Crítica al documento «Nueva estrategia socialista» de Mugimendu Sozialista: ¿Es el camino a seguir?

A mediados del pasado mes de diciembre, 1.500 revolucionarios se reunieron en Eibar (Gipuzkoa) para presentar el Euskal Herriko Kontseilu Sozialista (Consejo Socialista del País Vasco), una nueva organización del Movimiento Socialista. Esta tiene como objetivo unir al Movimiento Socialista para “poder afrontar mayores retos”. Desde la Corriente Marxista Internacional damos la bienvenida a esta nueva organización y le deseamos suerte.

Además de la presentación pública, también se publicó un nuevo documento que marca la línea política de esta nueva organización: Nueva Estrategia Socialista. El esfuerzo de producir este tipo de documentos contribuye enormemente a la clarificación política y al necesario debate en las filas del comunismo. Con estas intenciones en mente, pasaremos a analizar el documento.

Puntos en común

Hay una serie de puntos en los que coincidimos y que nos parecen muy importantes. En primer lugar, coincidimos en el análisis de la actual época histórica, caracterizada por una crisis orgánica del capitalismo, con unas perspectivas de raquítico crecimiento en el mejor de los casos, o de estancamiento y recesión.

Como bien plantean los camaradas, esta crisis lleva a una “ofensiva de clase del capital global contra las poblaciones trabajadoras, en forma de saqueo de todas las modalidades de salario y en forma de destrucción de los derechos civiles y políticos conquistados”. Los ejemplos se acumulan a escala mundial, con Milei en Argentina uno de los más recientes.

Estas contradicciones a todos los niveles empujan hacia “la escalada bélica entre las principales potencias económicas a escala global, la multiplicación de las guerras por delegación y la cada vez más descarada carnicería proletaria organizada por los magnates imperialistas”. Los compañeros añaden que este proceso hacia la barbarie no se ciñe tan sólo a la sociedad humana, sino que se plasma también en “la crisis climática y la destrucción global de ecosistemas”, y que “torna las fuerzas productivas en fuerzas destructivas y salvajes”. 

Como conclusión principal, el documento dice que las tareas consisten en “la actualización del programa comunista, junto con la unificación de los fragmentos del movimiento comunista y la articulación de nuevos y grandes partidos comunistas es una necesidad objetiva del proletariado como clase universal y de la especie humana para su propia supervivencia”. Tenemos reservas sobre el primer punto, que plantearemos en más detalle en este texto, pero coincidimos plenamente en la necesidad histórica de construir el Partido Comunista de masas.

Coincidimos plenamente en la necesidad histórica de construir el Partido Comunista de masas / Gedar, Twitter

Además de todo esto, que fluye del correcto análisis general de la situación actual de crisis orgánica del capitalismo, estamos igualmente de acuerdo en el carácter internacional del proletariado y su lucha, y por lo tanto de su partido, además de la necesidad de tomar el poder y destruir, no reformar ni gestionar, el Estado burgués a escala mundial.

Creemos además que es un paso importante que los camaradas planteen la presentación de esta nueva organización bajo el concepto “de partido del marxismo-bolchevismo”, ya que en sus palabras “representa la culminación histórica del proceso de edificación conceptual del partido marxista revolucionario”.

Además de todo esto, coincidimos con los compañeros en su aproximación a las cuestiones de opresión e identidad “porque desarticulan la conciencia unitaria de clase, borrando a la clase y fragmentando su unidad en diversas identidades políticas artificiales e interclasistas, atando estas luchas a la reforma estéril y al programa burgués y eliminando del campo de visión la raíz histórica actual que reproduce las opresiones, que no es otra que la sociedad de clases”. Ante estas ideas, hay que “desmontar las identidades interclasistas, rompiendo el nexo de falsa conciencia de los colectivos oprimidos con el programa burgués de reforma, y generando la conciencia unitaria socialista del proletariado revolucionario”.

La crisis económica del capitalismo

Con el ánimo de contribuir al debate, pasaremos a explicar las diferencias que tenemos con varias ideas centrales de los camaradas.

En primer lugar, sobre el motivo de la crisis capitalista, el documento dice:

“Su fundamento, que viene larvándose desde hace ya al menos medio siglo, está en que el trabajo ha perdido, y lo está haciendo ahora de forma acelerada, el puesto central en la estructura de la producción social.” (cursiva nuestra)

Esta premisa, tal y cómo está planteada, se perfila como fundamento de las demás ideas expuestas en el documento. Así pues, cabe preguntarse, ¿es esto realmente así?

En el mismo documento encontramos que en la sociedad actual hay “un nuevo proletariado masivo”. Esto se corresponde con la realidad: a nivel mundial, el número de trabajadores en servicios es de 1.650 millones, en agricultura de 873 millones y en industria de 758 millones. En pocas palabras, la clase obrera es la aplastante mayoría de la población mundial. Estas cifras por sí solas nos muestran que el trabajo no ha perdido “el puesto central en la estructura de la producción social.” Al contrario, esto significa que la correlación de fuerzas a favor de la clase obrera es más fuerte que nunca en la historia.

