¿A dónde va Ucrania?

Los dramáticos acontecimientos de Ucrania han conducido a la caída de Yanukovich. Pero, en realidad, este no es el final del drama, sino únicamente el posible final de su segundo acto. En el momento de la verdad, nadie estuvo dispuesto a arriesgar sus vidas para defender un régimen que estaba completamente podrido hasta la raíz, hasta el punto que un empujón enérgico fue suficiente para llevarlo a estrellarse contra el suelo. El poder cayó en manos de la oposición como una manzana demasiado madura que cae de un árbol. La pregunta es: ¿qué van a hacer con él?

En medio de escenas de júbilo salvaje, el parlamento de Ucrania votó el sábado la destitución del presidente Yanukovich y la convocatoria de elecciones presidenciales para el 25 de mayo. Pero el pueblo de Ucrania ha visto todo esto antes. Es como la repetición de una mala película que ya se ha visto una vez y que uno no tiene ningún deseo de ver de nuevo. Ahora, como en 2004-5, un régimen corrupto ha sido derrocado. Ahora, como entonces, la gente habla con entusiasmo de un nuevo amanecer para Ucrania, de la libertad, justicia y democracia. «¡Hemos ganado!» La palabra está en boca de todos. Pero ¿quién ha ganado precisamente? Esa es la pregunta ahora – como lo fue entonces.

Los últimos veinte años en Ucrania muestran que la desintegración de la Unión Soviética y el establecimiento de la «independencia nacional» sobre bases capitalistas no le han solucionado nada al pueblo ucraniano. Por el contrario, dos décadas después del establecimiento de la independencia formal, un país potencialmente rico y próspero ha sido sumido en un abismo de sufrimiento y en el colapso económico.

Detrás de la mentira demagógica de la «independencia» se encuentra el gobierno de una oligarquía criminal, degenerada y reaccionaria, un régimen mafioso corrupto y represivo, peor incluso que el que se sienta sobre las espaldas de la clase obrera rusa. La caída en desgracia es aún más amarga para los ucranianos que preservan el recuerdo de un antiguo, y una vez glorioso, pasado.

La historia de Ucrania

El destino histórico de Ucrania ha sido moldeado por la geografía. Con una superficie de 603.628 kilómetros cuadrados es el mayor país de Europa. Sin embargo, está atrapado entre Oriente y Occidente. Con la poderosa Federación Rusa al este y al noreste; Bielorrusia al noroeste; Polonia, Eslovaquia y Hungría al oeste; Rumania y Moldavia al suroeste; y el Mar Negro y el Mar de Azov, al sur y sureste, respectivamente. El propio nombre del país, Ucrania, significa frontera.

La lengua ucraniana es miembro de la familia lingüística eslava oriental, que también incluye al bielorruso y al ruso. La conciencia nacional ucraniana ha estado condicionada por la conciencia de una larga y rica historia. En la Edad Media, Kiev fue un gran centro comercial y cultural cuando Moscú era un pueblo insignificante. De hecho, era el centro reconocido de la cultura eslava oriental y la capital histórica de la antigua Rus. Kiev fue el centro de una vida cultural floreciente, de un hermoso arte, con una literatura refinada, poesía y música. Pero este prometedor comienzo fue arrasado por las invasiones de los mongoles, y nunca se recuperó por completo.

El centro de gravedad del mundo eslavo oriental pasó a Moscovia. Una república cosaca floreció durante un siglo a comienzos de la edad moderna, pero Ucrania quedó dividida entre Rusia y Polonia. Se convirtió en una especie de Estado tapón, dependiendo de su hermano mayor del Norte, que lo consideraba con desdén como la «Pequeña Rusia». El siglo XIX fue testigo del comienzo de un renacimiento cultural de Ucrania con escritores como Taras Shevchenko y Panteleimón Kulish. Una Ucrania independiente fue proclamada brevemente en 1918, a raíz de la Revolución de Octubre, pero en la práctica esto sólo fue una cobertura que disimulaba el dominio de la bota militar alemana. Este fue siempre el caso con Ucrania, donde la «independencia» siempre ha resultado ser al final una mera hoja de parra para la dominación extranjera de una forma u otra. Este hecho no se ha alterado de manera significativa en nuestros días.

Después de una breve guerra civil en la que el Ejército Rojo derrotó a los blancos y a sus aliados nacionalistas ucranianos, Ucrania se incorporó a la Unión Soviética como una república soviética autónoma. Lenin siempre había insistido en la necesidad de tratar a todas las nacionalidades con respeto y advirtió contra herir sus susceptibilidades y sentimientos nacionales. Pero Stalin y la gran burocracia rusa pisotearon Ucrania y otras nacionalidades.

El campesinado ucraniano sufrió una catástrofe como resultado de la colectivización forzosa en la que millones murieron de hambre, mientras que otros millones fueron exiliados a Siberia y a otras regiones remotas, de las que muchos de ellos nunca regresaron. En la década de 1930, durante las purgas sangrientas de Stalin, el Partido Comunista ucraniano fue diezmado, junto a muchos intelectuales ucranianos dirigentes, acusados ​​de «nacionalismo burgués». Todos estos crímenes del estalinismo destruyeron la política internacionalista de Lenin sobre la cuestión nacional, socavó el sentimiento de solidaridad entre los pueblos soviéticos y debilitaron fatalmente a la URSS frente a la agresión de Hitler. En la Segunda Guerra Mundial el pueblo de Ucrania sufrió una nueva y aún más terrible pesadilla bajo la ocupación alemana.

El dominio de la oligarquía

En la URSS, Ucrania estuvo bajo el control de la burocracia central de Moscú. Pero, como en cualquier otra República, había una burocracia nacionalista ucraniana, formada a imagen y semejanza de su hermana mayor de Moscú. El colapso del sistema burocrático estalinista, por tanto, condujo rápidamente a la desintegración de la URSS en sus partes componentes. Bajo la cobertura de la lucha por la «independencia nacional», los burócratas ávidos y corruptos se aprovecharon del caos y de la confusión reinantes para saquear la economía nacionalizada, transformándose a sí mismos en capitalistas privados.

Estos oligarcas se han beneficiado de la corrupción y del caos político en Ucrania en las últimas dos décadas. Un pequeño puñado de barones ladrones ricos disfrutan de una riqueza obscena procedente de la propiedad que han robado al pueblo a través de la llamada privatización. Alrededor de media docena de oligarcas en Ucrania han concentrado una riqueza fabulosa desde el colapso de la Unión Soviética.

