Frente al desconcierto y la parálisis de la izquierda oficial, movilización popular contra la reacción

La situación creada alrededor de la posible dimisión de Sánchez pone al desnudo el lamentable estado de la izquierda y del sindicalismo oficiales, tanto los que se asumen como parte del régimen del 78 (PSOE, SUMAR, IU, CCOO y UGT) como los que se dicen críticos con aquél (Podemos). En todos ellos vemos dirigentes adocenados por el cargo público y el aparato, con montones de arribistas pequeñoburgueses por sus concepciones y modo de vida, sin más horizonte que su carrera y su prestigio personal.

Hoy, todos ellos gritan que «la democracia está en peligro», se quejan de «la mafia judicial», de «una derecha y ultraderecha ‘trumpista’ y golpista», etc. etc. Cualquier trabajador con conciencia de clase, cualquier joven inquieto y comprometido con la lucha por la justicia y la igualdad, tendría derecho a preguntarse: Si esto es así ¿por qué no llamáis al pueblo a salir a la calle «para defender la democracia», «contra el golpismo», etc.? Dado el odio que anida en millones de pechos contra la derecha y la ultraderecha y su sistema corrupto, no hay duda de que cientos de miles de personas saldrían a las calles de todo el Estado, respondiendo a un llamamiento enérgico hecho desde arriba, provocando el pavor «en los de arriba».

Ellos tienen la prensa, los tribunales, los policías y las grandes empresas, nosotros tenemos la fuerza de nuestro número y, como clase trabajadora, nuestro papel central en que el sistema capitalista funcione (o no) cada día. No tenemos más armas que nuestra conciencia, la lucha y la movilización, ¡pero qué poderosas!

Es escandaloso que, por temas mucho menos relevantes, la derecha agite las calles y a sus hordas, aunque lo máximo que puedan juntar en Madrid sean 100.000 personas, y con dificultad. En cambio, una simple movilización seria por la sanidad pública en Madrid y contra el gobierno de Ayuso sacó el año pasado a cientos de miles a las calles. Cientos de miles salieron igualmente a la calle el pasado 8M, y todos ellos forman parte de la base social de la izquierda. Pero la izquierda oficial lleva 6 años en el gobierno y nunca llamó a una movilización contra las provocaciones desestabilizadoras de la derecha, incrementando la insolencia de la reacción, llevando amargura y decepción a sus bases. ¿Cómo puede ser esto posible?

Hay una explicación política a esto. Para estas damas y caballeros, las únicas «fuerzas vivas» reconocidas, desde Pedro Sánchez hasta Pablo Iglesias, y de ahí todos para abajo, son los jueces, los periodistas, los grandes empresarios, el presidente de EEUU, los dirigentes de PP y Vox, etc. todos los que aparecen visibles arriba; pero no consideran “relevantes” a la gente humilde, a las familias trabajadoras, a los que permanecen invisibles aparentemente, aquí abajo. Temen, desconfían y desprecian la fuerza organizada de su base social, de los millones de personas de la clase trabajadora que los votan, a quienes solo consideran simples números, simples votos. Esto es así porque no se proponen transformar la sociedad de arriba abajo, y no confían en que la clase trabajadora tenga la capacidad y madurez para dirigir y gestionar ella misma la sociedad, sino que aceptan que la sociedad debe estar en manos de los corruptos y explotadores de toda la vida. Por eso no está en su horizonte movilizar a la clase trabajadora, incluso cuando sus puestos y ministerios están en peligro. Entran en pánico porque frente a ellos solo ven fuerzas oscuras poderosas mientras que ellos mismos solo se consideran simples individuos. Y terminan cediendo a las presiones de los poderosos.

Aceptando que las motivaciones de Sánchez para plantearse dimitir sean puramente personales, su actitud es coherente con este punto de vista. A nadie le debería extrañar, entonces. Lo mismo ocurrió cuando Pablo Iglesias e Irene Montero fueron acosados en su domicilio durante semanas, en plena pandemia, nunca se les ocurrió apelar a la movilización de sus bases en la calle para contrarrestar las algaradas de las hordas fascistas y reaccionarias.

También lo vimos a fines de noviembre frente a las sedes socialistas cuando el gobierno impulsó la ley de amnistía a favor de los presos políticos catalanes y a los encausados por el Procés.

Ahora parece que el aparato del PSOE va a movilizar este sábado a sus militantes en Madrid, particularmente a iniciativa de agrupaciones de base. Este es un paso correcto en esta senda, pero insuficiente. Sería necesaria una movilización general en todo el Estado. Como proponíamos en nuestra declaración de ayer jueves, todas las fuerzas políticas y sindicales que sostienen a este gobierno tienen los recursos y los medios para organizar dicha movilización general con un simple chasquido de los dedos.

En lo que a la OCR respecta, no nos mueve el apoyo político a Sánchez ni a su gobierno, con los que tenemos profundas discrepancias políticas, sino la necesidad de dar un cauce a la indignación generalizada que existe en amplias capas de la clase trabajadora y de la juventud contra la derecha y su aparato judicial corrupto, y extenderla; que sean conscientes de su enorme fuerza a través de la movilización, y que a través de su experiencia alcancen la conclusión de que es necesario barrer este aparato de estado neofranquista, que no existe en el vacío sino que actúa como sostén de los intereses económicos de las grandes empresas y bancos que dominan con puño de hierro cada aspecto precario de nuestras vidas: salario, empleo, vivienda, educación… En última instancia, nuestro objetivo es hacer consciente a la clase trabajadora de la necesidad de barrer el propio capitalismo junto con el aparato del Estado que lo sostiene, para que podamos vivir en una sociedad plena de justicia, democracia y felicidad, una sociedad auténticamente socialista.