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Elecciones en Suecia: el comienzo del fin de la paz entre las clases

A pesar de la imagen sonrosada con la que Suecia es presentada por los autodenominados socialistas como Bernie Sanders, después de las últimas elecciones, está claro que la misma inestabilidad y polarización política que ha afectado a otros países ha llegado finalmente a Suecia.

Suecia es otro país donde los partidos de masas tradicionales han sufrido derrotas después de años de llevar a cabo políticas derechistas. No está claro quién, si es que fuera posible, podrá formar un gobierno. Tenemos que estar preparados para más ataques contra la clase trabajadora, y necesitamos construir urgentemente un movimiento que esté listo para responder.

«No importa cuál sea el resultado final, esta elección debería ser el final de los bloques de derecha e izquierda».

Así es como el Primer Ministro socialdemócrata de Suecia, Stefan Löfven, describió la situación política en la noche de las elecciones. No dimitirá, sino que continuará gobernando, por ahora, junto con sus socios del Partido Verde.

Nunca antes habíamos visto un resultado electoral tan poco claro. Con base al conteo de votos preliminares, a falta del recuento final que se completará el miércoles, la diferencia entre la derecha y la izquierda es de sólo un escaño. Pase lo que pase, veremos un gobierno inestable que se verá obligado a hacer grandes concesiones para gobernar.

La derecha, incluidos los racistas de Demócratas de Suecia, ahora tiene una mayoría estable en el parlamento. Todo gobierno que proponga alguna política de izquierda, ya sea que sugiera mejores derechos sindicales o mayor gasto en bienestar social, quedará en minoría. Pero tanto el Partido del Centro, de derecha, como los liberales han excluido repetidamente la posibilidad de formar un gobierno con el apoyo tácito de los Demócratas de Suecia. Incluso el Partido Moderado y los Demócratas Cristianos han dicho que no formarán un gobierno que incluya a los Demócratas de Suecia.

Los socialdemócratas han tenido su peor resultado electoral desde 1911, con el 28,4 por ciento de los votos. Este es el precio que están pagando después de décadas de girar a la derecha y de ofrecerse abiertamente para colaborar con la derecha. Ahora están empeñados en formar un gobierno bipartidista con el Partido del Centro y los Liberales, pero no está claro si estos últimos aceptarán.

Al mismo tiempo, los partidos tradicionales de la derecha solo obtuvieron el 40,3 por ciento, que es el segundo peor resultado de su historia. El conservador Moderaterna obtuvo un 19,8 por ciento, 3 puntos menos que el resultado que obligó a su líder anterior, Reinfeldt, a dimitir en 2014.

El caos político que se producirá en las próximas semanas, independientemente del resultado, dará como resultado una sola cosa: más políticas derechistas. La clase trabajadora tendrá que prepararse para ataques adicionales, y la izquierda dentro del movimiento obrero debe prepararse para resistir a la derecha.

La crisis de la socialdemocracia y el ‘Estado del Bienestar’

Desde la crisis económica que golpeó a Suecia en la década de 1990, el antiguo «Estado del Bienestar» sueco está en ruinas. No importa quién haya estado en el gobierno, las condiciones de vida de la clase trabajadora han empeorado constantemente. Los recortes constantes, la privatización y una mayor presión sobre la clase trabajadora están comenzando a pasar factura.

En 1980, Suecia era el país más equitativo del mundo en términos de distribución de la riqueza. Desde entonces, la situación ha empeorado. Suecia es ahora el país en la OCDE donde la desigualdad ha aumentado más agudamente. Antes de que el capitalista Ingvar Kamprad falleciera, y sus cuatro hijos heredaran sus vastas fortunas, dos personas en el país poseían tanto como la mitad de la población. Ahora esa cifra ha subido a cinco, gracias a este cambio generacional.

La idea romántica acerca de Suecia difundida en los medios internacionales y por los reformistas es completamente incorrecta. Ha pasado mucho tiempo desde que todos en el país consiguieran acceso a asistencia social de alta calidad. La vieja idea reformista del compañerismo social y la colaboración de clases está muerta en un período en el que la otra parte de la ecuación, la clase capitalista, ha estado en pie de guerra contra todas las reformas del pasado que tanto costó ganar. El panorama real es de recortes de más de 25 mil millones de euros en 25 años. Mientras tanto, en relación con la población, se han perdido más de 300.000 puestos de trabajo en el sector de la atención social desde 1990.

