Tesis de la Corriente Marxista Internacional sobre la crisis climática
Este documento de la Corriente Marxista Internacional explica nuestro programa revolucionario para hacer frente a la crisis climática. Se redactó antes de la pandemia para ser discutido en el Congreso Mundial 2020 de la CMI, pero ahora ha sido actualizado en algunos puntos a la luz de los recientes acontecimientos. Dado que el Congreso ha sido cancelado debido a la pandemia, os invitamos a inscribiros en nuestra Universidad Marxista en línea, donde discutiremos la crisis climática.
1. La atención del mundo entero está centrada en este momento en la lucha contra la pandemia de COVID-19. Pero cuando (si) este peligro inicial disminuye, otra amenaza existencial, aún mayor, se avecina: la del cambio climático.
2. Las selvas tropicales están ardiendo. Los incendios forestales hacen estragos en Australia y California. Las inundaciones están devastando Indonesia y Bangladesh. Islas enteras y zonas costeras se están sumergiendo rápidamente. Las sequías y las hambrunas están creando un éxodo de refugiados. Las olas de calor en Europa están matando a miles de personas cada verano. Especies enteras están desapareciendo del planeta cada día. La crisis climática no es un problema hipotético para las generaciones futuras, sino que está aquí y ahora.
3. Movimientos masivos de estudiantes y jóvenes han tomado las calles en todo el mundo en respuesta. «El nivel del mar está subiendo, y nuestra ira también», se lee en una pancarta en Londres. Millones han participado en estas protestas internacionales. En septiembre de 2019, se estima que seis millones de personas participaron en las huelgas climáticas mundiales de los «Viernes por el Futuro» (Fridays for Future). En multitud de ciudades de los EE.UU., Canadá, Alemania, Italia y Gran Bretaña vieron manifestaciones de cientos de miles.
4. El capitalismo está matando al planeta. Esta es la conclusión que han sacado correctamente muchos activistas. De ahí las demandas ampliamente vistas en las huelgas climáticas: por «el cambio de sistema, no el cambio climático»; por «el planeta por encima de los negocios». Es el sistema capitalista – con su insaciable búsqueda de ganancias – el responsable de la destrucción del medio ambiente, de la destrucción de los ecosistemas y de la contaminación del aire que respiramos y del agua que bebemos.
5. Bajo el capitalismo, son las grandes empresas las que deciden lo que se produce y cómo se produce. Pero esto no se hace de acuerdo a ningún plan. En su lugar, nuestra economía se entrega a la llamada «mano invisible», es decir, a la anarquía del mercado. Las corporaciones recortarán gastos y no respetarán las regulaciones cuando sea necesario para reducir costos, superar a sus rivales, capturar nuevos mercados y maximizar sus ganancias. Esta deriva hacia el abismo, sin embargo, no es simplemente el producto de patrones «codiciosos». Es el resultado lógico de las leyes económicas del capitalismo: un sistema basado en la propiedad privada, la competencia y la producción con fines de lucro.
6. La escala del problema es enorme. El IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) de la ONU sugiere que el calentamiento global debe limitarse a 1,5°C para evitar una catástrofe medioambiental. Para lograrlo, las emisiones totales de gases de efecto invernadero tendrían que reducirse en un 45% para 2030, y alcanzar niveles netos de cero para 2050. Además, deben tomarse medidas de adaptación y mitigación a gran escala, como la construcción de defensas contra las inundaciones y la reforestación. Se estima que todo esto requeriría más de 2 billones de dólares de inversión adicional en todo el mundo cada año; alrededor del 2,5% del PIB mundial.
7. La ciencia y la tecnología para lograrlo existen. Las redes eléctricas podrían descarbonizarse con energía eólica, solar y mareomotriz. Los coches y los sistemas de transporte podrían pasar a ser eléctricos, alimentados con baterías e hidrógeno. Las medidas de eficiencia energética podrían reducir drásticamente la demanda de energía de los hogares y la industria. Los niveles de contaminación podrían reducirse drásticamente. Los alimentos podrían cultivarse de manera sostenible. Los residuos podrían ser reciclados. Se podría volver a plantar franjas de bosques.
