Lenin y la filosofía marxista
La aportación más sobresaliente de Lenin a la lucha revolucionaria fue su contribución teórica, entendida como una guía para la acción. Sus resultados más destacados fueron la construcción del partido más revolucionario de la historia, la revolución de octubre de 1917 y la edificación de la Internacional Comunista. Los 55 tomos de sus obras completas (en castellano) dan testimonio de la actitud puntillosa y dedicada de Lenin a la claridad teórica y política.
Ya en su libro ¿Qué hacer?, Lenin explicó:
«Sin teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario. Jamás se insistirá bastante sobre esta idea en unos momentos en que a la prédica de moda del oportunismo se une la afición por las formas más estrechas de la actividad práctica». Y añadió: «el papel de combatiente de vanguardia sólo puede ser llevado a cabo por un partido guiado por la teoría más avanzada».
Mientras que sus obras teóricas sobre el Estado, la historia, la economía y la construcción del partido son muy conocidas; se conocen menos sus trabajos sobre la filosofía marxista, el materialismo dialéctico, que jugó el papel más importante en su horizonte teórico y práctico.
La atención a la filosofía marxista recorre toda la vida militante y literaria de Lenin desde sus inicios. Ejemplo de ello son su resumen de La Sagrada Familia, de Marx y Engels (1895), Marxismo y revisionismo (1908), Materialismo y empiriocriticismo (1909), Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo (1913), Carlos Marx (1914), sus Cuadernos filosóficos (1915), o Sobre el significado del materialismo militante (1922).
Contenido
Materialismo y empiriocriticismo
Indudablemente, su obra filosófica más importante es Materialismo y empiriocriticismo.
Lenin empezó a escribir este libro en el punto álgido de la ofensiva reaccionaria desatada tras la derrota de la primera revolución rusa de 1905.
Esta derrota tuvo un efecto deprimente en el movimiento, especialmente entre los intelectuales que habían apoyado la revolución, pero que empezaron a desertar cuando la reacción contraatacó.
El abatimiento condujo a la desesperanza, a una tendencia a abandonar la lucha y dedicarse a la introspección, a la búsqueda de nuevas ideas y panaceas, incluyendo ideas místicas y semirreligiosas.
En ese tiempo, el idealismo subjetivo de Richard Avenarius y Ernst Mach se popularizó entre un sector de la intelectualidad rusa.
Estas ideas no sólo eran completamente equivocadas, sino que además tuvieron un cierto eco entre algunos dirigentes bolcheviques, como Bogdánov y Lunacharski. Es en este contexto en el que Lenin libra su importante batalla contra el revisionismo filosófico, con la publicación en 1909 de Marxismo y empiriocriticismo.
No era este un debate sobre doctrinas filosóficas arcanas. Lenin tenía muy claro el ataque que suponían las ideas de Mach:
«…Tenemos entre nosotros a gente que se considera marxista, pero que propaga entre las masas una filosofía que se acerca mucho al fideísmo». (Lenin, Materialismo y empiriocriticismo)
Materialismo e idealismo
Las líneas generales del materialismo dialéctico fueron explicadas por Federico Engels en el Anti-Dühring y en Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana. Para Engels, las tendencias filosóficas fundamentales son el materialismo y el idealismo. Lenin, en su libro, explica la diferencia entre ambas:
«El materialismo considera la naturaleza como lo primario y el espíritu como lo secundario; pone el ser en el primer plano y el pensar en el segundo. El idealismo hace precisamente lo contrario». (Ibid.)
Lenin se esforzó en introducir claridad sobre el significado real de las ideas de Mach, que eran una forma de idealismo.
Tal era la seriedad con la que Lenin emprendió esta lucha ideológica que rompió sobre esta cuestión con la dirección de la fracción bolchevique en su conjunto. La escisión tuvo lugar en 1909, cuando Lenin decidió separarse de Bogdánov y Lunacharski antes de ceder lo más mínimo ante su filosofía reformista y su formalismo sectario y ultraizquierdismo político. Pero, para entonces, Lenin ya había conseguido ganarse a la mayoría del partido a la postura del materialismo dialéctico.
Conciencia y materia
El materialismo rechaza la noción de que la mente y la conciencia estén separadas de la materia. El pensamiento es la forma de existencia del cerebro, que, como la vida misma, es solo materia organizada de una manera particular. La mente es lo que podemos llamar la suma de la actividad del cerebro y del sistema nervioso. Pero, dialécticamente, el todo es mayor que la suma de las partes. Este punto de vista concuerda notablemente con los hallazgos de la ciencia, que está descubriendo gradualmente el funcionamiento del cerebro y revelando sus secretos.