El Estado del bienestar se construyó en Suecia durante un período histórico que ha demostrado ser la excepción. El auge de la posguerra permitió a la clase dominante, no sólo en Suecia, sino en todos los países capitalistas avanzados, hacer concesiones de largo alcance a la clase trabajadora.

Suecia pudo ir más allá por muchas razones: el país no fue bombardeado hasta quedar reducido a la edad de piedra durante la Segunda Guerra Mundial, pero tenía una base industrial intacta que se benefició de las exportaciones a una Europa devastada que tuvo que ser reconstruida. La enorme fuerza de la clase obrera como resultado de la lucha de clases combativa que construyó el movimiento obrero durante las décadas anteriores fue otro factor, como lo fue la proximidad de Suecia a la Unión Soviética y la amenaza implícita de una revolución desde abajo. La verdad es que se podrían haber conseguido muchas más reformas, pero el Partido Social Demócrata siempre detuvo la lucha de clases e hizo todo lo posible por evitar que amenazara al sistema capitalista y a la propiedad privada.

La economía sueca actualmente ve cierto crecimiento, pero las ganancias se concentran en beneficios para la indecente y rica clase capitalista. Las mayores compañías de la Bolsa de Estocolmo registraron ganancias de alrededor de 25.100 millones de euros el año pasado. Los capitalistas están obteniendo grandes ganancias a expensas de la clase trabajadora sueca, y están sentados sobre montones de dinero que o bien se quedan sin hacer nada o se esconden en paraísos fiscales. Los 187 multimillonarios suecos tienen más dinero que la riqueza neta del Estado sueco más todo el sistema de pensiones juntos.

Los socialdemócratas han estado en el poder durante la mayor parte del período en que los niveles de vida de la clase trabajadora empezaron a empeorar. Hubo un tiempo en que quizás fueron el partido socialdemócrata más fuerte del mundo, y durante sus 40 años de gobierno ininterrumpido, vieron resultados electorales del 40-50 por ciento de apoyo. Pero durante los últimos 30 años, debido a sus políticas derechistas, el partido ha perdido la mayoría de su base activa y una gran parte de su apoyo dentro de la clase trabajadora.

Cuando los socialdemócratas llegaron al poder en 2014, después de ocho años de gobierno de derecha, muchos esperaban que al menos deshiciera las contrarreformas que la derecha había llevado a cabo. Por el contrario, mantuvieron las políticas derechistas y llevaron a cabo contrarreformas adicionales, entre ellas una política de inmigración más estricta, un estudio sobre la restricción del derecho de huelga y el aumento de la edad de jubilación. Al mismo tiempo, los recortes han continuado por todo el país, porque simplemente no ha habido suficiente dinero en las finanzas municipales para mantenerse al día con el aumento de los costos.

La campaña electoral socialdemócrata comenzó con un tono de mostrarse duro con la inseguridad ciudadana y continuar sus duras políticas contra la inmigración. Pero las deserciones del partido y los resultados miserables en las encuestas les obligaron a dar un giro de 180 grados con un «plan por seguridad en el puesto de trabajo»: abolir las leyes que han ayudado a aumentar la precariedad, exigir acuerdos de negociación colectiva cuando el Estado subcontrate servicios con empresas privadas, y el final de los contratos de «hora cero» realizados a través de mensajes de texto, entre otras cosas.

Fue un caso de muy poco y demasiado tarde, aunque sí frenó la gran caída que vimos al comienzo de la campaña electoral. Después de cuatro años de políticas derechistas continuas, no había ninguna razón real para esperar que las cosas fueran mucho mejor con otro gobierno socialdemócrata, esta vez en colaboración con la derecha. Löfven dejó en claro ya en 2014 que quería formar un gobierno de coalición con el derechista Partido de Centro y los liberales.

Cuatro años de políticas derechistas adicionales serían una catástrofe para los socialdemócratas. Si formaran un gobierno de coalición, Löfven y la dirección del partido amenazarían la existencia futura del propio partido. Tenemos que decir a todos los activistas serios que sin duda existen dentro de la izquierda del partido, que es hora de abandonar la idea de cualquier compromiso con la derecha. La única salida para los socialdemócratas es dar un gran salto hacia la izquierda y reemplazar a Löfven y al resto de la dirección del partido con personas que estén dispuestas a luchar por reformas reales.