8. Pero estos pasos vitales requieren dos cosas: planificación y recursos – ninguno de los cuales el capitalismo es capaz de proporcionar. La base de la producción capitalista es la propiedad privada y la competencia, en la búsqueda de los beneficios de un puñado de parásitos no elegidos y no responsables ante nadie; sin planificación alguna para satisfacer las necesidades sociales y ambientales.
9. Además, ¿de dónde va a salir el dinero del capitalismo para pagar los dramáticos cambios que se requieren? La economía mundial se está ahogando en deudas tras la caída de 2008, con una década de austeridad y una nueva y profunda depresión desencadenada por la pandemia. Los nuevos recortes – no la inversión – están a la orden del día. Abordar la crisis climática es ahora lo último que tiene en mente la clase dirigente.
10. Los capitalistas no invertirán en las medidas necesarias, por la simple razón de que no es rentable hacerlo. De hecho, las tecnologías como la energía renovable, que podrían proporcionar potencialmente una abundante electricidad verde, limpia y de costo casi nulo, chocan fundamentalmente con el afán de lucro y el sistema de mercado.
11. Por ejemplo, la inversión subvencionada por el Estado para el suministro de energía renovable ha paralizado en realidad los mercados internacionales de electricidad. Inundados con suministros baratos y superabundantes de electricidad verde, los precios han bajado, haciendo que las centrales eléctricas de carbón y gas no sean rentables. Esto ha llevado a una fuerte caída en términos de inversión privada en la nueva generación de energía. Pero los hogares ni siquiera ven el beneficio de facturas más bajas, ya que se proporcionan más subsidios gubernamentales para apuntalar los grandes monopolios de energía. En otras palabras, el mercado no puede resolver el problema – el mercado es el problema.
12. Se reduce a una simple pregunta: ¿quién paga? La riqueza existe, pero está ociosa en las cuentas bancarias de las grandes empresas y es malgastada por las potencias imperialistas en medios de destrucción. Sólo 10 corporaciones gigantes de EE.UU., por ejemplo, acaparan más de 1,1 billones de dólares en efectivo. Y el total de los gastos militares en todo el mundo es de 1,8 billones de dólares por año. Por lo tanto, bajo el capitalismo, no sólo los impactos del cambio climático recaen abrumadoramente sobre los hombros de la clase trabajadora, los pobres y los más vulnerables, sino que también lo hacen los costos para evitar el desastre ambiental, en forma de precios más altos, impuestos al carbono y austeridad.
13. Greta Thunberg, la creadora sueca de 17 años de edad de los Fridays for Future, se ha convertido en la cara y la voz del movimiento internacional contra el cambio climático. Hablando a multitud de «líderes» mundiales en los foros de Davos y en las cumbres de la ONU, advierte que «nuestra casa está en llamas». «Quiero que entres en pánico», dice Thunberg a su público de élite, «y que actúes». Pero sus peticiones a los políticos para que actúen urgentemente caen en saco roto.
14. Esta inercia en la élite, sin embargo, no se debe simplemente a la ausencia de voluntad política. Los políticos de la clase dirigente no son pasivos en esta cuestión por falta de determinación, sino porque su principal objetivo es defender el sistema capitalista, no el futuro de la humanidad ni del planeta.
15. Thunberg ha señalado que los científicos están siendo ignorados, y pide a los gobiernos que escuchen las pruebas y consejos científicos. Pero los capitalistas y sus representantes políticos no serán persuadidos por argumentos morales, ni por hechos ni cifras, a los que tienen amplio acceso. A fin de cuentas, esta élite desconocida no hará nada para proteger la Tierra, ya que su único criterio es maximizar los beneficios a costa del resto.
16. Algunos gobiernos han declarado simbólicamente una «emergencia climática» en un intento de apaciguar a los votantes. Pero esta es una frase vacía cuando se pronuncia en boca de estos políticos de las grandes empresas. Después de todo, bajo el capitalismo, no son ellos los que realmente deciden. En cambio, nuestro destino se deja a los caprichos del mercado.