Rinat Ajmetov tiene una fortuna estimada en $15.400 millones y ocupa el número 47 en la lista de multimillonarios de Forbes. Como hombre más rico de Ucrania, Ajmetov es el más poderoso de los oligarcas. Él es el dueño del club de fútbol Shajtar Donetsk y es el mayor jugador de la industria de la minería en el Donbass, la patria del presidente en el este de Ucrania. En 2011, pagó 136,4 millones de libras por un ático en One Hyde Park en Londres, la propiedad más cara jamás comprada en Gran Bretaña. Durante mucho tiempo ha sido considerado como el poder detrás del trono y fue clave en asegurar la subida de Yanukovich al poder.

Viktor Pinchuk también construyó una gran fortuna mientras su suegro, Leonid Kuchma, era presidente. El hijo de Yanukovich, Oleksandr, un dentista, ha acumulado una gran fortuna en los últimos tres años, que requeriría la extracción de un número muy grande de dientes. Un desconocido de 28 años de edad llamado Sergey Kurchenko apareció de repente para controlar alrededor de 800 millones de dólares en activos, pero nadie sabe de dónde.

Estos, y otros como ellos, son los verdaderos gobernantes de Ucrania. Controlan a los miembros del parlamento y a los partidos políticos, poseen estaciones de televisión, y tienen a los dirigentes políticos en sus bolsillos. Estos hombres y sus familias viven en el lujo, como si residieran en un planeta diferente al de sus compatriotas. En el otro extremo, millones de ucranianos viven en la pobreza extrema, algunos al borde de la mendicidad, otros obligados a emigrar. Tal es el balance de dos décadas de «independencia» burguesa de Ucrania.

Así es como van las cosas en Ucrania hoy en día. Los que están arriba tienen el hocico firmemente insertado en la pocilga, mientras que los de abajo se hunden cada vez más en el cieno. Esto ha dado lugar a un gran descontento, ira y frustración entre amplias capas de la población. Hace nueve años, la gente expresó su descontento en lo que se conoció como la Revolución Naranja. [Ver los marxistas y el conflicto en Ucrania: ¡Ambos lados son reaccionarios!Lucha por la alternativa de los trabajadores, por Fred Weston, 24 de noviembre de 2004]. En el período 2004-2005 las protestas de masas duraron dos meses. Viktor Yanukovich era también el presidente entonces. Fue derrotado por el pro-occidental Viktor Yushchenko y su entonces aliada, Yulia Tymoshenko. Pero eso sólo dio lugar a la transferencia del poder político de una de las facciones de la oligarquía a otra. Nada cambió, excepto el rostro de los explotadores.

Sobre la base de una desilusión masiva, Yanukovich se tomó la revancha y fue elegido presidente en 2010. La desafortunada Tymoshenko terminó tras las rejas, acusada ​​de «abuso de poder» (¿Acaso no abusaron todos ellos del poder?). De nuevo, nada cambió. Ahora los ucranianos están de vuelta en las calles. Otro gobierno ha caído. Y algo ha cambiado – pero no necesariamente para mejor.

El colapso económico

La chispa que desencadenó la última ola de manifestaciones de masas fue la decisión del gobierno de Yanukovich de no firmar un acuerdo de asociación de amplio alcance con la Unión Europea, bajo la presión de Rusia. Pero las raíces del descontento son mucho más profundas.

En el período reciente, la crisis económica crónica de Ucrania se ha convertido en una caída libre de dimensiones terroríficas. La moneda nacional, el hryvnia, ha caído a su nivel oficial más bajo frente al dólar desde su creación hace casi 18 años. Después de los intentos desesperados del Banco Central de Ucrania para mantener la moneda estable con la intervención en los mercados de divisas, fue finalmente obligado a recortar el tipo de cambio e imponer controles de capital que incluyó un límite sobre las transferencias privadas al extranjero y la prohibición de la compra de divisas para la inversión en el extranjero.

Este intento de apuntalar el hryvnia fue ruinoso para las reservas del país. Según datos oficiales, sólo en enero, el banco central gastó $1.700 millones (1.250 millones de euros) en apuntalar el tipo de cambio, dejando las reservas monetarias actuales en sólo $17.800 millones. Eso es menos de lo que Ucrania necesita para cubrir dos meses de importaciones. Los inversores extranjeros están saliendo.

Los funcionarios ucranianos culpan a la devaluación del 10%, de las protestas masivas que se iniciaron en noviembre. Pero la caída del hryvnia es una consecuencia natural de años de declive económico, corrupción, estafa y caos que se expresa en un déficit comercial y presupuestario enorme, en 18 meses de recesión y en una deuda externa creciente. La economía de Ucrania sufre de una combinación fatal de todas las peores características del viejo Estado burocrático y de todas las peores características del capitalismo mafioso. El pueblo de Ucrania tiene, literalmente, el peor de todos los mundos.

Un gran número de personas se han visto obligadas a salir de Ucrania, sobre todo de la parte más rural y occidental del país, en busca de trabajo y dinero para mantener a sus familias. Según el Banco Mundial, Ucrania es uno de los 10 principales receptores de remesas del exterior, con transacciones que alcanzaron $9.300 millones en 2013. Se estima el número total de ucranianos trabajando en el extranjero en cerca de cinco millones. En 2012 enviaron a casa $7.500 millones (el 4% del PIB de Ucrania) a través de transferencias bancarias.

La oligarquía continúa saqueando al pueblo, especialmente a través de su control sobre los bancos que cobran tasas de interés exorbitantes. «En Polonia se puede tomar un préstamo por un 7%, en Alemania tienes que pagar un 3% «, dice el empresario de Lviv, Zenoviy Berms. «En Ucrania, te costará de 25% a 30% pedir un préstamo al banco.» Mientras que los oligarcas se pelean por el reparto del botín, las pequeñas empresas están arruinándose. Entre 2010 y 2012 el número de empresas se redujo en 600.000, de acuerdo con el Comité Estatal de Estadística de Ucrania.

Muchos trabajadores autónomos y profesionales, y pequeños empresarios, se unieron a las protestas en las calles de la capital y en otras ciudades. Están cada vez más desesperados y cansados de la corrupción masiva y de la presión sobre sus negocios de los impuestos, las aduanas o de los inspectores del gobierno que les exigen sobornos. La clase media, sobre todo la de tradición nacionalista de habla ucraniana de la zona occidental, puede caer fácilmente presa de los demagogos derechistas y nacionalistas.

La UE y Ucrania

Como un hombre que se ahoga agarrándose a un clavo ardiendo, algunas personas en Ucrania veían el acuerdo de asociación con la UE como una manera de salir de la crisis. Tan desesperada es la situación de la economía ucraniana que mucha gente tiene la ilusión de que lazos más estrechos con la UE significa que disfrutarán del tipo de nivel de vida que han visto en Alemania. Esa es una ilusión sin esperanza, por supuesto, como cualquier ciudadano de Grecia o España podría decirles rápidamente. Pero en una situación desesperada se vive con ilusiones, ya que no hay otra cosa a qué aferrarse.

