Trabajo necesario, sobretrabajo y cuota de capitalización – ¿Qué significa y en qué se concreta la explotación del trabajo?

El pasado 10 de junio, el camarada Milos Mino, miembro del RCA –Comunistas Revolucionarios de América, sección estadounidense de la Internacional Comunista Revolucionaria–, fue despedido de su trabajo en el Aeropuerto de Minneapolis y será llevado a juicio acusado de “uso inadecuado del derecho constitucional a la libertad de expresión en una zona no autorizada”, “delito” por el que puede ser condenado a 90 días de prisión.

¿Cuál ha sido su crimen? El camarada Milos, tras debatir en su célula del RCA el texto de economía marxista de Karl Marx, Salario precio y Ganancia; partiendo de la idea de que la teoría y práctica revolucionarias son la cara y la cruz de una misma moneda, quiso concretar cómo se materializaban en su centro de trabajo las ideas que habían debatido. Para ello, basándose en los datos de los resultados económicos publicado en la web del Aeropuerto, elaboró una hoja titulada La explotación de los trabajadores del aeropuerto de Minneapolis, escrito que distribuyó entre sus compañeros de trabajo, alcanzando tanto éxito que rápidamente su difusión se hizo masiva. En su octavilla, el compañero explicaba con cifras el coste medio de los salarios por trabajador y cuánto valor en promedio estaban generando para sus capitalistas. Milos no tuvo necesidad de explicar a sus compañeros lo que sufren en sus carnes cada día: bajos salarios, horarios interminables, humillaciones y agravios…… Lo que hizo fue detallar, negro sobre blanco, lo que suponía en cifras la explotación de sus compañeros de trabajo. Antes de entregar la octavilla a un compañero cocinero –con dos trabajos y una jornada de 4 de la mañana a 9 de la noche– le preguntó: “¿Estarías dispuesto a trabajar gratis?”. El compañero le dijo si le estaba tomando el pelo. La respuesta de Milos fue: “No se trata de una broma, de hecho estás trabajando gratis y aquí puedes verlo”. Las cifras no podían ser más claras. El coste salarial anual de los 21.200 trabajadores era de 1.300 millones de dólares. Esto es un promedio de 61.000$ trabajador/año. Mientras, los beneficios obtenidos ese año sumaron 3.900$ millones, con una rentabilidad de183.000$ por cada asalariado. Con otras palabras, el salario era una tercera parte de los beneficios. Teniendo en cuenta que en el aeropuerto se trabajan de media 260 días por año; del total de jornadas, el trabajador necesitaba 87 días para ganar su salario, y los 173 días restantes trabajaba gratis, generando las ganancias del patrón.

Milos Mino, miembro de Comunistas Revolucionarios de América, fue despedido de su trabajo en el Aeropuerto de Minneapolis y será llevado a juicio acusado de “uso inadecuado del derecho constitucional a la libertad de expresión en una zona no autorizada” / The Communist

Al igual que Milos, en uno de los círculos de lectura de la OCR en Vitoria, para armarnos y mejorar nuestra intervención en la lucha de clases, empezamos el estudio de la economía marxista, abordando el resumen del volumen I de El Capital de Karl Marx, y con ella, el detalle de cómo se concreta la explotación que sufrimos como clase. Estas son algunas de nuestras conclusiones.

En esta discusión hemos iniciado la inmersión en el mundo de las mercancías, que son los ladrillos de todo el entramado capitalista. Cuando hablamos de mercancías nos referimos a todos los objetos, hijos de la madre naturaleza y del padre trabajo, que mediante su utilidad –valor de uso– han servido históricamente para satisfacer las necesidades materiales y espirituales de mujeres y hombres, constituyendo la base de la Riqueza Social. Hemos observado a lo largo de milenios el avance del proceso de aproximaciones sucesivas de la humanidad para ir comprendiendo la dinámica del funcionamiento de la materia, y cómo se han desarrollado los métodos e instrumentos capaces de actuar sobre la naturaleza, las fuerzas productivas.