17. Se necesita una acción global para resolver un problema mundial, pero los gobiernos capitalistas son impotentes. Se convocan interminables cumbres climáticas y se firman tratados internacionales. Pero todo esto no es mucho más que humo. Incluso cuando se hacen acuerdos, estos protocolos y acuerdos son inútiles; los objetivos no son vinculantes. Bajo Trump, los EE.UU. – la mayor economía y el mayor emisor de carbono del mundo – ya se han retirado del Acuerdo de París de 2015, dejándolo en un punto muerto.
18. En la raíz de este problema está la barrera del Estado-nación, así como la de la propiedad privada de los medios de producción. Bajo el capitalismo, los gobiernos nacionales deben servir en última instancia a los intereses de su propia clase capitalista. Como una banda de piratas ladrones, pueden ser capaces de cooperar por un tiempo, siempre que haya suficiente saqueo. Pero tan pronto como el botín se agote, los bandidos y los gángsteres se enfrentarán rápidamente entre sí. Y en este período de proteccionismo y crisis capitalista, cada gobierno intenta exportar sus problemas a otros lugares, lo que lleva a políticas de «empobrecer al vecino», a la inestabilidad geopolítica y a la ruptura de la cooperación en asuntos internacionales.
19. Ante tal impotencia, los activistas de la huelga climática han tomado las calles en masa, ocupando carreteras y cerrando ciudades en un esfuerzo por obligar a los políticos a sentarse y prestar atención. En todo el mundo, millones de estudiantes y jóvenes han entrado por primera vez en la actividad política, exigiendo una acción inmediata y un cambio de sistema.
20. Estas movilizaciones han llenado a una nueva generación con un sentido de confianza, poder y objetivos. Para los que protestan, la idea de una acción masiva y combativa es ahora la norma, no la excepción. La palabra «huelga» está ahora firmemente en la vanguardia de las mentes de los jóvenes.
21. Muchos activistas han concluido correctamente que la movilización de las masas es vital. Pero también debemos aprender las lecciones del movimiento hasta ahora, y reconocer sus limitaciones. Las protestas callejeras y las huelgas estudiantiles no son suficientes. Los activistas climáticos deben unirse a la clase obrera organizada y luchar por un cambio político radical.
22. Esta idea de movilización de masas, acción militante y cambio estructural es un enorme paso adelante comparado con el activismo ambiental individualista del pasado. Pero, en ausencia de una dirección revolucionaria clara y consistente, el espectro de este viejo ambientalismo liberal y pequeñoburgués sigue acechando al movimiento por el clima. Esto es más notable en la plétora de ideas extrañas y maravillosas – como el «decrecimiento» y el «anticonsumismo» – que se propagan en el movimiento, a menudo dominando el debate y ahogando el radicalismo de los estudiantes en lucha.
23. Todas estas ideas, en el fondo, son una regurgitación de los argumentos reaccionarios presentados por Thomas Malthus, el economista de principios del siglo XIX, que afirmaba que la hambruna, la pobreza, la enfermedad y la mortalidad generalizada eran el resultado de la «superpoblación». Hoy en día, el mismo argumento aparece no sólo en forma de «hay demasiada gente», «demasiadas bocas que alimentar», sino también que «estamos viviendo por encima de nuestras posibilidades», que «todos estamos consumiendo demasiado». En otras palabras, que es la gente común – no el sistema – la que tiene la culpa de la crisis ambiental.
24. Sin embargo, Federico Engels respondió directamente a Malthus hace mucho tiempo. «No se está produciendo lo suficiente, esa es la raíz de todo el asunto. ¿Pero por qué no se produce lo suficiente?» Engels preguntó retóricamente. «No porque los límites de la producción, incluso hoy en día y con los medios actuales, se hayan agotado. No, sino porque los límites de la producción no están determinados por el número de vientres hambrientos, sino por el número de bolsos capaces de comprar y pagar. La sociedad burguesa no quiere ni puede querer producir más. Los estómagos sin dinero, el trabajo que no puede ser utilizado para el beneficio y por lo tanto no puede comprar, se dejan a las cifras de mortalidad.»
25. Las predicciones apocalípticas de Malthus también fueron desmentidas empíricamente, ya que los avances en la técnica agrícola permitieron mantener poblaciones más grandes y con niveles nutricionales más altos. De manera similar, hoy en día, ya existen tecnologías para producir mucho más, pero sin la degradación y destrucción ambiental asociada al sistema capitalista. El problema – como señaló Engels – es que el capitalismo no puede utilizar de forma rentable estas fuerzas productivas.