El idealismo insiste en presentar la conciencia como un “misterio”, algo que no se puede entender. Mistifica el vínculo físico y causal entre la mente pensante y el cuerpo humano. El llamado problema mente-cuerpo surge debido a que los fenómenos mentales dan la impresión de ser cualitativamente diferentes de los cuerpos físicos de los que parecen depender. El materialismo consistente, sin embargo, sostiene que la mente y el cuerpo son de una misma sustancia.
La concepción dualista, que separa la conciencia del cuerpo, abre la puerta a la noción del “alma” y al misticismo religioso.
Las ideas de Mach y Avenarius provenían de una mezcla de las ideas filosóficas de Berkeley, Hume y Kant. Por un lado, defendían un empirismo extremo y unilateral que, mientras aceptaba que la fuente del conocimiento era la experiencia sensible, lo reducía a la experiencia personal de cada individuo, fuera de la cual no era posible alcanzar ningún conocimiento. La fuente del conocimiento provenía de la mente del individuo, no de la naturaleza exterior, hasta el punto de cuestionar la propia existencia de la materia si esta no era percibida sensorialmente. Por lo tanto, se mostraban escépticos hacia el conocimiento que superara la propia experiencia personal. Por otro lado, defendían que solo podemos conocer las apariencias de las cosas (“sensaciones” de colores, formas, texturas, sonidos, sabores, etc.) pero no las cosas mismas, abriendo la puerta a un misticismo religioso de cosas “incognoscibles”.
Bajo la influencia de estas ideas, el científico austríaco Ernst Mach negó la existencia de los átomos, ya que no podían ser vistos ni sentidos.
El materialismo dialéctico parte de la premisa de que el mundo objetivo existe con independencia del sujeto, pero que ambos forman parte de una unidad dialéctica. Como explica Lenin:
«La sensación es, en realidad, el vínculo directo de la conciencia con el mundo exterior, es la transformación de la energía de la excitación exterior en un hecho de conciencia. El sofisma de la filosofía idealista consiste en considerar la sensación, no como un vínculo de la conciencia con el mundo exterior, sino como un tabique, un muro que separa la conciencia del mundo exterior; no como la imagen de un fenómeno exterior correspondiente a la sensación, sino como lo único existente».
Y añade:
«Y esto es precisamente materialismo: la materia, actuando sobre los órganos de nuestros sentidos, suscita la sensación. La sensación depende del cerebro, de los nervios, de la retina, etc., es decir, de la materia organizada de determinada manera. La sensación, el pensamiento, la conciencia es el producto supremo de la materia organizada de un modo especial. Tales son los puntos de vista del materialismo en general, y de Marx y Engels en particular».
Así, de esta manera los humanos estamos sometidos a las mismas leyes objetivas que rigen la naturaleza y la sociedad. Pero, a través de nuestra actividad subjetiva, podemos interactuar con el mundo objetivo que nos rodea, modificando no solo la naturaleza, también la sociedad.
Cuando decimos que todo el conocimiento se basa en la experiencia, esto no quiere decir en absoluto mi experiencia individual, sino que implica la experiencia colectiva de toda la humanidad durante miles de años.
El mundo existía antes de que los humanos o cualquier ser vivo estuvieran presentes para presenciarlo. La materia orgánica, la vida, surgió naturalmente de la materia inorgánica. En un momento dado, criaturas unicelulares muy sencillas evolucionaron hacia formas de vida más complejas, los invertebrados devinieron en vertebrados. El desarrollo posterior del sistema nervioso central dio lugar al cerebro, y finalmente al cerebro humano y a la conciencia. Somos materia que se ha vuelto consciente de sí misma.
Como afirma Lenin en Materialismo y empiriocriticismo: «La materia es lo primario; el pensamiento, la conciencia, la sensación son producto de un alto desarrollo. Tal es la teoría materialista del conocimiento, adoptada espontáneamente por las ciencias naturales».
Ahora sabemos que la acción de las células nerviosas es tanto eléctrica como química. En los extremos de cada célula nerviosa están los bulbos sinápticos, que contienen una gran cantidad de vesículas de membranas que almacenan neurotransmisores químicos. Estas sustancias transmiten los impulsos nerviosos de una célula a otra. Estos desarrollos electroquímicos pueden ser considerados el “lenguaje” del sistema nervioso, que permite la transmisión de información de una parte del cuerpo a otra.
¿Existe la verdad absoluta?