Todo ese proceso social de producción, dirigido originalmente a garantizar la conservación y continuidad de la especie, tras la aparición de las sociedades de clase, se ha dirigido también a garantizar la apropiación del trabajo excedente de la sociedad por la clase dominante (esclavistas, señores feudales, capitalistas). En todo este proceso, primero de una forma ocasional y esporádica, más tarde como costumbre, y durante los últimos 500 años bajo el capitalismo como norma y objetivo, se ha dirigido a la circulación e intercambio mercantil, con un carácter cada vez más y más global.

Respondiendo a la pregunta de que tienen en común, esa multitud de objetos de características físicas, químicas y utilidades distintas. ¿Qué es lo que permite poder compararse e intercambiarse entre sí, en una proporción determinada, reflejando así la cuantía de su valor? Marx explica que lo que todas ellas tienen en común es ser productos del trabajo humano, no trabajo aislado o individual como concebían los grandes economistas burgueses clásicos Adam Smith o David Ricardo, sino trabajo social. De ahí Marx concluye que el cuantum del valor de cambio de una mercancía, equivale al tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción en unas condiciones históricas dadas. Esto es, el tiempo necesario partiendo del grado medio de desarrollo de la tecnología, medios de producción, transporte y productividad del trabajo….. en el contexto concreto del periodo de que se trate.

De esta forma, los esfuerzos de millones de individuos –que bajo la batuta del Capital intervienen en el proceso de la producción social mundial, creando incontables objetos y productos de todo tipo y uso– van dirigidos a la creación de valores de cambio, expresiones del tiempo de trabajo social cristalizado en cada mercancía. Es a través de esta multitud de esfuerzos individuales, inconexos y anárquicos, como se generan las mercancías que, puestas en circulación, llegan al mercado; y es ahí, a través de su intercambio, donde del caos se establece un cierto orden o equilibrio temporal. Tal equilibrio –como consecuencia de las contradicciones insalvables entre el carácter social de la producción y la propiedad privada de los medios de producción y a la limitación de los Estados nacionales– estalla en crisis que, en la etapa agónica actual del sistema,  tienen un carácter orgánico, convulsivo e insalvable.

Estudiamos también la aparición y el desarrollo histórico de una mercancía convertida en equivalente general –esto es  en cuyo valor se expresaba el de cualquier otra– que devino en dinero, facilitando el intercambio mercantil, traduciendo el valor de cambio en su expresión monetaria, el precio.

Siguiendo con su profundo y poliédrico análisis, de ese componente nuclear del modo de producción capitalista que es la mercancía, Marx descubre y detalla la existencia y funcionamiento de una mercancía especial que es la fuerza de trabajo, producto directo de los nervios y músculos del ser humano, que es adiestrada de acuerdo al conocimiento acumulado, disponiendo de las herramientas y los medios de producción surgidos en el devenir de las distintas generaciones. Esta es la mercancía, cuyo valor de uso –el trabajo aplicado sobre la naturaleza y los medios de producción, es la fuente y origen de todo valor.

En su análisis, Marx se centra en el proceso particular de intercambio de esa mercancía especial, y explica que mientras la dinámica del intercambio general de las mercancías es M-D-M (Mercancía-Dinero-Mercancía), en la fuerza de trabajo el intercambio  es D-M-D´ (D= dinero, M = mercancía fuerza de trabajo y D´=D más un valor extra). En ese proceso específico, participan dos actores contrapuestos, de una parte el vendedor de la fuerza de trabajo (esto es el obrero), que a cambio de entregar M (su capacidad productiva) durante un tiempo determinado –jornada– o durante la ejecución de un trabajo determinado –destajo– percibe el valor de cambio de su fuerza de trabajo. El cuanto que percibe, al igual que el de cualquier otra mercancía, es el tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción; en este caso específico, para su conservación y reproducción. En el otro extremo, actúa el comprador –el capitalista– que la adquiere aportando D; y lo hace para ejecutar su valor de uso, que no es otro que hacerla actuar mediante el trabajo durante el tiempo pactado, poniéndola en contacto con los instrumento de producción, materias primas, etc. para generar una nueva mercancía a través de ese proceso.

En el valor de la nueva mercancía producida se cristaliza la parte de los medios de producción -aportados por el burgués- que se consumen y cuyo valor sólo se reproduce; y es a través del consumo de la fuerza de trabajo durante todo el tiempo pactado, donde se genera no sólo su valor en cambio, sino un plus valor, que en sí, una vez que la nueva mercancía producida entra en circulación y se vende,es el origen y objetivo constante del capital y de todo su modo de producción.