Es más, el trabajo, única fuente de valor en el capitalismo como explicó Marx, siempre es central en la producción social. Sin trabajo humano no se podría generar plusvalía y el capitalismo no podría existir. 

Dicho esto, si que estamos de acuerdo en que el desarrollo de las fuerzas productivas bajo el capitalismo lleva a un aumento de la composición orgánica del capital, es decir  aumenta  la parte de capital constante (fábricas, oficinas, maquinaria, materias primas, IT, etc.) a costa de la parte de capital variable (fuerza de trabajo). Marx ya explicó en El Capital las leyes del capitalismo que guían este movimiento, llegando a la conclusión que este cambio en la composición orgánica del capital es una tendencia, y que hay todo un seguido de factores contrarrestantes que resisten, o incluso revierten, esta tendencia a la caída de la tasa de ganancias (El Capital, Tomo III, sección 3). 

No hay nada nuevo en esto en la época actual. Es más, los beneficios (generados por el trabajo humano) de los grandes burgueses a escala mundial nunca han sido tan espectaculares. Incluso más, la tendencia en cada rama de producción a incrementar la parte «constante» del capital a expensas del trabajo «vivo» es progresista y prepara la futura liberación de la clase obrera de gran parte del trabajo en el socialismo. La cuestión no es rebelarse contra las máquinas sino derribar el sistema. Ahora bien, continuamente surgen nuevos productos y mercancías que comienzan con una composición orgánica relativamente baja hasta que la automatización alcanza cierta madurez (hace 50 años no existían los teléfonos móviles, ni los ordenadores a gran escala, ni el patinete eléctrico, ni los CD’s, de la misma manera que han desaparecido productos como los casettes, teléfonos analógicos, etc.). Esto va a seguir sucediendo. De hecho, ¿qué son las innovaciones en productos establecidos sino una manera de añadir nuevo valor para contrarrestar la «pérdida» de valor debida a la automatización?

Yendo más al fondo de la cuestión, ¿cómo es posible que el trabajo vivo, única fuente de la plusvalía burguesa, deje de estar en el centro del sistema capitalista? El hecho objetivo de que el capitalismo haya aumentado enormemente la productividad del trabajo no significa que este último haya perdido su papel central. Lo que significa es que la productividad de la fuerza de trabajo actual es muy superior a la del pasado; que un obrero moderno es capaz de producir lo que en el pasado realizaban 100 obreros, por ejemplo. Sólo hace falta pensar en los trabajadores de sectores estratégicos, “pocos” numéricamente, pero muy poderosos políticamente: los estibadores, industria pesada, extracción de materias primas, etc. 

Es más, el trabajo vivo no desaparecerá incluso bajo un régimen de democracia obrera. Continuará jugando un papel central en la producción, ya que sin el trabajo vivo el trabajo muerto (fábrica, maquinaria, etc.) es, precisamente eso, un cuerpo sin vida. Una vez tomado el poder, la principal batalla se centrará en aumentar la productividad de la fuerza de trabajo a niveles superiores a la productividad capitalista del país burgués más avanzado. Esta es, precisamente, la justificación histórica del comunismo, es decir, la capacidad de producir más, mejores y más baratos valores de uso que cualquier país capitalista. 

El papel del trabajo continuará siendo, bajo formas sociales distintas, central. La nueva sociedad heredará, por lo menos en un primer momento, leyes burguesas, una de las cuales será la ley del valor, ya que esta se fundamenta en la incapacidad inicial de la nueva sociedad de aplicar la máxima de Marx “de cada cual según su capacidad, a cada cual según sus necesidades”. Un mundo donde la tecnología lo produce y gestiona todo sin la necesidad del trabajo humano es todavía una categoría novelística, la ciencia ficción.

Siguiendo las conclusiones de Marx, para nosotros la principal contradicción del sistema que ha derivado en esta crisis orgánica del capital reside en la contradicción irresoluble entre el carácter social de la producción y su apropiación privada. Esta contradicción, en última instancia, conduce a la inevitable situación de sobreproducción, es decir, que el mercado es incapaz de absorber todas las mercancías producidas. Esto lleva a lo que Marx y Engels escribieron en el Manifiesto Comunista

“…la sociedad posee demasiada civilización, demasiados recursos, demasiada industria, demasiado comercio. Las fuerzas productivas de que dispone no sirven ya para fomentar el régimen burgués de la propiedad; son ya demasiado poderosas para servir a este régimen, que embaraza su desarrollo.”