Hay, por supuesto, muchas cosas que no sabemos sobre el universo, pero toda la historia de la ciencia muestra que lo que no sabemos hoy lo sabremos mañana. Esta búsqueda constante de la verdad es la fuerza motriz de todo el progreso en el ámbito del pensamiento y las ideas.
«En la teoría del conocimiento, como en todos los otros dominios de la ciencia, hay que razonar dialécticamente, o sea, no suponer jamás que nuestro conocimiento es acabado e invariable, sino analizar el proceso gracias al cual el conocimiento nace de la ignorancia, o gracias al cual el conocimiento incompleto e inexacto llega a ser más completo y más exacto». (Lenin, Ibid.)
Frente al escepticismo de los seguidores de Mach, Lenin defiende la correspondencia de nuestros pensamientos con la naturaleza; es decir, la capacidad de conocer la realidad:
«Así, pues, la teoría materialista, la teoría de la reflexión de los objetos por el pensamiento, está aquí expuesta con la más completa claridad: fuera de nosotros existen cosas. Nuestras percepciones y representaciones son imágenes de las cosas. La comprobación de estas imágenes, la separación de las verdaderas y las erróneas, la da la práctica». (Ibid.)
Los cuadernos filosóficos
Es instructivo que nuevamente, en una situación reaccionaria, como fueron los primeros años de la guerra imperialista de 1914-1918, Lenin volviera a la filosofía, esta vez para estudiar los textos de Hegel, el precursor de la dialéctica moderna. Lenin había adquirido la dialéctica a través de los escritos filosóficos de Marx, Engels y Plejánov, y la había aplicado brillantemente en todo su quehacer teórico y práctico.
Lenin definió la dialéctica como: «la doctrina del desarrollo en su forma más completa, profunda y exenta de unilateralidad, la doctrina de la relatividad del conocimiento humano, que nos da un reflejo de la materia en constante desarrollo. Los novísimos descubrimientos de las ciencias naturales —el radio, los electrones, la transformación de los elementos— son una admirable confirmación del materialismo dialéctico de Marx, quiéranlo o no las doctrinas de los filósofos burgueses con sus “nuevos” retornos al viejo y decadente idealismo» (Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo, 1913).
Pero en Lenin nunca se percibe el menor atisbo de cómoda autosatisfacción con su nivel político y teórico. Los cuadernos filosóficos de Lenin de este período, y en particular sus notas sobre la Ciencia de la Lógica de Hegel, además de un tesoro de ideas, nos proporcionan una descripción muy instructiva del enfoque y la actitud de Lenin hacia la teoría.
Repasó metódicamente la Ciencia de la Lógica de Hegel, tomando notas detalladas y contemplando todos y cada uno de los conceptos presentados en ella. No fue en absoluto una tarea fácil. En sus propias palabras, algunas partes de la obra parecen ser «la mejor forma de conseguir un dolor de cabeza».
En sus notas podemos ver cómo Lenin diseccionó y evaluó cuidadosamente cada parte de la obra de Hegel, antes de juntarlas y ver las ideas como un todo. Al hacerlo, no solo dominó el método de Hegel, sino que también lo criticó, separando el núcleo vivo de su cáscara muerta.
Fue uno de los grandes logros de Marx y Engels rescatar la dialéctica de las cadenas del idealismo muerto de Hegel y «darle la vuelta», aportándole una concepción materialista.
Lenin afirma:
«La lógica es la ciencia del conocimiento. Es la teoría del conocimiento. El conocimiento es el reflejo de la naturaleza por el hombre. Pero no es un reflejo simple, inmediato, completo, sino el proceso de una serie de abstracciones, la formación y el desarrollo de conceptos, leyes, etc., y estos conceptos, leyes, etc. (pensamiento, ciencia = «la idea lógica») abarcan condicionalmente, aproximadamente, la regularidad universal de la naturaleza en eterno desarrollo y movimiento».
Dialéctica versus oportunismo
Aunque Lenin afrontaba las cuestiones organizativas con la mayor flexibilidad, su insistencia en la claridad teórica fue lo que lo distinguió como un líder excepcional, y al Partido Bolchevique como la única tendencia revolucionaria consistente de su época.
El oportunismo sacrifica las perspectivas a largo plazo por objetivos inmediatos. Lenin y los bolcheviques trascendieron las apariencias y abordaron la esencia de las cosas porque sabían que al final solo la verdad les acercaría a la victoria de la clase obrera. Esta fue la clave de su éxito.
León Trotsky lo resumió así:
«Pertenece a la experiencia histórica que la mayor revolución de toda la historia no fue dirigida por el partido que comenzó con bombas, sino por el partido que empezó con el materialismo dialéctico».
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