De esta conclusión, se deduce que en la Jornada -es decir el tiempo en el que el capitalista ejecuta el valor de uso de la fuerza de trabajo que compra-, siempre hay dos componentes. En el primero, al que Marx llama Trabajo necesario, se crea el valor de cambio de la fuerza de trabajo. Este es el tiempo en el que se genera el valor suficiente  para adquirir los recursos que garantizan la vida del trabajador. El segundo componente, al que Marx llamó Trabajo excedente  o sobretrabajo, consiste en un tiempo extra de trabajo por el que el capitalista obtiene un valor extra o plusvalía, y que se queda para sí.

La proporción entre el trabajo necesario cuyo valor en dinero es igual al salario y el sobretrabajo, cuyo valor es la plusvalía que genera capital, es lo que Marx denomina la Cuota de capitalización:

Trabajo Necesario / Trabajo extra= Cuota de capitalización

Mientras el capital intentará incrementar de cualquier forma el plusvalor que obtiene explotando la fuerza de trabajo, los trabajadores buscarán justo lo contrario, defendiendo sus condiciones de vida y trabajo / Archivo

Otra consideración ligada a lo anterior, es que en esa ecuación entre trabajo necesario y plus trabajo, se condensa el balance en cada momento y lugar de la lucha de clases. Por lo que ni mucho menos, es una proporción fija o automática, más bien lo contrario. Mientras el capital intentará incrementar de cualquier forma el plusvalor que obtiene explotando la fuerza de trabajo –de manera absoluta, reduciendo el salario o incrementando la jornada… o relativa, aumentando los ritmos, o imponiendo nuevos turnos más intensivos…– los trabajadores buscarán justo lo contrario, defendiendo sus condiciones de vida y trabajo.

Si esa es la dinámica general -a pesar de que la cada vez mayor integración de la economía, por la división mundial del trabajo y el carácter global de la circulación e intercambio de mercancías, tiende a la unificación de condiciones en gran parte del mundo-, otro factor y no secundario a tener en cuenta es el distinto grado de desarrollo y el diferente rol en la división mundial del trabajo de los distintos países. Y a esto hay que añadir el factor vivo, el grado de organización obrera y el nivel que alcanza la lucha de clases en un espacio temporal dado y en cada lugar. De esta forma, aunque el promedio social del tiempo necesario tienda a una magnitud dada, lo que expresa es la media de una multitud de magnitudes distintas, y por tanto en cada caso concreto puede oscilar hacia arriba o por debajo de ese valor promedio.

Está la pregunta de si en algunos casos, particularmente en los países excoloniales, se puede hablar de sobreexplotación y no sólo de trabajo extra. La respuesta obvia es que, dentro de la distribución de la jornada, el llamado trabajo necesario cuyo precio -valor en dinero- es el salario, sí que puede llegar a ser incluso menor al tiempo socialmente necesario para satisfacer las necesidades básicas de conservación y reproducción de la fuerza de trabajo- y por tanto elevar en extremo el peso del plustrabajo y la relación o cuota de capitalización entre ambos. De hecho, esto lo vemos expresado en la realidad que conforma la vida de millones de asalariados en el mundo y no sólo en los países menos desarrollados.

Denominar esa situación como sobre explotación –que lo es- o de otra forma, no cambia el fondo. Esto es, que el Capital concentrado cada vez más en manos de unos pocos miles de oligarcas burgueses, es el producto directo de la explotación y apropiación del trabajo de la clase obrera. Esa es una cara del proceso. Su reverso y consecuencia inherente, es que cada día que pasa es mayor el poder potencial de los trabajadores. De nosotros depende del primero hasta el último de los engranajes que hacen funcionar la sociedad. De ahí deriva el optimismo revolucionario que nos anima a los comunistas. Hoy, como en su experiencia comprueban cientos de millones de nuestros hermanos en todo el mundo, el capitalismo sólo es horror sin fin. Por eso cada día es más urgente organizarnos y armándonos con el maravilloso arsenal de las ideas del marxismo luchar para arrojar al cubo de basura de la historia un sistema irracional que amenaza el futuro del planeta.

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