El fracaso del “segundo ciclo revolucionario”

Para desarrollar los argumentos en defensa de su estrategia, los compañeros plantean que “el segundo ciclo revolucionario” (según los compañeros, período de la Segunda y la Tercera Internacional) fracasó a consecuencia de la “inmadurez de las fuerzas productivas sociales” y porque “la forma social privada del trabajo y la organización de la producción mediante la ley del valor no habían agotado su validez histórica”. Más allá de que los camaradas no explican por qué es esto así, creemos que es falso. 

A principios del siglo XX, se puede decir con total seguridad que el capitalismo había creado las condiciones materiales para su superación a nivel global. Una expresión de esto es el propio imperialismo, o como dijo Lenin, la fase superior del capitalismo. En esta época, las fuerzas productivas combinadas con el capital financiero se convirtieron en poderosísimas palancas económicas que conquistaron el mundo entero. En otras palabras, el sistema capitalista se convirtió en hegemónico, desarrollando tremendamente las fuerzas productivas y, con ello, engendrando por todo el mundo a la clase obrera, su verdugo histórico.

En este proceso se llegó a la 1ª GM, que fue en sí mismo una expresión de que el capitalismo había agotado su papel histórico progresista y comenzaba a arrojar a la humanidad a la barbarie. Además, la “inmadurez de las fuerzas productivas sociales” era la posición de todos los reformistas y centristas, tipo Kautsky. ¿Ante los levantamientos obreros contra la barbarie, tendríamos que habernos unido a los reformistas a predicarles que volvieran al trabajo ya que era un error en esas condiciones históricas para luchar por la revolución?

Plantear las derrotas de aquella época bajo la “inmadurez de las fuerzas productivas sociales” es peligroso: la derrota de la revolución alemana, italiana, húngara, etc., entonces, no se debió al papel jugado por las direcciones obreras sino que la responsabilidad fue de la clase, que era inmadura para hacer una revolución socialista. Se descarga de responsabilidad a las direcciones oficiales y se culpa al proletariado, en particular a su vanguardia, por haber querido ir demasiado lejos. Esto es lo nos parece entender de su documento, incluso si los compañeros compensan su posición diciendo que no fueron un fracaso absoluto. 

Siguiendo la lógica del planteamiento de los compañeros hasta sus conclusiones, si todavía en los años 20, 30 y 40 del siglo pasado la lucha por el socialismo no estaba madura, entonces el capitalismo seguía jugando un papel relativamente progresista, como en la época de Marx, y por tanto tenían razón los socialdemócratas y estalinistas cuando decían que había una fracción de la burguesía que jugaba un papel progresista. Consecuentemente, era correcto oponerse a la revolución en la guerra civil española, a la guerrilla comunista griega que no aceptó entregar el poder a la burguesía colaboracionista griega al término de la 2ª GM, etc. Pero entonces, ¿Por qué ganó el fascismo en Italia, Alemania, España? Es decir ¿Cómo puede ser que se impusieran los regímenes más reaccionarios de la burguesía si las condiciones para el derrocamiento del capitalismo no estaban maduras?

Todo el periodo de 1914 a 1939 fue un periodo de regresión, crisis, revolución y contrarrevolución / Dominio público

Todo el periodo de 1914 a 1939 fue un periodo de regresión, crisis, revolución y contrarrevolución, ¿No demuestra esto que el sistema había agotado sus posibilidades y que el socialismo estaba a la orden del día? El gran auge económico posterior a la 2ª GM no tenía que ver con el potencial creador del capitalismo, sino que se dio por una serie de concatenaciones históricas fortuitas que no eran inevitables y que probablemente no volverán a darse: derrota o aborto de procesos revolucionarios en Europa (Italia, Francia, Grecia, etc. por la traición de socialdemócratas y dirigentes estalinistas), victoria de la URSS en todo el Este de Europa y vencedora de Alemania, miedo al comunismo, formación de gobiernos de colaboración de clases en Europa occidental con participación de los Partidos estalinistas, inversiones millonarias de EEUU en Europa para reconstruir los países, eliminación de gran parte de aranceles en el comercio mundial, nacionalización parcial de sectores productivos en el occidente capitalista que introdujo elementos de planificación en la economía de mercado (transporte, siderurgia, telecomunicaciones, minería, química, etc.), nuevas áreas de producción (plásticos, radar, aviación comercial, etc.). Todo esto, y más, se combinó para crear las condiciones de un resurgimiento económico sin precedentes que, como bien apuntan los camaradas, se agotó a mediados de los 70.

Por lo que concierne a la ley del valor, ya hemos planteado nuestra posición. Sólo enfatizar que incluso durante el período de transición al comunismo, el socialismo estará igualmente sujeto a esta ley, pero se expresará sobre formas sociales diferentes. En otras palabras, no será el mercado la forma de su expresión, sino la planificación y coordinación de la producción.

