Balance de la acampada en la Universidad de València

Después de 19 días se ha levantado la que fue la primera acampada por Palestina del Estado Español. Varios compañeros de la Internacional Comunista Revolucionaria (OCR en el Estado Español) hemos participado desde el primer momento en la medida en la que nuestras fuerzas lo han permitido.

Este análisis que presentamos aquí lo hemos ido planteando tanto en conversaciones individuales como públicamente en la asamblea, y siempre con el ánimo de ayudar a que el movimiento avanzase, se extendiese, y pudiera conseguir sus objetivos declarados:

 

En el Estado Español

  • Fin de la compraventa de armas y de las relaciones con Israel
  • Sumarse a la iniciativa sudafricana en el Tribunal Internacional de Justicia de la ONU
  • Recuperar la jurisdicción universal
  • Derogación de la Ley Mordaza y la Ley de Extranjería
  • Reclamar la liberación de los presos por motivos étnicos y políticos en el Estado de Israel

En las universidades:

  • Compromiso firme de no firmar ningún acuerdo ni convenio con instituciones israelíes mientras no acaben los crímenes de lesa humanidad.
  • Firmar acuerdos con universidades palestinas.
  • Fin de colaboraciones y contratos con empresas e instituciones cómplices de los crímenes de lesa humanidad (Banco Santander, Hewlett Packard).
  • Cortar relaciones con instituciones que reprimen los movimientos estudiantiles de solidaridad con el pueblo Palestino.

 

La acampada, que no ha llegado a superar las cien personas en asamblea, pero que ha sido capaz de movilizar a mucha más gente en apoyo de la protesta, por ejemplo en la concentración que llenó el patio de la facultad el martes catorce de mayo, tenía, sin embargo, un gran campo de acción para extenderse en la propia universidad y fuera de ella.

Sólo en la Universidad de València estudian, en total, 46.983 estudiantes de grado, 8.156 de postgrado y 2.000 estudiantes internacionales de intercambio, y cuenta con 4.119 profesores.

Como puede notarse de un simple vistazo a los números, el rectorado jugaba con ventaja desde el primer momento: Si la protesta no se extendía, sólo tenían que esperar a que muriese por sí misma, ya que el coste físico y psicológico de acampar sin obtener ninguno de los objetivos declarados, mina la moral de quienes pueden participar diariamente.

Esta situación genera una espiral de ‘acciones’ destinadas a mantener la moral alta y a dar la falsa sensación de que se está avanzando, pero todo tiene un límite y la realidad acaba por imponerse.

Debemos mirar la realidad cara a cara, y mantener siempre un estricto sentido de la proporción: Los objetivos del movimiento son alcanzables únicamente por las grandes masas de estudiantes y trabajadores, no por un pequeño grupo, que solo tiene el poder de encender la chispa y extender el incendio (y este no es un poder pequeño).

¿Por qué luchamos aquí, en Europa y EEUU? Porque instintivamente sabemos que es derrotando a nuestros propios gobiernos como podremos parar el genocidio. Israel no es nada sin el aparato militar del imperialismo que le apoya.

No luchamos (o no deberíamos luchar) para sentir que ‘Hemos hecho algo’, sino para conseguir los objetivos. El fin justifica los medios de lucha sólo si los medios de lucha justifican el fin que se quiere alcanzar.

En general en cualquier movimiento, los árboles (problemas y dificultades cotidianos) dificultan ver el bosque; mucho más aún en un encierro.

¿Qué métodos se han usado?

Desde el primer momento, los acampados decidieron tomar las decisiones por ‘consenso’, de forma ‘horizontal’. Los límites de esta forma de decidir se vieron ya el tres de mayo, día en que se ocupó el hall de la facultad de filosofía para garantizarse electricidad, agua corriente y acceso a los baños:

Una minoría estaba en contra de la ocupación pero no se expresó en la asamblea para no impedir la acción. Efectivamente: El consenso se convierte de forma inevitable en una suerte de ‘dictadura de la minoría’; si una sola persona se opone, la acción no se llevará a cabo aunque la aplastante mayoría esté decidida.

Además, las comisiones de trabajo cambiaban cada día de forma voluntaria, pero la dirección política de la acampada se concentraba en pocas y normalmente las mismas manos, de compañeros organizados en diferentes grupos políticos (Arran, OJS, BDS y BEA, que sepamos) que tomaban las decisiones fuera del control democrático de la asamblea.

Esta crítica la escuchamos de uno de los acampados el día catorce de mayo en una asamblea extraordinaria. Al final no llegó a abrirse formalmente este ‘melón’, que nosotros consideramos indispensable abrir si el movimiento quiere volver con más fuerza el curso que viene.

Estar organizados únicamente significa que hemos llegado a ciertas conclusiones antes que otras personas. Haber leído y estudiado libros de autores revolucionarios (en el caso de la Internacional Comunista Revolucionaria los clásicos del marxismo) nos ayuda a orientarnos para cometer menos errores, pero no nos hace infalibles.

No hemos de tener miedo a la democracia, a la crítica directa ni a las votaciones por mayoría. El cerebro colectivo es indispensable para que un movimiento de combate avance, de lo contrario estaremos repitiendo los mismos patrones que criticamos: Unos ‘mandan’ a espaldas de la mayoría.

El papel de quienes tienen más experiencia debe de ser siempre ayudar al resto, explicar pacientemente para incorporar a cada vez más gente al movimiento. Debemos confiar en nuestras propuestas, ideas y posiciones públicas, y no temer la crítica. Al final las ideas se demuestran correctas o incorrectas en la práctica. Una dirección política (permítasenos el término) no debe de tener “intereses propios que se distingan de los intereses generales del movimiento”, parafraseando el Manifiesto Comunista. Si los hay, tienden a confundirse, ‘en la cabeza’, los primeros con los segundos, con resultados normalmente desastrosos.

