Los beneficios empresariales alcanzan niveles obscenos: ¡Ya es hora de recuperar lo que es nuestro!
A mediados de abril CCOO publicó un informe sobre el primer estudio realizado para analizar en profundidad los resultados del Observatorio de Márgenes Empresariales, estadística elaborada por el Ministerio de Asuntos Económicos y Transformación Digital con la colaboración y datos de la Agencia estatal de la Administración Tributaria y el Banco de España. Sus datos son relevantes y el Observatorio cubre a cerca de un millón de empresas, casi 11 millones de asalariados y un valor añadido bruto próximo a 600.000 millones de euros. El informe ofrece una panorámica general de la evolución de las principales magnitudes del sector privado no financiero en España hasta 2023 a partir de los datos fiscales del IVA. Para valorar la importancia de los datos del Observatorio, el valor añadido bruto del total de las actividades incluidas representa el 43,4% del valor añadido bruto de la Contabilidad Nacional.
Las claves más interesantes del informe son las siguientes:
El valor añadido bruto (diferencia entre ventas y gastos de una empresa) creció un 46% entre 2018 y 2023. Un avance inédito en los últimos 15 años y que se explica por los mayores volúmenes vendidos y precios de venta más elevados que trasladan con creces el aumento de los costes empresariales. Para entender la evolución del valor añadido tenemos que ver el desarrollo de las ventas y de las compras. Las ventas de las empresas han aumentado un 32,8% en los últimos 5 años. Dos tercios de ese avance se deben al incremento de los precios y un tercio al incremento del volumen vendido. Por otro lado las compras han aumentado a un ritmo ligeramente menor 29,1% lo que ha llevado a una mejora sustancial del valor añadido bruto (ventas menos compras) y a una rentabilidad bruta más elevada por cada unidad vendida.
Los márgenes empresariales (la diferencia entre los precios de venta y los costes de producción) alcanzan niveles récord sucesivos en 2021, 2022 y 2023. Han aumentado un 64% entre 2018 y 2023. En 2023 se sitúan en 311.000 millones, 121.000 millones más con respecto a 2018, registrando niveles absolutos récord tanto para las actividades energéticas como para las no energéticas.
El 20% de las empresas, las más grandes incluidas en el Observatorio, concentran el 91% del valor añadido y el 98% de los márgenes empresariales.
Las actividades que más aumentan sus márgenes absolutos y relativos son energía, comercio y hostelería, seguida de actividades inmobiliarias y agricultura.
El reparto del valor añadido generado entre capital y trabajo se ha desequilibrado en favor de los márgenes empresariales. Los márgenes han crecido dos veces más que los salarios. Los salarios han perdido cuota del valor añadido bajando del 52% al 46% entre 2018 y 2023.
Estos datos reflejan con meridiana claridad el avance exponencial de los beneficios empresariales a costa del retroceso de los trabajadores. Demuestran también la madurez de las condiciones para hacer frente al capital y generalizar las luchas reivindicativas. Lamentablemente, la conclusión de la dirección de CCOO, a pesar de los datos apabullantes que presenta el estudio, consiste en un ruego a la patronal, una súplica argumentando que hay margen para subir los salarios sin crear presiones inflacionistas, en definitiva un consejo al tigre para que se haga vegetariano.
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Los beneficios empresariales no pagan impuestos, los salarios sí
Otro dato que refleja la época dorada que viven las grandes empresas españolas son los datos ofrecidos por la Agencia Tributaria publicados en 2024 sobre el tipo efectivo sobre beneficios pagado en el Impuesto de Sociedades en el año 2021 por las multinacionales españolas con una facturación igual o mayor de 750 millones de euros. Ese tipo efectivo fue del 14.41%, la tasa más baja en los últimos 5 años. Este tipo es inferior al tipo general del 25% que tendrían que pagar, e incluso está por debajo del mínimo del 15% consensuado en la OCDE y la UE. La estadística de 2021 refleja un sólido aumento de los ingresos y de los beneficios empresariales.
Las 123 multinacionales españolas con casi 13.700 filiales repartidas por todo el mundo, obligadas a declarar, registraron en conjunto una cifra de negocio de 902.724 millones de euros, más de un 19% sobre lo obtenido en 2020. Las ganancias escalaron de los 50.471 millones en 2020 a los 98.342 millones de euros, un fuerte repunte del 95%, sin embargo su reflejo en el pago del impuesto de sociedades fue de 14.168 millones, un miserable 13% más comparado con el crecimiento de los beneficios obtenidos.
La última propuesta de Garamendi (CEOE)
Estas grandes ganancias, sin impuestos, con salarios y derechos decrecientes es lo que defiende sin oposición sindical ni política el jefe de la patronal CEOE, Garamendi que, con un sueldo de 380.000 euros anuales, veinte veces más que el salario más habitual en el Estado español, se rasga las vestiduras cuando se sube el salario mínimo o se pide, en medio de estos resultados excepcionales de las empresas y de las urgentes necesidades sociales, subir los impuestos; “cuidado con anuncios de subidas de impuestos y con ordeñar en exceso la vaca,” afirmaba Garamendi amenazando con la deslocalización de las empresas.
Su última “ocurrencia”, que hay que tomar muy en serio, es la propuesta de que los trabajadores cobremos la nómina integra y seamos nosotros mismos los encargados de ingresar las cotizaciones sociales. La patronal y la derecha difunden la falsedad de que nuestro dinero ya sea en salario o en cotizaciones sociales donde mejor está es en nuestro bolsillo.