Como ya planteamos extensamente en otro artículo, continuamos pensando que los compañeros no han sacado todas las conclusiones necesarias del análisis histórico del período en cuestión. La degeneración burocrática de la URSS, acontecimiento determinante en la lucha de clases del siglo XX, fue el producto de dos factores fundamentales.

En primer lugar, del escalofriante atraso económico de Rusia, que se vio además devastada por la 1ª GM y sobre todo por la guerra civil. Los bolcheviques, una vez asegurada la defensa de la revolución, se vieron enfrentados a enormes dificultades para simplemente mantener a flote el país, empezando por asegurar suficiente comida para alimentar la población. 

En segundo lugar, su aislamiento como consecuencia del fracaso de la ola revolucionaria de los años 20 y 30, lo cual reforzó la correlación de fuerzas mundial a favor de la burguesía y de las tendencias burguesas en el seno de la URSS. Ante semejante escenario, las capas dirigentes proletarias se vieron cada vez más arrinconadas por una burocracia en ascendencia, que llenaba el vacío creado por la devastación económica, el aislamiento y la muerte de decenas de miles de los obreros más avanzados, y que con el paso de los años crecía en dimensión, poder y confianza en sí misma.

El rumbo de los acontecimientos en la URSS infectó de burocratismo todo el cuerpo de la Tercera Internacional, transformando su carácter inicial de partido de vanguardia por el de sepulturero consciente de la revolución mundial. La degeneración del movimiento comunista mundial sólo se puede entender como resultado de una batalla entre diferentes grupos, enfrentados bajo un escenario mundial e interno en la URSS favorable al conservadurismo, la mediocridad, mezquindad, engaño, falsedad y el crimen. En una palabra, favorable a las camarillas de gánsters, que Stalin personificó como jefe burócrata. Miles de comunistas honestos perdieron la vida defendiendo al marxismo genuino, no porque las fuerzas productivas eran inmaduras o porque la ley del valor era todavía válida, sino porque en el transcurso vivo de los acontecimientos la lucha entre las clases pasó de una ofensiva revolucionaria en un país tras otro a la contrarrevolución, tanto burguesa como termidoriana en la URSS.

Esta explicación es el producto de aplicar el materialismo histórico a esta época. Siguiendo las enseñanzas de Marx, los individuos, capas, grupos y clases no hacen la historia según su libre voluntad, sino que la historia la hacen los humanos bajo condiciones materiales dadas. La historia está regida, al igual que la naturaleza, por leyes que guían el movimiento de la sociedad humana; por ende, somos deterministas. Es precisamente por esto que enfatizamos las condiciones económicas de la URSS, en última instancia la base de cualquier sociedad humana, y la necesidad objetiva de la revolución mundial. En ausencia de estas condiciones, por un lado una economía avanzada en que basar la construcción del socialismo, y por otro, crucial, la extensión de la revolución, se puede decir que era inevitable la degeneración de la URSS.

Argumentos de los camaradas en defensa de la estrategia del “control socialista”

Nos centraremos en un par de cuestiones sobre este punto. Los argumentos planteados para justificar “la doble estructura de consejos socialistas en producción y distribución”, en el apartado I. Producción y distribución: la doble estructura centralizada de consejos socialistas, se resumen en que existe una separación social entre la clase obrera y los desempleados, y que la burguesía ha estructurado su régimen en dos ramas, la producción y la distribución. Pero les preguntamos a los compañeros, ¿cómo ha cambiado esto desde el desarrollo histórico del comunismo y de sus organizaciones? 

La verdad es que no ha cambiado nada esencialmente. El centro de la sociedad capitalista continúa y siempre será la producción, ya que es donde se genera la plusvalía. Todo fluye de esto. Es más, la principal diferencia entre los revolucionarios y los reformistas se desarrolla en torno a esta cuestión. Por un lado, los primeros plantean la necesidad de transformar las relaciones de producción, mientras que los segundos las relaciones de distribución; los primeros, van a la raíz de la opresión y explotación entre las clases, los segundos buscan minimizar tanto como les sea posible esta opresión y explotación mediante una distribución más igualitaria de la riqueza producida.

Más allá de esto, no hemos sido capaces de encontrar (o entender), los argumentos en defensa de esta concepción de una sociedad burguesa rígidamente estructurada alrededor de esta división entre las esferas de la producción y de la distribución.

