Ataque terrorista israelí contra Hezbolá: Netanhayu quiere una guerra regional
Doce personas murieron -entre ellas una niña de 9 años- y más de 2.800 resultaron heridas, muchas de ellas en estado crítico, cuando detonaron los localizadores que portaban, en un ataque coordinado sin precedentes contra Hezbolá en Líbano.
Funcionarios estadounidenses afirmaron que Israel estaba detrás del ataque, que se había preparado durante meses y tiene lugar cuando el gabinete de Netanyahu acaba de votar la ampliación de los objetivos de guerra para incluir el regreso a sus hogares de los desplazados del norte del país, lo que equivale a lanzar una invasión del Líbano.
Llamemos a las cosas por su nombre. Se trata de un ataque terrorista cometido por Israel, en violación de la soberanía nacional de Líbano, contra un partido que forma parte de la coalición gubernamental de ese país, que ha afectado a cientos de civiles (tanto miembros de Hezbolá que forman parte de la infraestructura civil como sus familiares, amigos, colegas, transeúntes) y que tiene como objetivo provocar una escalada que desemboque en una guerra regional total.
Lo primero que hay que decir es que si, hipotéticamente, Irán, Hezbolá o los hutíes hubieran llevado a cabo un ataque masivo de ese tipo, toda la llamada comunidad internacional estaría en pie de guerra emitiendo condenas enérgicas. Describirían -correctamente- a los autores como terroristas y los incluirían en una lista negra. A continuación, procederían a armar hasta los dientes a las víctimas del ataque con el armamento más moderno, en nombre del derecho a la autodefensa.
Sin embargo, puesto que es Israel quien ha llevado a cabo el ataque, y este país es uno de los pocos aliados dignos de confianza del imperialismo estadounidense en esta región de importancia crucial, nada de esto sucederá.
El sardónico portavoz del Departamento de Estado de EEUU, Matthew Miller, se limitó a decir que EEUU ‘no tuvo nada que ver’ con el ataque y que no habían sido avisado con antelación, una afirmación que se puede tomar con una gran pizca de sal. No ocurren muchas cosas en Oriente Próximo sin el conocimiento de los servicios de inteligencia estadounidenses.
Si no sabían que se iba a llevar a cabo este ataque, eso no da una buena imagen de Washington. Significaría que su aliado más fiable decidió no avisarles y que ellos mismos no se enteraron.
Por supuesto, en lugar de condenar el ataque terrorista -y según cualquier interpretación del derecho internacional, fue un atentado terrorista- Miller añadió a sus afirmaciones de ignorancia un nuevo llamamiento a Irán para que «no se aproveche de ningún incidente para añadir más inestabilidad».
Este es el insensible doble rasero del llamado «orden internacional basado en normas». Israel lleva a cabo una sangrienta campaña asesina contra Gaza, que dura casi un año entero, matando a 40.000 personas, la mayoría civiles, incluidos mujeres y niños. Estados Unidos sigue apoyándolo sin fisuras, con miles de millones de dólares en ayuda militar y financiación, y promete apoyarlo pase lo que pase. Entonces Israel mata al líder de Hamás en territorio iraní y Estados Unidos pide a Irán que actúe con moderación. Israel lleva a cabo un atentado terrorista masivo en Líbano contra uno de los partidos de la coalición gobernante y, de nuevo, Estados Unidos pide a Irán (¡no a Israel!) que actúe con moderación.
Take a look at where people were and who they were surrounded by when their pagers exploded.
Can you see the young child just steps away?
This was an indiscriminate attack by Israel on civilians in Lebanon, and it falls under the West’s supposed definition of terrorism.
We’ve… pic.twitter.com/L68YN6TeZA— Dr. Sabreena Ghaffar-Siddiqui (@sabreenaGS) September 17, 2024
Contenido
¿Cómo se llevó a cabo el ataque?
Según varias fuentes de inteligencia citadas por medios de comunicación occidentales y árabes, el ataque contra Hezbolá se preparó cuidadosamente con meses de antelación. Tras el atentado del 7 de octubre contra Hamás, Israel llevó a cabo una serie de asesinatos selectivos de altos cargos de Hezbolá. Para evitar que Israel pudiera localizarlos, en febrero Hezbolá pasó de utilizar teléfonos móviles a utilizar localizadores, que se comunicaban por ondas de radio y están pensados para ser mucho más difíciles de localizar.
Hasta ahora no se conocen muchos detalles sobre la forma precisa en que se llevó a cabo el atentado. Según las mismas informaciones publicadas en medios occidentales y árabes, parece que los localizadores que explotaron formaban parte de un nuevo lote distribuido recientemente por Hezbolá en los últimos meses.