La popularidad del líder izquierdista del Partido Laborista británico, Jeremy Corbyn, muestra que existe un enorme potencial para un Partido Socialdemócrata que emprenda la lucha contra los recortes y la austeridad. Solo podemos esperar que la izquierda del partido aprenda las lecciones de esta derrota electoral y acometa esta lucha necesaria. Si esto no sucede, los socialdemócratas corren el riesgo de ir en la misma dirección que sus contrapartes en Europa, y continuarán su caída muy por debajo de las cifras históricamente bajas que recibieron en esta elección.

Polarización política

El partido que más ha ganado del declive de los socialdemócratas son los racistas y nacionalistas de Demócratas de Suecia, a favor de quienes perdieron la mayoría de los votantes, según las encuestas a pie de urna. El 17,6 por ciento de los votos de este último es menos de lo que muchas encuestas habían predicho, pero aún representa un aumento del 4,7 por ciento desde las últimas elecciones, lo que significa que continúa siendo el tercer partido más grande en el parlamento.

Esto, sin embargo, no es una indicación de que la gente en general se esté moviendo hacia la derecha. Por el contrario, las cifras desastrosas para los socialdemócratas muestran la impopularidad de las políticas derechistas. Según las encuestas a boca de urna, esta fue la tercera elección consecutiva en la que los temas mejor valorados entre los votantes, en orden de importancia, tenían que ver con el Estado del bienestar. Los cuatro temas más importantes fueron la asistencia sanitaria, las escuelas, la igualdad y el bienestar social. El tema de la migración solo ocupó el octavo lugar.

Demócratas de Suecia, la extrema derecha sueca

Lo que vemos es polarización política. Hay un enorme descontento con la situación actual, y según una encuesta del Instituto SOM, más de la mitad de la población sueca piensa que las cosas se están moviendo en la dirección equivocada.

Los partidos del establishment son vistos como responsables de la mala situación y están perdiendo terreno, mientras que los partidos más a la izquierda y a la derecha se fortalecen. El ascenso de los Demócratas de Suecia, de una manera distorsionada, refleja este descontento.

Desde 2015, casi todos los partidos y los medios han sostenido constantemente que es imposible conciliar el creciente número de inmigrantes con mejoras en el Estado del bienestar. El gobierno Verde-Socialdemócrata, y los partidos de la derecha tradicional, han llevado a cabo políticas migratorias que son sólo marginalmente diferentes de las defendidas por los Demócratas de Suecia. Al mismo tiempo, han hecho todo para mantener a los Demócratas de Suecia lejos de cualquier posición de poder.

De esta manera, los Demócratas de Suecia han tenido una gran influencia sobre la agenda política, al tiempo que pueden presentarse como un partido contrario al establishment.

Pero podría haber sido diferente. En otros países donde ha existido una clara alternativa de izquierda, los partidos de derecha perdieron terreno. El Partido de Izquierda podría haber sido esa alternativa.

El partido de Izquierda: lejos de su potencial

El Partido de Izquierda también se ha fortalecido un poco desde las últimas elecciones: del 5,6 por ciento de los votos al 7,9 por ciento. Pero a la luz del descontento que existe en la sociedad, este aumento modesto debería hacer pensar a cualquier partido que se llame a sí mismo socialista. Dada la enorme desilusión con los socialdemócratas, debería haber sido el Partido de Izquierda y no los Demócratas de Suecia quienes crecieran masivamente.

El problema es que no está claro qué quiere realmente el Partido de Izquierda. Los dirigentes han hecho mucho ruido con la consigna: «el Partido de Izquierda marca la diferencia», señalando las diversas reformas menores que han podido negociar con el gobierno socialdemócrata-verde. Han llegado al extremo de decir cosas como: «Durante los últimos cuatro años, el Partido de Izquierda ha demostrado que es posible avanzar en la dirección correcta». (Göteborgs Posten, 17 de agosto de 2018)

Sin embargo, la mayoría de los trabajadores no han experimentado que las cosas se muevan en la dirección correcta, ni han presenciado ningún cambio real. Mientras que el Partido de Izquierda se ha jactado de agregar 10.000 millones de dólares al gasto social («los miles de millones de izquierdas»), la lista de personas que esperan recibir atención en los hospitales solo ha aumentado, y la baja por enfermedad se ha incrementado dramáticamente debido al estrés laboral. Los escasos recursos asignados no han sido suficientes para satisfacer las necesidades crecientes. En su afán por mostrar los resultados de sus negociaciones con el gobierno, el Partido de Izquierda está cometiendo el error de defender las políticas derechistas de los socialdemócratas desde la izquierda.