Sin embargo el documento afirma lo siguiente:

“De no existir una línea definida de estrategia para el control de ambas dimensiones de la sociedad burguesa, es imposible plantear la posibilidad de un estado socialista que tome el control del proceso social, en lugar de acabar subordinado a la dinámica económica burguesa. La cuestión de la “toma de poder” sólo podrá ser resuelta cuando el proceso de edificación de todas las condiciones políticas en ambos frentes estén dadas, y no antes. Es decir, cuando el proletariado esté en posición, por su grado de desarrollo político, organizativo e histórico, de hacerse con el poder de las dos grandes esferas de la sociedad burguesa y de unificarlas bajo un nuevo modelo histórico.” (cursivas nuestras)

¿Cómo se debe llegar a este escenario? Los compañeros plantean que se debe conquistar de forma gradualista. En todo el texto se hace referencia explícita a esto. Citamos algunas frases que lo ilustran:

“La edificación progresiva de una democracia proletaria dentro del proceso de trabajo de cada rama de la producción”. “La transformación progresiva del trabajo y del producto de su forma capitalista (de poder burgués) a una forma socialista (de poder proletario)”. “Aumentar mediante la lucha de clases la cuota de control del proceso productivo para hacerlo progresivamente efectivo a la estrategia socialista en sí mismo, económicamente hablando”. (cursivas nuestras)

Estamos plenamente a favor de Consejos obreros que controlen la producción y la distribución. Sin embargo, ¿es posible plantear el desarrollo progresivo del poder proletario mediante la construcción de consejos bajo el capitalismo? / Gedar, Twitter

Nosotros estamos plenamente a favor de Consejos obreros que controlen la producción y la distribución. Es más, este fue el modelo inicial de la Revolución de Octubre antes de que fuera revertido por el régimen burocrático. Sin embargo, ¿es posible plantear el desarrollo progresivo del poder proletario mediante la construcción de consejos bajo el capitalismo? Nosotros respondemos en negativo, y creemos que la experiencia histórica así lo corrobora.

Los compañeros hablan de la Comuna de París en su documento. Nos parece un buen ejemplo, que además aborda otra cuestión planteada, el Estado. Hablaremos de esto último más tarde. 

¿Cómo surgió la Comuna de París, lo que vendría a ser un Consejo? ¿Mediante una estrategia progresiva, de edificación de poder proletario dentro del proceso de trabajo, cómo plantean los compañeros? ¿O mediante una explosión insurreccional? No es el lugar para una explicación detallada de la Comuna (hemos escrito sobre esto aquí); solo decir que fue el producto del levantamiento espontáneo y la audacia de las masas como respuesta a la capitulación de los dirigentes burgueses franceses ante el invasor alemán Bismarck. La Comuna fue el producto de condiciones materiales concretas que empujaron a las masas a expresar sus intereses de clase. La audacia, sacrificio y coraje de las masas, es decir, elementos subjetivos, se combinaron con la situación objetiva para crear el primer Estado obrero.

Y qué decir sobre las colectivizaciones y comités de aprovisionamiento que surgieron en Cataluña y Aragón durante la guerra civil española ¿fueron el producto de la “transformación progresiva del trabajo y del producto de su forma capitalista (de poder burgués) a una forma socialista (de poder proletario)”, o, más bien, producto del aplastamiento del golpe fascista, en cuestión de días, mediante la acción revolucionaria  de las más amplias masas? Es más, ¿no se asemeja el panorama de comités y consejos que surgió en los primeros meses después del levantamiento franquista a lo que vienen a plantear los compañeros? 

Es innegable que en el caso de la Comuna, la clase obrera tuvo el poder en sus manos, y en el caso de 1936 en el Estado español, se generó una situación de doble poder. Estos son tan sólo algunos ejemplos históricos que plantean serias preguntas a la estrategia de construir control proletario bajo el capitalismo en ausencia de condiciones pre revolucionarias o revolucionarias, e incluso preguntas más serias para su aplicación progresiva. 

Momentos históricos de control y gestión obrera pueden surgir y surgen como resultado de crisis revolucionarias o luchas avanzadas pero no se pueden mantener en el tiempo, ni mucho menos avanzar progresivamente, hasta que la clase obrera controle el proceso productivo y, por ende, el poder político. Toda la experiencia histórica acerca del control obrero demuestra que este se produce de manera excepcional bajo el capitalismo y que, o avanza a la toma del poder político, o inevitablemente es derrotado. No puede existir “democracia proletaria dentro del proceso de trabajo” mientras la clase capitalista mantenga la propiedad y el control de los medios de producción.

[Recomendamos este texto extenso de Rob Lyon sobre el control obrero, escrito a raíz de la experiencia de control obrero en la revolución bolivariana, que abarca tanto aspectos teóricos como análisis de las experiencias históricas: Control obrero y nacionalización]

Vemos aquí como de una explicación incorrecta de las limitaciones de la revolución rusa se extraen conclusiones incorrectas sobre qué hacer ahora. Ya escribimos más sobre este punto en esta aportación al debate.

Pero además, ¿no es contradictorio aplicar de forma progresiva un modelo basado en “la expropiación de estos mecanismos de la distribución a la burguesía” si, en el mismo documento, se dice que la clase dominante está atacando las conquistas del pasado, reforzando su aparato represor, etc.? Si, en condiciones objetivas más favorables a la causa del socialismo, la aplicación de una estrategia progresiva de toma de control socialista no tiene ejemplos históricos, pensamos que la actual situación es incluso más desfavorable.