La oferta de la UE de un acuerdo comercial era muy popular en el oeste de Ucrania, porque prometía facilitar las condiciones para la emigración. Por razones obvias, el movimiento cuenta con el apoyo de masas entre los trabajadores migrantes que trabajan en Alemania y en el oeste del país. Dado que muchos ciudadanos de Ucrania occidental trabajan en la UE, se trataba de una oferta muy tentadora. En realidad, se trataba de una maniobra cínica para separar a Ucrania de la órbita rusa y empujarla hacia la esfera de influencia de la Unión Europea y de los EEUU.

Inicialmente, parecía que Yanukovich estaba dispuesto a aceptar la oferta. Pero entonces, cambió de repente de opinión. Los patrones de la industria pesada de la parte oriental de Ucrania, que tienen únicamente a Rusia como compradora de sus productos, protestaron con que el precio de la integración europea era demasiado alto. Los patrones más exitosos de la industria del acero, que exportan a los mercados de la UE y de Asia, se mantuvieron en silencio. Esto representó una ruptura dentro de la oligarquía. Una llamada telefónica del Kremlin fue probablemente suficiente para darle a Yanukovich segundos pensamientos.

No es difícil de comprender la volte face. Ucrania tiene deudas enormes y crecientes. La pregunta de siempre es: ¿quién paga? Los funcionarios occidentales se resisten a quedar atrapados en una guerra de pujas con los rusos sobre la ayuda a Ucrania. Frau Merkel tiene grandes ambiciones, pero su ambición está templada con la tacañería de un usurero. Después de haber exprimido la vida del pueblo griego y de ganar una reputación como la principal defensora de una austeridad inflexible, tenía difícil aventurarse a arrojar grandes cantidades de dinero de los contribuyentes a Yanukovich.

La oferta de la UE fue mezquina en extremo. Hasta ahora, el paquete europeo que se ha informado es de menos de $1.000 millones. Eso era casi un insulto. El señor Yanukovich es un hombre de honor y, por tanto, sólo está dispuesto a venderse a un precio muy alto. Esto simplemente no era suficiente. Por otro lado, su viejo amigo Vladimir blandía tanto una zanahoria muy jugosa como un gran palo: 15 mil millones si aceptaba, y el corte de los suministros de gas y petróleo si no lo hacía. Fue realmente un caso abierto y cerrado para el sitiado presidente ucraniano.

La negativa del gobierno a firmar el acuerdo de asociación UE-Ucrania fue un shock. Se convirtió en la chispa que encendió una ola de protestas que sacudió al régimen hasta sus cimientos.

¿Qué tipo de protestas?

Es el deber de los marxistas analizar la naturaleza de un movimiento, determinar su carácter de clase, exponer cuáles son los intereses que yacen detrás de las consignas, y separar lo que es progresista de lo que es reaccionario. No todo movimiento de masas es revolucionario o de carácter progresista. Y aun cuando el pueblo consiga por medios revolucionarios derrocar un régimen tiránico y opresivo, no es de ninguna manera inevitable que lo que lo sustituya, será mejor. Los resultados de las acciones de los hombres y mujeres pueden ser muy diferentes de lo que se proponían.

En noviembre de 2013, los manifestantes salieron a las calles para tratar de obligar al presidente a revertir su decisión. Inicialmente, las protestas – que eran pacíficas – pueden haber sido vistas con simpatía por muchos ucranianos comunes y corrientes. La gran mayoría del pueblo de Ucrania está enojado por el estado lamentable al que ha sido reducido por sus gobernantes un país potencialmente próspero. El odio hacia los oligarcas corruptos no es menor en la parte oriental del país, de lo que es en el occidente. Tanto los ucranianohablantes como los rusohablantes maldicen por igual a los parásitos ricos que drenan las riquezas de la nación y se las llevan lejos para atesorarlas en bancos extranjeros, mientras viven una vida de playboys en casas caras de Londres.

Una masa de personas salió a las calles de Kiev. Esta vez la gente no esperó a que el Ayuntamiento de la ciudad abriera sus puertas voluntariamente. En lugar de eso, irrumpieron en el edificio, rompieron algunas ventanas y ocuparon la planta baja. Aparentemente, presa del pánico por las manifestaciones, Yanukovich recurrió a la represión. Pero esto fue mal manejado. La policía antidisturbios los rodeó con porras y los golpeó de manera salvaje. Al menos cinco personas murieron. Pero, lejos de intimidar a los manifestantes, esta brutal exhibición de violencia sólo los enfureció.

El presidente alternó entre intentar despejar a los manifestantes por la fuerza y ofrecerles concesiones. Sin embargo, las concesiones eran demasiado pequeñas para satisfacer a los manifestantes, y la represión era demasiado débil para acobardarlos. En unas semanas las protestas barrieron Ucrania y rápidamente se convirtieron en un ataque frontal contra Yanukovich, donde los manifestantes exigían la destitución del presidente y del grupo de su entorno. Los levantamientos continuaron a lo largo de diciembre y enero, creciendo en tamaño y volviéndose cada vez más violentos. Los edificios del gobierno en todo el país fueron ocupados.

Al parecer, los números reales en la Plaza de la Independencia oscilaban entre 2.000 y 20.000 personas. Las «tropas de choque» fueron reclutadas de las filas de los hinchas de fútbol del Dínamo de Kiev. La mayoría de la gente de Kiev estaba tratando simplemente de mantener su rutina diaria. Los observadores extranjeros han señalado que sólo un número relativamente pequeño de activistas están involucrados en los combates, y que la «vida normal», continúa en el resto de la capital. Sin embargo, esta cifra no da una verdadera idea de la magnitud de la oposición potencial. Sus principales reservas se encuentran entre los residentes del oeste de Ucrania.

El llamado movimiento Euromaidan en Kiev tuvo el apoyo de la clase media: no sólo de los intelectuales, sino de la pequeña burguesía tradicional. Su principal base social son los pequeños y medianos empresarios arruinados (muy numerosos en Ucrania) y también el lumpenproletariado – las capas de desclasados ​​que viven en los márgenes de la sociedad: los mendigos, ladrones y otros elementos desmoralizados siempre dispuestos a participar en disturbios, saquear y quemar. Son el ejército de alborotadores que siempre aparece en medio de cualquier movimiento de masas importante y sirven para empujarlo más allá del filo. Pero la clase obrera se ha mantenido en gran parte pasiva.

A pesar de varios enfrentamientos con la policía, que dejaron decenas de heridos, el estado de ánimo general de los manifestantes era bastante tranquilo al comienzo.

Algunos son partidos legales que se ubican en la derecha del espectro político, como Udar (El Golpe) el Partido de Vitali Klitschko, ex campeón mundial de boxeo que ha estado viviendo en Alemania desde hace años. Este partido de centro-derecha, que está presente en el Parlamento (Rada) fue fundado en Berlín en torno a la idea de la integración europea. El propio Klitschko es un títere de Merkel y sigue servilmente los dictados de sus jefes de Berlín.