Según The New York Times
«Israel llevó a cabo su operación contra Hezbolá el martes ocultando material explosivo dentro de un nuevo lote de localizadores de fabricación taiwanesa importados a Líbano, según funcionarios estadounidenses y de otros países informados sobre la operación.»
Los localizadores utilizados para el ataque eran casi todos modelos AP924 del fabricante taiwanés Gold Apollo. La explosión de los localizadores no fue provocada simplemente por el recalentamiento de la batería. Cerca de la batería se incrustó una pequeña cantidad de material de uso militar, tal vez unos tres gramos. Los localizadores también estaban equipados con un interruptor que podía activarse a distancia mediante un mensaje codificado para provocar la explosión.
Los mensáfonos recibían una llamada, se calentaban y explotaban. La Guardia Revolucionaria iraní ha informado de que los localizadores estaban programados para emitir un pitido durante 10 segundos antes de la explosión para que el usuario los pusiera a la altura de la vista y causar así el máximo daño. El embajador iraní en Líbano también fue víctima del atentado.
Al parecer, se encargaron unos 5.000 localizadores que se distribuyeron entre los miembros de Hezbolá en Líbano, y algunos fueron a parar también a Siria, y los afectados fueron los que estaban encendidos y recibiendo mensajes en el momento del atentado.
De esta información podemos extraer algunas conclusiones. Una es sobre la sofisticación y la planificación previa de la inteligencia israelí, y el grado en que son capaces de penetrar en sus enemigos, especialmente en Hezbolá.
En este caso, habrían tenido que saber cuándo y a qué empresa se encargaban los teléfonos para poder manipularlos antes de que llegaran a Líbano y fueran distribuidos. Si la manipulación de los localizadores tuvo lugar en Taiwán, ello plantearía interrogantes sobre el nivel de conocimiento y cooperación entre la inteligencia israelí y tanto el gobierno de la isla como el fabricante.
El fabricante, Gold Apollo, afirma que los localizadores fueron fabricados por otra empresa, BAC Consulting, con sede en Budapest, con la que tiene un acuerdo que le permite utilizar su marca. Aún no está claro en qué momento los localizadores fueron modificados por la inteligencia israelí. ¿Fue en el punto de producción, antes o después de que llegaran al Líbano?
Preparando la invasión del Líbano
Pero la pregunta más importante es ¿por qué ahora? El servicio de seguridad israelí Shin Bet afirma que acaba de frustrar un atentado de Hezbolá contra un antiguo alto cargo de seguridad, cuyo nombre no se ha revelado. Esto es sólo para consumo de la opinión pública. La verdadera razón hay que buscarla en otra parte.
El mismo día del ataque contra Hezbolá, el gabinete israelí votó a favor de ampliar sus objetivos de guerra para incluir el regreso seguro de los ciudadanos israelíes que han sido evacuados del norte del país y el mantenimiento de su seguridad del intercambio de disparos sobre la frontera entre Israel y Líbano. Esto significa que Israel está preparando oficialmente una invasión del Líbano, con el objetivo declarado de establecer una «zona de exclusión» para «garantizar la seguridad en el norte de Israel».
En este contexto hay que situar el atentado terrorista del martes. Con él, Israel espera matar dos pájaros de un tiro. En primer lugar, el ataque eliminaría a varios oficiales de Hezbolá, provocaría confusión y desorganización, además de sembrar dudas dentro de la organización sobre el nivel y el grado de infiltración de la seguridad israelí.
En segundo lugar, Israel probablemente espera que el ataque provoque una reacción furiosa y violenta por parte de Hezbolá que sirva entonces de justificación para la invasión israelí de Líbano.
Un informe de Al-Monitor afirma que la inteligencia israelí planeó originalmente utilizar el complot para coincidir con una invasión terrestre del Líbano, pero que pensaron que Hezbolá estaba empezando a sospechar de los localizadores y que, por lo tanto, tenían que hacer explotar los dispositivos, o perder por completo la oportunidad de utilizarlos. Esto puede ser cierto, o sólo una historia filtrada a los medios de comunicación para desviar la atención de la verdadera razón. Sea como fuere, el atentado se produjo muy oportunamente en un momento en que se ultiman los preparativos para una invasión terrestre israelí.
¿Cuál es el objetivo de Israel al planear otra invasión del Líbano? En realidad, existe una división muy profunda dentro de Israel sobre esta cuestión, una división que alcanza a los más altos escalones del poder, el Estado y el ejército.