Cabe preguntar, ¿de qué premisas surge esta aplicación progresiva de la estrategia de los compañeros? En nuestra opinión, es el producto de una concepción errónea del proceso de desarrollo de la conciencia revolucionaria de la clase obrera y su hegemonización. Para los camaradas del MS, la conciencia revolucionaria viene desde fuera, es decir, es el producto de la teoría revolucionaria y del encuadramiento en la organización comunista. Vemos así como el uno encaja con el otro. Analizamos más en detalle esta cuestión en este artículo.

Para nosotros, por el contrario, el desarrollo de una conciencia revolucionaria en miles de millones de obreros y capas oprimidas de todo el mundo no es, ni será jamás, el producto exclusivo del Partido Comunista. Este debe jugar un papel importante en su desarrollo, al igual que en su concretización en un programa, estrategia y táctica. Pero, por encima de todo, son los grandes acontecimientos, y en particular las guerras, las crisis y los procesos revolucionarios, los que sacuden la conciencia de las masas. Resumidamente, es la interacción dialéctica entre las condiciones objetivas y el papel del factor subjetivo.

Dicho esto, compartimos la crítica al insurreccionalismo y al anarquismo que plantean los compañeros. Siguiendo la lógica planteada arriba, solo las masas pueden y deben hacer la revolución, al igual que la transformación socialista de la sociedad. Toda organización de “vanguardia” apartada de las masas, que se dedica a aconsejar e incluso dictaminar a la clase obrera desde los márgenes, no es una organización seria, sino más bien una secta. 

El bolchevismo genuino, es decir, el partido de vanguardia, es el producto de la combinación  correcta de la teoría y la práctica revolucionarias. Precisamente por eso, Lenin defendió firmemente que la tarea central durante el año crucial de 1917 era ganar a la mayoría, explicando pacientemente la necesidad de la toma del poder a través de la participación activa en la lucha. La superioridad del marxismo ante todas las demás tendencias del movimiento obrero, y su aplicación brillante en los acontecimientos, son la herencia histórica del partido bolchevique dirigido por Lenin.

Sin embargo, la oposición al insurreccionalismo, es decir la idea de que un pequeño grupo de revolucionarios puede sustituir a las masas y tomar el poder en su nombre, no nos puede llevar a la conclusión incorrecta de que haya que descartar la insurrección, ni tampoco de que el camino a la toma del poder consiste simplemente en la acumulación progresiva y lineal de fuerzas. En 1917, los bolcheviques, una vez que hubieron ganado la mayoría en los soviets que representaban a obreros, soldados y campesinos, llevaron a cabo la toma del poder mediante una insurrección, que luego fue ratificada por el congreso de los soviets.

Resumiendo este apartado, en una sociedad capitalista las ideas dominantes son las ideas de la clase dominante. La conciencia de masas avanza no sobre la base de la lucha cultural, sino que es sacudida sobre la base de los grandes acontecimientos, de la experiencia y conclusiones que sacan de estos. La tarea del partido, como memoria histórica de la clase, es la de hacer consciente el proceso inconsciente de toma de conciencia de la clase. 

El Estado

Los camaradas, en nuestra opinión de forma demasiado resumida por la vital importancia de la cuestión, plantean también una crítica a la teoría marxista del Estado. Dicen que es insuficiente, y que hay que actualizarla de la siguiente forma:

“Lo que necesitamos es un concepto dialéctico de poder y de la concepción estratégica de la “toma del poder”, que lo entienda como totalidad social configurada y en contradicción en pleno desarrollo mediante la lucha de clases, de manera que la toma del poder estatal consiste exclusivamente en un momento (necesario y cualitativo) del proceso global de transformación del poder social, de su forma capitalista y de clase, a una forma socialista y universal.” (cursivas nuestras)

Más allá de que el lenguaje utilizado (un tanto rebuscado y abstracto) dificulta la comprensión de lo que dicen, nos parece que han levantado un hombre de paja, como trataremos de explicar. 

En el siguiente párrafo, se plantea precisamente esto: 

“El segundo problema, en conexión con el primero, es que al no conceptualizar el poder como “poder social” unido a la totalidad (poder que en su ejecución es al fin y al cabo capacidad técnica), el leninismo ha relegado a la insurrección la cuestión de que el proletariado revolucionario tenga sus propias capacidades técnicas que poner al servicio del proceso revolucionario y la estrategia socialista, más allá de un pequeño número de habilidades teóricas, propagandísticas y militares. De tal manera que el modelo de militancia se ha volcado exclusivamente a la idea del cuadro político profesional, excluyendo la idea de un partido compuesto también por todo tipo de cuadros técnicos.” (cursivas nuestras)

Pero, ¿qué quieren decir los compañeros con cuadros técnicos? ¿Quieren decir que los bolcheviques, una vez en el poder, debieron recurrir a miembros del viejo Estado zarista y técnicos capitalistas para dirigir empresas, oficinas, etc.? Si es esto lo que plantean, pensamos que sería positivo, para el movimiento en general y su militancia en particular, plantearlo lo más claramente posible. 