Durante la campaña electoral, Jonas Sjöstedt, el líder del Partido de Izquierda, hizo hincapié en el aumento de la desigualdad, que los ricos se están haciendo más ricos, lo que ha conectado con la necesidad de aumentar los impuestos a los ricos para financiar un mejor bienestar. Esto está todo bien. Pero se ha perdido lo más importante, que es concretar para qué deberían usarse el aumento de los impuestos. Las reformas menores, como la introducción de un tope en los costos que debe afrontar cada año el paciente para la atención dental, o el obligar a la negociación colectiva en las empresas que contraten con el Estado son sin duda demandas importantes, pero son completamente insuficientes por sí mismas.

La suma neta de las alzas de impuestos que propone el partido representa 54 mil millones de coronas, lo que solo se introducirá «con el tiempo». (Dagens Industri, 6 de septiembre de 2018) Esto debería compararse con los recortes de impuestos del gobierno derechista de Reinfeldt, que ascendieron a 140.000 millones de coronas durante sus ocho años en el poder.

Con una constante falta de camas de hospital, decenas de miles de docentes que abandonaron la profesión debido al empeoramiento de las condiciones, el aumento de la baja por enfermedad y demás, el Partido de Izquierda está situando sus horizontes demasiado bajo.

El Partido de Izquierda debería haberse diferenciado como un partido combativo, que retoma la lucha por las grandes reformas que presentaron en las elecciones anteriores: detener las privatizaciones, resistir la participación en las aventuras imperialistas; y luchar por 200.000 nuevos empleos en el sector de asistencia social, una semana laboral de 30 horas, el fin de la precariedad, etc. Podría haber explicado que el capitalismo es la razón de los problemas ambientales, del desempleo, de la falta de vivienda, y cosas por el estilo, y que la única solución son las políticas socialistas. Tal programa sería tremendamente popular y le daría al Partido de Izquierda un perfil claro como un partido que quiere romper con décadas de recortes y contrarreformas.

Si los socialdemócratas continúan moviéndose hacia la derecha y, lo que es peor, forman un gobierno de coalición con los partidos de derecha, el descontento con los socialdemócratas podría llevar a una situación en la que el Partido de Izquierda se convierta en el mayor partido de los trabajadores en Suecia. Pero esto requiere que el Partido de Izquierda tenga una oposición clara y adopte una política mucho más radical. Desafortunadamente, en lugar de eso, se está preparando para algún tipo de colaboración con la derecha.

El Partido de Izquierda y la cuestión del gobierno

Sjöstedt debería decir claramente que él excluye cualquier coalición con la derecha. En cambio, ha dicho en repetidas ocasiones que las negociaciones con el derechista Partido del Centro y los liberales podrían estar en la agenda. Por ejemplo, en una entrevista en el gran tabloide Aftonbladet dijo el 2 de julio:

«Actuaremos para garantizar que haya un gobierno sin partidos de derecha. Pero podríamos terminar en una situación muy complicada este otoño, y siempre estamos dispuestos a negociar si podemos aprobar políticas de izquierda. No cerramos la puerta para hacer eso también con otras coaliciones gubernamentales que la que existen hoy en día».

El argumento parece reflejar el sentimiento comprensible compartido por muchas personas: «¡Cualquier cosa menos los Demócratas de Suecia!» Pero un gobierno de coalición con la derecha solo se haría realidad si los socialdemócratas y el Partido de Izquierda acordaran llevar a cabo políticas que ataquen a la clase trabajadora. Esta parece ser la idea de Löfven, pero sería extremadamente malo si Sjöstedt la adopta también.

La razón por la que los Demócratas de Suecia están logrando avances entre los votantes obreros en este momento es que todos los demás partidos son vistos como parte del sistema que han llevado a cabo contrarreformas durante las últimas tres décadas. Si los partidos del movimiento obrero entran en una coalición con la derecha, sería el peor resultado posible, en el que obtendremos políticas derechistas al mismo tiempo que los Demócratas de Suecia se fortalecen. Esto es exactamente lo que se ha visto en los últimos cuatro años. Aquellos que quieran luchar contra la austeridad y los recortes se quedarán sin nadie que los represente en el parlamento.

