Cumbre climática COP29: una farsa climática en el corazón de la petroindustria

El 11 de noviembre arrancó la Cumbre Climática COP29. En teoría, este evento reúne a líderes mundiales para coordinar soluciones a la creciente crisis climática. En la práctica, lo que estamos presenciando es una pantomima cínica plagada de promesas vacías y medidas inadecuadas. Este año, el espectáculo se celebró en Azerbaiyán, un país donde el petróleo representa el 90% de las exportaciones. Organizar una cumbre climática en un «petroestado» es tan absurdo como celebrar una convención vegana en un matadero.

Elnur Soltanov, director de la COP29, ha sido señalado recientemente por negociar en secreto acuerdos lucrativos de inversión con SOCAR, la mayor empresa petrolera y gasífera del país. La desfachatez de un defensor de la industria fósil liderando una cumbre que supuestamente busca su desmantelamiento es más que evidente.

Desde las inundaciones en Valencia hasta huracanes devastadores como Helena y Milton, los fenómenos meteorológicos extremos, cada vez más frecuentes e intensos, son un recordatorio brutal de la crisis climática en curso. Pese a la urgencia que requiere la situación climática mundial, las COP siguen girando en torno a propuestas insuficientes y vacías.

La «financiación climática» es un ejemplo de doble discurso que convierte la urgencia ambiental en una oportunidad de mercado, priorizando el beneficio sobre soluciones reales al cambio climático. Según estimaciones de la ONU, se necesita 1,3 billones de dólares anuales para apoyar a los países en vías de desarrollo en su transición hacia economías bajas en carbono. Al final, los países capitalistas avanzados solo ofrecieron aspirar a dar 300.000 millones de dólares al año antes de 2035. Los países pobres lamentaron esta insuficiente cantidad “No solo como un fracaso, sino una traición” (The Guardian, 26/11/24) y tampoco está nada claro de dónde van a venir estos fondos. Esta «ayuda» no es más que una extensión de las herramientas imperialistas: préstamos con intereses que perpetúan la dependencia económica de los países en vías de desarrollo del imperialismo.

Los créditos de carbono son también un ejemplo claro de esta hipocresía. Presentados como una herramienta para reducir emisiones, se han convertido en un lucrativo mercado para las corporaciones. Firmas como Verra, que lidera la venta de estos créditos, están envueltas en escándalos que revelan su verdadera naturaleza: inflar los beneficios a costa de la credibilidad ambiental.

En esta edición de la COP, las ausencias han hablado más alto que las palabras. Los líderes de las principales potencias económicas –Joe Biden, Xi Jinping y Ursula von der Leyen– ni siquiera se molestaron en asistir. Sus preocupaciones actuales, centradas en conflictos armados, guerras comerciales y rivalidades imperialistas, dejan claro que la cooperación internacional es una quimera.

El presidente Pedro Sánchez intervino para lamentar cínicamente que el “cambio climático mata” haciendo referencia a la DANA. Halagó a su país por reducir emisiones y crecer a la vez mientras que otros gobiernos titubean “solo para que los ricos sigan siendo más ricos” como si esto no fuera el mismo caso en su “gran patria ecológica”. No mencionó que este crecimiento económico está basado casi exclusivamente en un turismo que destruye el medioambiente español.

La COP29 es un ejemplo más de cómo las cumbres climáticas son usadas para encubrir la inacción y proteger los intereses de la élite capitalista global / IAEA Imagebank, Wikimedia Commons

29 cumbres climáticas han pasado sin que se tomen medidas significativas, porque el capitalismo no tiene la capacidad –ni el interés– de resolver esta crisis. De hecho, en el último momento se quitó la resolución de la COP28 que proponía ir abandonando el uso de combustibles fósiles y el debate se ha pospuesto al año que viene. Su único motor es la acumulación de capital, y cualquier transición que no garantice beneficios es inmediatamente descartada.

La COP29 es un ejemplo más de cómo las cumbres climáticas son usadas para encubrir la inacción y proteger los intereses de la élite capitalista global. Pero la realidad es ineludible: el capitalismo, un sistema diseñado para explotar recursos sin límites es incompatible con un planeta habitable. Cada día que pasa sin medidas estructurales nos acerca más a un futuro catastrófico. La crisis climática es una manifestación de las contradicciones del capitalismo. Para resolverla, necesitamos destruir el sistema que la ha creado. No podemos esperar soluciones de quienes son responsables del problema. Debemos organizarnos, movilizarnos y construir un sistema basado en la gestión racional y sostenible de los recursos, no en los beneficios de la clase capitalista. Porque si no matamos al capitalismo, su barbarie nos matará a todos.

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