Elecciones 23J: votar no basta ¡Hace falta una alternativa comunista!

Las elecciones del 23 de julio plantean el riesgo serio de una victoria de la derecha y su llegada a la Moncloa. Es lógica la preocupación en amplias capas de la clase trabajadora ante esta eventualidad, que traería mayor represión, corrupción, desigualdad, racismo y ataques antisociales. Esto sucede tras la clara derrota de la izquierda en las elecciones municipales y regionales del pasado 28 de mayo.

La derecha, confiada

La derecha se ha crecido, dando por segura su victoria el 23J. Pero, ¿es inevitable?

Queda para la especulación valorar el sentido de la oportunidad de Sánchez de adelantar las elecciones generales a una fecha tan cercana de la derrota de la izquierda el pasado 28 de Mayo, por el efecto de arrastre a favor de la derecha que iba a producirse en las semanas posteriores. Más aún cuando ni siquiera daría tiempo a que la población experimentara, antes del 23 de julio, las políticas de los gobiernos PP-VOX formados en decenas de ciudades y comunidades autónomas, como en Valencia y Extremadura. Peor todavía, esto ha obligado a SUMAR y a Podemos alcanzar un acuerdo electoral in extremis, en medio de una catarata de recriminaciones y acusaciones mutuas, lamentables y desmoralizantes, por la confección de las listas. A eso debemos añadir la elección de una fecha electoral situada en el centro de las vacaciones veraniegas, que conllevará inevitablemente una elevada abstención, siempre más perjudicial para la izquierda.

En definitiva, el desconcierto, la improvisación y el desorden existentes en el campo de la izquierda oficial no son los mejores augurios para la reedición de una mayoría parlamentaria del llamado “bloque progresista”.

Dicho lo anterior, la pregunta surge sola: ¿Cómo es posible explicar esta situación si, como venían insistiendo los ministros del PSOE y de SUMAR-Podemos, este ha sido el gobierno más progresista de la democracia y el que más avances sociales ha logrado?

Realmente, la victoria de la derecha el 28M no se dio por un vuelco general de la sociedad a la derecha, sino por la desmovilización de gran parte del electorado de izquierdas. Estas elecciones estuvieron marcadas por el ambiente creado por las condiciones de vida, con la estampida de los precios, la inaccesibilidad a una vivienda digna y la precariedad del empleo, que generan una enorme ansiedad, desgaste e incertidumbre. Y el gobierno no ha dado respuestas satisfactorias a esto.

Aunque podemos celebrar algunas de las medidas aprobadas por el gobierno, no alcanzan para otorgar un horizonte de seguridad y estabilidad a las condiciones de vida de millones de trabajadores. En momentos decisivos, el gobierno ha cedido a los intereses de los ricos y poderosos, manteniendo lo esencial de la reforma laboral del PP, que presentó vergonzosamente como un avance para los trabajadores, aceptando el chantaje de las compañías eléctricas parásitas en lugar de nacionalizarlas, o cediendo servilmente a las presiones del aparato del Estado para mantener la represiva Ley Mordaza. Fondos buitre y rentistas codiciosos se han adueñado del mercado del alquiler para la especulación y el negocio parásito del turismo, con la pasividad absoluta del gobierno.

Las direcciones sindicales de UGT y CCOO contribuyeron a este ambiente, limitando todo lo posible las luchas obreras y firmando pactos regresivos con la patronal. Las direcciones de Podemos e IU, por su parte, apartaron a los movimientos sociales y vecinales de la lucha en la calle con el argumento de “no perjudicar al gobierno”.

Las desavenencias públicas dentro del gobierno también han transmitido desconcierto y cansancio en la base de la izquierda, mientras la derecha agitaba contra un “caótico” gobierno “Frankenstein”. Pero este era el resultado inevitable del compromiso de Unidas Podemos con una gestión donde la dirección del PSOE ha impuesto límites muy claros al alcance de las políticas “progresistas” para no desairar al Ibex35, al imperialismo de EEUU (Sáhara, Ucrania) o al aparato del Estado. El escandaloso alineamiento del PSOE con la derecha y la casta judicial en relación a las rebajas de penas en los casos leves de abuso sexual por la Ley “Sólo sí es sí”, que los jueces más reaccionarios han utilizado para rebajar penas y excarcelar arbitrariamente a agresores de casos graves, fue un regalo fabuloso para la propaganda demagógica de PP y Vox, con el silencio cobarde de Yolanda Díaz y la dirección de IU. Lo mismo que la tibieza de Sánchez en la defensa de los pactos con Bildu y ERC, que ha facilitado la agitación de la derecha contra los mismos.

