La Infiltrada: premiando el engaño del Estado en los Goya
También habla de la oposición de la policía y el Estado a que estos refugiados encontrasen un hogar, derribando sus casas día tras día (hasta que los vecinos deciden cooperar entre sí), la ineficacia de la burocracia para resolver los problemas de la gente y cómo el Estado ignora a los más desfavorecidos, la falsa transición a la democracia enseñando cómo se mantuvo a los policías fascistas, las consecuencias de la guerra civil y la importancia de que los jóvenes se involucren en la política, entre muchos otros.
Sin embargo, la película se detiene en la acción individual del protagonista. Se corta justo antes de que las protestas populares logren evitar que Manolo vaya a la cárcel y se consigan mejoras para todos los barrios del extrarradio. Sin este seguimiento popular la acción del protagonista habría quedado en nada. También omite detalles como que la persona real que inspira la historia había sido comunista y muchos de los abusos que la gente del barrio sufrió. También deja en el aire el asunto sindical en la empresa de autobuses.
La otra ganadora, La infiltrada, a pesar de tratar un tema aparentemente muy distinto, sigue líneas parecidas.
La película nos presenta a Mónica, una joven agente de policía, que nada más terminar su formación policial accede a infiltrarse secretamente en ETA, lo que implica no poder ver a su familia durante años y el riesgo de que si es atrapada pueda ser imputada o incluso asesinada sin que la policía pueda intervenir.
Una “noble” acción por la lucha contra el terrorismo. Sin embargo, los años van pasando y la protagonista sufre cada vez de más daños psicológicos por culpa de su aislamiento y de la mentira constante que vive con la gente de su alrededor, con la que ya ha formado nuevos lazos y la consideran su amiga. Este es el tema principal de la primera parte de la película, un todo vale con tal de proteger la “paz” y “bienestar” del Estado. Al comienzo empatizamos con ella. ETA es mala, mató a mucha gente, es una “valiente heroína” que sufre por conseguir su objetivo, “viva la policía” que nos “protege”.
Pero a la vez que va construyendo nuevos lazos, también ve cómo es la vida para una ciudadana de Euskadi en ese momento. Queda atrapada en mitad de una manifestación y los golpes de la represión policial caen sobre ella mientras intenta ayudar a una “amiga” a la que los policías (sus verdaderos compañeros) le han abierto la cabeza. Días más tarde su “amiga” descubre que la policía ha asesinado a su hermano y la protagonista la consuela, cuando ella es en realidad uno de esos policías asesinos y represivos y está mintiéndoles a todos.
Ante estos actos, empieza a dudar de su misión, pero un atentado que ocurre delante de sus ojos la devuelve al bando de “los buenos”.
Consigue contactar con ETA y le encargan una misión, esconder en su casa a un joven miembro de la organización terrorista, Kepa. Con intención de conseguir información de ETA se acerca a él.
Pero el chico al que conoce no es ningún monstruo ni ningún asesino sin escrúpulos. Es solo un joven que, en busca de un mundo mejor, sacrifica todo lo que conoce para conseguirlo. Justo como ella. Y unidos por esto se enamoran.
Vamos por la mitad de la película. El mensaje que recibimos hasta ahora nos pone en el lugar de los habitantes de Euskal Herria y de miembros de la banda con los que conseguimos empatizar. Nos da un mensaje anti policial y de libertad para el pueblo.
Y ahora la película pega un giro. Kepa le cuenta a la protagonista sobre su atentado y toda la comprensión e incluso el amor que había empezado a sentir por él se convierte en asco. ETA es desarticulada (gracias a la acción de otros policías infiltrados, según la narrativa de la película), y la protagonista en un intento desesperado de que todos esos años infiltrada no hayan sido en vano, se adentra en capas más profundas de la organización y debe dar cobijo a otro terrorista que, esta vez sí, es el monstruo que todos nos esperaríamos.
Y finalmente la película nos presenta a la protagonista como a una heroína que valiente e individualmente, se enfrenta a un montón de monstruos descorazonados y jugándose la vida, logra robarles unos documentos de gente que querían sumar a las filas de un nuevo comando.
Termina con una persecución policial, unos tiros y los terroristas en la cárcel. Cómo se sintió Kepa tras ver que su novia era una policía infiltrada se les olvida mencionarlo.
La verdadera cara de la policía
Uno de los mayores problemas de esta película es el blanqueo radical que le hace a la policía. La infiltración policial es un ataque a la libertad de reunión y a la libertad de expresión. Es el síntoma de un régimen represivo que ignora los derechos de sus ciudadanos.

La infiltración policial es un ataque a la libertad de reunión y a la libertad de expresión / Directa
La infiltración policial no es una heroicidad que se deba aplaudir. Es la manipulación consciente y cruel de las personas con las cuales el policía crea vínculos amistosos e incluso románticos, ganando la confianza durante años de “trabajo” pagado con los impuestos de la misma clase obrera que está siendo espiada. La infiltración no está regulada por la ley y, sin embargo, se sigue haciendo.
En Cataluña se han rebelado casos de policías que se infiltraron en movimientos sociales como “La Cinètika”, un cine auto gestionado o la asamblea por los derechos de la vivienda “Resistim al Gòtic”, entre otros. Espacios de iniciativa popular que tenían el objetivo de aplicar mejoras sociales, no un grupo terrorista que buscase sembrar el terror entre la población, lo que nos lleva a preguntarnos: ¿Quiénes siembran en realidad el terror?
Además, en el caso de ETA, la policía, representando al Estado, no solo es responsable de infiltraciones, sino que también formó los GAL, una organización paramilitar financiada por los altos cargos del gobierno de Felipe González que asesinó, secuestró y torturó a numerosas personas, muchas de las cuales eran ajenas a ETA y que echó por tierra el derecho humano de la presunción de inocencia y el derecho a un juicio justo.
El individualismo en el cine
Podemos ver cierta tendencia en las películas de los últimos años. Nos presentan situaciones con una clara conclusión social, pero en lugar de llevarla hasta el final, pegan un giro a la reivindicación del acto individual como en El 47, explicando la acción popular tan solo con unos letreros negros al final de la película, y La infiltrada, olvidando que fue el aislamiento social de ETA por el repudio cada vez mayor que causaban sus atentados, junto a innumerables movilizaciones populares, lo que condujo a su fin y a su disolución. También a veces deja un mensaje pesimista como en el caso de En los márgenes, en el que se suprime el mensaje revolucionario de organizarse para terminar con el negocio de la vivienda.
En el cine internacional podemos ver un ejemplo de esto con las películas del género “eat the rich”. Historias con un potencial mensaje revolucionario como Don´t look up o Saltburn dejan de lado la mejora social por un mensaje pesimista o de crecimiento puramente individual.
Vivimos en un mundo con cada vez más conflictos sociales, pobreza e injusticia que son consecuencia directa del hambre acaparador del sistema capitalista, tanto es así que ni siquiera el cine más “mainstream” puede mirar a otro lado. Pero ignoran deliberadamente la única solución posible ante el desastre, organizarse y luchar como clase. Lanzan sin parar mensajes pesimistas, para anular la lucha, e individualistas, para redirigirla a acciones en las que se desperdicia el potencial revolucionario.
Una vez más los medios de comunicación, aunque llenen las galas con discursos bonitos, intentan alejar a la clase de la organización y la lucha colectiva. Ante esto, reivindicamos la importancia de la lucha obrera y la abolición del capitalismo y las clases sociales como único modo de conseguir cambios permanentes en la sociedad. Organízate con nosotros contra este sistema opresivo y sin salida. ¡Por la revolución mundial!
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