26. No es de extrañar que los apologistas del capitalismo estén de acuerdo con esta farsa neomalthusiana, sugiriendo que debemos unirnos y tomar decisiones individuales «éticas»: reciclar más, volar menos, volvernos vegetarianos, etc. – como una solución para resolver la crisis ambiental. Después de todo, el enfoque en las acciones individuales y la elección de un estilo de vida personal juega un papel útil para la clase dominante, distrayendo a la gente común de la verdadera tarea en cuestión: transformar fundamentalmente la sociedad en líneas socialistas.
27. Las «soluciones» que surgen de este mantra individualista son totalmente reaccionarias. En esencia, no son más que un «lavado verde» de la austeridad, diciendo a los trabajadores y a los pobres que deben apretarse el cinturón para resolver un problema creado por los capitalistas y su podrido sistema.
28. A los «anti-consumistas», debemos hacerles una pregunta muy simple: ¿quién está consumiendo demasiado? ¿Los millones de hogares de la clase trabajadora en el llamado mundo «desarrollado» que deben elegir entre calentarse o comer? ¿Las masas en el llamado mundo «en desarrollo» que luchan por alimentar a sus familias? ¿Los trabajadores y los pobres de todo el planeta que viven en un estado de pobreza en medio de la abundancia?
29. De hecho, como muestran las estadísticas, el 1% más rico del mundo es responsable 175 veces más de las emisiones de carbono con respecto a quienes se encuentran en el 10% más bajo en términos de renta. Y la mitad más pobre de la población mundial contribuye con sólo el 10 por ciento del total de las emisiones del consumo de los hogares, en comparación con el 50 por ciento que emite el 10 por ciento más rico. Esta «desigualdad en las emisiones» es sólo un reflejo de la desigualdad económica general que es inherente al capitalismo.
30. Los trabajadores no son estúpidos. Pueden ver la hipocresía rancia del establishment y sus portavoces políticos diciéndole a la gente común que «haga sacrificios» por el bien del planeta. Mientras tanto, la élite capitalista súper rica vive en un planeta completamente distinto, acumulando niveles obscenos de riqueza y volando en aviones privados. De ahí las protestas masivas de los “chalecos amarillos” en Francia, contra los intentos de Emmanuel Macron de imponer mayores impuestos sobre el combustible a los trabajadores; o los movimientos de masas vistos recientemente en muchos países ex coloniales contra la eliminación de los subsidios al combustible impuesta por el FMI.
31. Los socialistas deben oponerse a todas esas medidas, incluidos los llamados «impuestos sobre el carbono». Estos impuestos generalmente recaen en el consumo de los hogares –en el combustible o la energía– y no en los negocios, lo que traslada la carga a los hombros de la clase trabajadora y los pobres. Tales impuestos son reaccionarios y regresivos. Y, en cualquier caso, no resuelven la crisis climática, sino que son solo otra medida de austeridad. Estamos hombro con hombro con los manifestantes de los chalecos amarillos, exigiendo que los capitalistas –no la clase trabajadora– paguen esta crisis.
32. Culpar al «consumismo» y al «crecimiento» es una trampa. El daño ambiental no es causado por la industrialización o el crecimiento, sino por la forma en que la producción se organiza y controla bajo el capitalismo. Lejos de proporcionar eficiencia, la competencia y la búsqueda de ganancias conducen a una carrera sin final a la vista, creando enormes niveles de desechos y contaminación. Las corporaciones desarrollan la obsolescencia programada en productos para vender más. Una gran industria publicitaria intenta convencernos de comprar cosas que no necesitamos. Y compañías como Volkswagen engañan y violan activamente las regulaciones ambientales para reducir costos y aumentar las ganancias.
33. Es la búsqueda de ganancias económicas, no el crecimiento económico en sí mismo, lo que es el problema. Vivimos dentro de un sistema económico que depende del consumo constante de productos básicos y la acumulación de ganancias. Los capitalistas producen no para satisfacer necesidades humanas, sino para obtener ganancias. Entonces, si los bienes no se venden, las empresas y las industrias cierran y millones de trabajadores pierden sus empleos.