De todos modos, queremos dejar en claro nuestra posición sobre este período de la URSS: la necesidad de recurrir a miembros del viejo Estado y técnicos capitalistas fue debido parcialmente al enorme atraso de la economía rusa (70% de analfabetismo, país campesino inmenso, métodos agrarios atrasados, etc.). Este no es el caso de ningún país hoy relevante, ni siquiera en el mundo colonial.

La situación histórica actual plantea otro escenario. En la sociedad capitalista moderna, con su enorme desarrollo de las fuerzas productivas, la clase obrera tiene la capacidad y el conocimiento técnico para gestionar todos los procesos de la producción y distribución. Eso se ve en cada experiencia de control obrero. Pongamos un ejemplo: durante la lucha contra el sabotaje patronal petrolero en Venezuela en diciembre de 2002, los trabajadores de PDVSA tomaron el control de las instalaciones y las hicieron funcionar bajo control obrero, con procesos técnicos extremadamente complejos, tecnológicamente avanzados, etc. Este fenómeno se dio durante el transcurso de una revolución sin la existencia de un partido comunista con “cuadros técnicos”, sino simplemente mediante la aplicación de conocimientos adquiridos en la experiencia diaria de trabajo de los obreros en cuestión.

Volviendo a la cuestión del Estado, y siguiendo el argumento de los compañeros sobre el tema de los cuadros técnicos, veamos la conclusión que sacan: 

“Éste es uno de los graves inconvenientes del modelo leninista de partido, que por un lado ha imposibilitado la conquista del poder político allí donde la sociedad burguesa estaba industrialmente desarrollada…”

Creemos que los compañeros hacen una crítica de esta importantísima cuestión sobre bases organizativas, es decir, que por falta de “cuadros técnicos”, el “modelo leninista de partido”, “ha imposibilitado la conquista del poder político allí donde la sociedad burguesa estaba industrialmente desarrollada”. Pero esta explicación es, en nuestra opinión, simplista.

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La teoría marxista del Estado sigue siendo totalmente vigente tal y como la expusieron Marx, Engels y Lenin / Dominio público

Marx, Engels y Lenin, sobre la base del materialismo dialéctico, desarrollaron las tesis marxistas sobre el Estado. ¿Cómo llegaron a estas conclusiones? Marx planteó que el Estado burgués es “un comité para administrar los asuntos comunes de toda la burguesía”. ¿Sobre qué base se sustenta? Sobre la propiedad privada, que está en las firmes manos de la burguesía. Engels explicó, en su libro El Origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, que el Estado es el producto histórico del surgimiento de la sociedad de clases, que se establece sobre la base de las desigualdades y la baja productividad, y que juega un papel decisivo como árbitro para evitar una constante lucha abierta entre las clases y la destrucción de la sociedad. Su base es económica. ¿No consideran los compañeros esto “la totalidad social configurada”? 

Al estudiar la Comuna de París, Marx llegó a la conclusión de que el Estado burgués debe destruirse, y que en su lugar hay que sustituirlo por un Estado obrero. En otras palabras, llegó a la conclusión que para expropiar a la burguesía, era necesario hacerse con el poder político. ¿No tenía Marx en mente “una concepción social del poder unida a la totalidad” cuando expresó esto? Pensamos que sí, si entendemos que planteaba cómo el proletariado debe cumplir su misión histórica.

De nuevo, más allá de las abstracciones teóricas, creemos necesario argumentar también sobre la base de los hechos históricos. En este sentido, veamos el ejemplo una vez más de la revolución social de 1936 en Catalunya. No es el lugar para una explicación detallada de los acontecimientos. Hemos escrito sobre esto extensamente aquí. Como ya se ha dicho antes, la clase obrera tomó el poder en sus manos. Surgió lo que en términos marxistas llamamos una situación de doble poder: por un lado, la clase obrera con las armas en las manos y una expropiación masiva de la producción (se calcula que llegó a ser del 70% de la economía catalana), y por el otro, los restos despedazados, pero no destruidos, del Estado burgués.

¿Qué demostraron los acontecimientos? Precisamente la bancarrota del anarquismo, con los dirigentes de la CNT negándose inicialmente a edificar un Estado obrero sobre la base del poder obrero ya existente, coordinando y generalizando los comités, para después contribuir dentro del mismo Estado burgués (con ministros) a reconstruir su restauración a costa de la clase obrera y sus intereses. Dicho de otra manera, al no reemplazar el Estado burgués con el Estado obrero, el vacío de poder fue llenado por los elementos más conscientes y determinados, los estalinistas, que se lanzaron sin escrúpulos a reconstituir el Estado burgués mediante los métodos más viles: la falsificación, la calumnia, el chantaje, la tortura física, los asesinatos. Los sepultureros de la revolución tenían razón en una cosa, y es que la situación objetiva imponía la necesidad de un Estado, de una centralización de todos los aspectos de la vida, en defensa de los intereses de una u otra clase. 

