El textil malagueño no podía competir al nivel del catalán, que se beneficiaba del «hinterland» de campesinos relativamente acomodados que había en el interior de Cataluña, que no existía aquí. Desde el siglo XVII-XVIII habían diversificado su agricultura y potenciado un entramado económico que dominaba la región, generando la más sólida red comercial que abastecía a España y más allá de ella.

Segunda mitad del siglo XIX 

La segunda desamortización, que empezó en los años 50 pero que duró realmente hasta casi el siglo XX, aparte de empobrecer a todos los campesinos pobres (fuesen jornaleros o no), al arrebatarles las tierras comunales, enterró nuevamente capital aquí que podía haber ido a la industria. Andalucía fue donde más se desamortizó, Andalucía fue donde más capital se enterró en la tierra, donde más industria fracasó y…, donde más se luchó (junto con Cataluña), por tratar de revertir esta situación. Fue el horror a la revolución popular por parte de la burguesía comercial y agraria española y andaluza, que era y es lo mismo,  lo que la llevó en primer lugar a castigar a la capital revolucionaria que era por entonces Cádiz, por motivos políticos, privándola en su momento Fernando VII de la condición de puerto franco.

Uno de los conspicuos hombres de negocios más importantes de mediados del siglo XIX fue el malagueño José de Salamanca, luego marqués, cuñado del industrial Heredia y, en la práctica, político a sueldo de éste en Madrid (al principio de su carrera). Diputado en 1837, cuando su cuñado había puesto en funcionamiento los altos hornos, rápidamente, en los años de revolución y contrarrevolución de 1837-43 está en el lugar adecuado para poner en funcionamiento otra clase de negocios adonde fue a parar parte de la fortuna de Heredia, junto con las de asociados y colegas de éste. El capital se replicaba más rápidamente en la banca, en préstamos usureros al gobierno al por mayor, en la especulación bursátil… Salamanca, ya ministro, se convirtió en el hombre más rico de España en la década de los 60’s, junto con el resto de la camarilla real, que evadieron y dilapidaron capital a lo grande. Comprados por el capital internacional, firmaron complacientes la venta de los recursos del país al resto de burguesías europeas en una relación cuasi colonial.

Mayormente, predominó el ejemplo del capitalista comerciante que no emplea su beneficio en invertir en industria debido a los usos y tradiciones retardatarias tardofeudales predominantes en el país, generándose en cambio un capitalismo mezcla de agrario y especulador bursátil, que fue el que realmente floreció en esa España del siglo XIX y que se servía de políticos de su misma laya, que las más de las veces solían emparentarse entre sí.

Balance final 

En definitiva, Andalucía representa la historia reconcentrada de España en las últimas centurias: el fracaso definitivo del sistema tardofeudal (o del Antiguo Régimen) y colonial respecto a América, en aras de la gloria de los Austrias primero, y luego de los Borbones, y que parecía antes aparentemente virtuoso para Andalucía en relación a otras regiones españolas, pero que resultó fatal para el conjunto de España en relación con Europa. Este fracaso, dejado finalmente al descubierto entre el XVIII y principios del XIX por la gigantesca pelea de las respectivas burguesías francesas e inglesa por el dominio europeo y mundial, es el que en una coyuntura histórica particular (que hay que conocer) arrojó a Andalucía para atrás en el devenir histórico, justo cuando Europa dio mil pasos adelante y algunas regiones españolas algún centenar. Cataluña intentó seguir el ritmo europeo, pero no pudo, lastrada por el retardo del resto del país.

Ideológicamente, el atraso histórico de centurias viviendo de la sopa boba de la explotación descarnada americana, la cortedad de miras desindustrialista de los que subsistían del maná metalífero, el catolicismo y la indigencia ideológica que santificó este estado de cosas, se impregnó en los genes y en la forma de hacer las cosas de todo el que prosperó… Ese recuerdo, esa cortedad de miras, esa “pillería” y esa rapacidad llegan hasta hoy en la mayor parte de los que son propietarios en España, dándole un tono característico a su clase dirigente.

No hay una conspiración contra Andalucía, sino un desarrollo histórico concreto. Desde el fin del absolutismo con la muerte de Fernando VII (1833) hasta 1900, en el siglo XIX, que es el siglo que solemniza y estabiliza el retraso de Andalucía con respecto a otras regiones, durante más del 50% de esos 67 años, España tuvo un «primer ministro» andaluz. A la “conspiración contra Andalucía» le puso el sello la clase dirigente andaluza al mando de los gobiernos españoles. En cualquier caso, fue también una conspiración contra Extremadura, Murcia, Canarias, La Mancha…

Entonces, sí, el elemento material que suponía la propiedad de la tierra en la que los latifundios explotados por jornaleros (y no por aparceros, es decir, por arrendatarios) tenían más extensión a fines del siglo XIX que a principios del mismo, fue el enorme lastre que tiró aún más hacia abajo del desarrollo económico de Andalucía, en relación a otras comunidades autónomas. Pero antes, a principios del XIX, en relación a otras zonas latifundistas de Europa (sur de Portugal, sur de Italia, Extremadura…), Andalucía tuvo SU oportunidad y fue su clase dirigente la que tuvo influencia decisiva en su subdesarrollo y en el de otras regiones españolas.

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