34. Esta es la razón por la cual los llamamientos de ciertos sectores del movimiento verde para un «crecimiento cero» y el «decrecimiento» son reaccionarios. El «crecimiento cero» bajo el capitalismo se llama recesión, y son la clase trabajadora y los pobres quienes tienen que pagarlo. En esencia, la exigencia de «decrecimiento» es un argumento a favor de la recesión y de la austeridad permanente.
35. Todo el énfasis de la teoría del «decrecimiento» está equivocado, y por lo tanto es activamente dañina. Lo que debemos cuestionar es la producción y cómo producimos; no el consumo y las «decisiones del consumidor». ¿De qué sirven los boicots individualistas frente a la anarquía y el caos del mercado? Necesitamos un plan de producción racional, con control democrático sobre la economía; no boicots individuales ni «consumo ético».
36. Incluso si nosotros, como sociedad, quisiéramos reducir nuestro consumo colectivo, ¿cómo sería esto posible si la producción es totalmente propiedad de la clase capitalista, que son quienes la controlan y toman las decisiones? ¿Cómo reduciríamos la industria de la carne? ¿Cómo haríamos para limitar la población? ¿Quién decidiría qué y cuánto se produce? Simplemente hacer tales preguntas demuestra lo absurdo de este ambientalismo individualista y la naturaleza reaccionaria del malthusianismo en todas sus variedades.
37. La crisis del coronavirus ha expuesto abrumadoramente los límites de este enfoque individualista, neomalthusiano y regresivo. Toda la economía mundial se ha detenido. Los aviones no vuelan. Las calles están vacías. La demanda de petróleo se ha derrumbado. El consumo de los hogares se ha desplomado. El resultado es que se estima que las emisiones globales de carbono disminuirán en un 8 por ciento este año. Sin embargo, este mismo nivel de reducción de emisiones es necesario cada año durante la próxima década para limitar el calentamiento global a 1,5 ° C.
38. Por lo tanto, podemos ver los límites reaccionarios de la ideología del «decrecimiento». Como muestra la parálisis pandémica, bajo el capitalismo, tales cambios dramáticos sólo pueden lograrse de una manera completamente caótica, a costa de hundir a la economía en una depresión severa, con desempleo masivo, pobreza e inanición. E incluso estos cambios apenas rascan la superficie de lo que es necesario hacer. Claramente, se necesita una transformación sistemática de la producción, y de toda la organización de la sociedad, para reducir las emisiones en la escala requerida.
39. Lo que se necesita no son cambios personales en el estilo de vida, recortes en el consumo individual o una regresión a una forma de producción más primitiva (la llamada desindustrialización). Ya hay suficientes recursos producidos para que cada persona en el planeta viva una vida cómoda y decente. Si estos se distribuyeran de manera racional y equitativa, habría suficiente para todos, sin ninguna producción adicional ni desperdicio. Lo que se necesita es un cambio económico sistemático, fundamental e internacional.
40. Bajo el capitalismo, las tecnologías y técnicas introducidas para aumentar la productividad pueden convertirse en su opuesto y destruir por completo el potencial de crecimiento. Esto se puede ver con los desarrollos recientes en la agricultura, donde el uso indiscriminado de insecticidas y fertilizantes artificiales ha diezmado las poblaciones de insectos, empobrecido el suelo y contaminado el suministro de agua. En una escala más amplia, se ve por la forma en que la industria y el transporte producen contaminación y emisiones de carbono, destruyendo el mundo natural del que depende la sociedad humana.
41. Esta es una confirmación de lo que Marx explicó en El Capital, discutiendo la naturaleza de la producción agrícola bajo el capitalismo: “Todo progreso en la agricultura capitalista es un progreso en el arte, no solo de robar al trabajador, sino de robar el suelo; todo progreso en aumentar la fertilidad del suelo durante un tiempo dado, es un progreso hacia la ruina de las fuentes duraderas de esa fertilidad… La producción capitalista, por lo tanto, desarrolla tecnología… solo socavando las fuentes originales de toda riqueza: el suelo y el trabajador.»