Pero eso es rotundamente falso, y solo beneficia a los ricos. A aquellos que pueden permitirse, por ejemplo, acudir a la sanidad privada cuando tienen un problema grave de salud sin endeudarse de por vida como pasa en EEUU. Es mejor un sistema de salud público, que permita una atención gratuita y de calidad. Pero para eso es necesario un sistema fiscal progresivo. Es mejor un sistema público de Educación para que nuestros hijos puedan estudiar en universidades públicas, 10 veces más baratas que las universidades privadas. Es mejor tener una pensión digna, garantizada por el Estado a través del sistema público de pensiones, que un sistema privado de pensiones tipo chileno que supone un negocio para la banca y una pensión miserable para el jubilado.
El proceso a seguir es claro. En primer lugar la empresa no descontaría las cuotas del trabajador y sería un negocio más de la banca. Se generalizaría el modelo de los autónomos, cuyos efectos están a la vista de todos, efectos muy negativos para los propios autónomos, el 85% cotiza por debajo del SMI y por lo tanto recibe una pensión mínima y para la propia Seguridad Social que deja de ingresar miles de millones euros.
Con salarios de supervivencia, con la hipoteca o el recibo del alquiler apretando, con seductoras ofertas de planes de pensiones privados con bonificaciones fiscales como alternativa al sistema público que propone la patronal, muchos trabajadores que sufren para llegar a fin de mes podrían sacrificar su pensión futura pública y ser engañados por una alternativa aparentemente más barata a corto plazo que les facilite llegar a fin de mes. Este es el último ataque al Sistema público de Pensiones, la CEOE, la derecha quieren reducir los ingresos del sistema para que quiebre y se transforme en un negocio más. Se trata de atacar el último reducto que queda después de la progresiva degradación de la educación y la sanidad públicas. No poder acceder a la tarta de los recursos que suponen las pensiones públicas y hacer negocio de ellas, 177.750 millones de euros solo las pensiones contributivas en 2024, supone una situación insoportable para la clase dominante que lleva más de 30 años en sus servicios de estudios de la banca y los seguros poniendo fecha a la quiebra del sistema público de pensiones con el objetivo de privatizarlo.
Hacer de los sindicatos de clase unas herramientas de lucha
La dirección de los sindicatos, como vemos en esta situación dramática para los trabajadores, en la que a pesar de las enormes ganancias de las empresas los trabajadores retroceden en salarios y condiciones de trabajo, se ha revelado totalmente inadecuada para responder a las necesidades más acuciantes de la clase obrera. Ni siquiera han sido capaces de construir y fortalecer los propios sindicatos.
Como resultado, capas enteras de la nueva generación de jóvenes trabajadores que desempeñan trabajos precarios como repartidores, trabajadores de centros de llamadas y similares son poco más que materia prima para la explotación.
Trabajan en condiciones deplorables de explotación laboral moderna como la que se da en los almacenes de Amazon, sometidos a una explotación brutal, largas jornadas laborales y bajos salarios.
La experiencia de las luchas sindicales en la actualidad es que cada vez son más largas y más duras para revalorizar los salarios y mejorar o no retroceder en condiciones de trabajo. Los días en que los trabajadores podían conseguir aumentos salariales con una amenaza de huelga han quedado atrás. La patronal dirá que ni siquiera puede permitirse mantener el nivel salarial actual, ni actualizar con el IPC el poder adquisitivo de los salarios, etc. y mucho menos hacer concesiones.
Las luchas surgen, a pesar del colaboracionismo y pasividad de las direcciones sindicales de los grandes sindicatos estatales, y ahí están las duras luchas como la que sostienen actualmente por su convenio colectivo los trabajadores de Acerinox en Cádiz o en la factoría IVECO en Madrid, o los 30 cortejos de empresas o sectores en huelga que marchaban orgullosos con sus pancartas en la manifestación del 1 de mayo de ELA en Bilbao.
Los que aún sueñan con la paz social y el consenso, como todavía reivindicaban en sus discursos de 1 de mayo UGT y CCOO, viven en el pasado, en una fase del capitalismo que ya no existe. Ellos, la burocracia sindical son los utópicos, son una enorme mordaza que bloquea, inutiliza las grandes organizaciones construidas por los trabajadores y que cuando, a pesar suyo, se movilizan muchas veces los conducen a la derrota.
Por ello es una tarea urgente regenerar los sindicatos. Deben transformarse en organizaciones de lucha de la clase obrera. Pero esto solo se puede conseguir mediante una lucha implacable contra la burocracia reformista. Hay que purgar los sindicatos de arriba abajo y eliminar por completo las políticas de colaboración de clase, seña de identidad de la burocracia reformista.
Luchar contra el reformismo, no significa oponernos a las reformas, no criticamos a los dirigentes sindicales porque luchen por las reformas, sino al contrario, porque no luchan en absoluto.
Buscan el acomodo con la patronal, evitan la acción combativa y, cuando se ven obligados a ella por la presión de las bases, hacen todo lo posible para limitar la huelga y llegar a un compromiso podrido para acabar cuanto antes con el movimiento.
La juventud está entendiendo la necesidad de organizarse, rechaza el colaboracionismo de estos sindicatos por estéril. Fue gratificante observar y marchar con la gran manifestación de miles de jóvenes del Movimiento Socialista que reivindicaban la lucha y la revolución socialista en la manifestación del 1 de mayo en Bilbao. Pero para conseguir avanzar en nuestra emancipación, para empezar tenemos que recuperar nuestras organizaciones sindicales y transformarlas en herramientas de lucha, son nuestras y costaron sangre, sudor y lágrimas a generaciones de trabajadores que sufrieron cárcel, torturas, despidos etc. por mantenerlas en pie. Sus actuales dirigentes son en su mayoría advenedizos, mediocres, títeres del sistema que viven cómodamente y cuya máxima aspiración es seguir haciéndolo. Transformar radicalmente los sindicatos es una tarea urgente de nuestra clase en los tiempos convulsos que estamos viviendo.
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