SUMAR y Podemos

La manera en que se ha conformado SUMAR, con una decena de grupos regionales cada uno más moderado e insulso que el otro y con la inclusión final de Podemos, lejos de aparecer como un revulsivo para movilizar el voto de la izquierda ha provocado mucho desencanto en las bases de Unidas Podemos. Digamos la verdad: un puñado de oportunistas y arribistas no elegido por nadie impulsó este proyecto –sin asambleas, congresos ni programa– ahuyentando todo lo que sonaba radical o anti-régimen. Quienes llevan el timón son el ala más derechista del actual Unidas Podemos (Yolanda Díaz, IU y los Comunes), y grupos igualmente moderados como Más País de Errejón y Compromís de Baldoví, que han impuesto condiciones humillantes a Podemos, al punto de vetar en las listas a sus dos máximos referentes, Irene Montero y Pablo Echenique. Podemos, que lo era todo en este espacio hace unos años, ha pagado así el precio de su política oportunista de construirse como una “máquina electoral” sin bases militantes, promocionando a todos sus adversarios actuales dentro de SUMAR, y renunciando a su política original de “impugnar el régimen del 78”.

Al final, sin diferencias sustanciales en las posiciones de SUMAR y el PSOE, inevitablemente gran parte del apoyo que podría ir a SUMAR se orientará al PSOE de Sánchez en la creencia de que será un voto más útil para cerrar el paso a la derecha.

¿Era inevitable el adelanto electoral?

El adelanto electoral no era la única opción posible. Quedaban 7 meses para cumplir íntegramente el programa del gobierno, que fue guardado en un cajón, con medidas valientes apoyadas en la movilización popular: derogación íntegra de lo que resta de la reforma laboral del PP, derogación íntegra de la Ley Mordaza, impuestos a los ricos, que la Iglesia pague el IBI, etc. junto a otras que cambiaran radicalmente las condiciones de vida de las masas trabajadoras, como la expropiación de las viviendas de acaparadores y fondos buitre para alquiler social, expropiación de las eléctricas ladronas, etc. Eso habría inspirado a millones y resucitado el espíritu que llevó a Sánchez al gobierno. Pero los compromisos de la dirección del PSOE son más fuertes con sus amos del Ibex35 que con sus votantes, y no iba a cuestionar la estabilidad del sistema ni del régimen. Para ser justos con Sánchez, tampoco los dirigentes de Unidas Podemos le exigieron nada de esto.

Pese a todo, la derecha mostró el 28M unas bases endebles para garantizarse una mayoría absoluta en unas elecciones generales, agrupando apenas al 40% del electorado. Aunque la izquierda estatal retrocedió en votos, hasta un 36%, los socios nacionalistas del gobierno de coalición, más otros como Junts y el BNG que jamás irían de la mano de la derecha españolista, sumaron un 10%. La clave para derrotar a la derecha está en la capacidad de la izquierda de galvanizar a sus bases para que acudan masivamente a votar. Pero esto es lo que está en cuestión.

Perspectivas

Debemos tener una mirada más amplia. Sea cual sea el gobierno elegido el 23 de julio, se enfrentará a un panorama muy diferente al de los últimos años. Terminada la fiesta del gasto público, la Comisión Europea ha ordenado que deben retomarse los ajustes. Continuarán las subidas de tipos de interés para enfriar la economía y reducir la inflación. Consecuentemente, la Unión Europea ya entró en recesión en el primer trimestre del año, y EEUU lo hará al final de 2023. El nuevo gobierno estará obligado a tomar medidas antipopulares. Con el rencor acumulado por las difíciles condiciones de vida, un repunte mayor de las luchas es inevitable. Un eventual gobierno de la derecha y la ultraderecha, con una mayoría escuálida y sin una base social sólida, sería particularmente odiado en esta situación y no tardaría en desacreditarse. Cerrado el frente político, las masas trabajadoras y la juventud pasarán al frente económico y social con luchas de masas, con ideas anticapitalistas extendiéndose en capas más amplias como ya empezamos a ver, comenzando por la juventud.

La tarea que tenemos por delante, comenzando por las capas avanzadas de los trabajadores y de la juventud, es poner en pie una alternativa socialista y revolucionaria, una alternativa comunista, comprometida con las luchas cotidianas de la clase trabajadora, y que ofrezca un horizonte claro contra la barbarie irracional del capitalismo y por la transformación socialista de la sociedad.

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