Sevilla, dos ciudades desiguales en una
Sevilla vive uno de los momentos más rancios desde hace tiempo, aunque las situaciones estructurales no varían. La llegada del PP al Ayuntamiento ya ha dejado varias trazas características. La última ocurrencia del alcalde y su equipo es vallar la monumental Plaza de España, cobrando entradas por su acceso con el argumento de “proteger” un espacio emblemático. La realidad es que, en línea con su política, este es el primer paso para la privatización de la gestión, como es el caso de otras zonas del municipio.
Esta ciudad, la cuarta en población del Estado, mantiene 6 barrios en el ránking estatal de los 15 más empobrecidos. Son barriadas obreras donde la lacra del paro y los bajos salarios genera todo lo demás, y donde la juventud tiene prácticamente nula posibilidad de salir de la marginación. El contraste entre riqueza/pobreza a niveles masivos es difícil de encontrar en cualquier otra zona del Estado. La escasez de vivienda convive con una empresa pública que se dedica a la especulación. Pero para el alcalde es una prioridad “limpiar” el centro de “sintechos”, para garantizar la imagen más espectacular posible.
Ahora bien, los grandes negocios hoteleros de la ciudad siguen haciendo su agosto. Un ejemplo lo tenemos en el lujoso Hotel Alfonso XIII, donde una habitación puede superar los 3000 euros/noche y que, siendo de titularidad pública, es gestionado por una multinacional americana que mantiene en condiciones de precariedad salarial a su plantilla. Un trabajador nos explicaba recientemente que hace pocos años un jefe de partida podía llegar a ganar más de 3000 euros/mes. Todo aquello se peleó sindicalmente. Hoy día, bajo condiciones de presión y exigencias inaguantables, ese mismo sueldo no llega a 2000 euros. Cualquiera puede imaginar la situación del personal de limpieza del hotel, donde circulan las pastillas para la ansiedad, dolores y nervios, como si fuera agua. Lo más escandaloso es que este negocio adeuda al Ayuntamiento más de un millón de euros por el IBI. Sobre esta base los beneficios del hotel se han disparado, superando los niveles anteriores a la pandemia. Los comunistas celebramos que la plantilla esté organizándose para responder a este panorama frente al conglomerado empresarial e institucional.
Esta muestra ejemplifica la situación de toda la hostelería y del sector servicios en general, siendo este uno de los principales motores económicos de la ciudad. Acumulación de riqueza en manos de unos pocos al mismo nivel que la extensión de la precariedad. Mientras tanto, las trabajadoras del Servicio de Ayuda a Domicilio, que ahora se disponen también a emprender una lucha con sus compañeras de otros municipios, se encuentran con sus nóminas en el aire.
El cuadro se completa con una degradación progresiva de amplias zonas obreras, siendo uno de los síntomas más claros los continuos fallos en la red eléctrica, en manos exclusivamente de Endesa-Enel. La Junta de Andalucía y el Ayuntamiento insisten en que el problema es el nivel delincuencial de los barrios, insistiendo en el argumentario de que la multinacional es privada. En realidad lo que buscan es tapar el abandono evidente de las infraestructuras, que para los responsables de las mismas no merecen ningún mantenimiento serio. 400.000 euros gastaron en 2023 en 10 zonas obreras afectadas. Hace poco, el Ayuntamiento gastó 800.000 € en comprar farolas “fernandinas” para sustituir otras más antiguas de las calles del centro.
Sólo la movilización vecinal, encabezada por los movimientos en torno a “Barrios Hartos”, ha permitido confrontar con esta situación, obligando a efectuar algunas obras, que si bien son insuficientes, muestran cuál es el camino. El ABC ya se encargó de destacar para sus lectores el peligro de esta plataforma, señalando que detrás tiene a peligrosos marxistas “de largo historial”. Y no ocultamos que en los barrios obreros la simiente del comunismo está germinando de nuevo, especialmente entre la juventud. No se trata sólo de una intervención consciente de determinados miembros de la clase trabajadora en el seno de sus barrios, sino que es inevitable que el sentimiento de opresión encuentre las formas de lucha más consecuentes. Ni el olor a incienso de las cofradías puede ocultar la putrefacción de un sistema que sólo sabe profundizar el sufrimiento entre la clase trabajadora.
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