El problema central de la revolución española fue la falta de una dirección revolucionaria a la altura de los acontecimientos, de una dirección bolchevique. La toma del poder se cristalizó fundamentalmente en el problema de la construcción del Estado obrero mediante los Consejos obreros. Este hecho demuestra mediante la práctica histórica la corrección de la teoría marxista del Estado, que como filosofía parte de los hechos concretos para sacar conclusiones abstractas, y no al revés. La cuestión de la necesidad de los “cuadros técnicos” es, en el mejor de los casos, una cuestión secundaria, que además se plantea no antes de la toma del poder, sino después. 

Resumiendo, la teoría marxista del Estado sigue siendo totalmente vigente tal y como la expusieron Marx, Engels y Lenin. Ciertamente, todo conocimiento científico está sujeto a ser desarrollado, perfeccionado e incluso superado. Pero es igual de cierto que si una idea científica es capaz de explicar correctamente la vida real, ¿por qué modificarla? La rueda hace miles de años que se inventó, pero por el momento continúa siendo igual de válida que en sus inicios. 

Conclusiones

Para terminar, estamos de acuerdo en que hay que “romper con la cultura de debate dogmático, irracional y corporativo del marxismo-leninismo contemporáneo y poner la nueva base de un auténtico debate racional de unificación de partido, más acorde al bolchevismo clásico”. Estos son pasos importantes y necesarios, ya que la época actual de profunda crisis capitalista presentará oportunidades revolucionarias para transformar la sociedad. El debate honesto entre tendencias del movimiento comunista contribuirá significativamente a prepararnos lo mejor posible para tomar con las dos manos esas oportunidades revolucionarias.

El debate honesto entre tendencias del movimiento comunista contribuirá significativamente a prepararnos lo mejor posible / GKS, Twitter

Igualmente saludamos el llamado a “la tarea inexcusable de formarse teóricamente en la teoría revolucionaria, de conocer los ciclos revolucionarios anteriores, de estudiar el marxismo y de dar forma a sus intuiciones políticas a través de la conciencia socialista heredada mediante el estudio sistemático del movimiento revolucionario”. 

Acerca de esto queremos llamar la atención sobre una omisión que creemos muy importante cuando los compañeros dicen que “la teoría revolucionaria marxista se compone por un lado de la crítica de la economía política y la concepción materialista de la historia”… sin mencionar el materialismo dialéctico, la filosofía del marxismo. En realidad, la filosofía marxista es el pilar fundamental de su doctrina, ya que sin esta Marx y Engels no hubieran desarrollado sus ideas tal y como lo hicieron. En otras palabras, son las grandes ideas que permean todo el tejido de la ideología marxista.

Tanto Marx como Engels desarrollaron sus ideas en primer lugar desde el campo de la filosofía, basándose sobre las ideas de Hegel y su dialéctica idealista. Mediante la crítica a Hegel, Marx y Engels absorbieron lo mejor de su filosofía mientras que le dieron una base materialista, científica. Lenin fue muy firme en la defensa de la dialéctica materialista. Después de la derrota de la revolución de 1905-07, ante enormes dificultades, priorizó escribir un libro filosófico, Materialismo y empiriocriticismo, como dique de contención ante el reflujo ideológico en sus propias filas. Sabía perfectamente que sin los sólidos cimientos que edifica la dialéctica materialista, el partido revolucionario es susceptible a ideas de clase ajena y a todo tipo de confusiones y errores.

No planteamos esta cuestión como algo secundario, sino como algo decisivo. La dialéctica nos enseña que toda abstracción humana, por muy alejada que parezca de la realidad, en última instancia tiene su base en la naturaleza material. Lenin explicó que el método de la dialéctica consiste en la relación constante entre lo concreto y lo abstracto, y planteó que uno debe partir de lo concreto para extraer ideas abstractas, y con estas volver al terreno de lo concreto. La verdad es concreta; las ideas se corroboran mediante la práctica. Por estas razones pensamos que los compañeros deberían argumentar sus teorías también con ejemplos concretos, datos y hechos, ya sean históricos, económicos, etc.

Dicho todo esto, pensamos que los debates que los compañeros han abierto son muy importantes y necesarios. Partiendo de lo que nos une – la comprensión de la crisis orgánica del capitalismo y la necesidad del comunismo – estamos seguros que nos encontraremos en el terreno común de la lucha para la superación de la barbarie capitalista y la creación de un mundo sin opresión ni explotación.

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