En los últimos días, tanto Kan, la radiotelevisión pública israelí, como Canal 13, han informado abiertamente sobre estas divisiones. Según estos informes, el alto oficial del ejército Maj. Gen. Ori Gordin, a cargo del Mando Norte de las Fuerzas de Defensa de Israel, está agitando a favor de lanzar una invasión de Líbano, pero el Ministro de Defensa Gallant y el Jefe del Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa Israelí Herzi Halevi están en contra.
La guerra en Gaza no logra sus objetivos
Quienes se oponen a una invasión del Líbano no son palomas amantes de la paz. Pueden ver, sin embargo, que desde un punto de vista militar no tiene sentido enfrentarse ahora a un enemigo formidable como Hezbolá. Hezbolá posee un arsenal de decenas de miles de cohetes y ya obligó a Israel a retirarse del Líbano en la invasión de 2006. Mientras tanto, una guerra de este tipo llegaría en un momento en el que las Fuerzas de Defensa Israelí no han sido capaces de alcanzar sus objetivos bélicos declarados en Gaza y han sido incapaces de sofocar la resistencia armada palestina en Cisjordania.
Tras casi un año de sangrienta campaña, lo cierto es que Israel no ha podido rescatar a los rehenes y está también muy lejos de haber destruido a Hamás, sus dos objetivos declarados.
No se fíen de mi palabra. El New York Times citó la valoración de un antiguo comandante de la división de Gaza de las Fuerzas de Defensa Israelí:
«Hamás está ganando esta guerra», declaró el general de división Gadi Shamni. “Nuestros soldados están ganando todos los enfrentamientos tácticos con Hamás, pero estamos perdiendo la guerra, y a lo grande”. Los funcionarios civiles y los operativos militares de Hamás siguen controlando amplias zonas de Gaza y cuando las Fuerzas de Defensa Israelí llevan a cabo una «operación de limpieza», la organización vuelve y recupera el control «15 minutos después». «No hay nadie que pueda desafiar a Hamás allí después de que se marchen las fuerzas israelíes», afirmó Shammi.
Exactamente lo mismo dijo en junio el máximo portavoz de las Fuerzas de Defensa Israelí, el contralmirante Daniel Hagari: «La idea de que es posible destruir a Hamás, hacer que Hamás desaparezca, eso es arrojar arena a los ojos del público», en un enfrentamiento público con Netanyahu.
Por otra parte, los propios intereses de Netanyahu son completamente diferentes e incluso opuestos a los de importantes sectores de la clase dirigente israelí y del aparato del Estado. Pueden resumirse así: necesita permanecer en el poder a toda costa, de lo contrario se enfrenta a una derrota electoral y a ser procesado por múltiples delitos que pueden incluso llevarle a la cárcel.
Para mantenerse en el poder necesita que continúe la guerra. Y como la guerra en Gaza no está produciendo los resultados deseados, está muy dispuesto a lanzar una aventura militar en Líbano, que podría precipitar a la región a un conflicto total. De hecho, un conflicto total en la región le beneficiaría, por descabellado que parezca, ya que arrastraría a Estados Unidos del lado de Israel, asegurando su posición en el poder, o al menos eso calcula.
Divisiones en la cúpula
Tras la disputa con su propio ministro de Defensa, Gallant, de la que se ha informado públicamente, en una reunión del gabinete sobre el constante y flagrante sabotaje de Netanhyahu a un acuerdo de rehenes con Hamás, el primer ministro israelí está maniobrando para sacarlo del gabinete.
En los últimos días ha habido frenéticas negociaciones y tira y afloja. La propuesta de Netanyahu es incorporar a su antiguo rival Gideon Sa’ar, que se separó del Likud para formar su propio partido Nueva Esperanza, para sustituir a Gallant. Habría que hacerle concesiones a Sa’ar en cuanto a la controvertida reforma judicial, pero a Bibi eso no le importa ahora. La cuestión principal es deshacerse de cualquier voz en el gabinete que se oponga a su aventura en el Líbano.
Gallant también es un obstáculo para Netanyahu en otro asunto relacionado. Los partidos ultraortodoxos han amenazado con hacer caer su coalición si no exime a los estudiantes de la Yeshiva del servicio militar. Movido por su fuerte instinto de conservación, el primer ministro está dispuesto a hacer una concesión. Gallant está en contra.
El Foro Empresarial Israelí, que representa a una gran parte de los capitalistas del país, advirtió a Netanyahu contra el despido de Gallant, afirmando que la decisión «debilitaría a Israel a los ojos de sus enemigos y provocaría divisiones sociales más profundas entre su pueblo», además de tener un impacto negativo en la economía: «El Primer Ministro sabe mejor que nadie que todos los indicadores económicos muestran que Israel se está deteriorando hacia un abismo económico y se hunde en una profunda recesión».