Luego está Batykivshchina («Patria», en ucraniano). Este es el partido de Yulia Tymoshenko, quien junto con Viktor Yushchenko, desempeñó un papel destacado en la «Revolución Naranja» de 2004, pero estaba en la cárcel hasta que salió el otro día. La UE estaba exigiendo su liberación como parte del acuerdo con Yanukovich, pero esto fue rechazado. Ella fue sustituida como líder del Batkivschyna por Arseniy Yatsenyuk.

A Occidente al parecer le gusta Yatsenyuk. Él habla inglés bastante bien y está dispuesto a repetir todas las frases que sean agradables para los oídos occidentales. La célebre conversación telefónica entre la Subsecretaria de Estado de EEUU, Victoria Nuland, y el embajador de EEUU en Ucrania, Geoffrey Pyatt, sugiere que el líder de Batkivschyna era de hecho el hombre por el que Washington estaba apostando, mientras que el menos experimentado Klitshko parece ser el favorito de Merkel …

Ninguno de los partidos moderados de la oposición parece disfrutar de la plena confianza de los manifestantes.

El fascismo en Ucrania

Estas son las caras «respetables» de la oposición ucraniana, los que son favorecidos por Washington y Berlín. Pero detrás de los partidos de derechas legales, fuerzas mucho más siniestras están al acecho. El partido llamado cómicamente Svoboda («Libertad») está dirigido por Oleg Tyagnybok y es un partido de ultra-derecha y neo-nazi que trata de hacerse pasar por un tipo de fascismo «moderado». A diferencia de los fascistas «extremos» y abiertamente nazis, que también están presentes en cantidades significativas. Entre estos últimos se encuentra el «Sector Derecho» (UNA-UNSO), dirigido por Dimitri Jaros.

La presencia entre los manifestantes de los nacionalistas extremistas era visible: los partidos nacionalistas y de extrema derecha, y grupos abiertamente fascistas, desplegando insignias Nazis de los años de la Guerra. La BBC News informó: «En las calles de Kiev, jóvenes de extrema derecha con pasamontañas negro instruyen a voluntarios para resistir a la policía antidisturbios, y organizan turnos de seguridad en la Plaza de la Independencia con barricadas». Los grupos nazis han surgido como setas venenosas después de una tormenta: «Patriotas de Ucrania», el «Martillo Blanco» y «Tridente», un movimiento que sigue las ideas del fascista ucraniano de los años de la Guerra, Stepan Bandera.

Estos son nazis extremos cuyo odio a Rusia alcanza el punto de abogar por la guerra contra Rusia como un elemento clave de su ideología. Cuando Hitler atacó a la Unión Soviética en 1941 una pequeña minoría de ucranianos estuvieron dispuestos a colaborar con los nazis, en particular, el movimiento nacionalista ucraniano mencionado, dirigido por Stepan Bandera. Él trató de ganar el apoyo alemán para su idea de una Ucrania independiente. El carácter abiertamente fascista y racista de su programa era muy claro y explícito. En el apartado de «Política hacia las Minorías» de la organización de Bandera, la Organización de Nacionalistas Ucranianos (OUN-B), leemos lo siguiente:

«Moskali (rusos), Polacos y Judíos son hostiles a nosotros y deben ser exterminados en esta lucha, sobre todo aquellos que resistan a nuestro régimen: deportarlos a sus propias tierras, lo más importante: destruir su intelectualidad que pueda estar en puestos de poder. .. Los Judíos deben ser aislados, alejados de las posiciones gubernamentales con el fin de prevenir el sabotaje, los que se consideren necesarios sólo podrán trabajar bajo un supervisor … la asimilación de los judíos no es posible».

Estas palabras fueron traducidas a hechos. A finales de 1942 la OUN-B llevó a cabo una campaña de limpieza étnica en Volhynia, y a principios de 1944, estas campañas comenzaron a incluir el este de Galitzia. Se estimó en cerca de 70.000 polacos, en su mayoría mujeres y niños, junto con hombres desarmados, los que fueron asesinados durante la campaña de la primavera y el verano de 1943 en Volhynia por la OUN-Bandera que fue la principal responsable de las matanzas.

Los nazis utilizaron a los Banderistas para conquistar Ucrania, pero más tarde los aplastaron. ¡Naturalmente! Para Hitler sólo podía haber una raza superior, y todos los pueblos eslavos (incluidos los ucranianos) eran para él una raza inferior aptos sólo para servir a sus amos arios. Los nazis trataron a los ucranianos como esclavos, y a su país como un granero enorme para satisfacer las necesidades de Alemania de productos agrícolas. La pesadilla terminó finalmente cuando el Ejército Rojo liberó a Ucrania de la barbarie fascista.

Hoy en día algunos tratan de negar la verdad histórica e incluso de recrear al criminal fascista Bandera como a una especie de héroe nacional. En 2010, el supuesto demócrata y amado de Occidente, Viktor Yushchenko, concedió póstumamente a Bandera el título de Héroe de Ucrania. Ese premio vergonzoso fue condenado por las organizaciones rusas, polacas y judías, y fue anulado oficialmente en enero de 2011. Ahora, los retratos de Bandera son exhibidos descaradamente en la Plaza de la Independencia, un comentario elocuente de la naturaleza de, al menos, una parte significativa de los activistas que luchan por el poder en Ucrania.

El carácter reaccionario de estos «activistas» fue subrayado por la destrucción del monumento a Lenin en Kiev y las palizas salvajes sufridas por activistas de izquierda y sindicales. Al principio, el QSPA (Confederación de Sindicatos Libres de Ucrania) adoptó una posición de apoyo incondicional a la protesta de Maidan. Aquí no había ninguna traza de contenido de izquierda o comunista en absoluto. Sin embargo, cuando Miroshnichenko, un diputado del partido de la extrema derecha «Svoboda» tomó un folleto de ellos, de inmediato declaró que se trataba de «activistas de izquierda» y anunció desde el escenario que debían ser expulsados. Los activistas sindicales fueron atacados y uno de ellos terminó con el rostro destrozado. Esta violencia contrarrevolucionaria nunca aparece en las pantallas de televisión occidentales, que se concentran exclusivamente en la violencia (también innegable) de las fuerzas del Estado.