El Partido de Izquierda se ha quedado atascado en una camisa de fuerza parlamentaria que le impide mostrar ningún camino a seguir. En la entrevista mencionada, Sjöstedt en realidad lleva el argumento aún más lejos:

«Creo que es poco probable que ingresemos al gobierno con partidos de derecha. Pero siempre estaremos dispuestos para negociar y aprobar políticas de izquierda».

¿Improbable? ¿Eso es un sí o un no? Sjöstedt no ofrece una respuesta clara.

Apoyar, o incluso peor, ingresar al gobierno con partidos de derecha sería un golpe fatal para el Partido de Izquierda. En lugar de vacilar, el Partido de Izquierda debería presentar una clara oposición a las políticas de derecha, sin importar quién las lleve a cabo.

Lucha de clases en el orden del día

La pobreza aumenta bruscamente en medio de las ruinas del Estado del bienestar. Cerca de un cuarto de millón de pensionistas e igual número de niños viven en la pobreza. Según Eurostat, 1,5 millones de suecos están «en riesgo de pobreza».

Las personas enfermas se están muriendo mientras esperan la cirugía, los desempleados se ven forzados a una “capacitación” inútil y humillante, y cada vez más personas encuentran que es imposible siquiera ver a un médico. La seguridad básica asociada con la obtención de ayuda cuando se enferma ha desaparecido porque las autoridades a cargo están preocupadas con una búsqueda inútil de personas que intentan “engañar” al sistema.

En muchos lugares de trabajo, las empresas de trabajo temporal se han convertido en la norma en lugar de la excepción. Tanto los salarios como las condiciones de trabajo han empeorado drásticamente, mientras que los líderes sindicales han reemplazado la lucha colectiva por el conchabeo y las negociaciones.

Debido a que la derecha tiene una mayoría en el gobierno, el próximo gobierno inevitablemente llevará a cabo políticas derechistas. Con una socialdemocracia que ha abierto el camino para restringir el derecho de huelga, y partidos de derecha que han exigido ataques contra las leyes laborales, veremos más y más golpes severos contra las condiciones laborales y contra los sindicatos. También veremos más ataques contra los enfermos y los desempleados.

Además de esto, debemos agregar la situación económica inestable internacionalmente, donde una nueva crisis podría desencadenarse en cualquier momento. Esto afectará particularmente a Suecia, ya que es un país pequeño dependiente de las exportaciones, con una economía afectada por una burbuja inmobiliaria y el tercer país con la deuda privada más elevada del mundo.

Esta es una mezcla explosiva: un volcán de ira de clase que solo está esperando estallar. Ya lo podemos ver en la lucha contra el cierre de la sala de maternidad en Sollefteå, donde la gente ahora ocupa el hospital; en las manifestaciones por incrementos de recursos a través de las campañas «Rebelión preescolar» y «Rebelión de la atención médica»; y en muchas batallas menores en el frente industrial. Algo grande está por suceder.

En particular, la generación joven puede ver claramente que la sociedad en la que crecieron sus padres ha comenzado a destruirse. Muchos jóvenes se enfrentan a un futuro de empleos eventuales, dificultades para encontrar un lugar donde vivir y no han visto nada más que contrarreformas. Entre los jóvenes de 18-21 años, los socialdemócratas obtuvieron solo el 20 por ciento, mientras que el Partido de Izquierda obtuvo el 12 por ciento. Hay una radicalización en toda una capa de jóvenes, que se está preparando para luchar.

Mientras tanto, los líderes sindicales consideran que es más importante mantener buenas relaciones con los patrones y el Estado que organizar a los trabajadores a nivel de base. Estos líderes consideran indeseables las huelgas, el único medio eficaz que los trabajadores tienen para defenderse. Pero esto no puede durar para siempre. Tarde o temprano, la clase trabajadora comprenderá la necesidad de la lucha.

Es hora de que la clase obrera se levante y luche contra los parásitos. Esta elección es solo otro clavo en el ataúd para la colaboración de clases sueca. Los marxistas continuarán defendiendo la lucha combativa desde abajo, y explicarán la necesidad de construir una alternativa socialista revolucionaria para deshacerse del capitalismo.

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