Pero, por desgracia para ellos, los intereses de Netanyahu -su propia supervivencia- no coinciden necesariamente con los de los capitalistas en este momento concreto.
No sólo los capitalistas israelíes están preocupados. Un informe de ABC News cita a oficiales anónimos de las Fuerzas de Defensa de Israel que advierten de que Netanyahu «está empujando a Israel a una guerra potencialmente desastrosa con Hezbolá en Líbano». Una guerra con Hezbolá «es fácil de empezar, pero muy difícil de terminar», dijo uno de esos oficiales, bajo condición de anonimato. «Estamos perdiendo la guerra, estamos perdiendo la disuasión, estamos perdiendo a los rehenes». El artículo de ABC afirma que existe «preocupación general sobre si Israel posee suficiente munición e interceptores de misiles y cohetes/misiles para defenderse en cualquier enfrentamiento con Hezbolá».
En un intento frenético por evitar una guerra regional que arrastraría a Estados Unidos, un alto asesor de Biden, Amos Hochstein, fue enviado a Israel para intentar convencer a Bibi de que no invadiera Líbano. Según fuentes citadas por Axios, Hochstein insistió en que «Estados Unidos no cree que un conflicto más amplio en Líbano vaya a lograr el objetivo de devolver a los israelíes desplazados a sus hogares en el norte», y que «una guerra total con Hezbolá entraña el riesgo de un conflicto regional mucho más amplio y prolongado».
Por supuesto, como en ocasiones anteriores, Netanhayu ignoró por completo esta suave sugerencia de Estados Unidos y procedió a hacer exactamente lo contrario de lo que se le aconsejó. Es muy consciente de que Estados Unidos puede estar en desacuerdo con él en cuanto a táctica o estrategia, pero al final del día, le apoyará.
Inmediatamente después del 7 de octubre, Biden se apresuró a ir a Israel para abrazar al lunático ocupante del despacho del primer ministro y le dijo en términos inequívocos que Estados Unidos estaba de su lado pasara lo que pasara. En efecto, al declarar que el apoyo estadounidense era «férreo», Biden dio a Netanyahu un cheque en blanco, que este procedió a cobrar, no una sino varias veces.
En ocasiones, el imperialismo estadounidense ha discrepado públicamente con Netanhayu e incluso ha amenazado con retener (no suspender) los envíos de armas a Israel. Esto es en parte para el consumo público del electorado estadounidense -donde no ha tenido ningún impacto- y en parte por un temor genuino a las implicaciones revolucionarias de las acciones de Netanyahu para otros regímenes de la región, que también son aliados de Estados Unidos y que a Washington no le gustaría ver derrocados.
El punto crucial es que el primer ministro israelí sabe muy bien que, a fin de cuentas, cuando todo esté dicho y hecho, Estados Unidos siempre apoyará a Israel. Esto será aún más cierto en el caso de una guerra regional.
Así que Netanyahu escucha lo que Biden y sus enviados tienen que decir, y luego procede a hacer lo que cree que es mejor para él, sin tener en cuenta el hecho de que a menudo es lo contrario de lo que EE.UU. le acaba de decir.
El mismo informe de Axios señalaba la respuesta de Netanyahu a Hochstein: «Israel aprecia y respeta el apoyo de la administración Biden, pero al final hará lo que sea necesario para mantener su seguridad y devolver a los residentes del norte a sus hogares sanos y salvos». Traducido de la jerga diplomática al español llano, le dijo «¡vete a la mierda!».
La verdad es que a Netanhayu le importa un bledo la seguridad de los residentes israelíes del norte, del mismo modo que no le importa lo más mínimo la suerte de los rehenes en manos de Hamás y otros. Esto lo han entendido incluso los familiares de los rehenes y amplios sectores de la opinión pública israelí. Para él, no son más que moneda de cambio a utilizar para sus cínicas maquinaciones.
Si examinamos los ataques transfronterizos entre Líbano e Israel de los últimos meses, surge la imagen real. Israel ha llevado a cabo más del 80 por ciento de estos ataques, matando a más del 80 por ciento de las víctimas. Muchos más civiles han sido evacuados del lado libanés de la frontera que del lado israelí. Si aceptáramos la lógica de Netanyahu, estaría justificado que Líbano invadiera Israel, y no al revés.