Los partidos y demagogos fascistas prosperan en una situación de caos social y económico que ha llevado a la locura a un gran número de pequeñoburgueses. Estos elementos desesperados, impulsados en la misma medida por los sentimientos de desprecio hacia la clase obrera y de envidia hacia el tren de vida de los ricos, a veces son capaces de actos de valentía desesperada, pero no tienen ningún programa o perspectiva clara que no sea un ardiente odio a la autoridad y un deseo de derribar el orden existente que ellos ven como la fuente de todos sus problemas. Tales personas son fáciles de manipular por la demagogia fascista que les dice que ellos están, en realidad, en una lucha de la raza superior por una Noble Causa, que es la salvación de la Nación Ucraniana contra los oligarcas judíos, los comunistas y los rusos. Los humos nocivos del chovinismo se mezclan con los olores embriagadores del incienso y del canto de los sacerdotes fanáticos.

Lo que menos sospecha la gente que está en las calles es que detrás de esta espesa cortina de humo de demagogia pseudopatriótica se encuentra, precisamente, la mano oculta de esos oligarcas privilegiados contra los que se supone que están rebelándose, y que aún manejan los hilos. Y detrás de todos los llamamientos para restaurar la grandeza histórica de Ucrania descansa una amenaza mortal para destruir Ucrania como una nación unida, para destrozarla y convertirla en dos trozos sangrantes para ser entregados al imperialismo alemán, uno de ellos, y a la camarilla rapaz del Kremlin, el otro. Como siempre, la gente común será quien pierda.

La UE y los EEUU

Ahora, por más que a la UE le guste atraer a Ucrania a su esfera de intereses, los políticos de Bruselas y Berlín no tienen ningún interés en permitir que los levantamientos violentos en ese país conduzcan a una espiral fuera de control, que termine Dios sabe dónde. Los estadounidenses pueden permitirse el lujo de ser optimistas, pero la canciller alemana tiene bastantes problemas para lidiar con los déficits de Grecia y España, y no debe estar muy entusiasmada con la idea de pagar las facturas del gobierno de Kiev. Tampoco debe estar muy contenta ante la perspectiva de una avalancha de refugiados que llamen a su puerta.

Por otro lado, Alemania tiene excelentes relaciones con Rusia y su presidente Vladimir Putin que suministra grandes cantidades de gas para mantener los hogares y las fábricas alemanas cálidas y bien iluminadas. Alarmado por estos acontecimientos inesperados, Angela Merkel, llamó por teléfono el presidente Putin para pedirle que desactivara la crisis y presionara a favor de un «diálogo constructivo» entre la oposición y el gobierno. A raíz de una llamada telefónica con el señor Putin, ella dijo que «todas las partes deben aceptar su responsabilidad de estabilizar el país».

Esta conducta excesivamente razonable causó claramente una cierta irritación en Washington, que esperaba una respuesta más sólida a los acontecimientos de Kiev. La Casa Blanca inmediatamente señaló con el dedo a Moscú después de que emergiera la filtración de las grabaciones de sus altos diplomáticos discutiendo sobre Ucrania. Los conflictos y contradicciones entre los imperialistas, a menudo pueden tener un lado divertido, como muestra el siguiente incidente.

En un clip de audio publicado en YouTube, se podía escuchar a la Subsecretaria de Estado de EEUU, Victoria Nuland, y al embajador de EEUU en Ucrania, Geoffrey Pyatt, hablando por teléfono, sugiriendo la receta perfecta para la solución de los problemas de Ucrania (perfecto, es decir, desde el punto de vista de Washington): Arseni Yatseniuk, un líder de la oposición y ex ministro de relaciones exteriores, debe estar en un nuevo gobierno en Kiev. Pero Vitali Klitschko, un ex boxeador de peso pesado conocido por estar favorecido por Merkel, es descrito como inexperto junto con la necesidad de que «haga sus deberes políticos».

La señora Nuland se refiere a estos dos hombres como «Yats» y «Klitsch». Las dos voces se lamentan de cómo la actitud de la UE en Ucrania es vista como «suave» por los EEUU, lo que es claramente verdad. En un momento, al expresar su frustración con la UE y su incapacidad para unirse a los EEUU en la amenaza de sanciones contra los dirigentes de Ucrania, la señora Nuland exclama: «A la mierda con la UE». Una portavoz del Departamento de Estado, dijo que los EEUU no quisieron comentar la autenticidad de la grabación, pero dijo que la señora Nuland había pedido disculpas a los funcionarios de la UE por las declaraciones recogidas.

Esto no tiene ni pies ni cabeza. Si las voces implicadas no eran de dos diplomáticos de Estados Unidos, sino de dos actores o de algunas otras personas accidentales, ¿por qué se disculpa de nada la señora Nuland? Pero tales son las sutilezas bizantinas de la diplomacia burguesa.

Por nuestra parte, no tenemos la menor duda de que la voz en cuestión era en realidad de la señora Nuland, y que ese lenguaje impropio de una dama expresa con una claridad exquisita la verdadera actitud de Washington hacia sus amigos y aliados del otro lado del Atlántico.

El hecho es que tanto a Berlín como Washington les gustaría instalar un gobierno títere en Ucrania, aunque su elección de los títeres es diferente. Merkel quiere evitar un baño de sangre a gran escala, que provocaría una avalancha de refugiados hacia la UE. Ahora que siente que ha reforzado su control sobre Ucrania, habla públicamente de un «compromiso» – es decir, de un compromiso que deje a la UE y a los norteamericanos el control, y relegue a Rusia a una posición de insignificancia. Ese es el verdadero significado de una coalición de gobierno de transición, un «gobierno de unidad nacional». Pero esto es más fácil decirlo que hacerlo.

Fin de la partida

Después de haber metido la pata con la represión, el régimen ucraniano procedió a meter la pata con las concesiones. Durante los dos meses de disturbios, el presidente de Ucrania se negó a hacer concesiones a los políticos de la oposición. El punto de inflexión fue el 20 de febrero, cuando el parlamento ucraniano votó un alto el fuego. Tras una reunión de los jefes de Ucrania con la UE, Yanukovich declaró que estaba dispuesto a celebrar elecciones presidenciales y parlamentarias anticipadas, a establecer un Gobierno de Unidad Nacional y a cambiar la constitución.

Moscú pidió conversaciones a tres bandas sobre el futuro de las relaciones comerciales y económicas con Ucrania, una invitación que la UE declinó. El viernes 21 de febrero, al ver que su apoyo se desvanecía, el presidente puso su firma, a regañadientes, en un acuerdo de compromiso con los líderes de la oposición. Una vez excluida Rusia, el acuerdo fue negociado por los ministros de Relaciones Exteriores de Francia, Alemania y Polonia. Ofrecía un nuevo gobierno de unidad nacional, cambios constitucionales para devolver los poderes al Parlamento, y elecciones anticipadas que se celebrarían en diciembre. El ministro polaco declaró que se trataba de «el mejor acuerdo que se podía alcanzar».