42. Sin embargo, nada de esto es un argumento en contra de la tecnología y la industria, o en favor de la «desindustrialización». Más bien, es un argumento contra la propiedad privada, la anarquía del mercado y la búsqueda de ganancias. Es un argumento a favor de la planificación socialista; de utilizar la ciencia y la tecnología en interés de las personas y del planeta, no en beneficio de unos pocos.
43. En resumen, es una cuestión de clase. ¿Quién posee? ¿Quien decide? La anarquía del capitalismo está destruyendo el medio ambiente. Necesitamos planificar, racional y democráticamente cómo utilizamos los recursos del planeta; qué tecnologías necesitamos desarrollar y poner en práctica. Pero, como dice el viejo dicho, no puedes planificar lo que no controlas; y no se controla lo que no se posee.
44. En muchos países, las organizaciones liberales y los partidos políticos han intentado hacerse cargo, cooptar y descarrilar el movimiento climático, debilitando las manifestaciones y el radicalismo de sus demandas. Las ONGs como Greenpeace a menudo se han colocado burocráticamente a la cabeza del movimiento, predicando una estrategia de “campaña amplia». Los grupos de activistas como Extinction Rebellion, mientras tanto, caen en la misma trampa, despolitizan las protestas y apelan a los políticos de todo el espectro político para que actúen en conjunto.
45. El problema es que el cambio climático es político. Son los capitalistas y su sistema los responsables de destruir el planeta. Relacionarse con los partidos burgueses y apelar a los políticos de las grandes empresas es peor que inútil: es dañino, ya que diluye activamente el programa del movimiento y lleva a los activistas a un callejón sin salida. Estos políticos establecidos defienden los intereses de la clase capitalista, no las necesidades de la sociedad y el medio ambiente. El movimiento no debe depositar esperanzas ni confiar en ellos, ni en las ONGs, ni en los liberales que intentan engañar a los jóvenes y radicales huelguistas climáticos.
46. El apoyo a los partidos verdes ha aumentado en algunos países debido a las crecientes preocupaciones medioambientales y la desconfianza general hacia los partidos tradicionales del establishment. Pero fundamentalmente, los líderes verdes son sólo liberales que no desafían al sistema ni ven la división de la sociedad en clases mutuamente opuestas. El ejemplo del nuevo gobierno de coalición conservador-verde en Austria es muy revelador. Su programa antiobrero se puede reducir esencialmente a dos demandas: reducir la inmigración y reducir las emisiones. Esto ha provocado que se caiga la máscara «progresista» de los Verdes, revelando su verdadera y fea cara.
47. En la otra dirección, se han tomado medidas positivas para vincular la cuestión ambiental con las demandas políticas de izquierda. En particular, la propuesta de un New Green Deal (NGD), Nuevo Acuerdo Verde, se ha convertido en un grito de batalla para la izquierda en los Estados Unidos y el Reino Unido. A principios de 2019, por ejemplo, Alexandria Ocasio-Cortez presentó una resolución en Washington pidiendo al gobierno federal que reduzca las emisiones de carbono invirtiendo en suministros de energía renovable y creando empleos verdes. Yendo más allá, se aprobó una moción para un «Nuevo Acuerdo Verde Socialista», basado en la propiedad pública y el control democrático de la economía, en la conferencia del Partido Laborista de 2019 en Gran Bretaña.
48. Pero, en realidad, el eslogan NGD es un poco como un recipiente vacío, capaz de ser llenado con cualquier contenido que uno desee. Esto está demostrado por la variedad de seguidores que se han suscrito al New Green Deal de Ocasio-Cortez, incluidos los candidatos presidenciales Demócratas de derecha como Biden, Buttigieg y Klobuchar.
49. Estas vagas propuestas del NGD generalmente equivalen a una estrategia keynesiana de intentar regular y administrar el sistema capitalista. Pero el capitalismo no se puede gestionar. No puede ser domesticado ni hacerse «verde». Mientras la economía se base en la producción con fines de lucro, serán los grandes negocios quienes dicten a los gobiernos, no al revés. En resumen, en lugar de ofrecer «cambio de sistema», las demandas keynesianas del New Green Deal buscan salvar al sistema capitalista de sí mismo.
