Entrevista a Conxi, trabajadora de Valencia, sobre cómo vivió la catástrofe de la Dana
La provincia de Valencia sufrió el pasado 29 de octubre los efectos de una DANA devastadora que afectó sobre todo las comarcas de Requena-Utiel y la Hoya de Buñol-Chiva, la de la Ribera Alta y, finalmente, l’Horta Sud, comarca donde, paradójicamente, llovió poco, pero sufrió terribles consecuencias por las riadas procedentes de las comarcas del oeste.
El desbordamiento del barranco del Poyo actuó como un auténtico tsunami a la altura de todas las poblaciones de l’Horta Sud. Una de estas poblaciones es Paiporta, la cual ha sufrido de la manera más fuerte los efectos de esta catástrofe.
Conxi es operaria en una fábrica de cosméticos en Valencia, que nació y se crio en Paiporta. Se mudó hace años a Valencia, pero toda su familia continúa viviendo allí, y le tocó sufrir en primera persona esta terrible catástrofe, agraviada por la negligente actuación de la Generalitat Valenciana. Lucha de Clases, la revista editada por la OCR, le ha hecho la siguiente entrevista.
LdC: ¿Dónde estabas y cómo viviste el martes 29 de octubre, cuando empezaron a llegar las primeras noticias de lo que estaba pasando?
C.R.: Estaba en casa, precisamente hablando por teléfono con mi madre, bromeando sobre si tenía el flotador preparado. Ella estaba muy tranquila porque, a pesar de que ya llevaba bastante agua, había visto el barranco más crecido en otras ocasiones.
En realidad, estábamos todas tranquilas porque no llovía y era un barranco bastante grande.
Pero la situación pasó de tranquilidad a pánico en cuestión de minutos, cuando empezaron a llegarme al teléfono vídeos con las calles llenas de agua y dos de mis sobrinas no estaban en casa.
La comunicación empezó a hacerse difícil: se colapsaron las líneas, el agua empezaba a cubrir los coches y a coger fuerza. Mi sobrina Mónica estaba intentando llegar a casa, pero se tuvo que refugiar ayudada por un hombre dentro de un patio, una señora abrió su casa y, haciendo cadena, fueron recogiendo a todo aquel que pasaba por allí. Mi sobrina Olga estaba en Paterna y yo quería ir a buscarla, pero hacía un viento terrible y en Paiporta ya era un caos. El agua se había apoderado de las calles entrando a los bajos, rompiendo con rabia persianas y patios y pasando a coches, árboles y contenedores por encima.
Se cortaron las comunicaciones. Llegó el aviso.
La noche fue en vela, mirando el móvil, con pánico, desesperación… Me levanté por la mañana, tomé un café y salí a trabajar sin saber nada de mi familia…
LdC: ¿Qué te encontraste cuando entraste a Paiporta para ayudar a tu familia?
C.R.: La respuesta de mi hermana en WhatsApp sobre qué necesitaban fue un mensaje desgarrador: llevaban más de un día sin agua y necesitaban beber y allí no acudía nadie. Llené las botellas que tenía en casa con agua del grifo por si no encontraba en el supermercado y cargué lo que pude en el coche.
Una parte de Valencia aparentaba una normalidad extraña, como si no hubiera ocurrido nada. Recogí a mi hijo, que también había apilado agua, y avanzamos con la garganta y el estómago cerrados.
De repente, caos, sirenas, coches… Nos clavamos en una trampa de la cual era imposible salir. Pau bajó del coche y cargó con el carro garrafas de agua, y en la mochila todo lo que pudo, y se fue andando varios kilómetros, y yo continué intentando avanzar.
Conseguí llegar a la entrada de Paiporta tres horas después, y lo que me encontré tanto por el camino como cuando llegué no se puede describir. Las películas apocalípticas se quedan cortas: coches apilados, carreteras inservibles, gente andando sin dirección, gritos, llantos, un pueblo arrasado y su gente arrasada, desconcierto, impotencia, incredulidad y barro hasta las rodillas.
LdC: ¿Qué piensas de la gestión que ha hecho la Generalitat Valenciana de esta crisis y que haya disuelto organismos como la Unidad Valenciana de Emergencias aumentando, a pesar de ello, el presupuesto para actividades como los toros?
C.R.: La gestión de Mazón fue ignorar todos los avisos y rechazar cualquier tipo de ayuda desde el principio. Se habrían salvado muchas vidas.
Bien, no me sorprendió que disolviera la Unidad Valenciana de Emergencias y destinara el dinero a las corridas de toros. Al fin y al cabo, para la derecha, cualquier derecho que tenga un trabajador es un gasto inútil. Pero aquí están gobernando en la mayoría de ayuntamientos.
LdC: Muchos trabajadores quedaron atrapados en sus puestos de trabajo y muchos de ellos murieron ahogados. ¿No piensas que, ante los repetidos avisos de la AEMET y la alerta roja, las empresas tendrían que haber cerrado y enviado a sus trabajadores a casa?
C.R.: Por supuesto, pero esto habría significado una parada en la economía, y esto es impensable, y más cuando quien se está jugando la vida es un trabajador que encima puede tener represalias por parte del empresario si no acude a su puesto de trabajo.
LdC: A lo largo de las últimas décadas se ha estado construyendo en las cercanías del barranco, sin medida y sin tener en cuenta los consejos de los expertos. El capitalismo solo busca el beneficio instantáneo y no vela por la seguridad y los intereses de los trabajadores. Nosotros pensamos que habría que expropiar a los bancos y constructoras, que son los responsables de estas catástrofes que son, por otro lado, cada vez más habituales por el cambio climático ¿No crees que es necesario acabar con este sistema y construir una sociedad en que aquello que impere sea el interés de la mayoría de la población y no, por ejemplo, sacar el máximo beneficio particular para unos pocos capitalistas?
C.R.: Esto del calentamiento global está más que demostrado. Acabar con el capitalismo y hacer un mundo más sostenible es una urgencia vital. Hay que reconstruir un planeta donde la clase obrera ocupe el lugar que le corresponde, porque, al final, somos los que mantenemos la economía en marcha.
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