Pero los acontecimientos sobre el terreno se movían más rápido que las ruedas torpes de la diplomacia. Esto puede haber sido suficiente para satisfacer a la oposición moderada y a la UE, pero para el ala extrema de los manifestantes fue sólo un signo de debilidad, una luz verde para continuar con el levantamiento «hasta la victoria final.» Los manifestantes dijeron que no estaban dispuestos a esperar a las elecciones de diciembre ni aceptar cualquier cosa menos que la eliminación inmediata de Yanukovich.

Si se hubiera hecho la misma oferta dos meses antes podría haberse conseguido escindir a la oposición y abortar las protestas. Pero ahora eso fue visto claramente como un signo de debilidad. Los radicales rechazaron de inmediato la «falsa» tregua e intensificaron sus ataques con disturbios cada vez más violentos en Kiev y con la toma de edificios de la administración en todo el país.

La violencia esporádica continuó como si no existiera la diplomacia. En el oeste de Ucrania los manifestantes ocupaban los edificios del gobierno, negándose a reconocer al gobierno de Kiev. La conflagración fue extendiéndose rápidamente, en donde los rebeldes tomaban el poder en las ciudades occidentales como Uzhgorod, Luchka y Lviv. Desde muchos lugares en el oeste de Ucrania llegaron informes de que la policía local se había pasado al pueblo y las autoridades estaban colapsando. El poder del Estado se estaba desmoronando rápidamente. La amenaza de una guerra civil abierta asomaba más grande con cada hora que pasaba.

Un pelotón de unos 60 policías llegaron de la ciudad de Sokal en la región ucraniana de Lviv. Los policías se desplazaron a la Plaza Maidan de Kiev junto con sacerdotes y voluntarios civiles armados con rifles. El comandante de la policía de Sokal, hablando desde el escenario, dijo: «También tenemos armas, y sabemos cómo usarlas. Y si hay un solo disparo contra Maidan, responderemos».

Sintiendo que el viejo régimen se desmoronaba, los manifestantes tomaron el control de los edificios de la administración presidencial. No hubo resistencia. La policía abandonó la vigilancia de los edificios presidenciales y los manifestantes pudieron entrar en la suntuosa residencia campestre del presidente, en las afueras de Kiev, y mirar fijamente el lujo grotescamente ostentoso pagado con los miles de millones robados al pueblo por una oligarquía voraz y parásita.

Los acontecimientos en las calles finalmente produjeron un cambio fundamental en el equilibrio de fuerzas en el Parlamento. Un intento de alcanzar un acuerdo de compromiso, martillado con la participación de la UE, fracasó en detener un proceso que ya había alcanzado el punto de inflexión. Temiendo, si no por sus vidas, sí desde luego por sus empleos y privilegios, los miembros del partido de Yanukovich cambiaron rápidamente de lado. Al final, el parlamento votó su destitución y celebrar nuevas elecciones el 25 de mayo.

La oposición ya había tomado el control de las principales palancas del poder en Kiev. Los diputados del antiguo partido gobernante habían sido golpeados, apedreados e intimidados a guardar silencio. Uno a uno, la oposición en el parlamento ha destituido a los principales ministros del gobierno anterior, y ha hecho nuevos nombramientos de alto nivel.

La ex primera ministra Yulia Tymoshenko, después de haber sido liberada de la prisión, se dirigió a las multitudes en la Plaza de la Independencia de Kiev y, entre estallidos de lágrimas, instó a los partidarios de la oposición a continuar con sus protestas. «Hasta que no terminéis este trabajo … nadie tiene derecho a abandonar,» dijo ella, sin decir en qué consistía «el trabajo». Los EEUU y la UE han saludado con entusiasmo la liberación de la Sra. Tymoshenko, que calificaron de «esencial para una Ucrania democrática». Sin embargo, muchas personas en Ucrania no comparten su entusiasmo. Recuerdan cómo ella y los otros dirigentes de la llamada Revolución Naranja los hundieron antes. Se ha informado de que mucha gente se alejó disgustada cuando ella apareció en el escenario.

Los conflictos en la oligarquía

La cuestión nacional siempre está llena de contradicciones, y en ninguna parte más que en Ucrania. Incluso antes de la Revolución de Octubre, el idioma ucraniano se hablaba principalmente en las aldeas, mientras que el ruso era el idioma dominante de los pueblos y ciudades. Desde la época soviética, el este de Ucrania ha sido el bastión de la industria ucraniana, la patria de la mayoría de los oligarcas ucranianos y la base electoral del Partido de las Regiones del presidente Viktor Yanukovich.

Ahora existe un grave peligro de que este país complejo y frágil pueda romperse en sus partes componentes, con consecuencias catastróficas para los pueblos, tanto de la Ucrania occidental como oriental. Ya se ha informado de que los gobernantes de la península de Crimea han volado a Moscú para pedir que Crimea se una a Rusia si continúa el caos en Ucrania. La armada rusa tiene una importante base en Crimea, una península del Mar Negro que Nikita Jrushchev transfirió a Ucrania (bajo la influencia del vodka, dicen algunos). Rusia no dudará en apoderarse de ella de nuevo si ve que los norteamericanos toman el control de Ucrania. Esto exacerbará aún más las crecientes tensiones entre Rusia y Occidente.

A medida que la situación en las calles empeoraba comenzaron a aparecer grietas en la oligarquía gobernante. Ajmetov vio elevarse su fortuna durante los últimos tres años bajo Yanukovich. Pero, luego, sectores de la oligarquía comenzaron a considerar si Yanukovich no se había convertido en una carga para sus intereses. En el sitio web del grupo SCM, propiedad de Ajmetov, apareció una declaración pidiendo más diálogo. Ajmetov tuvo la precaución de construir relaciones con la oposición para contemplar todas las eventualidades, dice Fesenko. «Los oligarcas mantienen buenas relaciones con la oposición como una póliza de seguro – es como invertir en su futuro.»

Los oligarcas también tenían sus problemas con Yanukovich y «la familia», los empresarios privilegiados que rodean al presidente, y que éste había promovido, a quienes había facilitado el acceso a contratos jugosos desde 2010. Los ucranianos de ambos lados de la división Este-Oeste hace tiempo que conocen la corrupción en el seno del gobierno. Pero a medida que los manifestantes entraron en la residencia palaciega del Sr. Yanukovich en las afueras de Kiev, se quedaron pasmados por la cantidad de oro y mármol.

Había pistas de tenis, un ring de boxeo subterráneo, avestruces, pavos reales y urogallos, un aviario y lo que parecía ser un zoológico con ciervos y jabalíes. En realidad esto no era un zoológico, sin únicamente la despensa privada de carne del presidente. El espectáculo se completaba con una sala de banquetes flotante, adornada con botellas de vodka con el rostro del presidente radiante en las etiquetas. Se escuchaba a la gente comentar: «Así que este es el lugar a donde se fue todo nuestro dinero.»