50. Un estudio frecuentemente citado mostró que 100 grandes empresas (principalmente productores de combustibles fósiles) son responsables de más del 70 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero. Más recientemente, se reveló que solo 20 compañías han generado un tercio de todo el CO2 desde 1965. Del mismo modo, sólo alrededor del 3-10 por ciento de los desechos de los vertederos en los países capitalistas avanzados proviene de los hogares; el resto es principalmente el resultado de procesos industriales a gran escala, de la construcción y la minería.
51. Todo esto enfatiza dónde recae realmente la culpa de la crisis ambiental y demuestra claramente la solución: llevar a estas compañías e industrias a la propiedad común y el control democrático, como parte de una plan de producción racional y socialista. Sólo entonces podremos tener una economía sustentable, donde el incremento en los estándares de vivienda no estén en contradicción con proteger el planeta.
52. En manos privadas, los grandes monopolios generan niveles obscenos de desperdicio y daño ambiental. Sin embargo, nacionalizados bajo un plan económico socialista, pueden utilizarse tecnologías verdes y modernas para cortar las emisiones y la contaminación del espacio en pocos años, y al mismo tiempo proveer a todos con alimento de calidad, techo, educación, transporte y atención médica.
53. Combinando las mejores mentes científicas con las habilidades de los trabajadores en la industria, bajo el control democrático de los trabajadores, podemos poner las habilidades tecnológicas y los recursos al servicio de la humanidad y del planeta. El Plan Lucas de la década de los setenta en Inglaterra muestra el potencial. Ahí, los trabajadores organizados de la industria militar y aeroespacial trazaron una propuesta detallada, demostrando que las mismas fábricas, máquinas y empleados se pueden adaptar y reorientar para producir tecnologías renovables y equipo médico avanzado, en lugar de misiles y armas. Los trabajadores terminaron siendo vendidos por los líderes miopes del Partido Laborista y de los sindicatos. Pero el poder creador de la clase trabajadora para planificar la producción fue claramente demostrado.
54. El ejemplo del Plan Lucas demuestra la posibilidad de — y la necesidad de — un “transición climática”. No hay ninguna razón por la cual una transición a industrias verdes y el cierre de las contaminantes lleve al desempleo. Los trabajadores pueden mantenerse y las fábricas adaptarse. Pero esto requiere que sean de propiedad pública, que haya control por parte de los trabajadores y que haya un plan general de producción. Si son dejadas a la lógica del mercado, la inactividad de las industrias obsoletas sólo puede llevar a una cicatriz permanente en las comunidades obreras, como sucedió con las áreas que antes eran mineras en la Gran Bretaña y en el llamado Cinturón Oxidado de EEUU.
55. Esto destaca la necesidad de ligar el movimiento ambientalista con el de los trabajadores. Acertadamente,los ambientalistas de algunos países han solicitado ayuda a los sindicatos. Greta Thunberg ha llamado a los trabajadores del mundo a unirse con los estudiantes en las marchas ambientales. Ocasionalmente, los sindicatos han apoyado estos llamamientos, comprometiéndose a huelgas o protestas junto a los jóvenes activistas. Este es el enfoque adecuado. No es un tema sólo de los jóvenes, sino algo que afecta también a los trabajadores.
56. La clase trabajadora organizada debe estar a la cabeza de la lucha contra el cambio climático. Sin embargo, grupos como Extinction Rebellion actúan al margen del movimiento obrero enfocándose exclusivamente en una estrategia de acción directa y maniobras publicitarias. El objetivo es “generar conciencia” ganando atención mediática, frecuentemente por medio de amarrarse a edificios y transportes o cerrando calles. En un caso fallido, los activistas consideraron usar drones para obligar a que se cerrara el Aeropuerto Heathrow de Londres. Pero a nadie en la red si quiera se le ocurrió contactar a los miembros del sindicato del aeropuerto, donde los trabajadores (incluidos los maleteros y los pilotos) estaban discutiendo posibles huelgas. Una huelga por parte de estos trabajadores hubiera paralizado el aeropuerto –y ayudado a generar conciencia y autoestima en los trabajadores de todas partes– mucho más efectivamente que las bromas irresponsables de Extinction Rebellion.
