Récord en jornadas de lucha – Contra el pesimismo, lucha de clases
Existe un discurso pesimista prevaleciente en el movimiento obrero: es común escuchar que ya no tenemos la fuerza que teníamos en tiempos pasados. Desde la OCR queremos desmentir esta creencia y hacer acopio de la combatividad que la clase obrera ha demostrado en los últimos años, no solo para celebrarla sino para tomar conciencia de la fuerza que los trabajadores siguen teniendo en el mundo actual. En la última década, el Estado español ha sido el país europeo líder en número de manifestaciones y en participación. Entre 2020 y 2022 el 20,3% de la población mayor de 15 años participó en manifestaciones, una cifra que entre 2012 y 2014 llegó al 27,5%. Estos datos reflejan la importancia de las luchas contra la austeridad entre 2011 y 2015, un movimiento que significó miles de movilizaciones multitudinarias por todo el Estado. En 2011 se contaron 18.422 movilizaciones, y en 2012 ese número ascendió a 36.232, una cifra que significa que durante todo ese año hubo unas 100 manifestaciones al día.
La fuerza y perseverancia de la clase obrera se ven claramente reflejadas en estos datos. En un contexto de crisis, millones de personas salieron a la calle a exigir cambio, incluso delante de la represión de las fuerzas policiales. Huelga decir que la lucha tampoco terminó aquí; en Catalunya en 2017 veríamos de nuevo a más de 1 millón de personas saliendo a la calle en la diada por la cuestión nacional, y miles de movilizaciones más a lo largo del año. En 2018, 5,3 millones de personas hicieron huelga por el 8M, y de nuevo en 2019 se repitieron las protestas en Catalunya, con participaciones de entre 500.000 y 750.000. Entre estas grandes fechas se sucedieron también miles de movilizaciones de menor calibre. Lo que nos demuestran estas cifras es que en la última década, lejos de morir, el movimiento obrero no ha hecho más que ganar fuerza. Hemos salido en masa a la calle una y otra vez, gobernara quien gobernara y aun bajo la dura represión del Estado.
La situación no es distinta en 2024. Tan solo en los últimos meses hemos visto las acampadas por Palestina en los campus universitarios, manifestaciones multitudinarias protestando por el genocidio en Gaza y la crisis de la vivienda y contra la masificación turística; y los números y la fuerza del discurso que empujan estas manifestaciones no hacen más que aumentar.
Es de máxima importancia, como revolucionarios, que entendamos este balance de fuerzas, pues de otro modo es fácil caer en discursos derrotistas que dañan nuestra confianza. La cuestión real no consiste en si el movimiento obrero ha muerto o no, pues, como indican los datos, la respuesta es un rotundo no. La verdadera pregunta que debemos hacernos es en qué forma se está desarrollando y qué dirección toma.
Si bien la clase obrera ha mostrado una notable combatividad en la lucha por mejores condiciones, el movimiento ha estado en gran medida centrado en reformas dentro del sistema, limitando su potencial transformador. La dirección del movimiento ha contribuido al auge de partidos y plataformas reformistas, como es el caso de Podemos, y a la vez ha contribuido a la disminución temporal de herramientas como la huelga. Esta dirección reformista es lo que ha diluido el movimiento y ha hecho que, si bien sus fuerzas son las mismas o incluso mayores que antes, su capacidad de realizar el cambio se haya visto afectada.
El papel de los comunistas es fundamental para reorientar el movimiento obrero hacia líneas verdaderamente revolucionarias. Debemos fomentar un diálogo abierto con las bases, planteando un programa que englobe las demandas sociales de la clase obrera española. La demostración práctica es clave; desde asambleas hasta huelgas coordinadas, debemos mostrar que la lucha por un cambio estructural es posible y necesaria. Tomando el ejemplo del partido bolchevique, debemos acudir ahí donde estén las masas trabajadoras y plantear nuestro programa con convicción, acercando al movimiento a nuestra posición a través de la demostración práctica de nuestras ideas. Como comunistas, debemos tener una firme convicción en la certeza de nuestras ideas, y confiar plenamente en que estas nos llevarán a la victoria. El movimiento obrero ni ha muerto ni morirá nunca, tan solo debe deshacerse del yugo del reformismo para descubrir que es imparable.
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