Esta exhibición repentina de extravagante riqueza ha expuesto en toda su medida cómo se enriquecieron el presidente y su séquito a costa del país. Pero la idea de que esto podría servir de factor de unidad demostrará ser una ilusión. La población del este de Ucrania sabe, como la del oeste, que toda la clase política es corrupta. Pero si bien pueden estar disgustados con la visión de esa corrupción descarada, no creen que los hombres y mujeres que se pongan los zapatos de Yanukovich serán mejores.

Su miedo y desconfianza hacia los políticos de Kiev es mucho mayor que cualquier satisfacción que pudieran sentir por su caída en desgracia. De hecho, si critican a Yanukovich es sobre todo por no haber reprimido más duramente a los manifestantes y permitir que se desarrollara una situación caótica, y porque él huyera en lugar de resistir. Aquí tenemos dos Ucranias, que no sólo hablan dos idiomas diferentes, sino que tienen dos mentalidades completamente diferentes y dos formas contradictorias de interpretar los mismos hechos. Esta es una situación muy peligrosa, embarazada de las más graves consecuencias para el futuro de Ucrania.

Rusia y Ucrania

Los diplomáticos estadounidenses y de la UE están tratando de empujar a Ucrania hacia su senda y aumentar su influencia en Kiev. Pero la Unión Europea acaba de aprender una lección útil: si juegas con fuego, tarde o temprano te quemarás los dedos. La continuación del caos en Ucrania pone en peligro la estabilidad económica y política de la propia UE.

La UE, preocupada por las consecuencias de la crisis de Ucrania, está ahora luchando por una solución de compromiso que implicaría la creación de un nuevo gobierno tecnócrata liderado por figuras de la oposición, y cambios constitucionales que reduzcan los poderes del presidente.

La idea de que relaciones más estrechas con la UE sería buena para el pueblo ucraniano se contradice con los hechos. Es poco probable que la UE envíe grandes cantidades de dinero a Ucrania, debido a sus propios graves problemas financieros. Los europeos están hablando vagamente de dar ayuda financiera a Ucrania «una vez que se restablezca la democracia.» La propia vaguedad de las promesas es la prueba de su falta de sinceridad. Merkel no está dispuesta a enviar dinero a Grecia. ¿Por qué debería ser más generosa con Ucrania?

Por tanto, la burguesía europea mira nerviosamente a los EEUU para que la ayude a salir del atolladero – bajo el disfraz del FMI. Un posible plan de rescate del FMI supondría duras condiciones como las impuestas a Grecia o peores. Tendría que haber salvajes recortes en el gasto público, aumento de los impuestos y una reducción de los subsidios. El FMI está exigiendo un aumento sustancial de los precios de la energía del orden del 40 por ciento. En otras palabras, significaría aún más pobreza y miseria de la que existe en la actualidad. Por otra parte, ¿qué quedaría de la idea de la soberanía nacional de Ucrania, cuando todas las decisiones económicas y sociales importantes serían tomadas por una camarilla de banqueros europeos y norteamericanos?

Al igual que la UE y los EEUU están tratando de arrastrar a Ucrania a Occidente, Rusia está ejerciendo presión para mantener con firmeza a su vecino en su propio campo. Como contrapartida a la UE, Putin está tratando de formar una especie de Mercado Común Euroasiático. Sin la presencia de Ucrania, esto sería un cero a la izquierda. La caída de Yanukovich de ninguna manera significa que Rusia se resigne a ver a Ucrania a la deriva dentro de la esfera de influencia de los EEUU y de la UE. Y tiene palancas muy poderosas para hacer sentir sus puntos de vista.

Moscú ha acusado en repetidas ocasiones a Occidente de mover los hilos del movimiento de protesta en Ucrania – una acusación que Washington y Bruselas han rechazado con indignación, aunque su injerencia en los asuntos internos de Ucrania no es menos real que la de Moscú. Sergei Glaziev, asesor del presidente Vladimir Putin, acusó a los EEUU de «gastar $20 millones a la semana» en financiar a la oposición ucraniana, incluyendo el suministro de armas. Ya Rusia retiró a su embajador de Kiev. Más inquietante, está advirtiendo que va a defender a la población rusohablante de Ucrania. La última vez que se utilizó este tipo de lenguaje fue cuando Rusia invadió Georgia.

Mientras que tal desarrollo no está excluido, Putin tiene otras armas en su arsenal. El suministro de gas ruso barato y de dinero es lo único que impide un colapso total de la tambaleante economía de Ucrania. La idea de que Moscú estaría dispuesto a seguir financiando las deudas de un gobierno en Kiev que es abiertamente hostil a Rusia pertenece al reino de los cuentos de hadas. Como era de esperar, los rusos ya han anunciado la suspensión de su ayuda. Ellos han advertido que cualquier acercamiento a la UE se encontraría con altos aranceles para las exportaciones de Ucrania a Rusia. También podrían reclamar sus deudas pendientes. Eso sería suficiente para hundir la economía de Ucrania – que ya está en muy mal estado – en caída libre, con consecuencias nefastas.

Hay otra posibilidad que se cierne más grande cada día: el colapso completo de Ucrania como país unificado. Hablar de un «nuevo amanecer» es prematuro, por decir lo menos. Lejos de conducir a la estabilidad, la situación aún podría ser mucho peor. Las líneas de fractura en la sociedad ucraniana se han profundizado al punto de que una ruptura del país ya no puede ser excluida. Esto no puede lograrse sin una violencia terrible y derramamiento de sangre.

Putin y sus asesores ya estarán sopesando esta posibilidad. Si la alternativa es perder Ucrania por completo, es posible que consideren preferible separar la parte oriental, que contiene la mayor parte de la industria, importantes yacimientos de carbón y ricas tierras agrícolas. Tal desarrollo, que no podría llevarse a cabo pacíficamente, sería una catástrofe para el pueblo ucraniano. Se levantaría de nuevo el fantasma horrible de Yugoslavia.

¿Cuál es la solución?

En el momento de escribir estas líneas, Yanukovich, que huyó de Kiev en un helicóptero, se cree que está en el este de Ucrania. El ex presidente ha denunciado los acontecimientos de Kiev como un golpe de Estado y dijo que no va a dimitir. Esta es la primera indicación de que nada se ha resuelto decisivamente. Que Yanukovich sea capaz de sobrevivir está abierto a la discusión. Por ahora, tanto Putin como la oligarquía podrían considerarle una carga. Pero lo que está claro es que la autoridad del nuevo gobierno de Kiev no se extenderá al Donetsk. El supuesto gobierno de unidad nacional se convierte así en la práctica en un gobierno de desunión nacional.