Dado que Hezbolá ha dicho en repetidas ocasiones que sus ataques contra Israel son en apoyo de la población de Gaza y que cesarán si se firma un acuerdo de alto el fuego entre Israel y Hamás, la forma más sencilla de garantizar la seguridad de los ciudadanos del norte de Israel sería, obviamente, que Israel alcanzara dicho acuerdo. Eso es precisamente lo que Netanyahu ha estado saboteando deliberadamente.
Un informe más reciente de Axios afirma que el asesor de Biden, Hochstein, estaba en Israel cuando Netanyahu, Gallant y los altos mandos militares tomaron la decisión de llevar a cabo el ataque terrorista, pero decidieron no decirle ni una palabra. Fue poco antes de que empezaran a explotar los localizadores cuando Gallant llamó al Secretario de Defensa estadounidense, Lloyd Austin, para comunicarle que el ataque contra Líbano era inminente.
Una vez más, hay que tomar estos informes con cautela. La única fuente citada por Axios es un «funcionario estadounidense» anónimo y, por supuesto, a Estados Unidos le interesaría distanciarse públicamente del ataque. Sin embargo, hay un detalle en la historia que sí parece cierto: que Gallant, de quien se sabe que se opone a una operación en el Líbano en este momento, llamó a Lloyd Austin. El ministro de Defensa es el agente estadounidense más directo dentro del Gabinete, y Lloyd Austin es conocido por estar en el ala ligeramente menos belicista de la administración Biden. Pero incluso si aceptáramos que partes de este informe son ciertas, indicaría que Washington sí tenía conocimiento previo del ataque, que es lo contrario de lo que el portavoz estadounidense Miller afirmó categóricamente.
Material combustible que puede desencadenar una guerra regional
El ataque de Israel contra Líbano es otra medida imprudente de Netanyahu que amenaza con intensificar el conflicto en la región. Ya se ha acumulado mucho material combustible. Queda por resolver la cuestión de las represalias iraníes por el ataque israelí que mató al líder de Hamás, Hanniyeh, en Teherán. Está claro que Irán no está interesado en provocar una guerra regional. Al mismo tiempo, no puede permitirse quedar mal ante una provocación flagrante de Israel.
En los últimos días los hutíes lanzaron un ataque contra Israel, con lo que afirman era un misil hipersónico. Hay cierto debate sobre la naturaleza exacta del arma utilizada, pero lo que está claro es que viajó a una velocidad muy alta, no fue interceptado ni por la marina estadounidense ni por la francesa en la región, y también evitó parcialmente las defensas aéreas israelíes. Se trata de un hecho preocupante para Israel. Se desconoce cómo consiguieron los hutíes fabricar o adquirir un arma tan sofisticada. Se especula con la posibilidad de que proceda de Irán.
Hemos visto las temerarias provocaciones del imperialismo occidental contra Rusia en relación con la guerra de Ucrania, y más concretamente el debate sobre permitirle utilizar misiles de largo alcance de fabricación británica o estadounidense para golpear con ataques en profundidad el territorio ruso. Tendría su lógica que Rusia, en respuesta, estuviera interesada en suministrar armas y tecnología a los enemigos de Estados Unidos en Oriente Medio. En los medios de comunicación se ha especulado con la posibilidad de que en agosto se hubiera detenido en el último minuto una de esas entregas como consecuencia de las presiones saudíes sobre Rusia.
Las milicias iraquíes pro iraníes han prometido ayudar a Líbano en caso de invasión israelí. Estados Unidos está muy expuesto en la región, ya que tiene bases militares en varios países, que pueden convertirse en blanco de ataques.
El curso exacto de los acontecimientos no puede predecirse de antemano, pero lo que está claro es que Netanyahu está interesado, por sus propias cínicas razones, en una escalada del conflicto y el ataque terrorista de Israel contra Hezbolá ha acercado esa posibilidad.
Las acciones irresponsables y temerarias de un solo hombre amenazan con desencadenar un conflicto sangriento que causaría muerte y destrucción masivas. Funcionarios israelíes han hablado abiertamente de «bombardear Líbano hasta la edad de piedra» y de convertir Beirut en una nueva Gaza.
Pero Netanyahu no es el único responsable. Israel no podría llevar a cabo su campaña asesina en Gaza, ni amenazar con una guerra regional, si no fuera por el apoyo «férreo» ofrecido por el imperialismo estadounidense y Biden personalmente. Si Washington cortara por completo su ayuda militar y financiera a Israel, las Fuerzas de Defensa Israelí se verían incapaces de continuar su guerra unilateral.
Esta es la naturaleza del imperialismo capitalista en el siglo XXI: horror sin fin. Por eso decimos: ¡abajo los belicistas! Si queremos lograr la paz, debemos derrocar el sistema podrido que está en la raíz del imperialismo y de la guerra.
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