¿Está perdiendo Israel su guerra genocida en Palestina?
Tras meses de guerra genocida contra el pueblo palestino y de reducir Gaza a escombros asesinando brutalmente a 30.000 personas hasta la fecha –el 40% niños–, incluyendo más de 7.000 desaparecidos desde hace semanas bajo las ruinas, las cosas no están yendo según lo planeado por el gobierno terrorista de Jerusalén. Israel no ha conseguido ninguno de sus objetivos declarados al inicio del conflicto.
Hace unas semanas murió uno de los mayores estrategas reaccionarios y despreciables del imperialismo norteamericano del siglo XX, el exsecretario de Estado estadounidense, Henry Kissinger. Él tuvo una experiencia directa en la guerra del Vietnam como miembro del gobierno imperialista de EEUU. Y a propósito de la derrota estadounidense en Vietnam afirmó que en una guerra entre un ejército convencional y una guerrilla, esta última gana si no pierde, y el primero pierde si no gana. Podríamos hacer un paralelismo con lo que esta sucediendo hoy en Palestina.
Hamás, lejos de ser destruido, ha escalado su apoyo entre los palestinos, no sólo en la Franja de Gaza sino en Cisjordania, donde anteriormente su presencia era marginal. Israel no ha conseguido atrapar ni asesinar, por el momento, al principal dirigente de Hamas en Gaza, Yahya Sinwar, ni a sus dos principales jefes militares, Mohamed Deif y Marwan Issa. Aunque resentida, la capacidad de combate de la resistencia palestina se mantiene en un nivel alto, hasta el punto que aún hoy pueden lanzar cohetes contra territorio israelí. A través de su sofisticado sistema de túneles, pequeños grupos de resistentes palestinos están infligiendo llamativas bajas al poderoso ejército israelí, armado hasta los dientes por EEUU. Hasta el 2 de enero, Israel había reconocido la muerte de 175 soldados en Gaza, la mayor cifra de soldados israelíes muertos desde la Guerra de los Seis Días de 1967. Además, según Edan Kleiman, director de la Organización de Veteranos Discapacitados de Israel, puede haber hasta 20.000 soldados heridos, una vez que se incluya a aquellos con diagnóstico de estrés postraumático (28 diciembre, Los Angeles Times). El propio ejército israelí (FDI) reconoce 1600 de estos casos. Significativamente, 30 de los soldados muertos lo fueron por “fuego amigo”. Finalmente, y no menos importante, el ejército israelí ha sido incapaz deliberar a los rehenes israelíes secuestrados el 7 de octubre, más allá del centenar intercambiado por 300 presos palestinos en los acuerdos de noviembre.
Pese a su fanfarronería, Israel ve con gran preocupación la apertura de un segundo frente en el norte, con las milicias de Hezbolá en el Líbano. Aunque, por el momento, se trata de una guerra de muy baja intensidad, le obliga a mantener varios miles de soldados y decenas de miles de israelíes desplazados. Además, el ejército israelí tiene que reservar munición para una eventual guerra con Hezbolá. La ayuda de EEUU no es infinita, como muestra Ucrania.
En la sociedad israelí hay un malestar creciente por las bajas de soldados, los rehenes, y las dudas sobre una victoria final. Es sintomático que en una visita del primer ministro Netanyahu a un hospital de Jerusalén, a fines de diciembre, varios soldados se negaron a recibirlo (Haaretz, 29 diciembre).
Otro elemento que empieza a pesar, además del cansancio de los soldados, son los efectos en la economía de la implicación de 300.000 reservistas israelíes en el conflicto. Israel no tiene un ejército profesional, la tropa se recluta entre la sociedad civil. Las FDI han revelado que alrededor del 14 por ciento de los reservistas trabajan en alta tecnología en su vida civil, el motor de crecimiento de la economía y principal fuente de ingresos por impuestos a la renta.
Hasta mediados de diciembre el coste de la guerra ascendió a 18.200 millones de dólares, y a fecha de hoy devora 400 millones diarios. Además, Israel se enfrenta a otros grandes gastos en equipos nuevos, para temas tales como aumentar la logística, tratar a los heridos, ayudar a las familias en duelo y ayudar en el frente interno. Esto ha supuesto hasta ahora una inversión de 10.500 millones de dólares (Haaretz, 23 diciembre).
Esto es lo que explica el anuncio de pasar a una “nueva fase” en la guerra, retirando una parte de las fuerzas de Gaza para concentrarse en lo que llaman “ataques quirúrgicos”. Decenas de miles de reservistas llevarán a casa su insatisfacción y malestar.
Pero la razón de fondo del estancamiento israelí es que, pese a la barbarie desatada, no ha podido romper el espíritu de resistencia del pueblo palestino. No ha podido provocar una revuelta interna ni un movimiento masivo para abandonar Gaza. Su entereza es encomiable. La masiva movilización de solidaridad internacional ha sido clave también en esto. El imperialismo occidental, que ha cerrado filas con el Estado sionista de Israel, ha quedado expuesto, igual que su moral falsa e hipócrita. Pase lo que pase, ambos ya han perdido.
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