El Partido de las Regiones de Yanukovich es el partido de los oligarcas del acero del este de Ucrania, con fuertes vínculos con Rusia. Se basan en gran medida en el mercado ruso y se oponen completamente a reforzar sus vínculos con la UE, ya que se arruinarían. Esto también es un factor poderoso para los trabajadores de la parte oriental de Ucrania en su oposición al giro hacia la UE. Aunque ellos odian a los oligarcas y no quieren al Presidente ni a su partido, temen que cualquier alternativa sería peor para ellos.

Si el movimiento de protesta se hubiera centrado en un ataque frontal contra la corrupción, sin ninguna implicación del nacionalismo ucraniano pro-occidental con su sentimiento anti-ruso, entonces podría haberse propagado a la clase obrera industrial del este de Ucrania. Toda la ecuación se habría transformado rápidamente. Pero el pueblo rusohablante de Ucrania echó un vistazo a las banderas fascistas y Banderistas de la Plaza de la Independencia y a la destrucción de la estatua de Lenin, y, naturalmente, se alejó disgustado.

La principal debilidad del movimiento ha sido la ausencia de un movimiento independiente de la clase obrera. Ha habido varios intentos de organizar una huelga nacional, pero ninguno ha tenido éxito. La inmensa mayoría de la clase obrera es amargamente hostil a la oligarquía y al régimen político corrupto. Pero ella no se ve representada por los manifestantes y ha adoptado una actitud pasiva. Es la ausencia del movimiento independiente del proletariado ucraniano lo que ha impulsado las protestas hacia un callejón sin salida.

La actitud de los trabajadores en el Este es de escepticismo. Cuando se les dice que Yanukovich es corrupto, se encogen de hombros y dicen: «¿Y quién no es corrupto?» Este escepticismo está bien fundado. Ellos ya han tenido la experiencia de la «Revolución Naranja», y recuerdan cómo terminó. Hubo una reorganización por arriba. Una banda de oligarcas corruptos tomó el lugar de otra, y las masas quedaron tan mal como estaban antes – o incluso peor ya que el país se deslizó aún más hacia el fango de la corrupción y del caos.

Sobre bases capitalistas, las perspectivas para el pueblo de Ucrania son sombrías. ¿Hay otra manera, que pudiera mantener la unidad y la independencia de Ucrania? Tal alternativa existe de hecho. No puede haber ninguna duda de que la gran mayoría de los ucranianos comunes y corrientes están enfermos y cansados ​​con esta situación y quisieran ponerle fin. Pero la primera pregunta que harían es: ¿pero cuál es la alternativa?

No puede haber atajos ni soluciones fáciles. Mientras la política en Ucrania signifique nada más que un tira y afloja constante entre las diferentes alas de la misma oligarquía, nunca será posible una solución real. La clase obrera no debe colocar ninguna confianza en ningún político burgués o estatal. Esto sólo conducirá a una traición tras otra.

El problema central es de dirección. Si el Partido Comunista Ucraniano (KPU) fuera un partido comunista genuino, no habría ningún problema. Pero el llamado Partido Comunista ha jugado un papel vergonzoso. El KPU nunca ha llevado a cabo una lucha contra la oligarquía y ha abandonado toda pretensión de defender el socialismo. Por ello, ha sido condenado a la irrelevancia. En el calor de los acontecimientos, la clase obrera llegará a entender la necesidad de un partido comunista genuino – un partido que represente el programa y las ideas de Lenin y de la Revolución de Octubre: el único programa que puede ofrecer un futuro a Ucrania y a su pueblo.

La única alternativa real al gobierno de los oligarcas es una Ucrania socialista democrática, donde la tierra, los bancos y las industrias estén en manos de la clase obrera, y la riqueza del país se utilice para el beneficio de todos. Dicho programa podría cortar todas las diferencias entre el Este y el Oeste, uniendo a todos los trabajadores en contra de los parásitos ricos. La primera condición es la inmediata detención de los oligarcas – todos ellos – y la confiscación de todos sus bienes y propiedades. Una pequeña idea de la cantidad de esta riqueza se puede ver en las imágenes del palacio privado de Yanukovich en Kiev. Este botín debe ser devuelto al pueblo de Ucrania, de donde fue robado. Debería ser utilizado para financiar la reconstrucción de Ucrania sobre la base de una economía socialista planificada democráticamente.

El segundo paso es el repudio de todas las deudas contraídas por la oligarquía y sus títeres políticos. El pueblo ucraniano nunca fue consultado sobre los negocios turbios de sus gobernantes y no puede aceptar ninguna responsabilidad por ellos ¡No deben permitir que los ladrones extranjeros le chupen más la sangre! La riqueza creada por los trabajadores de Ucrania debe permanecer en Ucrania y utilizarse para el beneficio de las personas que la crearon.

Mejor que cualquier otro pueblo, los ucranianos entienden que no pueden estar solos. La idea reaccionaria utópica del «socialismo en un solo país» es lo que llevó a Rusia y a Ucrania al callejón sin salida en el que se encuentran ahora. Ucrania necesita integrar su economía con los países vecinos, pero debe hacerse sobre la base de una verdadera igualdad, solidaridad y amistad, y no a través de un país que intimide y domine a otro.

Una relación sana entre Ucrania y Rusia es absolutamente necesaria y bastante natural. Los dos pueblos están conectados por muy largos y poderosos vínculos históricos. El problema surge cuando los ucranianos sienten que están dominados por su hermano más poderoso. Esa nunca fue la posición de Lenin. El Bolchevismo representaba un genuino internacionalismo. La Unión Soviética en sus primeros días fue fundada sobre la idea del internacionalismo proletario, la amistad y la igualdad absoluta. Es necesario volver a esos principios.

Rusia, igual que Ucrania, está gobernada por una oligarquía privilegiada y corrupta que persigue sus propios intereses codiciosos y egoístas. Si los trabajadores de Ucrania tomaran el poder, el régimen de Putin no duraría una semana. El programa del internacionalismo socialista – el programa de Lenin – sería un faro para todos los pueblos de la antigua Unión Soviética para romper con la esclavitud capitalista, y se unirían en una Federación Socialista genuinamente libre e igualitaria.

Una vez que la clase obrera se haya desembarazado de los parásitos a su espalda y haya tomado el control de los medios de producción, sólo el cielo sería el límite. Al poner en común los recursos colosales de todos estos países sobre la base de un plan armónico de producción, sería posible elevar los niveles de vida rápidamente. En esas condiciones, serían los pueblos de la Unión Europea y de Norteamérica, quienes dirigirían miradas de envidia hacia el Este ¡y saldrían a las calles para exigir que Europa se uniera a la Federación Socialista!

La condición previa es que los trabajadores de Ucrania tomen el poder en sus propias manos. Entonces podrían empezar a resolver los problemas. Deberían hacer un llamamiento a los obreros rusos a que siguieran su ejemplo: ¡En nombre de Lenin! ¡En nombre del socialismo! ¡En nombre de la clase obrera! Ese es el único camino a seguir.

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