Una asamblea debe de poder elegir abiertamente a sus responsables, por votación mayoritaria, y revocarlos en cualquier momento si la mayoría considera que no realizan su función como se espera. Debe de poder mirar los errores de frente y corregir el rumbo si es necesario, por convencimiento, nunca por imposición.

¿Cómo ha sido el cierre?

La Universidad de València, de forma inteligente, ha jugado al desgaste. Esto se vio con absoluta claridad el día 3, cuando se permitió la ocupación de la facultad. Al cabo de 16 días, el movimiento se encontró en un punto de inflexión, en palabras de algunos dirigentes, al fracasar la ocupación del rectorado el día catorce de mayo. Daba la sensación de que, a pesar de todas las precauciones, la información se había filtrado porque la policía estaba esperándoles a la hora exacta en la que se inició la acción.

En la asamblea extraordinaria que siguió, ya después de cenar, un compañero de la ICR intervino planteando la necesidad de extender el movimiento, buscando el apoyo del movimiento obrero, sumar a más gente y así permitir la rotación en la acampada. Era evidente el cansancio, y un sector importante de la dirección había llegado ya a la conclusión de que había que levantar el campamento. Ante la evidencia de un cierre próximo, planteamos también la posibilidad de hacer un llamamiento a trasladar la acampada a la Universidad Politécnica, donde llevaban acampados un par de días, como forma de darle una salida digna, y que la decisión se votase.

Dijimos en esa asamblea que los objetivos del movimiento son alcanzables únicamente por las grandes masas de estudiantes y trabajadores. Por lo tanto, considerábamos, y así lo dijimos, un deber fundamental del movimiento hablar directamente con los afiliados de los sindicatos, y comprometer públicamente a sus direcciones para que actúen.

CCOO, por ejemplo, sindicato del que la Decana de Filosofía es afiliada, realizó una cadena humana por Palestina días antes del 14 de mayo. ¿No hubiera sido necesario enviar una representación de la acampada y exigirles acciones concretas, como paralizar los barcos con destino a Israel que hagan escala en el puerto de València? ¿No se debería haber ido a los barrios obreros a hablar directamente con los trabajadores, a explicar por qué luchábamos?

Decir una cosa y hacer la contraria es, en política, pero en política revolucionaria más aún, extremadamente contraproducente y nos aleja de los objetivos que nos marcamos. Mientras se hacían declaraciones públicas de “continuar hasta el final”, y se incrementaba la presión sobre el rectorado con la instalación de barricadas en la facultad el jueves dieciséis de mayo, se estaba preparando el desmantelamiento de la acampada para el viernes diecisiete.

Según nos han contado algunas personas que durmieron en las tiendas la noche del día quince, el encierro fue decidido sin su participación, las asamblea del jueves se hizo dentro de la facultad, y la decisión del cierre, que por lo que sabemos fue votada, no pudo serlo por la gente que quedó fuera.

No tenemos razones para dudar de esos testimonios, y consideramos que este es un error muy grave que debemos señalar en toda su crudeza y que ha mostrado, en la división física en dos espacios, la separación existente entre la dirección y los acampados de a pie.

Estos métodos, y la diferencia palpable entre las palabras y los hechos, dificultan retomar la lucha en el futuro de forma exitosa. Recordemos la fábula de Pedro y el lobo: Al final, cuando fue necesario, nadie acudió.

Conclusión

El mismo viernes diecisiete de mayo, justo el día en el que se desconvocaba el campamento de la UV, el consejo de gobierno de la Universidad de Granada y el de Jaén, otorgaban al movimiento algunas reivindicaciones parciales, mostrando a la vista de todo el mundo que sí se podía doblegar al ‘poder establecido’. Además, el cierre rompe el frente unido de lucha en el conjunto del Estado.

Entendemos que es nuestro deber abrir este debate en el conjunto del movimiento, públicamente. Para nosotros, la verdad es revolucionaria. Nada permanente se ha construido con medias verdades, ocultación de información o mentiras. Debemos reflexionar entre todos para la siguiente vez hacerlo mejor.

Y aunque en un encierro siempre surgen elementos de crítica personal, consideramos que deben quedar en tercer o cuarto plano. Lo fundamental es la reflexión colectiva porque, de no hacerlo, el precio que pagaremos por cada fracaso será el de alejarnos de la victoria hasta hacerla inviable en nuestras vidas, y estas son muy breves comparadas con la Historia.

En este sentido, consideramos que el cierre ha sido precipitado. Ha sido un paso atrás que dificulta la continuidad y la victoria: Lo que no han conseguido medidas de presión como las llevadas a cabo, es más difícil conseguirlo con manifestaciones puntuales.

Lamentamos el tono triunfalista que hemos podido leer en el único comunicado público que ha hecho una organización presente en la acampada: OJS. Es un error presentar una retirada como un paso adelante del movimiento. Insistimos: Es fundamental mirar la realidad de frente.

Creemos que el movimiento debía de haberse extendido dentro y fuera de la Universidad, y que podría haber conseguido sus reivindicaciones si hubiese comprometido públicamente a los sindicatos. Recordemos que CCOO y CGT, al menos, apoyan públicamente la lucha del pueblo palestino. Debemos exigirles que pasen de las palabras a los hechos. Sólo la fuerza de las masas de la clase obrera puede doblegar al gobierno del Estado y a las juntas de gobierno de las universidades.

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