57. En lugar de estas acciones frívolas y apolíticas, el movimiento ambientalista necesita apoyarse en la movilización masiva de trabajadores y jóvenes en torno a demandas socialistas claras. El poder de la clase trabajadora organizada, armada con un programa socialista sería imparable. Como marxistas siempre hemos dicho que ninguna lámpara brilla y ninguna rueda gira sin el permiso de la clase trabajadora.
58. Los movimientos políticos y sociales de izquierda están creciendo por todo el mundo. La tarea es llevar la militancia y el radicalismo de las protestas ambientalistas de los estudiantes hacia un movimiento obrero más amplio, con los trabajadores y la juventud luchando juntos por audaces políticas sociales y ambientalistas. Tal programa debe de incluir reivindicaciones como:
◦ Nacionalizar los grandes monopolios energéticos, las corporaciones de combustible y redes de transmisión bajo el control democrático de los trabajadores, arrebatando nuestro suministro de energía de las manos de los barones petroleros que sólo buscan ganancias. Bajo un régimen de propiedad pública, podemos promover una inversión masiva de energía renovable y una eliminación gradual de los combustibles fósiles, simultáneamente reduciendo los precios para los consumidores.
◦ Expropiar las compañías de construcción, y convertir la tierra y los bancos en propiedad común. De esta manera podemos llevar a cabo un programa masivo de aislamiento térmico en los hogares existentes y construir viviendas sociales que sean de alta calidad y con un uso eficiente de la energía.
◦ Hacer público todo transporte – trenes, metros, autobuses, aerolíneas, barcos. Reemplazar el caos actual con un sistema de transporte público verde, de alta calidad, amplio, coordinado, integrado y gratuito. Nacionalizar las fábricas de automóviles y la industria aeroespacial bajo el control de los trabajadores para invertir en vehículos y aviones verdes.
◦ Convertir en propiedad pública y poner bajo control democrático todos los recursos naturales – incluyendo la tierra, minas, ríos y bosques. No debemos permitir que el capitalismo y el imperialismo saqueen el planeta con la finalidad de obtener ganancias. Aplicar un programa mundial y masivo de reforestación y de construcción de defensas contra las inundaciones.
◦ Sacar a los grandes negocios de las universidades. La investigación y el desarrollo debe de ser financiado públicamente, con decisiones democráticas, y orientados hacia las necesidades de la sociedad y del planeta, no hacia las ganancias de las corporaciones multinacionales.
◦ Aplicar el control y la gestión democráticos de los trabajadores en todas las industrias nacionalizadas y en los servicios públicos, con un modelo dirigido por los trabajadores a lo Plan Lucas para hacer la transición desde los sectores contaminantes a las industrias y empleos verdes.
59. Lejos de ignorar la cuestión ambiental, Marx y Engels tomaron un gran interés en el tema. Pero sus conclusiones en ese entonces, como las nuestras ahora, fueron que terminar con la destrucción del mundo natural nunca sería posible bajo un sistema donde reina la anarquía capitalista. Un desarrollo armonioso entre la humanidad y la naturaleza sólo es posible basado en un plan consciente y socialista, como Engels explica:
60. “No nos congratulemos demasiado por nuestra conquista humana sobre la naturaleza. Pues cada conquista se toma su venganza. Es cierto que cada una de ellas tiene, en primer lugar, consecuencias que prevemos; pero en segundo y tercer lugar tiene muy diferentes e imprevisibles efectos, que muy frecuentemente cancelan a los primeros… Por lo tanto, cada paso nos recuerda que de ninguna manera dominamos la naturaleza como un conquistador sobre la gente de otro lugar, como alguien ajeno a la naturaleza –sino que nosotros, en carne, sangre y cerebro, pertenecemos a la naturaleza y existimos en ella, y que todo nuestro dominio de ella consiste en el hecho de que tenemos una ventaja sobre todos los seres al ser capaces de conocer y aplicar correctamente sus leyes”.
61. Sólo con una transformación socialista de la sociedad podemos satisfacer las necesidades de la mayoría en armonía con el ambiente, en vez de generar ganancias para una minoría parasitaria. La ciencia y la tecnología para lidiar con el cambio climático existe. Pero bajo el capitalismo estas fuerzas están destruyendo el planeta tierra, no salvándolo. Socialismo o barbarie: ese es el futuro que tenemos ante nosotros.
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